martes, 20 de noviembre de 2012

LA AYUDA AL DISCAPACITADO


 
OPINIÓN

Me congratulo con todos los, que empeñan sus esfuerzos sacrificados, abnegados, y muchas veces heroicos en la noble tarea de velar por los discapacitados, auxiliarlos y ayudarlos a capacitarse de tal modo de que se inserten como miembros útiles en la sociedad que les pertenece.
El destino me ha concedido el privilegio de participar de dos categorías. La de un lisiado que hace lo posible por igualarse a sus prójimos y así brindarse a los demás, y la de un hombre público al que le ha tocado el honor de gestionar la creación de una comisión permanente destinada a velar por la familia, por los menores y, también, por los discapacitados.
Viene al caso recordar una enseñanza de Platón, una de las lumbreras de nuestra civilización: “la buena educación da al cuerpo y al alma toda la belleza y la perfección de que son capaces”, pues son ustedes, los que dedican su tiempo, sus esfuerzos y su saber a esta educación, los que posibilitan, educando cuerpos y educando almas, que esa perfección, la perfección de seres que son imagen y semejanza de Dios, se manifieste, se concrete y resplandezca, en bien de los discapacitados y en bien de la sociedad toda. Son ustedes los que brindan su amor a seres con altísima capacidad para percibirlo, ese amor que es la mejor medicina que pueda impartírseles. Ese amor que es afecto, es cariño, es suavidad en el trato, y al derramarse sobre los seres queridos se eleva como una plegaria. Ese amor que a muchos les posibilita dar pasos adelante en su capacitación para colaborar con los demás.
La recuperación y habilitación del discapacitado es tarea a favor del bien común cuya custodia se confía a los gobernantes. Es, por lo tanto, una materia propia de la política. Un discapacitado es, ante todo, un hombre, semejanza de Dios, y nunca debe perderse de vista esa dignidad. Trabajemos porque no haya nadie que precisando un tratamiento carezca de los medios ni de las oportunidades para recibirlo; trabajemos porque nadie, a causa de un problema físico ni mental, se prive de atender a su propia familia y de resultar útil. Siempre es posible enfrentar a las adversidades y ganarles. Siempre es posible mejorar.
Las personas con problemas deben recibir lo que se merecen, que es la esencia de la justicia.
No es compasión sino justicia lo que necesitan los disminuidos física o psíquicamente. Justicia es dar a cada uno lo que le corresponde. Muchos requieren elevarse sobre sí mismo para competir; un chico, una mujer, un hombre con problemas son ante todo y sobre todos" hombres, seres humanos con problemas". No debemos perder de vista esa dignidad, esa corona, ese soplo de ser hecho a imagen y semejanza de Dios. No le quitemos honor con nuestra piedad al hermano que tiene dificultades. Rescatemos siempre su dignidad. El orgullo o la dignidad de ser personas hace que antes que aceptar una expresión de lástima sean capaces de morderse y no pedir ayuda. La mano del piadoso nos quita siempre honor dice el poeta y tiene razón.
Los discapacitados tienen derecho a varios o muchos pasos adelante para correr en igualdad de condiciones, reconozcamos en ellos un derecho elemental, de los más elementales de los derechos humanos.
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN