lunes, 28 de enero de 2013

LA FUERZA DE LOS SIMBOLOS


 

 Queridos  amigos:
Durante los últimos años hemos escrito artículos, dictado conferencias y organizado simposios, explicando la profundidad del proceso de debilitamiento a que se estaba sometiendo a las fuerzas armadas argentinas y sus consecuencias en términos de pérdida de capacidad de defensa de los intereses nacionales y de disuasión sobre aquellos que pudieran afectarlos. A pesar del esfuerzo, no logramos instalar el tema en la agenda pública y menos aún en la agenda política, monopolizada por la acción tendenciosa del oficialismo y la indiferencia de casi todos los  partidos de oposición. Sin embargo, la fuerza simbólica de la imagen del Destructor A.R.A.  Santísima Trinidad, buque insignia de la fuerza naval que desembarcó y recuperó Malvinas, hundido al costado del muelle en que se encontraba amarrado en la Base Naval de Puerto Belgrano, logró lo que no pudieron muchos razonamientos, explicaciones  académicas y comparaciones.
  Esa imagen habla por si sola de decadencia, del desprecio a las glorias pasadas, de una auto destrucción impiadosa que no se detiene  ni aun ante el riesgo de dejar a la nación inerme y desarmada, promovida por un gobierno cuya única política de Defensa ha sido retacear presupuestos, menoscabar a los hombres de las fuerzas armadas y llevar el juzgamiento de los militares que combatieron a las bandas terroristas en la década del setenta mucho más allá de la noción de justicia para caer en la mezquindad de la revancha. Pero como decía el filósofo Ernst Cassirer, a comienzos del siglo XX, el hombre es un animal simbólico y el simbolismo de la Santísima Trinidad hundida ha logrado conmover a una sociedad poco proclive a interesarse por la temática de su propia defensa.
  Más allá de lo anecdótico, la Santísima Trinidad comenzó a perderse el mismo día que se lanzó la operación Rosario para recuperar las Islas Malvinas porque era un buque que, si bien fue ensamblado en los Astilleros de Río Santiago, tenía su diseño y sus  partes constitutivas, incluyendo su tecnología y armamento, de origen británico y obviamente Gran Bretaña dejó de suministrar los insustituibles repuestos a partir del momento en  que entramos en conflicto con ella.
Ya en el año 1989 se decidió cambiar su condición de actividad y desde el año 2004 paso a situación de buque radiado. Ello evidencia la vulnerabilidad que significa carecer de una industria de producción para la defensa netamente nacional o al menos con capacidad para realizar el mantenimiento de las unidades y el material propio. La industria existente fue totalmente desarticulada durante el gobierno de Carlos Menem, incluyendo proyectos de punta como el astillero de construcción de submarinos, el  misil Cóndor, la fábrica de tanques medianos  y la fábrica de aviones de Córdoba, entre muchas otras dependencias. El actual gobierno acentuó la pérdida de capacidades asignando presupuestos muy por debajo de lo necesario para mantener  y adiestrar a los medios existentes y marcadamente inferiores a los países vecinos que, por otra parte, han modernizado sus fuerzas mediante importantes adquisiciones de medios.
  Por ignorancia o por animadversión, hay quienes minimizan la pérdida de capacidades militares argentinas aduciendo que no hay un peligro de guerra inminente o predecible. Esta simplificación no tiene en cuenta, en primer lugar, que si un país carece de capacidad de disuasión no necesita que otro Estado le haga la guerra para que sean afectados sus intereses nacionales. Sin custodia, los mares son depredados por pesqueros que penetran cada vez más profundamente  y en mayor cantidad en la Zona Económica Exclusiva y las fronteras son traspasadas por aeronaves transportadoras de contrabando, drogas o armas. Pero el problema es que Argentina, sí tiene un enemigo muy próximo que es Gran Bretaña, quien se permite instalar plataformas de exploración de petróleo en aguas que consideramos propias o realizar amenazantes ejercicios militares en Malvinas y sus aguas adyacentes.
 
Debemos comprender que la política exterior británica adscribe totalmente a la escuela realista y que desprecia nuestras protestas diplomáticas al comprobar que detrás de ellas no hay un poder militar que las respalde. Las andanadas de palabras con que la señora presidente ataca frecuentemente a Gran Bretaña, solo sirven para consolidar el frente interno del Ministro Cameron porque no van acompañadas de hechos que las sustenten. Para marcar la diferencia, las agencias informativas nos hacen saber que el gobierno de Malvinas ha destinado el  equivalente a trece mil millones de dólares (leyó bien, 13.000 millones de USD) para el desarrollo del petróleo que esperan comenzar a extraer en el año 2016 y que legisladores británicos han pedido ayuda francesa para el hipotético caso de un nuevo conflicto bélico  con Argentina. Realmente tenemos enemigos y bien evidentes, próximos y decididos.
  Seguramente la Armada realizará una impecable investigación y determinará si alguien cometió algún error puntual que influyó en el hundimiento del buque. Siempre lo ha hecho, sin necesidad de suspender a ningún oficial para garantizar la transparencia porque la transparencia está en la filosofía de vida de sus hombres. Pero a nadie escapa que el hundimiento de la Santísima Trinidad, como la tragedia del Once, representan el estallido  visible de un proceso de retaceo de recursos para mantenimiento, por desinterés o ignorancia, que fatalmente termina en un desastre. Si este hecho sirve para tomas conciencia de la necesidad de duplicar en lo inmediato el presupuesto asignado a las fuerzas armadas para mantenimiento y adiestramiento, al menos le daremos sentido a la desgracia. Esperemos que esto se vea reflejado en el Congreso nacional y que lo entienda el Poder Ejecutivo.
  Mencionamos la tragedia del Once, que constituyó otro hecho simbólico que puso en evidencia la destrucción de la infraestructura de transporte  y el resonante fracaso de la política de subsidios aplicada por el gobierno nacional, porque esta semana volvió a ser noticia.  
Los familiares de las víctimas reclamaron en términos muy fuertes al cumplirse once meses del hecho que los enlutó, expresando que el silencio del gobierno da vergüenza y que “la cara visible de la corrupción es la muerte, y su cómplice el silencio”. Sintiéndose aludido, el Ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, atinó a decir que la mejor manera de “honrar” a quienes perdieron la vida es que “tengamos un Sarmiento mejor”.
Claramente su respuesta  no fue atingente al estímulo. Los familiares no hablaban de la necesidad de que sus muertos fueran honrados sino de que se atienda al fiscal que acusa de “desidia intencional” y de “complicidad criminal” a funcionarios y empresarios. Piden justicia, piden que el gobierno no los ignore  con un silencio esquivo o con frases de ocasión. Piden que se los atienda  y se los asista integralmente como corresponde. Piden, en fin,  en sus propias palabras, que el gobierno “asuma su responsabilidad”. El resto de la sociedad, pedimos lo mismo.
  Hubo esta semana otro hecho simbólico que afectó la sensibilidad de nuestros ciudadanos. Los medios gráficos nos trajeron las fotos de  los miembros de una asociación ilícita popularmente conocida como una “barra brava” que alejados de las sombras llevaron sus hábitos violentos a un crucero de vacaciones. Por cierto que las “barras bravas” fueron responsables de la suspensión del partido de fútbol entre los clubes Rosario Central y Newell’s Old Boys, pactaron con la policía en Mar del Plata para que solo permitiera la entrada al estadio de la “Barra” de Boca Juniors que llegara primero y provocan hechos violentos que  no pueden ser controlados ni por la policía ni por las autoridades de los clubes, quienes terminan pactando con ellos para evitar daños materiales  y agresiones personales.
Envalentonados en su  momento por Néstor Kirchner que alentó la creación de la agrupación  “Hinchadas Unidas” y luego por la señora presidente que elogió la actitud  de los que se paran en  los para avalanchas de espaldas al partido para alentar (actitud típica de los líderes de estos grupos violentos), las “barras bravas” son hoy, junto con la delincuencia callejera y los narco delincuentes, uno de los tres sectores que hacen un mayor ejercicio de la violencia y que parecen haber desbordado la capacidad de contención de las fuerzas policiales al amparo de los poderes políticos que los protegen. Urge que el Estado asuma que las “barras bravas” constituyen asociaciones ilícitas organizadas para delinquir y detenga   a sus cabecillas  y miembros prominentes,  para que la sociedad se vea librada de estos grupos violentos que no solo han alejado a las familias de los estadios sino que amenazan y aterrorizan a todo el ambiente del fútbol,  a los dirigentes, deportistas, simpatizantes y vecinos, además de constituirse en mano de obra disponible para todo tipo de delitos.
La última imagen simbólica que nos queda en la retina es la de la señora presidente,  vestida con ropas que identificaban a los guerrilleros de Vietnam del Norte  y manifestando que Vietnam es  un ícono en materia de luchas por la independencia, lo que la llevó a  comparar a los líderes guerrilleros con nuestros próceres patrios. Detenida en el tiempo,  confundida en las realidades históricas, hablando en nombre  de sí misma  a pesar de estar en visita oficial, sus actos y decires poco tienen que ver con la defensa y la conveniencia de los intereses nacionales.
Mientras  eso concitaba su atención y su dedicación, en un país que tiene muy poco para ofrecernos, en nuestra querida y golpeada Argentina alcanzamos el récord de 18 muertos en accidentes en un día,  una Cámara federal señala que es “inadmisible” que el gobierno tenga una política deliberada de apartar a los jueces que no lo favorecen con sus fallos, los sindicalistas piden paritarias salariales cada seis meses por el impacto de la inflación, por primera vez en 10 años la industria reconoce una caía del 3,4 por ciento y el gobierno de la provincia de Buenos Aires dice que la provincia “no da más” aunque lo acusen de  cobarde por pedir que se revise la coparticipación.
  Reconozcamos que cualquier observador objetivo aceptaría que el gobierno tiene cuestiones de que preocuparse mucho más importantes que la exaltación de las luchas vietnamitas y que esa situación es un claro símbolo de la distancia entre el mundo de la fantasía gubernamental y el de la realidad nacional. La fuerza de los símbolos  ayudará a traernos a la realidad. Abogamos para  que no sigan siendo los símbolos de la decadencia, el hundimiento, la tragedia y la impunidad, los que nos despierten, porque el precio de ese despertar será muy caro.  
Un abrazo para todos
  Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión Ciudadana