Se cumple el ciclo iniciado en los setenta
Carlos
Zannini es, desde la muerte de Néstor Kirchner, el virtual presidente de
este país. Ha recaído sobre él la decisión política y el designio del
curso del gobierno.
Zannini no es solo el secretario de legal y técnica de presidencia. Es, también, el mentor y verdadero líder de "La Cámpora", esa agrupación que pretendió ser montoneros del siglo XXI, y se quedó en el fervor adolescente de los cuadros bajos, asfixiados por la búsqueda de lujos, desde el cargo oficial, de sus cuadros mayores.
Zannini completa el ciclo de la toma de poder iniciado en los
setenta. Afortunadamente para los argentinos, ha fracasado.Zannini no es solo el secretario de legal y técnica de presidencia. Es, también, el mentor y verdadero líder de "La Cámpora", esa agrupación que pretendió ser montoneros del siglo XXI, y se quedó en el fervor adolescente de los cuadros bajos, asfixiados por la búsqueda de lujos, desde el cargo oficial, de sus cuadros mayores.
En los años ´70, el objetivo de las agrupaciones guerrilleras era
acceder al poder utilizando al General Perón. Las facciones
provenientes del peronismo, como Montoneros y Far, estaban
convencidas de que Perón, a su regreso, gobernaría rodeado de
aquellos jóvenes maravillosos que le habían hecho la revolución,
para que volviera.
Desde el ala más radicalizada del guevarismo no peronista, el ERP, por
caso, siempre le desconfiaron al general, aunque sucumbieron de una
u otra forma a la idea fácil de acceder al poder utilizando al
último Perón, al que consideraban un cascarón viejo y vacío. Si
habían conseguido volcar a la guerrilla peronista, de base católica,
hacia el marxismo, iban a hacer un doble juego de control sobre los
muchachos de Montoneros, e indirectamente sobre el propio Perón.
Cuando fue Héctor Cámpora el elegido por Perón para ganar las
elecciones de 1973, la presunción marxista pareció convalidarse.
Cámpora reivindicó la lucha armada, declaró la amnistía para
los"luchadores sociales" que estaban encarcelados, y metió en el
congreso a algunos diputados provenientes de montoneros, tales los
casos de Nilda Garré y Dante Gullo.
Pero la utopía marxista duró apenas 49 días. Fueron los que tardó
Perón en darse cuenta que con esos fanáticos enamorados de la sangre
era imposible hacer la política de unidad, bajo su mando, y
perpetuar el poder del peronismo en el tiempo.
Perón echó a Cámpora luego de aquellas palabras ya casi legendarias. "Qué me ha hecho Camporita?..me ha llenado el movimiento de zurdos y de putos!".
Perón echó a Cámpora luego de aquellas palabras ya casi legendarias. "Qué me ha hecho Camporita?..me ha llenado el movimiento de zurdos y de putos!".
Perón ganó las elecciones luego de la renuncia
del Tío Cámpora, los apretó poniéndoles los puntos acerca de
quien mandaba, y se le rebelaron abandonando bancas y pasando,
luego, a la
clandestinidad. Llegaron a desafiarlo abiertamente matándole a José
Rucci, emblema del sindicalismo al que Perón privilegió antes que a
los guerrilleros, y terminaron enfrentados tanto con las fuerzas
legales del estado, cuanto con las fuerzas paramilitares que Perón
mandó organizar para exterminarlos, la triple A.
Quisieron acceder al poder usando un presidente manejable, les salió
demasiado mal.
Los años diez
30 años pasaron hasta que la política les permitió ir infiltrándose
paulatinamente, desde el Frepaso, y acceder a una cuota de poder con
la fallida Alianza. Estaban desperdigados y no pudieron acceder
masivamente hasta que llegó el tal Néstor Kirchner, un gobernador
feudal que para poder hacer sus negocios se rodeó de tropa
variopinta, y se inventó un inexistente pasado de lucha social y
persecución. Si bien los antiguos jóvenes maravillosos se sintieron
cómodos desde el acceso al poder y a las finanzas de las
agrupaciones de DDHH, como Madres, Abuelas e Hijos, y desde los
movimientos piqueteros, Kirchner los había metido en el mismo guiso
con esos referentes de siempre del Pj. El sindicalismo peronista,
tradicionalmente de derecha, y los dirigentes PJ standard.
A la muerte de Néstor Kirchner, en 2010, se produjo el ansiado
movimiento de fichas por parte de Cristina Kirchner. Desoyendo todo
mensaje que le llegara del más allá, de parte de "Él", rápidamente
desperonizó su entorno y se rodeó del remanente de la juventud
maravillosa a la que tanto admira.
Finalmente, lo habían logrado. Estaban en el poder con una presidente ideal para sus logros. Una mujer tan carente límites como de ideas, y allí estaban ellos, la gurdia revolucionaria, para abastecerla. Así cobró mayor predicamento ante la presidenta gente como Horacio Verbitsky y su segunda Nilda Garré. Así Carlos Kunkel se convirtió en uno de los voceros semioficiales, y el secretario de legal y técnica, Carlos Zannini, se convirtió en el ideólogo político del cristinismo. La salida de la CGT tradicional, del firmamento kirchnerista, terminó de darles, a los viejos terroristas, el control casi absoluto de la situación, y del gobierno. Puede decirse, promediando el 2013, que es Zannini el verdadero presidente de la nación, reemplazante de Néstor Kirchner en la toma de esas decisiones políticas que a CFK tan poco le interesa acometer. Ella siempre necesitó la referencia política ajena, porque jamás le interesó meterse de lleno en esa cuestión. Las diferencias de conducción desde la muerte de Néstor Kirchner son ciertamente notables. La radicalización de la presidente avasallando instituciones de la república así lo demuestran. Cero muñeca política y 100% cuadro militar. Verticalismo a ultranza y mandar antes que gobernar. Abolición de cualquier diálogo democrático y pragmatismo desembozado. Para adentro y para afuera. Carlos Zannini es Maoísta. Juega perfectamente con los talibanes stalinistas como Diana Conti, Sabbatella y tantos otros. Todos provienen del Partido Comunista, en cualquiera de sus ramas y subramas. Uno se plantea qué hubiera ocurrido si las agrupaciones guerrilleras hubieran llegado a tomar efectivamente el poder, allá por los setenta. Hay que imaginarlos con la sangre joven de la edad temprana, con los fierros y con la soberbia que siempre los caracterizó. Mario Santucho, el líder histórico del ERP, había resumido con claridad el pensamiento pragmático de la juventud maravillosa. "Para hacer nuestra revolución calculo que deberemos matar a un millón de personas". Afortunadamente, diferentes circunstancias lo impidieron. Pero volviendo al presente, se han dado el gusto de llegar. Y este es, acaso, un ciclo histórico que la Argentina debía cumplir, para poder abrochar de una buena vez, y para siempre, el capítulo más negro de nuestra historia reciente. Porque los jóvenes maravillosos demostraron varias cosas, desde el poder. Que no tenían la mínima capacidad de conducir una nación; porque son bastante buenos para mandar pero son pésimos para gobernar. Que son absolutamente incompatibles con una democracia republicana donde el diálogo y la mesura deben primar ante el arrebato y la imposición. Que la misma falta de moral que mostraron en los setenta, para matar gente indiscriminadamente, la exhiben hoy cuando suscriben un modelo falaz y a dos presidentes que perpetraron el robo más grande de la historia de la Argentina. Tienen las decisiones, tienen el 80% de los medios de comunicación, tienen las mayorías legislativas y tienen a su gente en todos los organismos de la función pública. No obstante lo cual, fracasan estrepitosamente.
La secuencia de finalización de un ciclo histórico la sustenta la ciudadanía desde las calles. Cuando pide república, defiende a la justicia y desenmascara cada movimiento oficial totalitario. El gobierno integrado por la juventud maravillosa, hoy encanecida, se debate ante su imposibilidad de integrarse al sistema que los argentinos hace ya 30 años elegimos para gobernarnos entre nostros. La democracia republicana. El presidente Zannini choca contra la trampa ideológica, porque la clase media y los grupos de poder le han puesto freno a su locura setentista. Si hubieran accedido de este modo en el 2001, hoy la Argentina ciertamente sería mucho más parecida a Venezuela de lo que es. Pero terminaron de integrarse a finales de 2010, y se mostraron descarnadamente luego de las elecciones de 2011. Afortunadamente, cuando ellos se estructuraron, los argentinos ya estábamos demasiado democráticos como para que esta gente se saliera con la suya.
Fabián Ferrante
Finalmente, lo habían logrado. Estaban en el poder con una presidente ideal para sus logros. Una mujer tan carente límites como de ideas, y allí estaban ellos, la gurdia revolucionaria, para abastecerla. Así cobró mayor predicamento ante la presidenta gente como Horacio Verbitsky y su segunda Nilda Garré. Así Carlos Kunkel se convirtió en uno de los voceros semioficiales, y el secretario de legal y técnica, Carlos Zannini, se convirtió en el ideólogo político del cristinismo. La salida de la CGT tradicional, del firmamento kirchnerista, terminó de darles, a los viejos terroristas, el control casi absoluto de la situación, y del gobierno. Puede decirse, promediando el 2013, que es Zannini el verdadero presidente de la nación, reemplazante de Néstor Kirchner en la toma de esas decisiones políticas que a CFK tan poco le interesa acometer. Ella siempre necesitó la referencia política ajena, porque jamás le interesó meterse de lleno en esa cuestión. Las diferencias de conducción desde la muerte de Néstor Kirchner son ciertamente notables. La radicalización de la presidente avasallando instituciones de la república así lo demuestran. Cero muñeca política y 100% cuadro militar. Verticalismo a ultranza y mandar antes que gobernar. Abolición de cualquier diálogo democrático y pragmatismo desembozado. Para adentro y para afuera. Carlos Zannini es Maoísta. Juega perfectamente con los talibanes stalinistas como Diana Conti, Sabbatella y tantos otros. Todos provienen del Partido Comunista, en cualquiera de sus ramas y subramas. Uno se plantea qué hubiera ocurrido si las agrupaciones guerrilleras hubieran llegado a tomar efectivamente el poder, allá por los setenta. Hay que imaginarlos con la sangre joven de la edad temprana, con los fierros y con la soberbia que siempre los caracterizó. Mario Santucho, el líder histórico del ERP, había resumido con claridad el pensamiento pragmático de la juventud maravillosa. "Para hacer nuestra revolución calculo que deberemos matar a un millón de personas". Afortunadamente, diferentes circunstancias lo impidieron. Pero volviendo al presente, se han dado el gusto de llegar. Y este es, acaso, un ciclo histórico que la Argentina debía cumplir, para poder abrochar de una buena vez, y para siempre, el capítulo más negro de nuestra historia reciente. Porque los jóvenes maravillosos demostraron varias cosas, desde el poder. Que no tenían la mínima capacidad de conducir una nación; porque son bastante buenos para mandar pero son pésimos para gobernar. Que son absolutamente incompatibles con una democracia republicana donde el diálogo y la mesura deben primar ante el arrebato y la imposición. Que la misma falta de moral que mostraron en los setenta, para matar gente indiscriminadamente, la exhiben hoy cuando suscriben un modelo falaz y a dos presidentes que perpetraron el robo más grande de la historia de la Argentina. Tienen las decisiones, tienen el 80% de los medios de comunicación, tienen las mayorías legislativas y tienen a su gente en todos los organismos de la función pública. No obstante lo cual, fracasan estrepitosamente.
La secuencia de finalización de un ciclo histórico la sustenta la ciudadanía desde las calles. Cuando pide república, defiende a la justicia y desenmascara cada movimiento oficial totalitario. El gobierno integrado por la juventud maravillosa, hoy encanecida, se debate ante su imposibilidad de integrarse al sistema que los argentinos hace ya 30 años elegimos para gobernarnos entre nostros. La democracia republicana. El presidente Zannini choca contra la trampa ideológica, porque la clase media y los grupos de poder le han puesto freno a su locura setentista. Si hubieran accedido de este modo en el 2001, hoy la Argentina ciertamente sería mucho más parecida a Venezuela de lo que es. Pero terminaron de integrarse a finales de 2010, y se mostraron descarnadamente luego de las elecciones de 2011. Afortunadamente, cuando ellos se estructuraron, los argentinos ya estábamos demasiado democráticos como para que esta gente se saliera con la suya.
Fabián Ferrante