lunes, 26 de agosto de 2013

DE VOLVER AL PASADO ...¿MATARIAS A UN NIÑO LLAMADO ADOLF HITLER?

 

Si existiese una forma de volver al pasado, ¿matarías a un niño llamado Adolf Hitler?

Lun 26·8·2013 · 14:55h 0


 Este vídeo está provocando polémica en Alemania. En él, un Mercedes atropella a Adolf Hitler de niño, bajo el reclamo de que el coche detecta los peligros antes de que tú los veas. Me ha recordado una escena de una buena película que vi hace años: “La zona muerta” (1983), dirigida por David Cronenberg, basada en una novela de Stephen King y protagonizada por Christopher Walken en el papel de un hombre que tiene visiones del futuro.
En esa película, Walken consigue dar la mano a un político ambicioso y populista, interpretado por Martin Sheen, que tiene una carrera ascendente que le podría llevar al Senado de los Estados Unidos. Ese contacto físico es lo que permite al protagonista tener las visiones, y de esa forma se da cuenta de que ese político llegará a la presidencia de EEUU y una vez allí tomará una decisión fatal para todo el mundo. Sumido en las dudas sobre lo que hacer, Walken plantea una difícil pregunta a su neurólogo, un hombre ya mayor que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial (interpretado por Herbert Lom, actor fallecido el año pasado, por cierto): si pudieses volver al pasado, antes del ascenso de Hitler al poder, sabiendo lo que sabes ahora, ¿matarías a Hitler? Por si algunos no habéis visto aún la película, no os diré la respuesta del neurólogo.
Llevo años dándole vueltas a aquella escena, porque es una pregunta con mucha miga. En este vídeo se traslada aquella pregunta nada menos que a la infancia del dictador nazi, por eso he planteado esa pregunta en el título. La respuesta que a uno se le ocurre de inmediato es un “sí” rotundo. Ante un genocidio como el que provocó Hitler, y tratándose de una figura que se ha convertido -con mucha razón- en la personificación del mal, dar muerte al futuro responsable del asesinato de millones de personas parece algo moralmente asumible. Sin embargo, hay una objeción evidente: uno es responsable de sus actos, es decir, de lo que uno ha hecho, en pasado, y no de lo que le pueden atribuir a uno que hará en el futuro, algo que sólo Dios sabe. Además de eso, hay que tener en cuenta que los grandes cambios sociales y políticos, incluso el establecimiento de una dictadura y la puesta en marcha de un genocidio, no son algo que se deba en exclusiva a la acción de una persona. Muestra de ello es el comunismo. En distintos países han surgido distintos dictadores que, movidos por una ideología que tras negar todo valor al individuo, ha servido para justificar matanzas en masa en países tan diversos como la antigua Unión Soviética, China, Camboya, Corea del Norte… El nazismo -igual que el comunismo- surgió porque existía un escenario político, social y económico propicio para la aparición de movimientos totalitarios, y la democracia, en vez de defenderse, dejó que unos salvajes la dinamitasen desde dentro en Alemania. Edmund Burke decía: “Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres de bien no hagan nada”. En la Alemania de entonces, muchos hombre de bien prefirieron no hacer nada, por las razones que fuesen, con el resultado por todos conocido.
Obviamente, intentar contestar a la pregunta que titula esta entrada es meterse en una discusión bizantina. Es como plantear qué habría pasado si los nazis fuesen marcianos. No obstante, hay derivaciones de esa pregunta que sí tienen sentido. Para empezar: ¿cómo podía haberse defendido la democracia alemana, cómo pudo haberse evitado el nazismo? La respuesta más evidente, al menos en apariencia, es poniendo fuera de la ley a los movimientos totalitarios que aspiraban a liquidarla por medio de la violencia. ¿Habría dado resultado? Aún hoy mucha gente cree que esos movimientos tienen derecho a campar a sus anchas en un país democrático. Tal vez no lo piensen del nacional-socialismo, ideología que ha acabado desprestigiada a más no poder, pero sí lo admiten para quienes aún cuelgan en sus sedes retratos de dictadores tan brutales como Lenin o Mao, para quienes consideran que el régimen ideal para un país es la dictadura comunista que padecen los cubanos o incluso la más brutal aún que padecen los norcoreanos, y todo ello a pesar de los 100 millones de muertos que ha dejado el comunismo a su paso. Si un pueblo no ha acabado de convencerse a sí mismo del peligro que encierran los movimientos totalitarios, es poco probable que sirva de algo limitar la acción de la democracia contra ellos a la acción de la Policía. Si la democracia es incapaz de ofrecer un dique moral frente a los totalitarios, limitar su defensa a un dique legal acaba por resultar inútil. Basta con comprobar lo ocurrido en el País Vasco: ha bastado que la democracia baje sus defensas morales y acepte la máxima de que para acabar con el terrorismo es aceptable apaciguar a los terroristas, para que los marcas electorales de ETA se cuelen en las instituciones y hagan burla de la legalidad sin que el Estado haga nada por impedirlo.
Si se educa a los niños en la idea de que el fin justifica los medios, si se permite que los totalitarios saquen rédito de la violencia, si la democracia no tiene ninguna base moral para su autodefensa, es inevitable que los pequeños Adolfos de hoy se conviertan en monstruos el día de mañana. La culpa no será de un niño que tiene un futuro lleno de posibilidades muy diversas. Matarlo, además de ser algo moralmente reprobable, también es una medida inútil: ya aparecería otro que ocupase su lugar si se mantiene el escenario que sirve de caldo de cultivo para los totalitarios. Además, cabe preguntarse qué pasaría si un colectivo ideológico o de cualquier otro tipo empezase a justificar que se persiga o incluso mate a personas apelando a futuribles. Por ejemplo, en el Código Penal de Cuba -artículos 78 y siguientes- ya se contemplan sanciones por conductas “predelictivas”, algo que algunos todavía piensan que se circunscribe al cine de ciencia-ficción. Y en España no pocas veces he leído a fanáticos abortistas justificando que se mate un niño por nacer alegando que en el futuro puede ser una persona peligrosa o incluso un criminal. No deja de ser paradójico que con el pretexto de librar al mundo de futuros tiranos se justifiquen acciones dignas de una tiranía, como es matar a inocentes.