lunes, 30 de septiembre de 2013

LA TRILOGÍA DEL FRACASO


Queridos amigos:
En su afán por encontrar máximas esencialmente racionales para evaluar las actitudes correctas en la acción humana, Immanuel Kant definió el concepto del “Imperativo Categórico” con tres formulaciones o principios fundamentales. El primero de ellos dice: “Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. Con este instrumento de evaluación, Kant clasifica a la mentira como absolutamente inadmisible ya que llevada a ley universal y utilizada en forma sistemática eliminaría toda posibilidad de confianza, sin la cual la convivencia social es imposible.
  Tanto este primer principio como el segundo, que expresa: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio” son de inmediata y cotidiana aplicación práctica en el campo de la política, particularmente en estos tiempos de campaña. Mentir y utilizar a la gente como objetos manipulables para alcanzar el supremo objetivo del poder se han convertido en prácticas corrientes, a punto tal que ya producen poco asombro y menos reacción.
Sin embargo, aun este relativismo ético tiene sus límites, que se alcanzan cuando los grandes males de la mentira, la corrupción y la manipulación social con forma clientélica, se tornan desembozados y groseros. En esos casos, el fracaso del proceso político que sustenta estas actitudes se hace manifiesto y desata el rechazo, tan pronto la sociedad sometida a estos vejámenes tiene la posibilidad democrática de expresarse.
  Eso sucedió en las recientes  elecciones primarias (PASO) y su resultado determinó que no quedara margen en la Argentina para una reforma constitucional, por lo que el gobierno nacional deberá cambiar ineludiblemente de titular en el año 2015. La cuestión aún pendiente es si solo tendremos entonces el alejamiento de ciertos personajes y su reemplazo por otros que continuarán con la ejecución del mismo perverso modelo o si sobrevendrá un verdadero cambio de paradigmas, tanto en el ámbito económico como en el moral.
  Las cargas que se han acumulado en el campo económico impresionan por su peso y sin dudas no podrán ser controladas hasta el 2015. La demanda de divisas para importar energía continúa aumentando y debilitando el saldo de la balanza comercial. Esta demanda es mucho más grave que la que sufriríamos si debiéramos una suma igual en concepto de intereses o capital de pago de deuda externa, porque las deudas pueden refinanciarse y en caso extremos puede producirse un “default” como el que ya sufrimos, pero los combustibles que se importan se pagan al contado y en divisas y si no lo hacemos, se cortaría el suministro de energía y el país se apagaría como una vela consumida.  
También sabemos que los subsidios al transporte y a los servicios no pueden sostenerse en el mediano plazo y  que el aumento de tarifas que se implemente para poder  disminuirlos afectará el poder adquisitivo de los habitantes e incrementará la inflación.  Por su parte, los ajustes para disminuir dicha inflación sumarán costos sociales que caerán sobre las espaldas del que tenga que aplicarlos, mientras se desarrolla la compleja ingeniería financiera capaz de permitir salir del “cepo” cambiario  y frenar la fuga de divisas sin generar una “corrida” hacia el dólar.
  Todas estos problemas no pueden esperar hasta el 2015 por lo que el oficialismo, luego de las elecciones generales,  tratará probablemente de compartir culpas con un Congreso con fuerte presencia opositora o dejará, simple e irresponsablemente, que nos alcance  un nuevo colapso económico. No vale la pena apostar porque en pocos meses tendremos la evidencia más irrefutable en forma de realidad.
Lo que podemos enunciar desde ahora, es que ya se ha corporizado el fracaso en el orden social del supuesto modelo en ejecución ya que  en esta misma semana se produjeron hechos que revelan práctica y simbólicamente una trilogía del fracaso, al poner frente a los ojos de la ciudadanía sin posibilidad de ocultamiento, la mentira, la intolerancia y la violencia derivada de esta.
  El primero de estos hechos lo constituyó la aprobación en la Cámara de Diputados de un presupuesto que trasunta la oficialización de la mentira. Para obtener el quorum fue necesario el aporte de legisladores que responden a la Confederación Federal de los hermanos Rodríguez Saa  y a un diputado que se había acercado a Sergio Massa, dirigente éste que ya cuenta con bloque propio aun antes de su primera elección al frente de una  fuerza política, constituido por legisladores transfugados de otros partidos políticos. El presupuesto en cuestión, que ahora pasa a la Cámara de Senadores, presenta valores irreales de inflación y crecimiento del Producto Bruto Interno que lo desvalorizan como instrumento público. Además se aprobó dentro del “paquete legislativo”, la prolongación por dos años de la Ley de Emergencia Económica, en una administración que se precia de haber sido exitosa, y se mantiene  la reserva para el ejecutivo nacional del 75 por ciento de lo recaudado por el anacrónico impuesto al cheque.
Si agregamos que los resultados de un estudio efectuado por entidades educativas de prestigio, tales como la Universidad de Buenos Aires  y la de Harvard, demuestra que también se han exagerado las cifras del Producto Bruto Interno desde el año 2008, además de las insostenibles mediciones de inflación del INDEC, podemos convenir que la entronización de la mentira nos ha llevado a un nivel de pérdida de confianza que daría toda la razón a Kant. Esta distorsión provoca daños prácticos como forzar al país al pago de miles de millones de dólares a tenedores de bonos, que se hace efectivo al superar el 3,2 por ciento del PBI, pero lo más grave es el quiebre de la confianza pública que constituye un daño moral irreparable.
  Otro hecho, simbólicamente convulsivo y prácticamente inaceptable, lo constituye la “toma” de colegios secundarios por parte de estudiantes nucleados en “centros” que se atribuyen el derecho de negar el acceso e impedir el funcionamiento de los institutos educativos como forma de expresar su discrepancia con la modificación de los planes de estudio en vigor. Sin perjuicio de la validez de sus reclamos, dignos de ser debatidos por  autoridades y expertos pedagógicos, el procedimiento adoptado indica la existencia de un elevado nivel de intolerancia  propio de quienes han sido mal formados en el ejercicio de la exigencia de  derechos sin responsabilidad. Los centros de estudiantes secundarios que deberían ser el primer espacio para la gimnasia democrática han derivado en centros de adoctrinamiento copados por partidos de izquierda y agrupaciones oficialistas como “La  Cámpora”,  que los transforman en escuelas de intolerancia y acción directa.
Como la intolerancia conduce a la violencia, el tercer estadio del fracaso de la convivencia social, un grupo de  alumnos  que ocupaban el Nacional Buenos Aires, provocó daños y principio de incendios en la Iglesia de San Ignacio de Loyola. Ni los “líderes” del centro de estudiantes, ni sus padres que los alientan en sus actitudes, aceptaron por supuesto la responsabilidad de los hechos cuyas actitudes incentivan.
  El último gran ejemplo vivido esta semana de la intolerancia devenida en violencia fue el ataque perpetrado por militantes que pertenecerían al oficialismo, contra una caravana de campaña encabezada por Sergio Massa, en el Municipio de la Matanza. El hecho cobró notoriedad porque no se trató solo de un incidente entre militantes, relativamente frecuentes por ser procedimientos utilizados por punteros de  ambos grupos, sino que afectó al mismo intendente de Tigre  que fue alcanzado por un proyectil arrojado con una “honda”. Esta ruptura de las reglas del juego democrático, que tuvo el agravante de ser justificada por dirigentes afines al oficialismo como el señor Luis D’Elia o de provocar que el candidato del Frente para la Victoria, Martín Insaurralde,  acusara a su rival de “victimizarse”, termina de demostrar que un gobierno que ha alentado el enfrentamiento entre sectores sociales como política de Estado cosecha hoy  los frutos de un previsible fracaso.
  La violencia se pone también de manifiesto en los cotidianos hechos de inseguridad y la intolerancia en los paros sorpresivos y los piquetes con que cada grupo social manifiesta su disconformidad con alguna situación propia de su sector. El nuevo Ministro de Seguridad de la Provincia de  Buenos Aires, Alberto Granados, suma tropiezos  al decir un día que cuenta solo con 32.000  agentes para operaciones sobre 58.000 efectivos, para desdecirse al día siguiente y terminar aceptando lo que todos suponíamos, o sea que no  tiene un plan escrito para guiar sus acciones, hecho que nada sorprende por ser su designación el improvisado fruto del reconocimiento de un fracaso eleccionario  generado por ignorar los problemas reales y pretender disimularlos con engaños.
  Las encuestas publicadas hoy en los medios nos muestran que cada día la gente atiende más a estos fracasos y suma votos al Frente Renovador para hundir lo más posible al oficialismo. Nos alegró enterarnos en el Frente Unión con Fe (por las encuestas publicadas  ya que somos demasiado austeros como para encargar las propias) que el crecimiento del 0,7 por ciento que nos atribuyen fue el más alto después del  experimentado por el Frente Renovador. Conservamos la esperanza de poder acceder al Congreso con algunos legisladores con probada historia opositora, como el señor Gerónimo Venegas, para poder estar presentes a la hora de empujar para lograr el verdadero cambio.
  Entretanto la trilogía del fracaso de las políticas públicas del denominado  “kirchnerismo” que demuestran la entronización de la mentira, la intolerancia y la violencia en la sociedad, expresa claramente la necesidad de un cambio urgente de paradigmas en que predominen la búsqueda del consenso y de la armonía social, reservando  la agresividad para perseguir, condenar y confiscar los bienes mal habidos de quienes han traicionado al pueblo rapiñando sus recursos a través de la corrupción y para frenar el delito organizado a cuya sombra operan los traficantes de drogas, tratantes y demás oscuros personeros del mal.
  Nos llena de esperanza ver que el 30° aniversario de la virgen de San Nicolás reunió a 500.000 personas, porque nos demuestra que  pertenecemos a un pueblo con fe y porque  de ese pueblo nació un Papa con la valentía de recordarnos que no pongamos al dinero como ídolo. Con esas palabras  y esas imágenes como música de fondo continuamos avanzando con mucho entusiasmo para tratar de construir un futuro mejor.
Un abrazo para todos.
   Juan Carlos Neves, Nueva Unión Ciudadana