domingo, 27 de octubre de 2013

1º DE NOVIEMBRE.FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

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La Iglesia militante homenajea a la triunfante

1 de Noviembre - Fiesta de Todos los Santos.
 
¿Por qué una fiesta para todos los santos? La Santa Iglesia quiso, por medio de esta fiesta, honrar también a los santos que no tienen una conmemoración particular durante el año, sea porque son poco conocidos o porque apenas se hace mención de sus nombres el día de su triunfo en el Cielo. Su número, incontable, impide que tengan un culto distinto y separado. “Ciertamente no era justo dejar sin honra a esos admirables héroes del cristianismo que sirvieron fielmente a Dios durante su vida mortal y emplean continuamente sus oraciones en el Cielo para obtener el perdón de nuestros pecados, y gracias poderosas para que lleguemos a la felicidad de que ellos ya gozan”. 1 Era, pues, necesaria una fiesta que fuese un homenaje de toda la Iglesia militante para toda la Iglesia triunfante. Por lo que ya decía San Beda, el Venerable, en el siglo VIII: “Hoy, dilectísimos, celebramos en la alegría una sola fiesta, la solemnidad de Todos los Santos, cuya sociedad hace que el Cielo estremezca de gozo, cuyo patrocinio alegra la tierra, cuyos triunfos son la corona de la Iglesia”. [1]
Otra razón, proveniente del Ordo Romano, es la de dar oportunidad a todos los fieles, eclesiásticos o seglares, de reparar mediante un nuevo fervor las negligencias con que celebraron las fiestas particulares de esos santos. Se podría aún añadir que, honrando a todos los santos en una sola conmemoración, pretendemos atraer hacia nosotros la protección y la intercesión de todos ellos y conseguir así favores especiales que, por el número de nuestros pecados, no alcanzamos.
 
Se puede agregar también que la iglesia militante quiere, al reunir a todos los santos en una sola fiesta, interesarlos en su defensa y protección, y como que incentivarlos a juntar su intercesión para que le obtengan favores extraordinarios. Era lo que se decía en la Oración Colecta de la misa de ese día: “Dios todopoderoso y eterno, que nos concedes celebrar en una sola fiesta los méritos de todos tus santos; te rogamos que, por las súplicas de tantos intercesores, derrames sobre nosotros la ansiada plenitud de tu misericordia”.[2]
Finalmente, en la institución de esta fiesta dedicada a todos los santos en un sólo día, la Iglesia propone a los fieles que deseen la felicidad inestimable y la gloria a que ellos fueron elevados, las riquezas y las delicias de que gozan en la mansión de los bienaventurados, como describe admirablemente San Juan en el Apocalipsis: “Vi a la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo por la mano de Dios, engalanada como una novia que se adorna para recibir a su esposo. Y oí una voz que clamaba desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de ellos. Y ellos serán su pueblo, y el mismo en medio de ellos será su Dios; él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado»” (Ap. 21, 2-4). Y “La ciudad [Jerusalén celestial] no necesita luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero. A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella sus riquezas. No habrá que cerrar sus puertas al fin del día, ya que allí no habrá noche. Traerán a ella las riquezas y el esplendor de las naciones. Nada manchado entrará en ella, ni los que cometen maldad y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap. 21, 23-27).
Plinio María Solimeo