LAS SIRVIENTAS DE CAIFAS
Por Antonio Caponnetto
NCSJB: No quisimos dejar de
compartir la misiva de nuestro amigo Antonio Caponnetto, enviada a Página
Católica,
donde se pone de manifiesto lo imprescindible del obrar con coherencia
si queremos hablar como Nuestro Señor nos enseñó, esto es: Sí
Sí, No No.
Ante tan espantosa
profanación promovida desde hace varios años por el entonces cardenal Bergoglio
con la judaica logia masónica B’nai B’rith, no solo queremos resaltar la
valiente acción de los jóvenes que rezaron como señal de protesta ante tamaño ultraje,
sino también invitar a nuestros sacerdotes, especialmente a los amigos, a dejar
de justificar la perversión de nuestra fe en nombre de la obediencia, a quién
sugerimos leer estas lúcidas palabras y de no estar de acuerdo, responder con
argumentos católicos y no con los usuales sofismas de que el que publica “las
negaciones de Pedro” trabaja para Satanás.
No tenemos que enseñarles a
nuestros pastores que la obediencia debe siempre darse en la verdad, descartamos
que lo saben, sin embargo sí podemos recordarles que cuando fue necesario el
mismo San Pablo contradijo a Pedro públicamente “porque era censurable” (Ga.II,11).
La verdad que se “contradice”
no es tal. No atribuyamos la mentira y el error al Espíritu Santo ya que
sabemos la gravedad de tal acción.
Augusto
TorchSon
Las Sirvientas de Caifás - Por Antonio
Caponnetto
Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera,
en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: «Tú también estabas con Jesús,
el Galileo»... Y como Pedro se dirigiera
hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: «Este hombre
andaba con Jesús de Nazaret.» (Mt 26 - 69,71)
Sr.
Director de Página Católica:
Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo sobre
la profanación de la Catedral de Buenos Aires con el acto litúrgico
judeo-cristiano del pasado 12 de noviembre; y demasiado ha dicho ya el mundo
contra quienes dieron testimonio de fe católica, tratando de impedir aquella
tenebrosa profanación.
Hace varios años que vengo denunciando la
comisión de este tipo de aquelarres, y dos capítulos de mi libro "La
Iglesia Traicionada" están dedicados a la llamada "Noche de los
Cristales", con la consiguiente protesta dirigida a los jerarcas
eclesiales que toman la impía iniciativa de organizar estas celebraciones
masónicas, a todas luces sacrílegas y falaces. Quiero decir que el hecho no me es
ajeno ni indiferente.
Pero si me permite acercarme a su valiosa
prédica, y dado el desenlace todavía en curso que han tomado los episodios,
quisiera sumar dos breves comentarios. Ya habrá tiempo para más:
1º) Según conocida y divulgada expresión de
Francisco, al comienzo de su pontificado, "el que no le reza a Jesucristo,
le reza al demonio". La frase, originada en un concepto de León Bloy,
establece una línea divisoria irreconciliable.
Pues bien, el grueso de los judíos invitados
a ocupar la Catedral, no le reza a Jesucristo; esto es evidente. Y muchos de
los otros invitados procedentes de falsas iglesias y sectas varias, tampoco le
rezan a Jesucristo en tanto Dios y Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Ergo, los responsables de tal convite y de tamaña mixtura en la Catedral
Metropolitana, permitieron la invasión de nuestro mayor templo católico por
adoradores del demonio, según ha recordado el Papa.
No le rezan a Jesucristo en cuya divinidad no
creen; y son múltiples los casos constatables de que además de no rezarle lo
ultrajan.
Todo el clero católico comprometido en esta
activa, obsecuente y servil invitación a que la Catedral fuera ocupada por
quienes no le rezan a Jesucristo, tendrán que rendir cuentas de haber servido a
quienes le rezan al demonio. La disyuntiva, reitero, fue planteada en tan
tajantes términos por el mismo Francisco.
2º) También ha dicho Francisco -y esta segunda
frase a la que aludiré es tan conocida como la anterior- que él desea "una
iglesia pobre, para los pobres y de los pobres". Pues bien; resulta que
entre aquellos cultores de Mandinga insensatamente convocados a tomar un templo
católico, había muchos personajes correspondientes a la plana mayor del
capitalismo sionista, a la oligarquía judaica, a los monopolios plutocráticos hebreos.
No se ve cómo puede condecirse tamaña promoción impúdica de los servidores del
becerro de oro con el ideario del Poverello de Asis, supuestamente revalorizado
a partir de este pontificado.
La conclusión parece trágicamente sencilla.
Si el Papa promueve estos actos -y todo indica que sí, pues ya lo hacía
activamente cuando sólo era el Cardenal Primado- su conducta es ambigua y
reclama con urgencia definiciones unívocas. Tendrá que elegir: o los adoradores
de Jesucristo o los del demonio. O una iglesia evangélicamente pobre o una
iglesia mancillada por los plutócratas judíos. No se puede servir a dos
señores. Recemos para que Dios lo haga discernir rectamente y con prontitud. Es
mucho lo que está en juego con tal discernimiento.
Si el Papa fuera ajeno a estos últimos
sucesos -algo improbable, pero que no queremos dejar de considerar como
hipótesis por respeto y honestidad intelectual- los que han invocado su
autoridad para consumar la profanación, sumarían un nuevo escándalo. Tal sería
el del falso testimonio, reprobado en el octavo mandamiento.
En cualquier caso (y teniendo en cuenta la reacción
de los prelados medrosos, pidiendo perdón aquí y acullá, no por el acto
profanatorio que consumaron en la Catedral, sino por el mal momento que
tuvieron que pasar los judíos al haber presenciado a un puñado de rezadores de
Jesucristo), es evidente que la Iglesia de hoy, en nuestra patria, no está
conducida sino por las sirvientas de Caifás (Mt. 26,69). Sirvientas
repugnantemente dóciles a los enemigos de Jesucristo, fámulas indignas del
contubernio contra el Divino Redentor, fregonas de la Iniquidad, para cuyo
repudio no sabemos hallar palabras suficientemente severas e irrevocables. El
estupor es tan grande, la náusea tan creciente, la perplejidad tan dolorosa, la
indignación tan inenarrable, que preferimos callar y rezar.
Un conocido pasaje del evangelio joánico
(Jn.8,57-59), recuerda el trágico momento en que los judíos apedrearon a Jesús
porque este se les reveló como Dios.
Bien estará que la Iglesia quiera extender
hacia ellos su perdón, y que se muestre hospitalaria con los contritos y
conversos, y hasta eleve a los altares a los mejores de quienes tal camino de
la metanoia plena hayan recorrido. Pero para que tal gesto conciliatorio tenga
lugar y feliz desenlace, primero los judíos deberán recoger una a una esas
piedras arrojadas al rostro del Salvador. Deberán soldarlas con sus lágrimas, y
levantar con ellas un gran altar en homenaje a Cristo Rey, arrodillándose ante
Él.
Acción santa y salvífica es que la Iglesia
haya propuesto durante toda su historia la conversión de los judíos. Acción
perversa es que la Iglesia quiera sumarse ahora al redil de los apedreadores,
darles albergue en el mismo recinto santo e instar a los católicos a que se
sientan cómodos en las sinagogas, entre cuyos muros se enseña precisamente a
rechazar, a injuriar y a odiar a Jesucristo.
Queremos judíos conversos, no católicos
judaizados. Bienaventurados quienes sirvan de escudos a los pedruscos blasfemos
lanzados contra el Redentor. Malditos sean quienes se sumen a los arrojadores
sacrílegos de cantos o de riscos.
Visto en: http://pagina-catolica.blogspot.com.ar
Nacionalismo Católico San Juan Bautista