jueves, 21 de noviembre de 2013

LAS SIRVIENTAS DE CAIFAS


LAS SIRVIENTAS DE CAIFAS

 Por Antonio Caponnetto

   NCSJB: No quisimos dejar de compartir la misiva de nuestro amigo Antonio Caponnetto, enviada a Página Católica, donde se pone de manifiesto lo imprescindible del obrar con coherencia si queremos hablar como Nuestro Señor nos enseñó, esto es: Sí Sí, No No.  
  Ante tan espantosa profanación promovida desde hace varios años por el entonces cardenal Bergoglio con la judaica logia masónica B’nai B’rith, no solo queremos resaltar la valiente acción de los jóvenes que rezaron como señal de protesta ante tamaño ultraje, sino también invitar a nuestros sacerdotes, especialmente a los amigos, a dejar de justificar la perversión de nuestra fe en nombre de la obediencia, a quién sugerimos leer estas lúcidas palabras y de no estar de acuerdo, responder con argumentos católicos y no con los usuales sofismas de que el que publica “las negaciones de Pedro” trabaja para Satanás.
  No tenemos que enseñarles a nuestros pastores que la obediencia debe siempre darse en la verdad, descartamos que lo saben, sin embargo sí podemos recordarles que cuando fue necesario el mismo San Pablo contradijo a Pedro públicamente “porque era censurable” (Ga.II,11).
  La verdad que se “contradice” no es tal. No atribuyamos la mentira y el error al Espíritu Santo ya que sabemos la gravedad de tal acción.

Augusto TorchSon
Las Sirvientas de Caifás - Por Antonio Caponnetto
   Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Galileo»...  Y como Pedro se dirigiera hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: «Este hombre andaba con Jesús de Nazaret.» (Mt 26 - 69,71)
Sr. Director de Página Católica:
  Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo sobre la profanación de la Catedral de Buenos Aires con el acto litúrgico judeo-cristiano del pasado 12 de noviembre; y demasiado ha dicho ya el mundo contra quienes dieron testimonio de fe católica, tratando de impedir aquella tenebrosa profanación.
  Hace varios años que vengo denunciando la comisión de este tipo de aquelarres, y dos capítulos de mi libro "La Iglesia Traicionada" están dedicados a la llamada "Noche de los Cristales", con la consiguiente protesta dirigida a los jerarcas eclesiales que toman la impía iniciativa de organizar estas celebraciones masónicas, a todas luces sacrílegas y falaces. Quiero decir que el hecho no me es ajeno ni indiferente.
  Pero si me permite acercarme a su valiosa prédica, y dado el desenlace todavía en curso que han tomado los episodios, quisiera sumar dos breves comentarios. Ya habrá tiempo para más:
1º)   Según conocida y divulgada expresión de Francisco, al comienzo de su pontificado, "el que no le reza a Jesucristo, le reza al demonio". La frase, originada en un concepto de León Bloy, establece una línea divisoria irreconciliable.
  Pues bien, el grueso de los judíos invitados a ocupar la Catedral, no le reza a Jesucristo; esto es evidente. Y muchos de los otros invitados procedentes de falsas iglesias y sectas varias, tampoco le rezan a Jesucristo en tanto Dios y Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ergo, los responsables de tal convite y de tamaña mixtura en la Catedral Metropolitana, permitieron la invasión de nuestro mayor templo católico por adoradores del demonio, según ha recordado el Papa.
  No le rezan a Jesucristo en cuya divinidad no creen; y son múltiples los casos constatables de que además de no rezarle lo ultrajan.
  Todo el clero católico comprometido en esta activa, obsecuente y servil invitación a que la Catedral fuera ocupada por quienes no le rezan a Jesucristo, tendrán que rendir cuentas de haber servido a quienes le rezan al demonio. La disyuntiva, reitero, fue planteada en tan tajantes términos por el mismo Francisco.
2º)   También ha dicho Francisco -y esta segunda frase a la que aludiré es tan conocida como la anterior- que él desea "una iglesia pobre, para los pobres y de los pobres". Pues bien; resulta que entre aquellos cultores de Mandinga insensatamente convocados a tomar un templo católico, había muchos personajes correspondientes a la plana mayor del capitalismo sionista, a la oligarquía judaica, a los monopolios plutocráticos hebreos. No se ve cómo puede condecirse tamaña promoción impúdica de los servidores del becerro de oro con el ideario del Poverello de Asis, supuestamente revalorizado a partir de este pontificado.
  La conclusión parece trágicamente sencilla. Si el Papa promueve estos actos -y todo indica que sí, pues ya lo hacía activamente cuando sólo era el Cardenal Primado- su conducta es ambigua y reclama con urgencia definiciones unívocas. Tendrá que elegir: o los adoradores de Jesucristo o los del demonio. O una iglesia evangélicamente pobre o una iglesia mancillada por los plutócratas judíos. No se puede servir a dos señores. Recemos para que Dios lo haga discernir rectamente y con prontitud. Es mucho lo que está en juego con tal discernimiento.
  Si el Papa fuera ajeno a estos últimos sucesos -algo improbable, pero que no queremos dejar de considerar como hipótesis por respeto y honestidad intelectual- los que han invocado su autoridad para consumar la profanación, sumarían un nuevo escándalo. Tal sería el del falso testimonio, reprobado en el octavo mandamiento.
  En cualquier caso (y teniendo en cuenta la reacción de los prelados medrosos, pidiendo perdón aquí y acullá, no por el acto profanatorio que consumaron en la Catedral, sino por el mal momento que tuvieron que pasar los judíos al haber presenciado a un puñado de rezadores de Jesucristo), es evidente que la Iglesia de hoy, en nuestra patria, no está conducida sino por las sirvientas de Caifás (Mt. 26,69). Sirvientas repugnantemente dóciles a los enemigos de Jesucristo, fámulas indignas del contubernio contra el Divino Redentor, fregonas de la Iniquidad, para cuyo repudio no sabemos hallar palabras suficientemente severas e irrevocables. El estupor es tan grande, la náusea tan creciente, la perplejidad tan dolorosa, la indignación tan inenarrable, que preferimos callar y rezar.
  Un conocido pasaje del evangelio joánico (Jn.8,57-59), recuerda el trágico momento en que los judíos apedrearon a Jesús porque este se les reveló como Dios.
  Bien estará que la Iglesia quiera extender hacia ellos su perdón, y que se muestre hospitalaria con los contritos y conversos, y hasta eleve a los altares a los mejores de quienes tal camino de la metanoia plena hayan recorrido. Pero para que tal gesto conciliatorio tenga lugar y feliz desenlace, primero los judíos deberán recoger una a una esas piedras arrojadas al rostro del Salvador. Deberán soldarlas con sus lágrimas, y levantar con ellas un gran altar en homenaje a Cristo Rey, arrodillándose ante Él.
  Acción santa y salvífica es que la Iglesia haya propuesto durante toda su historia la conversión de los judíos. Acción perversa es que la Iglesia quiera sumarse ahora al redil de los apedreadores, darles albergue en el mismo recinto santo e instar a los católicos a que se sientan cómodos en las sinagogas, entre cuyos muros se enseña precisamente a rechazar, a injuriar y a odiar a Jesucristo.
  Queremos judíos conversos, no católicos judaizados. Bienaventurados quienes sirvan de escudos a los pedruscos blasfemos lanzados contra el Redentor. Malditos sean quienes se sumen a los arrojadores sacrílegos de cantos o de riscos.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista