lunes, 27 de octubre de 2014

El título de Cristina Kirchner – Por Nicolás Márquez


El título de Cristina Kirchner – Por Nicolás Márquez

Las punzantes declaraciones del constitucionalista Daniel Sabsay poniendo en duda la condición de abogada de Cristina Kirchner reaviva polémicas que junto con Agustín Laje estudiamos y tratamos meses atrás en nuestro libro “Cuando el Relato es una Farsa”.  
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Transcribiremos parte de aquella denuncia sobre el tema en cuestión, no sólo para ilustrar al lector sobre el asunto sino también para poner de manifiesto que cada una de las cosas que fueron denunciadas en cada página de nuestro libro no solo conserva vigencia absoluta sino que cada día aparecen más datos y referencias que no sólo nos dan la razón en todo lo expuesto sino que se van corriendo los velos que demuestran que efectivamente: El Relato es una Farsa.
El sur también existe
Si hay algo en lo que todos concuerdan, es en la coherencia y constancia que siempre ha mantenido Néstor a lo largo de su acelerada vida en el afán de acumular dinero a todo propósito. Durante el noviazgo en La Plata en los años 70´, esta característica de Néstor ya era un dato muy visible y así lo recuerda quien era su novia (Cristina Fernández): “Todos  éramos  muy  jóvenes  pero  teníamos responsabilidades. Bueno, algunos más que otros. Yo trabajo desde los 18 años. Néstor no, ése no había trabajado en su perra vida y cuando nos casamos mi mamá le consiguió trabajo. A él el padre siempre le había mandado la mensualidad, y se la siguió mandando después también, y eso lo ahorrábamos. Néstor siempre ahorró, siempre tenía plata guardada. Decía que eso le daba independencia”[1].
Al mismo tiempo, lo que además queda claro de la boca de la propia Cristina, es que tanto ella como él desalentaban toda forma de compromiso o vínculo con los Montoneros: “Todos estábamos en casa  cuando llegó Gisele de la marcha. Yo me puse a revisarle unas carpetas y encontré un afiche de Evita Montonera. La llamé a los gritos. ‘¿En qué andás, vos?’, la increpaba yo (…) ‘Te  van  a matar, tarada’. La agarramos con Néstor y la convencimos. Le salvamos la vida”[2]La anécdota que cuenta Cristina disuadiendo a su hermana de vincularse con el terrorismo data de mediados de 1975. Ya hacía tiempo que ambos habían evitado todo contacto que pudiera emparentarlos con Montoneros, algo que Wornat se encarga de relatar en varios pasajes de su biografía: “Sin más explicaciones, Cristina se fue de la JUP. (…) Estaba disgustada con la estrategia de Montoneros hacia Perón y las acciones armadas. Continuó la militancia desde afuera y de una manera muy sui generis. Concentró todos sus esfuerzos en el estudio”.[3] Y respecto de Néstor, la misma autora señala: “Kirchner se había alejado de la JUP por diferencias políticas con la estrategia de Montoneros (…) no participaba de actos y reuniones (…) Los dos prefirieron no sumarse al montón que pujaba por acelerar las violentas contradicciones”.[4] En verdad, el contacto más cercano que la pareja tuvo con algún episodio de riesgo, se dio en el caso de otra pareja amiga: Gladis y “Chiche”. Este último había tenido un activo y profundo compromiso orgánico con el terrorismo en Montoneros, y la pareja tenía que mudarse puesto que estaba hospedada en una “casa operativa” de la organización ilegal. Al parecer, Cristina y Néstor, recién casados, en solidaridad les ofrecieron alojarse transitoriamente en la flamante morada en la que ellos estaban viviendo.
Tiempo después y ya nuevamente mudados, se supo que “Chiche”, el cuadro montonero, había desaparecido, no así su compañera ni ninguno de sus amigos o contactos no vinculados con la organización delictiva.
Desde siempre la ambición de la pareja estuvo signada por la ambición no de cambiar el mundo sino el auto:
-CFK: “Vámonos del país, por favor. Nos van a destrozar a todos. Van a venir con una Caterpillar y no va a quedar nada”.
-NK: “Quedate tranquila, primero me voy a recibir y después nos volvemos al Sur a ganar plata”[5].
Néstor se recibió de abogado un 26 de julio de 1976, a los 4 meses de la caída de Isabel Perón y durante la presidencia de Jorge Rafael Videla. Días después de obtenido el esperado título y con su flamante esposa embarazada del primogénito Máximo, en medio de las bombas terroristas, la respuesta militar y la incertidumbre reinante, la pareja abandonó a sus “compañeros de militancia” instalándose en Río Gallegos para empezar una nueva vida familiar y profesional.
¿Abogada exitosa o estudiante inconclusa?
A Cristina le habían quedado pendientes tres materias en la facultad al momento de mudarse al sur con Néstor, y si bien ella se define como una “abogada exitosa”[6], numerosas investigaciones y denuncias aseguran que jamás rindió las materias faltantes y, por ende, siempre mintió toda vez que se ufanó de ser abogada. Salvo voces aisladas como su adulona Sandra Russo, quien intenta sin mayores precisiones dar a entender que efectivamente Cristina se recibió[7], el grueso de las  biografías sobre la Presidente ─tanto las que la favorecen como las que la destratan─ afirman que ella se fue al sur tras casarse, quedándole materias pendientes y nunca especifican ni explican mucho más al respecto.
El propio ex Vicegobernador de Néstor Kirchner en Santa Cruz, Eduardo Ariel Arnold[8], reconoció recientemente que en el estudio jurídico que el matrimonio montó en Río Gallegos ella obraba como procuradora pero no como abogada. Versión similar nos traslada Alvaro Lamadrid: “Muchos abogados en Santa Cruz no recuerdan haber visto nunca la firma de Cristina Fernández de Kirchner en un escrito judicial. No hay pruebas de ello. Nunca la Presidenta presentó un escrito con su firma en una causa. (…) Nunca estuvo tampoco Cristina asociada a ninguna ‘Asociación de Abogados’ o ‘Colegio de Abogados’. Tampoco estuvo matriculada en ningún Juzgado Federal. (…) Ella no era abogada al trasladarse a Santa Cruz y nunca más rindió las materias que le faltaban”[9]. Graciela Brunetti, con firmeza sostiene: “No hay tiempo físico para que ella se haya recibido”[10]. El periodista Christian Sanz, desconfiando de la verosimilitud del título universitario que Cristina siempre se adjudicó, efectuó una denuncia contra la Presidente por “Usurpación de Títulos y Honores” y los detalles de sus argumentación son los siguientes: “No está inscripta en el colegio público de Abogados de la Capital Federal ni en ningún Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires. En Río Gallegos, si bien no existe Colegio de Abogados, debería haberse inscripto en el Tribunal Superior de Justicia, lo cual no ha hecho jamás. Para despertar más sospechas, tampoco está inscripta como abogada responsablemente autónoma ni como monotributista, por lo que jamás pudo haber facturado en la profesión”, y tras narrar varios detalles sobre el asunto, Sanz agrega que “se ‘truchó’ la supuesta ficha de entrega de título de la Universidad de La Plata”[11]. En efecto, la ficha de la misma, que incluso puede verse en Internet, además de las tachaduras y enmendaciones tiene una curiosa particularidad: fue entregada un 12 de octubre de 1979, feriado nacional inamovible en el cual las dependencias públicas no trabajan[12].
Otro periodista que siguió de cerca este enigma fue Guillermo Cherashny, quien nos revela las idas y vueltas judiciales de la denuncia interpuesta por Sanz: “Christian Sanz, con el patrocinio del Dr. Fabián Bergenfeld, denunció por usurpación de títulos y honores a la entonces presidente. Por una casualidad que ya es hábito, la causa cayó en el juzgado federal de Norberto Oyarbide, quien libró oficio a la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata para que informara. El decano se limitó a contestar que la hoy presidente se había recibido de abogada sin mostrar el certificado analítico de la aprobación de materias ni la copia del título profesional. (…) Sanz apeló entonces ante la Sala I de la Cámara Federal en lo Criminal y Correccional, integrada entonces por Gabriel Cavallo y Jorge Ballesteros, quienes confirmaron el fallo de Oyarbide. (…) El único caso de una persona que fue declarada abogada por fallo judicial es entonces el de la doctora Cristina Fernández de Kirchner”[13].
El hecho de que una persona tenga o no título universitario no la hace ni mejor ni peor. Ni más sabia ni menos sabia. Ni más noble ni más innoble. Ni más prestigiosa ni menos prestigiosa. Pero el hecho de que una persona alegue ostentar un título universitario sin haberlo fehacientemente obtenido, la convierte, como mínimo, en mentirosa.