jueves, 27 de noviembre de 2014

BALANCE DE PRINCIPIO DE SIGLO (2DA PARTE)

BALANCE DE PRINCIPIO DE SIGLO (2DA PARTE)

El futuro del siglo XXI, indica, al menos en el corto plazo, importante preocupación por un cierto facilismo potencial de acceso a tecnologías armamentistas de destrucción masiva - químicas, biológicas y nucleares - de naciones vinculadas generalmente a regímenes autoritarios y/o mesiánicos que en el contexto actual ya no experimentan alineamientos propios de los liderazgos hieráticos de la bipolaridad, como por ejemplo Corea del Norte, algunos países del medio Oriente y algunas macro-organizaciones que sin ser países, constituyen un potencial de peligro extremo, por ejemplo ISIS, Al Qaeda y otras similares.
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Tal circunstancia hace que el riesgo para la comunidad internacional sea mayor de lo que podría suponerse, en razón de que estos países y organizaciones se hallan muy alejados de la cultura occidental y por lo tanto se guían por patrones de pensamiento notoriamente distintos a los nuestros. Así es muy probable que en el mediano plazo, alguno de ellos alcance una capacidad de destrucción similar a los países centrales, y aparezcan aptitudes impensables hasta hoy.
En este complejo panorama de escenarios mundiales, debe computarse un factor que puede tornarse esencial. Se trata del papel que sigue definiendo el accionar de la Iglesia católica. Luego del avasallador influjo durante el pontificado de Juan Pablo II, y el reordenamiento interno liderado por Benedicto XVI, Francisco, retomando el ideario multipensante, da la impresión de estar llevando a la Iglesia, a ocupar el espacio ideológico que dejó el comunismo.
El objetivo de la Santa Sede apunta a evitar los posibles desbordes de un capitalismo salvaje, que aparece como enceguecido ante los enormes costos sociales que significa la aplicación a ultranza de las leyes del mercado.
Pensamos que la posición de la Iglesia católica dista mucho de semejarse a las tendencias de la teología de la Liberación u otras del mismo sesgo filo-izquierdista. Lo que se busca es orientar a los sectores sociales marginados por el capital e impedir así que se presten a las manipulaciones de los extremismos de las derechas nazi-facistas o la izquierda radicalizada.
Otro de los escenarios clave que apenas se vislumbran en el "nuevo orden" internacional es el que puntualiza la crisis de las democracias representativas y la instalación del modelo de las democracias participativas. En este aspecto, y para ser realistas, nuestro país en esta primera parte del siglo, ha mostrado (a través de su clase política) una tenaz resistencia al cambio. En el mundo se da esta situación por los resultados que dan los indicadores que se usan habitualmente para analizar y medir los sistemas políticos y que marcan una crisis de credibilidad en los partidos políticos por parte de la comunidad, acusando de este modo la falta de una interpretación cabal de los sentimientos de las sociedades por parte de los mecanismos partidarios y la percepción social de que la relación representante- representado se ha tornado dudosa, poco fiable y francamente vertical.
El reciente ejemplo es el del movimiento de los "indignados" españoles que hoy se traduce en una consigna política (ya institucionales y regimentada) "Sí, se puede".
En este estado de cosas no parece aventurado afirmar que las naciones, partidos y movimientos políticos que quieren ordenadamente la transición hacia sistemas más participativos, con una base social más amplia y una mayor atención a la opinión pública y a la cualificación de las sociedades, tendrán posibilidades muy reales de evitar colapsos sociales e inclusive de limitar virtuales errores desestabilizantes por parte de factores de poder no contemplados por los sistemas constitucionales ordinarios.
Como contrapartida, quienes bregan cotidianamente por el acrecentamiento y consolidación de un poder monolítico, dirigirán sus mejores esfuerzos a manejar, coptar o manipular esa opinión pública.
¡Ejemplos huelgan! Ante la "crisis de las ideologías" emerge políticamente la "lucha contra la corrupción", que se constituye en otro de los escenarios privilegiados del "nuevo orden".