jueves, 27 de noviembre de 2014

BALANCE DE PRINCIPIO DE SIGLO (3RA PARTE FINAL)

BALANCE DE PRINCIPIO DE SIGLO (3RA PARTE FINAL)

Asistimos entonces en los últimos tres decenios a una tendencia vacía de contenido en gran parte de la cronología política, del pensamiento político y de las cosmovisones filosóficas y religiosas, al tiempo que sacraliza al capitalismo y las leyes del mercado.
Todo ello sobre la base del supuesto que la caída del marxismo es mérito exclusivo del capitalismo, desconociendo así y en su totalidad, la incidencia que en dicha caída tuvieron la ideología liberal y el pensamiento socialdemócrata e inclusive las propias inequidades, corrupciones e ineficiencias del sistema soviético. Definitivamente una debacle que vino por lo antinatural de la concepción marxista y el desprecio extremo por la naturaleza humana.
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Todo ésto ha actuado desvalorizando el pensamiento; es decir, una fase por demás relevante en la constitución del ser humano y las sociedades, puesto que sin duda a lo largo de la historia, la filosofía y el pensamiento político crecieron bajo el principio del diálogo y las discusiones superiores de sus propias visiones. Y ello es así en razón de que el pensamiento no puede superarse "pensándose a sí mismo" ya que para hacerlo debe ponerse en relación con otro pensamiento que lo pruebe, lo temple o lo ponga en entredicho.
Consecuentemente, como en el mundo de hoy no existe la evidencia de un contraste, de otro pensamiento, se impone el "relativismo"; o sea la ausencia de ideas y convicciones, cosa que sin duda es mucho peor que el dogmatismo.
Por esa razón, tampoco la línea de pensamiento fundada en un supuesto extremismo religioso puede imaginarse como confrontación en el campo de las ideas, puesto que se encasilla en una línea de pensamiento único que incluso propone la confrontación armada como medio para dirimir disputas y entonces todo se reduce al campo militar.
Entre los escenarios que apuntan a tener una creciente y cada vez más decisiva incidencia en la conformación del nuevo orden en lo internacional es el que ocupan los multimedios, que en cierto modo podrían denominarse "la clase periodística". Sucede que ante la cada vez más acelerada pérdida de credibilidad que sufren las instituciones tradicionales, el periodismo se ha ido transformando en un virtual intermediario entre la sociedad y los poderes establecidos. En este sentido, vuelve la tecnología a cobrar extremo vigor porque los medios tradicionales se ven "suplementados" por los nuevos MMCCSS, redes y sistemas comunicacionales que ejercen tanto o mayor presión que los históricos. Es comprensible entonces, los esfuerzos denodados, lícitos y espurios de los poderes políticos por dominar "los medios".
Nuestro país y nuestra clase política es un ejemplo vivo de la situación descripta.
De este modo, tras el reposicionamiento del periodismo y los nuevos medios, han dejado de moverse dentro del principio que se denominara "cuarto poder", puesto que se ubican como una superestructura autónoma respecto a su incidencia sobre las acciones de los otros poderes y según sus propias valorizaciones - o sobrevalorizaciones -. Por ello es que tampoco debemos engañarnos; el peligro se origina en el propio sobredimensionamiento y en la exagerada exposición a que por ello mismo se ven sometidos. En consecuencia, es un sector amenazado por una eventual crisis, cuyo estallido prematuro, es decir previo a la imprescindible recomposición de las relaciones entre los representados y sus representantes en los tres poderes, bien puede originar crisis sociales de naturaleza anárquica y por lo tanto de imprevisibles consecuencias.
En este esquemático repaso de los escenarios que nos presenta el mundo en este somero balance de comienzo de siglo, permite advertir que la situación mundial, que a primera vista se nos aparecía como menos peligrosa y crítica que la imperante en los años de la guerra fría y la situación posterior, encierra riesgosas variables que tornan el panorama complejo e imprevisible.
El viejo modelo de la mutua disuación tampoco funciona, por lo que habiendo sido un perverso elemento de equilibrio, hoy tampoco existe.
Resulta harto notorio que las clases políticas occidentales, de alguna manera vencedoras en el conflicto Este-Oeste, no estuvieron preparadas para un desenlace tan fulminante como el del hoy "viejo" siglo XX, y debieron ocupar la mayoría de este principio de siglo XXI para reparar, acondicionar, en cierto modo "cicatrizar" y apenas nuevamente "arrancar" pero con una nueva multiplicidad de condicionamientos que seguramente signará, al menos los próximos veinte años.