martes, 30 de diciembre de 2014

Violando mi privacidad

Violando mi privacidad

Escapando de la furia y los peligros de la selva de cemento, me encierro en mi domicilio. Aseguro puertas y ventanas, porque la inseguridad que nuestros políticos  nos brindan, me obliga a tomar mis propias medidas de seguridad.
En la tranquilidad del hogar, quiero disfrutar de un rato de TV que me brinda un servicio de cable, que me cobra bastante caro y encima ahora también pasa publicidad en los canales de cable, pero es lo que hay…
Tras mirar un rato los canales de información, mi esposa me pide que cambie para mirar su novela favorita. Accedo porque yo también me “enganché” con el dramón, por el solo hecho de estar junto a mi amada; y en un momento crucial de la novela, aparece la señal de que va a haber una transmisión por cadena nacional.

El Artículo 75 de la Ley de Servicios de Comunicación audio visual establece: Cadena nacional o provincial. El Poder Ejecutivo nacional y los poderes ejecutivos provinciales podrán, en situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional, disponer la integración de la cadena de radiodifusión nacional o provincial, según el caso, que será obligatoria para todos los licenciatarios.
¿Qué situación grave, excepcional o de trascendencia institucional habrá ocurrido?
Nada importante. Nuestra verborrágica presidente que deseando lucir sus defectos como histriónica, sale a hacer anuncios que los puede hacer cualquier funcionario de baja categoría, informándolo a la prensa. Pero ella tiene que lucir sus costosos vestidos y carteras, ante millones de pobres y desocupados. También quiere mostrar que tiene una multitud de seguidores que la acompañan en cada una de sus presentaciones.
En su paranoia no advierte que todos nos damos cuenta que esas personas que la acompañan, si tuvieran un empleo, no podrían estar allí. Que todos sabemos que son desocupados arreados como ganado bajo amenaza de quitarles los “planes” y sobornados con el “chiri, la birra y el porro”.
Nos perdimos una trama de la novela y debemos apagar el televisor, hartos de tanto relato y nulos hechos que sirvan para lograr el bienestar general del pueblo argentino.
Ponemos un CD de música, mientras nos preparamos a tomar unos mates. Pongo la pava al fuego, al rato suena el teléfono; supongo que será alguno de mis hijos para saludar. Corro al teléfono, atiendo con el consabido –Hola- y del otro lado de la línea una voz me dice: Hola, soy Sergio Massa… Se me escapa un “Andá a la pu…” y corto. Se hirvió el agua. La vuelco y pongo a calentar agua de nuevo.
Tomamos unos mates, molestos por la cadena nacional injustificada, por un Sergio Massa que no me conoce ni le di mi número de teléfono para que me llame;  y sin embargo, irrespetuosamente viene a perturbar mi tranquilidad con un llamado inoportuno y sin permiso mío.
Luego de los mates, mi esposa sale a hacer unas compras, voy a ducharme. Cuando estoy bajo la ducha vuelve a sonar el teléfono, no ha quedado nadie en casa. ¿Quién será? ¿No habrá habido alguna desgracia? Salgo de la ducha chorreando agua y corro a atender el teléfono. Al levantar el tubo, una voz me dice: “Hola, soy Julian Dominguez…”. Ya no tengo ganas ni de putear. Vuelvo al baño y termino de ducharme para luego secar el chiquero que hice al salir mojado del baño para atender  a un Julian Dominguez que al igual que el otro irrespetuoso, no me permiten intercambiar un diálogo, porque a su mensajito lo mandan desde una grabación.
Entonces me pregunto: ¿Son tan inútiles? Parece que sí. No les basta con ensuciar la ciudad con pegatinas de afiches  que nadie regala y que se pagan con dineros de los contribuyentes. Colgar pasacalles que a los pocos días quedan como hilachas al viento. La exitosa abogada que no patrocinó en ningún juicio, sin motivo justificado se mete en mi casa por el aparato de radio o por la pantalla del televisor. Y estos otros exitosos no sé qué, me molestan con llamadas inoportunas, pretendiendo obligarme a escuchar su mensaje, sin darme la posibilidad de entablar un diálogo.
Si alguien los quiere votar, allá él.
Yo, a estos irrespetuosos que usan el dinero de mis impuestos para perturbarme en la privacidad de mi hogar, no los voy a votar