martes, 24 de marzo de 2015

UN PAPA EN SU MAGISTERIO ORDINARIO ES SIEMPRE INFALIBLE

 UN PAPA EN SU MAGISTERIO ORDINARIO ES SIEMPRE INFALIBLE
img-00076
Muchos piensan que un Papa es sólo infalible cuando habla ex catedra, que es el magisterio extraordinario, y, por lo tanto, es falible en el magisterio ordinario. Este error está en muchos católicos y se opone al dogma de la infalibilidad del magisterio de la Iglesia.
Por eso, los que tienen a Bergoglio como su papa, le excusan su herejía diciendo esto: se puede equivocar en el magisterio ordinario.
El magisterio infalible es aquel que conlleva el sumo grado de autoridad. Hay que ser cabeza en la Iglesia para poseer esta infalibilidad en el magisterio: es decir, hay que ser Obispo.
Donde está la infalibilidad allí está la inmunidad de error. Es decir, la persona está libre, está protegida de caer en el error, en la mentira, en las dudas, en la oscuridad de la mente.
Es una imposibilidad de errar a causa de la asistencia del Espíritu Santo. Es el Espíritu el que preserva del error al sacerdote o al Obispo. Es la vigilancia de Dios sobre Su Jerarquía fiel, para que siempre dé la Verdad que Cristo enseñó a Sus Apóstoles.
Este magisterio infalible sólo recae en la Iglesia sobre la Jerarquía. No sobre los fieles, porque necesita del sumo grado de autoridad, que sólo lo tiene la Jerarquía.
Es la Jerarquía la que enseña a los fieles la verdad, la doctrina verdadera de Cristo. Los laicos pueden equivocarse cuando quieren enseñar algo en la Iglesia. No tienen esa asistencia del Espíritu Santo. Un laico obediente a la Jerarquía fiel posee esta infalibilidad en su enseñanza. Pero un laico no obediente, no tiene la asistencia del Espíritu cuando enseña una verdad a la Iglesia.
«Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 18-20). Esta es una promesa solemne de Dios, que se hace para cumplir una misión. Es decir, significa el auxilio divino, la ayuda que Dios promete a Sus Apóstoles y, por tanto, a Sus Sucesores, que son los Obispos, de una manera absoluta y eficaz, para que la Jerarquía enseñe la doctrina misma de Jesucristo en todos los tiempos de la historia del hombre.
Hasta el fin del mundo, los Apóstoles y sus sucesores van a enseñar, con certeza y de forma infalible, la misma doctrina de Jesús, la misma y eterna verdad, la cual no puede cambiar porque al hombre no le guste o haya alcanzado, con sus conocimientos humanos, un grado de sabiduría en la que se ponga por encima de Dios.
Siempre la Jerarquía verdadera va a combatir al mundo y a los hombres, poniendo en claro la verdad que ningún conocimiento humano puede cambiar.
«Es verdad que la Iglesia católica entera no puede engañar ni vivir engañada, habiendo prometido a los Apóstoles el divino Redentor, el cual es la Verdad Misma: “He aquí que Yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”…» (Pío XII – Alocución “Nostis profecto”, 30 de octubre de 1950).
La Iglesia no puede engañar ni vivir engañada: lo que fue verdad hace 2000 años, sigue siendo verdad hoy día. No se da la evolución del dogma. No existe la ley de la gradualidad. Hay un magisterio auténtico e infalible, que todos pueden conocer en la Iglesia, desde el Papa hasta el último fiel. Y no sólo conocerlo, sino vivirlo, custodiarlo, enseñarlo, defenderlo.
Este magisterio infalible se refiere al magisterio tradicional, es decir, a aquel que solamente custodia, declara, explica y defiende el depósito de las verdades que hay que creer para estar en la Iglesia.
Todo aquel sacerdote, Obispo, fiel que enseñe la misma doctrina de Jesús, que la explique, que la defienda, que la custodie, siempre tendrá la asistencia del Espíritu para no equivocarse.
Aquella Jerarquía que añada verdades nuevas a lo ya enseñado no es magisterio infalible. Es un magisterio inventivo, que añade otras cosas todavía no aprobadas por la Iglesia con su autoridad papal.
El magisterio infalible, tradicional, es algo objetivamente cerrado: es el dogma de siempre, en el cual no se puede añadir nada más.
Por ejemplo: Jesús es Dios. A este dogma, no se puede añadir una verdad. Aquel que enseñe en la Iglesia que Jesús es Dios está en el magisterio infalible, tiene la asistencia del Espíritu Santo. Aquel que enseñe otras cosas o que niegue que Jesús sea Dios, no está en el magisterio infalible y, por lo tanto, no tiene la asistencia del Espíritu Santo.
Bergoglio enseña que Jesús no es Dios: claramente enseña, no sólo un magisterio no tradicional, inventivo, abierto, sino herético.
Si Bergoglio fuera de la Iglesia Católica, si ejerciera como Obispo, con la suma autoridad que tiene como Obispo, entonces no podría equivocarse en su enseñanza ordinaria. Tendría siempre la asistencia del Espíritu Santo. Como se equivoca, entonces hay que concluir que Bergoglio no pertenece a la Iglesia, por causa de su magisterio herético. No por causa de su pecado, sino por causa de su herejía
En la Iglesia, el magisterio infalible consiste en enseñar, en defender, en custodiar, en explicar el depósito de la fe. Aquel que no enseñe esto automáticamente está dando una herejía en su magisterio. Por lo tanto, se pone fuera de la Iglesia.
Jesucristo ha instituido en los Apóstoles, es decir, en los Obispos, un Magisterio auténtico e infalible.
Por tanto, un Obispo que no sea fiel a su vocación no posee este magisterio auténtico e infalible.
Y ser infiel a su vocación no se refiere a pecados personales, privados. Se refiere a los tres pecados que sacan a la persona fuera de la Iglesia: cisma, apostasía de la fe y herejía. Esto tres pecados imposibilitan a la Jerarquía de poseer un magisterio auténtico e infalible.
Es lo que dice san Juan:
«…muchos se han hecho anticristos… De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros» (2, 18c.19a).
Muchos católicos son culpables al aceptar a Bergoglio como su Papa.
Muchos católicos están pecando al estar atentos a Bergoglio como su Papa.
Porque un Papa verdadero, en su magisterio ordinario, es auténtico e infalible: enseña con autoridad divina una verdad y sin error alguno.
Es así que Bergoglio, en su magisterio ordinario, no está dotado de autoridad, enseña cosas nuevas, y ataca todo el depósito de las verdades que han sido recibidas por la Iglesia.
Luego, Bergoglio no es Papa. Cuando habla tiene que equivocarse siempre.
Bergoglio, en todas sus homilías, en todos sus discursos, en todos sus escritos, malinterpreta la Sagrada Escritura: le da un giro, le añade cosas que no existen, razona como un hombre de mundo, y enseña una doctrina contraria a la propia Palabra de Dios.
Bergoglio sólo propone a la Iglesia mentiras para que todo el mundo las crea y las tenga como dogma. No ha sabido ofrecer a la Iglesia una verdad que deba ser creída, conservada, defendida. Para Bergoglio, no existe la verdad absoluta. Por lo tanto, no puede proponer un dogma en la Iglesia. No puede recordar los dogmas. No puede defender un dogma.
Este hombre nunca podrá someter a la Iglesia a su mente errada, porque la Iglesia no puede ser engañada, ni siquiera, por un falso Papa, como Bergoglio.
Bergoglio no sabe juzgar de nada, ni en lo científico, ni en lo filosófico, ni en lo teológico, ni en lo espiritual. Y, por lo tanto, Bergoglio no sabe descubrir si existe alguna conexión entre estas verdades y el depósito de la fe. Bergoglio no tiene la fe católica, ¿con qué autoridad va a descubrir en la ciencia profana y humana alguna verdad de fe? Sólo dará al mundo lo que el mundo quiere escuchar. Sólo predicará a los hombres los que desean oír de un hombre de mundo, profano, materialista, comunista.
Sólo un Obispo dotado de autoridad divina puede enseñar de manera auténtica las verdades en la Iglesia.
Aquella Jerarquía que enseñe la mentira, el error, la duda, la herejía, como lo hace Bergoglio, está proclamando, en ese magisterio ordinario, que no tiene la autoridad divina para enseñar en la Iglesia. Que está en la Iglesia con un poder humano para una doctrina humana. En su ministerio como Obispo pone un impedimento, un óbice, para que el Espíritu Santo lo asista y así no caiga en el error.
Si no hay autoridad divina en el Obispo, tampoco se da la infalibilidad en él.
«…pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe. Y, ciertamente, la apostólica doctrina de ellos, todos los venerables Padres la han abrazado y los Santos Doctores ortodoxos venerado y seguido, sabiendo plenísimamente que esta Sede de San Pedro permanece siempre intacta de todo error, según la promesa de nuestro divino Salvador hecha al príncipe de sus discípulos: “Yo he rogado por ti, a fin de que no desfallezca tu fe y tu, una vez convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 32)» (Concilio Vaticano I – Cap. 4. Del magisterio infalible del Romano Pontífice – D 1836).
La Santa Sede de Pedro, es decir, la sucesión de Papas verdaderos y legítimos en la Iglesia, «permanece siempre intacta de todo error»: infalibilidad.
Si hay un hombre sentado en la Silla de Pedro que en su magisterio ordinario comience a dar errores, enseñe una verborrea anticatólica, como es el caso de Bergoglio, ese hombre no es Papa, a ese hombre no se le puede llamar Papa, a ese hombre no se le puede seguir como Papa, a ese hombre hay que echarlo de la Iglesia por la impostura que hace en la Sede de Pedro.
Por eso, es de locos nombrar a Bergoglio como Papa. El Papa verdadero sigue siendo Benedicto XVI, pese a quien pese. Se crea o no se crea. Porque Pedro es un gracia en la Iglesia, no una elección de hombres en Ella, no una institución humana.
El magisterio ordinario de la Iglesia es infalible, porque no se da la autoridad divina a los Obispos para que enseñen nuevas doctrinas; no se da la asistencia del Espíritu Santo para llenar de fábulas a la Iglesia.
La autoridad que tienen los Obispos es para custodiar y fielmente exponer «la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe».
Y esto lo hacen los Obispos «santamente»: no se puede ofrecer a la Iglesia un magisterio auténtico e infalible si el Obispo vive en sus pecados, hace del pecado su obra y su vida, como la hace Bergoglio.
El que un Obispo enseñe con autoridad, es decir, sea auténtico en su magisterio; y enseñe sin error, es decir, sea infalible en su magisterio, es necesario que el alma de ese Obispo viva en la santidad de su vida sacerdotal. Si no hay esta santidad, en el magisterio ordinario, se caen en muchos errores, como lo venimos observando desde hace 50 años.
«Jesucristo ilumina a su Iglesia Universal… Viniendo de Dios como Maestro a fin de dar testimonio de la verdad (San Juan 3,2; 18,37), iluminó con su luz la primitiva Iglesia de los Apóstoles de tal forma que el Príncipe de los Apóstoles exclamó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (San Juan 6,68); Desde el cielo estuvo tan presente en los Evangelistas que ejecutaron como miembros de Jesucristo lo que conocieron como al dictado de la Cabeza. Y también hoy es para nosotros, que estamos en este exilio de la tierra, el autor de la fe, así como será el que la lleve a término en la Patria del Cielo. Él mismo es el que infunde en los fieles la luz de la fe; Él mismo es el que enriquece por obra de su poder divino con los dones celestiales de ciencia, de entendimiento y de sabiduría a los Pastores y a los Doctores, y sobre todo a su Vicario en la tierra, a fin de que custodien con fidelidad el tesoro de la fe, lo defiendan con denuedo y lo expliquen y lo confirmen piadosa y diligentemente; por último Él mismo es el que, aunque invisible, preside y brilla vivamente en los Concilios de la Iglesia” (Pío XII – Encíclica Mystici Corporis – AAS 35 (1943) 216).
Custodiar, defender, explicar y confirmar la doctrina misma de Jesucristo: esto es el magisterio ordinario de la Iglesia, que es auténtico e infalible.
Y todo sacerdote, Obispo, fiel a la gracia que Cristo le ha dado, es infalible en la Iglesia.
Pero todo sacerdote, Obispo, infiel a la gracia que Cristo le ha dado, es falible en la Iglesia.
El problema está en el hombre, no en la Silla de Pedro.
Es el hombre, que se sienta en la Silla de Pedro, el problema.
Si es hombre que ha usurpado esa Silla, inmediatamente, desde el inicio de su falso pontificado se ve que su magisterio ordinario ni es auténtico ni es infalible.
Muchos aguardan a que Bergoglio hable ex catedra para decir que no es Papa. Pero, ¡qué ciegos están todos!
Vayan a su magisterio ordinario y resolverán todo el problema con Bergoglio. ¡Y qué fácil es resolverlo! Sólo hay que conocer el depósito de la fe. Muchos católicos ni saben qué cosa es esto. ¡Con una sola homilía que cojan de las que da en Santa Marta ven que Bergoglio no es Papa! ¡Con una sola homilía! ¡Con las palabras con que inició su falso pontificado, en su primera misa! ¡Qué fácil es resolver el problema Bergoglio en la Iglesia! ¡Pero, qué ciegos están todos!
Dos años en que se ven a muchos católicos todavía dudar de lo que es Bergoglio y que le dan una oportunidad: a ver si se convierte.
Están ciegos. Y su ceguera es por su pecado.
Y no van a salir de su ceguera porque en la vida ordinaria no saben ver la mentira de un hombre. Si no sabéis huir de un hombre que os engaña tan claramente en el día a día, tampoco sabéis ver vuestros pecados diarios. No veis al demonio en vuestra vida diaria. No sabéis luchar en contra de él. No sabéis ver vuestros negros pecados. ¿Cómo vais a ver los pecados de un hombre que os vuelve loco con su verborrea diaria?. Estáis viviendo, como muchos, la novedad de tener a un hombre que habla de todas las cosas, menos de lo que importa. Así son muchos en su vida espiritual: se llenan de tantas cosas, que pierden el norte de sus almas. Un alma que no se alimenta de la verdad diariamente, es un alma que va en busca sólo de la novedad, de la moda, que cada día el hombre se inventa en su vida. ¡A cuántos gustan las fábulas que Bergoglio cuenta en Santa Marta todos los días! ¡Cuántos están ávidos de leer sus nuevas y estúpidas entrevistas! ¡Quieren descubrir perlas en un océano de herejías! ¡Qué insensatez! ¡Qué estupidez de vida! ¡Qué locura de mentes tienen muchos en la Iglesia!
¡Cuánta ceguera se observa en todas partes!
Os habéis quedado ciegos con la palabra barata de un hombre. Y la gracia no es una bisutería en la Iglesia. No deis los tesoros del cielo a los cerdos. La gracia cuesta en la Iglesia: es oro divino. Y hay que merecerla para obtenerla.
¡Cuántos viven de sus rentas en la Iglesia! ¡Les es cómodo Bergoglio para sus vidas!