martes, 26 de mayo de 2015

MALAS NOTICIAS ESTO, QUE PARECE UNA BUENA NOTICIA NO LO ES

 

MALAS NOTICIAS


ESTO, QUE PARECE UNA BUENA NOTICIA

NO LO ES

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El candidato por el partido opositor Ley y Justicia, Andrzej Duda, lidera en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Polonia, según confirmó este lunes la Comisión Electoral Estatal (CEE). Duda ha propuesto en su programa el fomento de la familia y la natalidad mediante medidas sociales, pero también con la lucha contra los anticonceptivos y una amalgama de leyes contra el aborto y la fecundación in vitro.
Andrezj Duda
(Agencias) Según datos previos de la CEE, tras el escrutinio de los boletines de 20 de los 51 distritos electorales, Duda recaba el 55,9% de los votos, mientras el actual presidente, Bronislaw Komorowski, solo el 44,7%. A las elecciones presidenciales acudió el 52,6% del electorado.
Se espera que se den a conocer los resultados definitivos este lunes en la tarde. Duda (42 años), que partía en un principio con unas expectativas bajísimas, ha ganado tirón defendiendo una política de apoyos sociales a las clases más desfavorecidas y el regreso a los valores cristianos.
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Hagamos una retrospección histórico-teológica:
Cuando se aproximaron a Jerusalén, y llegaron a Bet­fagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y encontraréis una asna atada y un pollino con ella: desatadlos y traédmelos. Y si alguno os dice algo, contestaréis que los necesita el Señor; y al punto los enviará”. Esto sucedió para que se cumpliese lo que había sido dicho por el profeta: “Decid a la hija de Sion: He ahí que tu rey viene a ti, benigno y montado sobre una asna y un pollino, hijo de animal de yugo”. Los discípulos fueron pues, e hicieron como Jesús les había ordenado: trajeron la asna y el pollino, pusieron sobre ellos sus mantos, y Él se sentó encima. Una inmensa multitud de gente extendía sus mantos sobre el camino, otros cortaban ramas de árboles, y las tendían por el camino. Y las muchedumbres que mar­chaban delante de Él, y las que le seguían, aclamaban, diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto!” Y al en­trar Él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y decían: “¿Quién es éste?” Y las muchedumbres decían: “Éste es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea.” (Mateo XXI, 1-11).
Juan culmina este pasaje con dos versículos, el segundo muy significativo (XII, 18-19):
Y por eso la multitud le salió al encuen­tro, porque habían oído que Él había hecho este milagro. Entonces los fariseos se dijeron unos a otros: “Bien veis que no adelantáis na­da. Mirad cómo todo el mundo se va tras Él.”
¡Muy bien! Nuestro Señor ganó las elecciones primarias por una mayoría abrumadora. Pero esa misma muchedumbre (o muchísimos de entre ellos), cambiaría sus votos menos de una semana después:
Les dijo Pilato: “¿Qué haré entonces con Jesús, el que se dice Cristo?” Todos respondieron: “¡Sea crucificado!” Y cuando él preguntó: “Pues ¿qué mal ha hecho?”, gritaron todavía más fuerte, diciendo: “¡Sea crucificado!” Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que al con­trario crecía el clamor, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo diciendo: “Yo soy inocente de la sangre de este justo. Vos­otros veréis.” Y respondió todo el pueblo diciendo: “¡La sangre de Él, sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mateo XXVII, 22-25).
La democracia electiva fue un instrumento, en manos de los escribas y sacerdotes, para condenar a Cristo, por medio de esa multitud que pocos días antes lo había aclamado como el Mesías; tal vez imaginando un mesianismo temporal y político, pero aclamado con euforia y firmeza por una masa que luego fue manipulada.
En la medida en que nos alegremos de un triunfo de algo bueno por la vía del sufragio universal indiscriminado, dejamos abierta la puerta para que esa misma masa de votantes el día de mañana vote exactamente lo contrario, con la legitimidad que le otorga nuestra aprobación del sistema.
Dice Santo Tomás, en su “Tratado del Gobierno de los Príncipes“, capítulo V (“Que en el gobierno de machos suele suceder más veces la tiranía, por lo cual es mejor el gobierno de uno“):
Cuando es forzoso escoger entre dos cosas, que en cada una de ellas hay peligro, aquella se debe elegir de que menos mal se sigue. De la Monarquía, pues, aunque se convierta en tiranía, se siguen menos males que del gobierno de muchos principales, si se corrompe; porque la disensión, que muy de ordinario sucede en el gobierno de muchos, es contraria al bien de la paz, que es el principal en los pueblos, y esta paz no la deshace la tiranía, sino que daña e impide algunos bienes de los hombres en particular, si no es que esta tiranía sea excesiva, que es cuando se convierte en crueldad contra todo el pueblo y así es más de desear el gobierno de uno que el de muchos, aunque de entrambos se sigan peligros.
También se debe huir más de aquello de que más veces pueden suceder grandes peligros, y los daños del gobierno de muchos son más ordinarios que los que suceden del de uno. Porque por la mayor parte acontece que entre muchos alguno se aparte de la intención del bien común, que cuando es uno solo; y cualquiera de ellos que huya de este bien común, luego hay peligro de disensión entre los súbditos; porque habiendo disconformidad entre los Príncipes, consecuentemente la ha de haber entre la muchedumbre del pueblo; pero si es uno el que preside, por la mayor parte atiende al bien común; y cuando aparte de esto la intención, no luego se sigue que trate de deshacer y suprimir los súbditos, que es el exceso de la tiranía y el más alto grado de la malicia del gobierno, como lo habemos mostrado; y así màs se deben huir los peligros que nacen del gobierno de muchos que los que nacen del de uno; porque además de esto no acontece menos veces convertirse en tiranía el gobierno de muchos que el de pocos, sino antes por ventura más ordinariamente, porque en habiendo disensión por el gobierno de muchos, sucede muchas veces que uno sobrepuja a los demás y usurpa para sí el señorío del pueblo.
Lo cual se puede ver claramente en las cosas que por tiempos han sucedido, porque casi siempre el gobierno de muchos ha venido a parar en tiranía, como parece manifiestamente en la Republica Romana, que habiendo sido mucho tiempo gobernada por Magistrados, levantándose en ella competencias, disensiones y guerras civiles, vino a caer en manos de crudelísimos tiranos; y universalmente hallará cualquiera que considerare con diligencia los tiempos pasados, y aun los de ahora, que son más los que han usado de tiranía en las tierras que se han gobernado por muchos, que en las que se han gobernado por uno solo. Pues si el gobierno que es el mejor se ha de huir por evitar la tiranía, y la tiranía no acontece menos veces sino más en el gobierno de muchos que en el de uno, llanamente se concluye que importa más vivir debajo del gobierno de un Rey, que no donde muchos gobiernan.
Digno de destacarse en este fragmento, es esta expresión: “… porque habiendo disconformidad entre los Príncipes, consecuentemente la ha de haber entre la muchedumbre del pueblo;… “. En los sistemas democráticos la disensión entre los príncipes (los principales; los candidatos) es de la esencia del método, puesto que a los que no obtienen el gobierno se les llama, sin distinción de personas, procederes o creencias, “oposición”, lo cual prefigura (y así se concreta en los hechos) una constante disensión de tales líderes entre sí y con quien gobierna, circunstancia que como se fácil de advertir, rápidamente se vuelca hacia la muchedumbre, dividiéndola en infinidad de facciones que luchan por sus intereses y no por el bien común.
No nos alegremos, entonces, ni seamos optimistas porque Duda pinte bien; como lo dice su propio apellido, su probable gobierno se acerca más a la incertidumbre que a la seguridad, y en esto los principios católicos no ceden: cuando de política, de bien común y de fe se trata, no se pueden someter las cuestiones del gobierno de la sociedad a una muchedumbre tornadiza y manipulable.