martes, 30 de junio de 2015

El frente de rechazo al género y a las uniones homosexuales invade la calle


El frente de rechazo al género y a las uniones homosexuales invade la calle

Un acontecimiento pionero
La multitud de 1 millón de personas que ha llenado el sábado la plaza San Juan de Letrán con la manifestación “Defendamos a nuestros hijos” ha producido un primer resultado: basta hojear los periódicos italianos del día siguiente. Prácticamente todos han estampado la noticia en la primera página. Los dos grandes periódicos italianos, Corriere della Sera y La Repubblica, está de acuerdo: la manifestación del sábado ha sorprendido a todos, por su dimensión y convicción.

El subdirector del Corriere della Sera, escribe:

“Esta vez no se puede entender el mundo secular, como de costumbre, con la interferencia del Vaticano, la interferencia de la Iglesia, el confesionalismo de la Jerarquía. Una manifestación tan masiva como vimos ayer en Roma en contra de “la ideología de género”, entendida como la manipulación tiránica de la naturaleza y de los fundamentos mismos de la sociedad humana, ha hecho explotar un sentimiento albergado por un amplio sector del mundo católico, pero sin influencias desde arriba, sin una movilización partida de los púlpitos.

“Es la antítesis de lo que ocurrió en Irlanda con el referéndum sobre el matrimonio homosexual. Allí, en la ausencia de una participación masiva del episcopado de Dublín, los votantes católicos han desobedecido manifestándose a favor. Aquí, en la ciudad que es el lugar simbólico donde el Vicario de Cristo es también el Obispo de Roma, las calles se llenaron de católicos que manifestaban su desesperación con relación a una forma cultural de ver las cosas, el demonizado “género”, que en su opinión, erradica a la humanidad de sí misma.

“Es la primera vez que esto ha sucedido en la era del Papa Francisco. Es la primera vez que el sexo, el género, lo que es el hombre y lo que es la mujer, el mismo acto carnal del que brota la procreación entran de lleno en los “valores no negociables”, en la esfera de opciones que dicen respecto a los temas primero y último de la vida y de la muerte. Es la primera vez que la plaza se llena y se moviliza y no sólo por lo que se llama la “unión entre parejas del mismo sexo”, sino en una esfera de cuestiones que tienen que ver con la cultura, la concepción del mundo, la idea misma de la naturaleza.

 
Es un terreno sobre el cual el Papa Francisco ha decidido no intervenir con fuerza. Por supuesto, no para renunciar a los fundamentos de la visión cristiana de las cosas, sino para no exacerbar el conflicto con el mundo secular. La Iglesia “enfermería” del Papa Francisco no quiere herir, no quiere cavar trincheras en contra del espíritu del tiempo, no quiere desatar una guerra santa contra la deriva secular. La manifestación de ayer sí lo hace. Ha sido la expresión de un frente de rechazo que es más extenso que lo que los medios son capaces de imaginar. Fue el renacimiento de un movimiento de guerra cultural contra la modernidad que parecía haberse apagado con el nuevo papado.

“También hay una diferencia con otros movimientos como el francés “Manif pour tous”. En ese caso, los obispos franceses pisaron el acelerador de la protesta, sancionaron la armonía entre un sentimiento difuso y las instituciones responsables de la regimentación del mundo católico. Aquí en Roma vimos la señal de una brecha, una delgada línea de fractura, de una impaciencia que la jerarquía de la Iglesia difícilmente podrá ignorar. Esta es la verdadera señal de alarma para el mundo laico, o al menos para esa parte de la opinión pública que cree que es esencial la protección y el reconocimiento del derecho de las parejas del mismo sexo que quieran unirse civilmente, sin discriminación.

“La guerra cultural se encontraba en la base de la acción del cardenal Camillo Ruini cuando dirigía el episcopado italiano. Él lo llamó “proyecto cultural” y quiso refutar la idea de que el cristianismo no sólo debe ser vivido en el aislamiento de la conciencia, en la esfera privada, sino imponer sus valores culturales en el ámbito público. La batalla por los “valores no negociables” tenía esta base: la guerra contra el aborto, la inseminación artificial, en defensa del embrión, en el rechazo de la eutanasia. Todos los temas que tocan directamente a la esfera de la vida y la muerte, o más bien la intervención humana en el origen de la vida y en su final, la protesta contra un tecno-ciencia que quería tomar con arrogancia el lugar del Creador en la determinación de la vida y de la muerte.

“Pero la acción de (Cardenal) Ruini tuvo el apoyo directo de dos Papas: Juan Pablo II (quien ya a principios de los años ochenta secundó la movilización Católica, (que luego perdió en el referéndum del aborto) y luego el Papa Ratzinger. Hoy en día todo es diferente. Una parte del mundo católico está actuando por su cuenta, llena las calles sin un control eclesiástico, proporcionando una imagen de sí mismo implícitamente polémica frente a la “complaciente” del Papa Bergoglio. Y lo hace en un tema, el del “género”, que ahora en la sensibilidad del mundo moderno, y una parte del universo católico, como ocurrió en Irlanda, ha sido asimilada sin traumas ni crisis de rechazo.

“La idea de que sobre una visión filosófica del mundo, considerada sin embargo esencial para la integridad de la fe, el mundo católico manifiesta como ayer una sensibilidad exasperada y resentida, es una novedad que a todos nos parecía difícil de considerar tan sentida y central. En el catolicismo italiano se ha abierto una grieta profunda que va directo al corazón de las instituciones eclesiásticas. La manifestación antigender es al mismo tiempo un espantajo y una advertencia. La fuente de un nuevo, inesperado conflicto. El mundo laico no puede dormir con un sueño tranquilo”.

Fuente: Pierluigi Battista, subdirector del Corriere della Sera, Domingo, 21 de junio 2015 (Traducción nuestra)