domingo, 11 de octubre de 2015

LA IGLESIA TRAICIONADA-(2º))SEGUNDA PARTE-MUESTRARIO DE INFIDELIDADES

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Contiene este libro, por un lado, un retrato duro pero veraz, del Cardenal Jorge Mario Bergoglio. El autor no vacila en calificarlo como un pastor infiel a la Iglesia Católica. Mas llega  a tan categórica conclusión con argumentos fundados y solventes, tomados en su totalidad del mismo itinerario del obispo, de su actuación pública llena de gravísimas heterodoxias, de sus declaraciones y conductas nutridas de errores y duplicidades, y de funestas contemporizaciones con los enemigos de la Fe Verdadera.
Son muchos los motivos -y se verán en estas páginas- por los cuales el Cardenal Bergoglio puede y debe ser acusado de constituirse en un antitestimonio activo de la Realeza de Jesucristo.
Pero la obra no se reduce a la descripción de éste u otros personajes análogos. Va más allá, y a partir de lo que tales sujetos representan o encaman, emprende un análisis de la actual situación de la Iglesia, sobre cuya crisis han dicho palabras terminantes y severas voces tan autorizadas como las de los últimos Pontífices. El Cardenal Ratzinger, por ejemplo, en el Via Crucis de 2005, poco antes de ser ungido como Benedicto XVI, sostuvo que la Barca «hace aguas por todas partes». Bueno sería entonces que todo el ímpetu se volcara a su rescate.
El diagnóstico aquí emprendido de esta penosa enfermedad eclesial, está hecho con sobradas pruebas y nutridas informaciones. Pero sobre todo, está hecho con el dolor un bautizado fiel, y la esperanza de quien cree firmemente que, por el honor de la Verdad, merece librarse el mejor de los combates.
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"Os he escrito por carta, que no os juntéis con los for­nicarios de este mundo, o con los avaros, o con los la­drones, o con los idólatras [...] Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fue­ra? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Por­que a los que están fuera, Dios juzgará. ¡Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros!"
San Pablo, I Corintios 5, 9-13
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LA IGLESIA TRAICIONADA
SEGUNDA PARTE (2)

"MUESTRARIO DE INFIDELIDADES"


Esta segunda parte del libro está constituida

por artículos que aparecieron en publicaciones

digitales o en sucesivos números de la revista

Cabildo durante los últimos años o inéditos.

En cada uno de ellos el lector podrá determinar

la fecha en que fueron escritos.
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MUESTRARIO DE INFIDELIDADES

Capítulo 5

UNA CLARA Y OLVIDADA LECCIÓN DEL CARDENAL BERGOGLIO

En La Nación del 31 de diciembre de 2004 [p.15], se da a conocer el fragmento esencial de la homilía pronunciada por el Cardenal Bergoglio en la Catedral de Buenos Aires, «con ocasión de la tradicional misa de Nochebuena». En la misma -y en una expresa alusión a las reacciones viriles suscitadas por el muestrario pseudoartístico del blasfemo León Ferrari- el Pastor las descalifica, pidiendo «poner la otra mejilla y mantener la ternura».


Si el consejo se ciñe al caso particular de la provocación de León Ferrari y de quienes lo respaldan, y pudiera resumirse en el criollismo refranero de «no gastar pólvora en chimangos», podríamos coincidir con el Obispo. Al fin de cuentas, ante las embestidas torpes de un león, como ante las de un toro o cualquier otro bruto, puede caber el señorío de «la gracia contra la ira», que festeja Manuel Machado retratando la faena del torero.
Pero al margen de la circunstancia concreta que la motiva, la homilía del Cardenal es heterodoxa, amén de inoportuna; desmoviliza a los católicos justí-simamente indignados por las continuas y planificadas afrentas oficiales que sufre hoy la Fe Verdadera, y confunde la ascética de la mejilla, válida para el inimicus o agresor privado, con la legítima ascética del látigo, válida y exigible frente a la acción criminal del hostis o enemigo público. Certera, elemental y olvidada distinción bimilenaria que ha hecho siempre el Magisterio, de la mano de sus santos y doctores, y que no ha sido abolida por ningún Pontificado ni por Concilio alguno. Tradicional enseñanza que explica y justifica el por qué de tantos héroes cristianos que han alcanzado los altares combatiendo en guerras justas contra los más nefandos adversarios de la Cristiandad. El por qué, verbigracia, pudo escribir el Crisóstomo: «si alguien blasfema corrígele, si vuelve a blasfemar corrígele otra vez; si vuelve a blasfemar golpéale, rómpele los dientes, santifica tu mano con el golpe».
De investigar y de exponer este apasionante tema me ocupé hace más de una larga década, siendo el resultado de mis estudios una modesta obra titulada El deber cristiano de la lucha (Buenos Aires, Scholastica, 1992, 356 p). El entonces Monseñor Jorge Mario Bergoglio, a la sazón Vicario Episcopal de Flores, recibió mi libro, y me respondió con una larga, generosa e iluminativa carta, fechada el 18 de noviembre de 1992, escrita en hojas membretadas de la misma Vicaría.
En sus partes más significativas dice la epístola: «Me felicito por tener en las manos una obra así. Hace falta en un momento en que la 'tranquilidad de la paz' se ha adulterado en su significación. Todo se sacrifica en aras del 'pluralismo de convivencia', en el que el Decálogo puede reducirse a estos dos principales mandamientos: Vos con lo tuyo y yo con lo mió', Vos no me jorobas y yo no te jorobo'.
Ese pluralismo en el cual la verdad 'se remata' en el relativismo valorativo ambientado por un Neustadt o Grondona; en el cual la belleza pasa por los liftenings  de Mirtha Legrand o las guarangadas degradantes de otras 'estrellas' (por no decir meteoritos que destrozan lo que tocan) y en el que el bien pasa a ser una mera adjetivación del verbo 'pasarla'. En un momento en que el tal pluralismo de convivencia atenta contra la gramática más elemental de la bonhomía y dignidad [...] hay cosas que no se prestan, que no se negocian.
Cuánto nos hace falta hoy día que venga aquella vieja Macabea que, con las entrañas destrozadas por el dolor, tenía la valentía de burlarse del tirano con sus siete hijos. Claro, la vieja no les hablaba de pluralismo, de convivencia. Dice la Escritura (y lo dice dos veces) que les hablaba 'en dialecto materno'. Y el dialecto materno, ese que mamamos con la gracia del Bautismo, es el que nos da la gracia y el aguante para toda lucha. Cuánto nos hace falta hoy día que venga otra Judith y que nos 'cante' la historia de vencedores que llevamos dentro, como lo hizo con aquellos ancianos corruptos por la cobardía que querían pactar. Les habló claro, y después no roscó ni zafó ni negoció ni trenzó: simplemente le cortó la cabeza al enemigo de Dios.
Que la Santa Trinidad, a quien nos sea dada la gracia de adorar siempre, tenga piedad de nosotros, y no nos deje caer en lo que aquellos "hijos rebeldes' que surgieron en Israel (1 Macabeos, 11,15), que para ser 'modernos' pactaron con todo: rindieron culto al pluralismo de convivencia».
Bueno sería que el Cardenal, leyera hoy su propia epístola.
Pero hay más. Hacia la misma época de esta valiosa carta, visité a Monseñor Bergoglio en su despacho de la Vicaría, en la calle Condarco 581, corazón mismo del barrio de Flores. Sabedor de mis inquietudes sobre el tema que había motivado mi libro precitado, me obsequió un tratado de C. Spicq, Vida Cristiana y Peregrinación según el Nuevo Testamento (Madrid, BAC, 1977), aclarándome que el ejemplar estaba leído, usado, marcado y aprovechado por él mismo en su formación sacerdotal. Conmovido por esta inusual delicadeza me sumergí de lleno en las páginas de Spicq, profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Friburgo.
Están subrayadas con lápiz, por el hoy Arzobispo de Buenos Aires, estos párrafos vigorosos de las páginas 154-155: «El cristiano debe ser fuerte, porque ha de luchar [...] tanto más cuanto hay que vérselas con el diablo, cuyas estratagemas son terriblemente capciosas y agresivas; [...] No se trata tan sólo de ganar una batalla, sino de emprender una guerra prolongada, con todas las vicisitudes, renunciamientos, y múltiples esfuerzos, incluso heroicos en los momentos críticos, pero teniendo en cuenta que el buen soldado, tras haber cumplido con todos sus deberes, permanece dueño del campo de batalla, queda de pie. De ahí la llamada al combate del v.14 [San Pablo, Carta a los Efesios, 6]. 'En pie, pues', una vez por todas, no sólo para revestirse de las armas que son medios de gracia y disponerse al combate, sino ya como un soldado en campaña; la guerra ha comenzado y es continua».
Estamos prontos a restituirle su carta y su libro al Cardenal. Para que el penoso magisterio ghandiano que hoy lo paraliza y con el que confunde y acobarda a la grey que le ha sido confiada, ceda su lugar a la recia semántica de la milicia cristiana, apasionado por la cual, alguna vez, suponemos, decidió ingresar a las filas combatientes de San Ignacio de Loyola.

Capítulo 6
ANTE UNA NUEVA Y GRAVE
PROFANACIÓN DE LA CATEDRAL
DE BUENOS AIRES

El próximo martes 11 de noviembre de 2008 -si la ira justiciera de Dios no dispone lo contrario- la Catedral Metropolitana de Buenos Aires sufrirá un nuevo y gravísimo agravio.
No se trata en la ocasión del regular desfile sacrilego que frente a ella, y con la anuencia explícita del Gobierno, realizan en tropel los sodomitas y sus aliados de depravada especie. Tampoco de la invasión de las Madres de Plaza de Mayo, cuya sola presencia es una deposición irreverente y procaz. Ni del arribo oficial de la masonería, ultrajando el espacio sacro so pretexto de un indebido homenaje al Gral. José de San Martín. Hechos ambos que sucedieron con el consentimiento del Cardenal Primado1.

Si las relaciones del Cardenal Bergoglio, tanto con el judaismo como con el sionismo, son concretas y explícitas, no aparecen -por lo menos hasta hoy- tan claras sus vinculaciones con la masonería. En varios reportajes concedidos por Sergio Nunes, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Venerables y Libres Masones, sobre todo en dos periódicos provinciales de Gualeguaychú y de San Juan, hacia fines del 2007, el susodicho Nunes manifestó su coincidencia "con el Cardenal Bergoglio, sobre la pobreza, las asimetrías sociales y la necesidad de llegar a una igualdad de oportunidades para los seres humanos" (cfr. http:/ /radiocristiandad. wordpress.com/2007/12/1 l/la-masoneria-argentina-dice-tener-muchas-cosas-en-comun-con-la-iglesia-catolica/); como manifestó asimismo su deseo de tener un encuentro con el obispo. Pero lo que es innegable es que Bergoglio jamás llamó al orden a Monseñor Karlic, cuya escandalizadora confraternización pública con la Masonería tuvo lugar en Paraná, el 12 de abril de 2000. Tampoco lo hizo cuando el referido Karlic, en vísperas de la Navidad del 2008, en No;

 en la Festividad del Patrono de la Ciudad, la Arquidiócesis de Buenos Aires mediante su Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso, por un lado; y la tenebrosa B'Nai B'rith por otro, cocelebrarán una "liturgia de conmemoración" en el "70 aniversario de la Noche de los Cristales Rotos". Tamaño oficio religioso -según lo anuncia la invitación oficial que tenemos a la vista- suma, además, los auspicios y las adhesiones de cinco instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para "honrar y recordar" a las víctimas de "los nazis" que "en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando] negocios y empresas".
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo.
Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche del Cristal, repitiendo por enésima vez la versión canonizada por la propaganda sionista y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en trabajos como los de Ingrid Weckert (Cfr. "Flash Point, Crystalnight 1938. Instigators, victims and beneficiarles").

el programa / Viva la Radio! que se emite por la Cadena 3 Argentina, de Córdoba, recomendó el libro de Antonio María Baggio, El principio olvidado: la Fraterni¬dad, editado con el auspicio y el patrocinio de la Fundación AVINA, creada por el masón Stephan Schmidheiny. En dicho reportaje, además, Karlic hizo la justificación de los "sacerdotes tercemundistas que se comprometieron con la guerrilla, porque creían en la dimensión social en términos más cristianos" (cfr. http:// www.youtube.com/watch?v=flOkTXL3uOfi ). Es evidente que el silencio de Bergoglio ante tan desembozadas manifestaciones pro masónicas y pro marxistoides de Karlic, guarda plena sintonía con sus propias convicciones.

 Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel Grynscpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía -sumada a otras acciones judaicas de similar tono- motivó la reacción violenta contra los israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la evidente responsabilidad -tanto en el crimen de otro funcionario alemán, W. Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes- de la siniestra Ligue Internationale Contre VAntisémitisme (LIGA), sobre cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.
Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación intencional de este pogrom por la mencionada LIGA, eligiéndose cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen arteramente los repudios públicos y privados, enérgicos todos, de los principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Frie-drich de Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre. Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.
Mentira es que se hable de "7000 sinagogas destruidas", cuando no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de "30.000 judíos encarcelados en campos de concentración", cuando 20.000 fueron los detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de noviembre de 1938, aceptado en el «juicio» de Nüremberg.
Mentira canallesca, al fin, la que se asienta en el volante oficial de invitación a los festejos, y según la cual "el mundo se mantuvo en silencio". En el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana, consiguiéndose ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un número aproximado de 117.000 hebreos. El mismo Hitler envió a Hjalmar Schacht a Londres para que gestionara la recepción de 150.000 judíos, mientras el presidente Roosevelt reunió en Evianles-Baine a representantes de 32 ríáciones para organizar la preservación de los hebreos.
Se movilizaron por la causa judía más de 1500 diarios en 165 países, como bien lo relata Salvador Borrego. Hasta tal punto que -con razón pudo decir Schopenhauer- "si se le pisa un pie a un judío en Francfort, toda la prensa, desde Moscú hasta San Francisco, levanta vivas manifestaciones de dolor".
Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su supuesta tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamente el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y fuego? ¿Quiénes la armaron realmente, si los más destacados jerarcas del Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato cese?
Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones -sí, decenas de millones- no hay un solo obispo guapo que quiera rezar un sencillo responso.


Capítulo 7

LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

El próximo lunes 9 de noviembre de 2009 la Iglesia de Santa Catalina de Siena, de nuestra Ciudad de Buenos Aires, sufrirá un gravísimo agravio, como lo padeciera la Catedral Metropolitana en años anterio¬res, ante las mismas circunstancias. Para que el dolor resulte aún más lacerante, los primeros responsables de tamaña profanación serán nuestros propios pasto¬res.
Se trata de una falsa celebración ritual que se ha vuelto pecaminosa e impune costumbre. La Arquidió-cesis de Buenos Aires, por un lado, mediante su Comi¬sión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso; y la tene¬brosa B'Nai B'rith por otro, co-celebrarán una 'liturgia de conmemoración" en el "un nuevo aniversario de la No-che de los Cristales Rotos".
Tamaño oficio religioso -según lo anuncia regu¬larmente la invitación oficial de rigor- suma, además, los auspicios y las adhesiones de una diversidad de instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para "honrar y recordar" a las víctimas de "los nazis" que "en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000judíos en cam¬pos de concentración [saqueando] negocios y empresas".
El convite oficial correspondiente al 2009, por su parte, agrega que el episodio recordado "significó el inicio de la Shoa [...] que llevó a la muerte a más de seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños" (Cfr.AICA, 3-XI-09); esto es, el mito completo y canonizado, presentado con la misma categorización dogmática de siempre, contra las más elementales reglas de la estadística demográfica objetiva.
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo [...]
Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama al cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo con la Parusía.
En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B'nai Brith sea sinónimo documentado de malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido y castigado otrora por su flagrante inmoralidad.
Nada les importa que uno de los cocelebrantes de la parodia ritual, junto con el inefable Padre Rafael Braun, sea el Rabino Alejandro Avruj, Director Ejecutivo de Judaica, organización que se exhibe ostensiblemente "en red" junto con JAG (Judíos Argentinos Gays) para propiciar públicamente las uniones "maritales" entre degenerados (cfr. http://jagargentina. blogspot.com, y Agencia Judía deNoticias, 30-6-08). Nada les importa a estos pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina Católica.
La herejía judeo-cristiana
No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana, convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas.
Bergoglio el primero, y tras él sus diversos heresiarcas -más o menos activos o pasivos, acoquinados o movedizos- no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente, empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.
Dolorosamente hemos de acotar -como hijos sufrientes y perplejos de la Santa Madre Iglesia- que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma, desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.
Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos -victoriosos en su metanoia- ante la majestad de Cristo Rey.
Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores eclesiásticos -ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe neotestamentaria- no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz uno de los templos más emblemáticos de la Ciudad, otrora llamada de la Santísima Trinidad. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del Dios Vivo y Verdadero.
Decírselo en la cara
En la Homilía pronunciada durante la Misa Arquidiocesana de Niños en el Parque Roca, el pasado 24 de octubre de 2009, entre murgas y marionetas gigantes -según la noticia oficial publicada en AICA-el Cardenal Primado, con esa facilidad ilimitada que posee de aplebeyarlo todo, les dijo a los pequeños: "Nunca le saquen el cuero a nadie. Si ustedes le tienen que decir algo a alguien, se lo dicen en la cara".
Se lo estamos diciendo en la cara, Eminencia, pero ¿qué es lo que no comprende? ¿Qué no se puede cometer sacrilegio, que no se debe homenajear una mentira, que no es posible la unidad de los opuestos y la coyunda con los enemigos de la Cruz, que no se debe permitir la concelebración de un ritual mendaz entre un modernista cripto judío y un hebreo promotor de la contranatura, que es inadmisible profanar un antiguo templo porteño para cultivar la obsecuencia con el poder judaico? ¿Cuánto más cara a cara tenemos que seguir proclamando estas dolientes verdades para que sean inteligidas?
Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del lunes 9 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás periclitada: "¡Matasteis al Autor de la Vida, crucificasteis al Señor de la Gloria!".
Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente callan: el único holocausto de la historia, los tuvo a los judíos por victimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por Víctima inmolada.
Con palabras de Santa Catalina de Siena -la dueña de casa del Convento que profanarán estos malditos- repetiremos en alta voz: "Gracias, gracias sean dadas al Dios Soberano y Eterno, que nos ha colocado en el campo de batalla para luchar como valientes caballeros por Su Esposa, con el escudo de la Santa Fe".
Con palabras del martirologio seguiremos proclamando: Cristo Vence, Cristo Reina Cristo Impera. ¡Viva Cristo Rey!


Capítulo 8

DOBLE Y SILENCIADA AFRENTA

El pasado 12 de diciembre de 2009, cuando la Cristiandad celebra el día de Nuestra Señora de Guadalupe, la plana mayor de la masonería vernácula -esto es, de la Sinagoga de Satanás, según impericlitable sentencia de León XIII- presidida por un sujeto que dice responder al nombre de Sergio Nunes, ingresó a la Catedral de Buenos Aires para rendirle homenaje, según se dijo, al Gral. José de San Martín.
De acuerdo con la información proporcionada por los mismos interesados fue la «primera vez en la historia [que] un grupo de masones ingresó en la Catedral, en un hecho [...] casi sin antecedentes en el mundo». «Con traje oscuro», «reencontrándose como hermanos», con «todas las manos en el corazón», aquellos invasores escucharon el «breve discurso» de Nunes o Nones, y tras celebrar la memoria de quien consideran «el más ilustre iniciado», se retiraron del lugar para seguir con sus estropicios ordinarios (cfr. Justo y postergado homenaje, en Símbolo-net, n.69, diciembre de 2007. Publicación digital de la Secretaría de Prensa de Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones).
La gravedad notoria y pública del sacrilegio, obliga a las siguientes consideraciones:
1.- Son responsables de esta grotesca profanación las autoridades religiosas naturalmente a cargo de custodiar el templo mayor de la Ciudad, quienes en vez de impedirles el acceso a los siniestros y condenados sectarios, les franquearon las puertas con complicidad manifiesta y escandaloso beneplácito. Es responsable el Cardenal Primado, Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio; el Nuncio Apostólico, y todos aquellos miembros de la Jerarquía que, por acción u omisión, han consentido o callado frente a tan provocador atropello.
2.- Todavía rige la condena terminante a la masonería, firmada al menos en dos ocasiones, de puño y letra, por el actual Pontífice Benedicto XVI, entonces Cardenal Ratzinger, cuando el 17 de febrero de 1981 primero, y el 26 de noviembre de 1983 después, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe que lo tenía por Prefecto, ratificó no sólo la incompatibilidad entre catolicismo y masonería, sino la pena de excomunión prevista para quien tenga inserción en tan nefasta conjura. Rige asimismo el canon 1374, que 'establece condignos castigos a los que prestan su concurso a cualquier «asociación que maquina contra la Iglesia»; y el canon 1376 que señala similares penas a «quien profana una cosa sagrada». Caben estos drásticos sayos no primeramente a los inmundos enmandilados, que son enemigos visibles y explícitos de la Fe, sino a todos aquellos que, por razón de su ministerio, deberían proteger a la Cruz y se comportan en cambio como coautores de su vejamen.
3.- No es la primera vez en estos tiempos recientes, que nos toca presenciar con dolor el ultraje de algunos de nuestros más venerados templos. Sólo al pasar, y recordando lo sucedido en los meses postrimeros de este año que se esfuma, apuntamos los penosísimos episodios de la Basílica de Lujan, de San Francisco, de San. Ignacio, de la Santa Cruz o de San Patricio. En un caso fue cedido el altar mayor como podio proselitista a la infame dupla de los Kirchner y sus secuaces; en otro el espacio sacro todo, como solaz para un grupo de estólidos que conforman un club privado; en otros la parroquia entera como escenario y emblema del odio marxista presidido por las Madres, las Abuelas, los Hijos y cuanta parentela homicida y depredadora ejerce hoy poder en la patria estaqueada; y en otro caso, el de nuestro templo más antiguo, como tinglado cabalístico para alimentar la mentira judaica del holocausto.
4.- Muchas y crueles profanaciones de sus espacios sagrados ha padecido la Santa Madre Iglesia en veinte largos siglos. Pero es el nuestro un caso desdichadamente único, de templos que son entregados por los propios pastores a las hordas marxistas, a las bandas talmúdicas, a las logias masónicas y a las bacanales del mundo.
En tiempos heroicos, los obispos morían mártires junto a sus sacerdotes y feligreses, para impedir la horrenda blasfemia. Ahora, andan compitiendo presurosos para recibir los halagos de los peores verdugos de la Fe. En tierras sojuzgadas por el comunismo, creció en estatura y en bizarría el legendario Cardenal de Hierro. Aquí, cuando los acomodados clérigos se entregan ostensiblemente a la masonería -como lo hizo a la vista de todos Estanislao Karlic, el 12 de abril de 2000- los nombran Cardenales.
5.- El Gral. José de San Martín no fue «el más ilustre iniciado» de sus endemoniadas filas, como fementidamente repiten los trespunteados agentes.
 Sobran las pruebas para demostrar que los masones fueron sus pertinaces enemigos, dentro y fuera del país; para demostrar que los caudillos federales -con sus pendones altivos que gritaban ¡Religión o Muerte!-fueron en cambio sus camaradas y amigos. Para probar, en suma, que el hombre que persiguió con vara implacable a los masones, haciéndolos hocicar y rendir, fue el heredero de su sable corvo, y el destinatario de los mayores elogios. «Los pueblos» -le escribió San Martín a Quiroga el 20 de diciembre de 1834-«están en estado de agitación contaminados todos de unitarios, de logistas, de aspirantes de agentes secretos de otras naciones, y de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa».
Una doble profanación se ha consumado, aunque entre la una y la otra haya una distancia que sabemos calibrar. A Dios y a la Patria, a los Santos y a los Héroes, a la Cruz y a la Espada, al Sagrario y al Soldado, al Altar y a la Historia.
iTal vez quede en esta tierra yerma alguna guardia de granaderos desvelados, leales a la misión que se les impuso de tutelar los restos del procer en la Catedral de Santa María de los Buenos Aires. Si así fuera, bueno sería que en la próxima ocasión desalojaran a mandoblazos limpios a estos apatridas y amorales, usurpadores insolentes de la Casa del Padre. Y aplicaran contra ellos el merecido castigo previsto por el Libertador para «todo aquel que blasfemare el nombre de Dios y el de su adorable Madre», como rezaba el artículo primero del Código de Deberes militares y penas para sus infractores.
Por si alguien lo ha olvidado, el tal castigo suponía la mordaza primero y la horadación de la lengua después, con un hierro al rojo vivo. Tanta rudeza, explicaba San Martín, para que la patria no resultase «abrigadora de crímenes».

MUESTRARIO DE INFIDELIDADES
Capítulo 9
SEPULCROS BLANQUEADOS

La impostura oficial, abocada a glorificar a los guerrilleros marxistas que le declararon la Guerra Revolucionaria a la Argentina con el apoyo internacional de varios Estados Terroristas, desde el cubano hasta el soviético, ha recibido el pasado Martes Santo de 2009 una nueva bendición del Cardenal Bergoglio. El Martes Santo, para que la profanación fuera completa. Cuando el centro de toda contemplación y de toda conducta cristiana, no debía ser otro sino el misterio de la inminente resurrección; cuando las lecturas del día remitían al profeta Isaías definiendo la vocación del siervo de Dios como el oficio de ser luz para las naciones (Isaías, 49, 1-6); cuando la tierra se prepara para el sepulcro y el cielo para la gloria, el Cardenal y los suyos celebraron la memoria de quienes se alistaron con el ateísmo.
Fue en San Patricio, más que parroquia -como la de la Santa Cruz, como tantas otras- verdadero museo de la propaganda anticatólica y antro de agitación irreligiosa. Aguantadero de tenebrosas organizaciones, podio de fariseos, teatro de la amnesia, vidriera de la malaventurada progresía.
La verdad es muy distinta a la versión amañada que dan gobierno y clerecía. Angelelli, Mujica, las monjas francesas o los palotinos, integrantes todos de la nómina de "mártires" que el Cardenal considera beatificables si no canonizables, eran activos militantes de las bandas terroristas, traidores consumados a Cristo y a la Iglesia. Compañeros de ruta, socios y cómplices de los innúmeros crímenes cometidos por los rojos; desembozados o agazapados miembros de los forajidos pelotones de erpianos y montoneros. Ellos mismos lo han testimoniado con desparpajo y abundancia de pruebas. Ellos mismos, sabiéndose impunes y poderosos, han reivindicado las sangrientas trapisondas. Como lo hiciera en el 2000 Ernesto Jauretche, precisamente en relación con el papel de los palotinos. Ésta es la verdad, se busquen para encubrirla o edulcorarla los eufemismos que se buscaren.
Sin embargo, para tales apóstatas abundan los homenajes "litúrgicos", los servicios interreligiosos, las "misas" ecuménicas, los santuarios con votivas lumbres, las trágicas parodias rituales de un sincretismo atroz, en el que convergen judíos, masones, herejes y vulgares patanes. Todo suma a la alucinación colectiva de una feligresía errática a la que le han trastrocado el sentido más hondo de la vida martirial.
Para el montonero Jorge Taiana, actual Canciller, el Cardenal Bergoglio y sus acólitos tienen pronta la preocupación por sus presuntos padecimientos en tiempos de la "dictadura". Para sus víctimas inocentes, el mutismo, la desaprensión y el olvido. Para el protervo Telerman, Jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las visitas de cortesía y los recíprocos augurios. Para quienes padecen su gestión, desde los tiempos de Aníbal Ibarra, edificada en el apoyo a la cultura de la muerte, la contranatura, la subversión y la blasfemia, no hay pastorales tan caritativas ni beneplácitos efusivos.
 La tenida de San. Patricio no sólo fue una fiesta de la nueva y ficta historia oficial. Fue casi -porque el paralelismo es inevitable- la sombría consolidación de lo que en las negras horas de la Rusia leninista se dio en llamar Iglesia Renovada, con el traidor Alexander Vedensky a la cabeza; esto es, una asamblea dócil y funcional a los requerimientos del bolchevismo. La Iglesia deja de ser así "la basura" identificable con "la dictadura", poniéndose del lado de los marxistas, y llorando con ellos los comunes muertos de una guerra inicua que supieron librar codo a codo. Los sepulcros de los demonios se blanquean. Quienes lo hacen posible se convierten en sepulcros blanqueados. Ya se sabe qué dijo de ellos el Señor.
El miserable de Kirchner conoce bien los trucos. Por eso asiste a estas funciones de "su" iglesia católica, como asistió ayer a los sacrilegios del sodomita Maccarone, o a la toma de posesión del oficialista Monseñor Romanín o a los despliegues canallescos del Padre "Pocho" Brizuela. La Iglesia Renovada es ahora, para Kirchner, su nueva madre y maestra. Y ella, como una barca invertida y desleal, lo recibe en su seno, le da la mano y lo acoge con holgura. Navegan en bajamar o en aquerónticas aguas. Con esta "iglesia", claro, no miente al decir que "nunca tuvo problemas".
Pero en la patria hubo católicos a quienes, por odio a la Fe, mató arteramente la guerrilla marxista. La misma a la que sirvieron los palotinos, las monjas francesas, Angelelli y Mujica. Católicos cabales, asesinados por ser testigos valientes de la Cruz. Católicos como Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri. Católicos como tantos humildes soldados o policías, abatidos a mansalva, sin tiempo a veces para musitar una oración. Católicos como los guerreros de Tucumán, que portaban escapularios en sus pechos y ataban el rosario al caño del fusil.
¿Qué Misa celebró públicamente por ellos, Cardenal Bergoglio? ¿Qué llanto derramó por sus memorias, qué consuelo para sus deudos, que confortación para sus familiares, qué homenaje visible y orgulloso tributó en el altar para sus conductas de combatientes de Dios y de la Patria? ¿Qué santuario alberga sus restos y ante ellos su responso y su homenaje? ¿Qué proceso de beatificación promueve o acompaña Usted, para quienes por luchar por el Amor de los Amores, mató el odio desalmado y oscuro? ¿Qué secreta lista de mártires integran estos gloriosos caídos para que ninguno de sus nombres egregios resuenen entre los muros posesos del templo de San. Patricio? Al final era cierto. Existe él Evangelio de Judas. Pero no es un apócrifo de la gnóstica secta cainista. Es una triste realidad que parece escribir a diario la Jerarquía nativa.
Caídos en la guerra justa contra el marxismo: primero por sus almas hemos elevado esta Semana Santa nuestras más encendidas plegarias. Y no habrá pastor medroso ni gobernante crápula que puedan impedir que lleguen, piadosas e invictas, ante el Dios de los Ejércitos.
Caídos en la guerra justa contra el marxismo: a la diestra del Padre, donde no llegan las felonías del clero ni las crueldades de los resentidos, descansen en paz. Caídos en la guerra justa contra el marxismo: ¡Presentes!

Capítulo 10
MARICONES CON O SIN "MATRIMONIO"

"Los que son más aparejados para huir que no para luchar, más vale verlos en los escuadrones de los contrarios que en los nuestros"
Jenofonte, Anábasis, III, 2,17.
Cuando hacia fines del año 2009 el imbécil de Mauricio Macri decidió aprobar la parodia siniestra del «matrimonio» homosexual, Bergoglio se le quejó invocando las leyes positivas, según las cuales, tal acto no debería haberse consumado, y el Jefe de la Ciudad Autónoma debería haber apelado legalmente para evitar la irregularidad reglamentaria.
La declaración bergogliana o badogliana -lo mismo da- no pasaba el terreno del positivismo jurídico. Nada de invocaciones al Decálogo, a la Sacra Escritura, a la Verdad Revelada, a la Ley Divina o al Magisterio intangible de la Iglesia. Nada de excomuniones ni de confrontaciones celestes. Nada de invocar los derechos de Dios y los deberes de los supuestos bautizados. Nada de recuerdos comprometedores como los de Sodoma y Gomorra, ni de inoportunos textos paulinos mandando al infierno a los sodomitas. Todo medido y prolijito dentro del presunto orden constitucional. Lo que se dice una queja liberal y democrática; y limitada a Macri, claro. Porque los Kirchner son propulsores explíctos de esta depravación, pero para ellos no ha llegado aún ni este suave tironcito de orejas clerical.
A pesar de la evidente y calculada pusilanimidad de la reacción eclesiástica, algunos católicos vieron poco menos que una epopeya en la declaración del Primado. Como la Fundación Komar y su Centro de Estudios Sabiduría Cristiana que, el 1-12-2009, en la página 7 de La Nación, sacaron una solicitada en la que se «agradece y apoya incondicionalmente la posición firme y clara de nuestro Arzobispo». ¿Cuál es la posición firme y clara? ¿No haberse atrevido a actuar como Cardenal Primado de la Verdadera Iglesia, sino como un moderado jurisconsulto iuspositivista? ¿Cuál es la posición firme y clara? ¿No blandir el báculo para asentarlo con vigor viril en las testas putoides de estos aberrantes funcionarios?
Pocos días después, a Página 12 se le obstruían sus carótidas, por disciplina partidaria; y reventando como sapo, una de sus habituales cretinas inventaba una conspiración nazifascista contra el «matrimonio gay», de la que Cabildo era el eje y el motor (Cfr. Página 12, 5-12-09, La InquiSSición). Como en la tal «conspiración» quedaba involucrado el abogado Pedro Javier María Andereggen, tres días después, su amigo judío Ricardo Miguel Tobal, en La Nación del 8-12-09, p. 5, sacaba también una solicitada. Para aclarar que Andereggen «no pertenecía a grupos de ideología nazi-fascista», y que él, «como integrante de la colectividad judía argentina» daba «público testimonio [...] del respeto por parte del nombrado y de su familia -reconocidamente católicos- a las tradiciones religiosas judías en ocasión de asistir a actos de ese culto, de su fraternidad social con numerosos miembros de la colectividad, del carácter republicano y democrático de sus opiniones políticas, y de su condena y dolor moral por la Shoá».
 Evidentemente los que piden casarse entre sí no son los únicos maricones de esta trágica historia.
Pero hay más. En la misma línea medrosa, el pasado 25 de febrero de 2010, Bergoglio volvió a emitir un nuevo Comunicado reprobando la negativa de Macri a impugnar la contranatura.
Entonces, Eduardo Rafael Carrasco, Director del Programa Padres de Familia y con nutrida trayectoria en la lucha por la Cultura de la Vida, dio a conocer una didáctica Declaración que nos place reproducir:
Coméntanos al comunicado del Arzobispado de Buenos Aires del 25-02-10
1.- Argumentación
El comunicado se atiene estrictamente a la legislación civil, partiendo: a) de que la legislación argentina reconoce el matrimonio como integrado por un hombre y una mujer; b) y asimismo, como así es entendido desde épocas ancestrales, su reafirmación no implica discriminación alguna; c) en conclusión, el Poder Ejecutivo de la CABA tiene la obligación de apelar el fallo.
2.- Observaciones particulares
El razonamiento presenta fallos para la mentalidad actual, severamente acosada por la ideología del género. Veamos: a) Defender el matrimonio apoyándose en una ley civiles sumamente débil, pues esa ley puede -y va camino a- ser modificada por otra, presentada como más acorde a los tiempos presentes; b) que rija el matrimonio convencional desde la prehistoria, es otro motivo más para alterar la institución, puesto que la ideología del género en boga imagina la historia como una lucha de clases derivada del abuso masculino, que requiere ejercer su dominio en esa institución; c) plantear la obligación del Poder Ejecutivo sería relativo, pues argumentarán que fue votado para gobernar sin presiones y respetando la voluntad popular.
3.- Reflexiones generales
a) Omitir la invocación constitucional a Dios, fuente de toda razón y justicia, debilita toda la argumentación, regalando el uso de la autoridad que la propia Carta Magna confiere. Sin duda la sociedad espera razones religiosas directas de una autoridad religiosa. Para el caso, oír de los ministros de la Iglesia la interpretación de qué es lo que Dios quiere al respecto, y qué nos dice indirectamente la naturaleza creada por Él; b) los argumentos jurídicos servirían de respaldo adicional, ya que incumben principalmente a las instituciones competentes en el tema, como podrían ser los colegios públicos de abogados, y ajenos a toda confesión religiosa; c) no hay en el comunicado una sola referencia al derecho natural, como fundamento insoslayable de la ley positiva; d) ¿No hay advertencias y sanciones para los católicos que eludan su responsabilidad ante estos hechos?»
Fieles a nuestra antigua consigna, celebramos que alguien diga la Verdad. Deploramos que no sea el Cardenal Primado, e instamos a quienes tengan un resto de amor por la veracidad que dejen de urdir la fábula de Bergoglio como el gran impugnador del Gobierno. Ambos son funcionales entre sí, y los dos lo son al reino de la mentira.


Capítulo 11
EL MAL COMBATE
El conflicto con él homosexualismo

En un inteligente Ensayo sobre Chesterton, Gustavo Corcao ha distinguido entre combate y conflicto. El primero corresponde a los admirables tiempos medievales y es propio de los caballeros, que bregan por la defensa armada de la Verdad desarmada. No necesariamente con unas armas corpóreas o metálicas -siempre bienvenidas en la justiciera lid- pero sí necesariamente con un arsenal viril, de hombres antes dispuestos a batirse que a rendirse. El conflicto en cambio, es lo propio del sujeto moderno. Se alimenta de negociaciones, debates, dudas, retrocesos, discrepancias y avenencias. Su heráldica es la del civilizado disenso, mientras el blasón del combate es la sangre martirial trasegada en desigual torneo.
Así las diferencias, era lógico que los obispos tuviesen conflictos con el homosexualismo desatado, y en particular con el abyecto propósito kirchnerista de legalizar los apareamientos contranatura, considerándolos "matrimonios". Conflictos propios de espíritus pacifistas, racionales, discutidores; permeables al diálogo y abiertos a las disidencias. ¡Que a nadie se le ocurra andar pidiendo la pena de muerte para los sodomitas, Levitico en ristre, como osó hacerlo el Rabino Samuel Levin! ¡Qué a nadie se le ocurra asimismo solicitar el castigo fatal para los gomorritas, como se aplica aún hoy en Afganistán, Irán, Mauritania o Yemen, países mahometanos! ¡Que a nadie se le ocurra tampoco andar mentando los textos del fundamentalista Pablo de Tarso, según los cuales, es el infierno lo que les aguarda a los promotores y ejecutores del festín horrendo contra el Orden Natural!
Conflictos sí; combates no: tal la consigna de los pastores y de su arrebañada grey.
Por distintas fuentes nunca desmentidas -y por una de la que hemos tenido directa constatación- se supo que en este conflicto Monseñor Bergoglio propuso una salida a la altura de sus antecedentes. Consistía la misma en acordar la legalización de la llamada "unión civil", como supuesto mal menor preferible al mal mayor del "matrimonio igualitario". Para eso contaba con la opusdeísta Liliana Negre de Alonso, y con otras figuras mamarrachescas del catolicismo oficial -altos pretes incluidos- políticamente correctos y tributarios del pensamiento único. Pacifistas como son, a tales "católicos" y a su Cardenal Primado, la batalla sin cuartel y acaso cruenta les parecía una desmesura. Lo razonable era amortizar el conflicto con algún paliativo que no dejara vencedores ni derrotados. Las "uniones civiles" -tan comprensivas, tan sin máculas de antañonas discriminaciones- eran un encantador remedio.
No analizaremos ahora la falacia del llamado mal menor en política1, ni creemos pertinente aclarar que tanto clama al cielo que dos invertidos se acoplen
Lo hemos hecho profusamente en Antonio Caponnetto: La per-versión democrática, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 1998, p. 228-265. bajo una ley que los declare civilmente unidos, o bajo otra que, por vía de cruel sarcasmo, denomine al acople con el título de matrimonio. Ambas realidades son ultrajantes y vejatorias, y en mejores tiempos, por ofensa a Dios muchísimo menor que ésta, los pastores fieles hubiesen calzado clámide, moharra y gorguera. Bajo cualquier denominación o instituto, legalizar la mancebía promiscua de un par de seres depravados, es un pecado enorme y escandaloso.
Sin embargo, sea por la furia maloliente de los Kirchner contra todo lo que lleve el signo de la Iglesia; sea por el grueso equívoco mediático de suponerlo al Cardenal en la primera línea de fuego contra el Gobierno; sea por las nutridas movilizaciones provinciales en pro de la familia, o por la presión de varias declaraciones episcopales, más en consonancia con el rechazo vigoroso de Benedicto XVI a la cultura de la muerte, lo cierto es que Monseñor Bergoglio abandonó temporariamente su medianía en la materia, tuvo una misteriosa epojé en su ininterrumpida heterodoxia, y dio a luz una misiva "A las monjas carmelitas de Buenos Aires", fechada el 22 de junio de 2010.
La carta no empardará a las Pónticas de Ovidio ni las Epístolas de Eustacio de Tesalónica, pero es redondamente buena, tanto de criterio como de contenido y de espíritu. Y dice cosas gratamente disonantes con el magisterio irenista de Su Eminencia. Dice, por ejemplo, que la iniciativa oficial del "matrimonio homosexual" es "la pretensión destructiva del Plan de Dios". Que "no se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento), sino de una 'movida' del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios". Que es una manifestación de "la envidia del Demonio", quien "arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra".
Dice además, para nuestro inusitado regocijo, que "hoy, la patria", ante "el encantamiento de tantos sofismas con que se busca justificar este proyecto de ley" [del matrimonio homosexual], necesita el auxilio del "Espíritu de Verdad", del "Espíritu Santo, que ponga la luz en medio de las tinieblas del error". Al fin, y al modo de un encomiable corolario, la carta termina pidiendo el apoyo sobrenatural de la Sagrada Familia, para que sus miembros "nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios" y en "esta lucha por la Patria".
Era demasiado. Demasiado por donde se lo mire, gíitar este manojo de verdades rotundas y dar un puñetazo en la infausta mesa del diálogo para hablar, siquiera una vez, el lenguaje inequívoco de las definiciones tajantes. Era demasiado y el mundo no le perdonó al Cardenal que rompiera su alianza con él, aunque fuera circunstancialmente y por fugaces momentos. En esta ocasión, incluso, el Centro de Estudios Sabiduría Cristiana, no sacó ninguna solicitada apoyando "incondicionalmente la posición firme y clara de nuestro Arzobispo".
Llovieron las críticas feroces, a cual más indignas e ignorantes. Llovieron asimismo las justificaciones y las corteses reconvenciones de los católicos bien-pensantes, la una más inaudita que la otra; y no faltaron los intentos por exculpar al Cardenal de tan insólita exaltación de ortodoxia, haciendo recaer "las culpas" del "exceso" a las presiones de cierta línea eclesial demasiado romanista.
El mismo Monseñor Antonio Marino -a quien tenemos por un hombre de bien, y que se prodigó en esfuerzos para que los senadores no votaran la ley del homosexualismo "conyugal"- interrogado por Sergio Rubín, en el Clarín del domingo 18 de julio de 2010, acerca de si no fue "contraproducente para la Iglesia que Bergoglio dijera que estaba el diablo tras la iniciativa" [del matrimonio homosexual], en vez de trompear al desubicado con palabras contundentes, dio la siguiente y desconcertante respuesta: "El Cardenal se dirigía a las monjas contemplativas. No me parece que deba estar prohibido emplear el lenguaje de la Biblia, sobre todo para hablar con religiosas". Una traducción penosa pero no falaz de las palabras de Monseñor, podría ser la que sigue: "Caballeros, no sean duros con el Cardenal. Ustedes saben cómo son las monjas, creen en el demonio y todo eso. Además se trata del lenguaje de la Biblia, con sus simbolismos como el diablo, el infierno, etc. Sean comprensivos. Si no se hubiera dirigido a las monjitas, el Cardenal hubiera usado otras palabras".
Sin embargo, quien se llevó las palmas de la interpretación de la misiva bergogliana, fue la mismísima Cristina Kirchner. El 12 de julio, desde Pekín, le dijo a los medios: "Este discurso [el de Bergoglio] es agre¬sivo y descalificador. Sobre todo proveniente de aquellos que deberían instar a la paz, la tolerancia, la diversidad y el diálogo, o por lo menos eso es lo que siempre dijeron en sus documentos".
Director del DEPLAI, la principal institución oficial de la Iglesia que tomó bajo su responsabilidad la organización de aquel olvidable encuentro en el Congreso.
La carta está fechada el 5 de julio de 2010, y circuló masivamente por los medios, entre otras cosas, porque el destinatario de la misma vivió por esos días su propia novela de Wilde, sólo que la importancia era ahora la de llamarse Justo y resultar portavoz de La Iglesia Infiel
Tres afirmaciones erróneas enhebra el Cardenal en su misiva.
-Dice la primera: "Sé, porque me lo has expresado, que no será un acto contra nadie, dado que no queremos juzgar a quienes piensan y sienten de un modo distinto [...] En una convivencia social es necesaria la aceptación de las diferencias".
1 El vicio nefando hecho política de Estado, práctica impúdica y ariete político expreso contra el Catolicismo, no puede ser reducido eufemísticamente a "un pensar y sentir de modo distinto". Debe ser juzgado moralmente, y condenado de modo enérgico y ejemplar todo aquel que lo practique con inverecundia, lo promueva con estulticia, lo difunda obscenamente y lo convierta en herramienta explícita para enfrentarse con la autoridad de la Iglesia. El acto, pues, debió ser planteado, y de un modo vigoroso, como una sacra batalla contra todos aquellos que, desde el Gobierno y la partidocracia, consumaron la profanación del matrimonio y legalizaron la contranatura. ¿Por qué no habría de ser "un acto contra nadie", si los enemigos que ocupan el poder desembozadamente nos persiguen y atacan, expresando de manera formal que buscan la destrucción del Orden Cristiano y la entronización de una nueva "construcción social y cultural", tal como lo enunció Cristina Kirchner? ¿Por qué ha de quedar anulado el agere contra ignaciano, si no sólo estamos ante nuestras propias tendencias pecaminosas, sino ante el intento homicida de hacer del pecado una ley para toda la sociedad? ¿Por qué es necesaria la aceptación de las diferencias, cuando las mismas no brotan de la naturaleza sino de la ideología del género, lanzada aviesamente al mercado de fórmulas gramscianas para destruir la ley natural? ¿Por qué se nos pide la renuncia a la confrontación, si los adversarios que tenemos a la vista, no lo son de nuestra persona privada sino de las personas públicas de la Iglesia y la Nación Argentina? ¿Qué inconmensurable taradez ha llevado a pensar que el Régimen torcería su rumbo desquiciado ante el chocarrero amontonamiento de adminículos color naranja?
-La segunda afirmación errónea dice: "la aprobación del proyecto de ley en ciernes significaría un real y grave retroceso antropológico [...] Distinguir no es discriminar sino respetar; diferenciar para discernir es valorar con propiedad, no discriminar. En un tiempo en que ponemos énfasis en la riqueza del pluralismo y la diversidad cultural y social, resulta una contradicción minimizar las diferencias humanas fundamentales".
No debemos apelar a las categorías mendaces del mundo moderno, ni pagar tributo a la semántica amañada del enemigo. La ley del matrimonio homosexual no es mala porque signifique "un retroceso antropológico". Podría significarlo y constituir un gran bien. Por ejemplo, si ese retroceso significara rescatar el concepto creatural del hombre, hecho a imagen y a semejanza del Creador, o la antigua y olvidada noción antropológica del horno transfigurationis que surge del mismo Evangelio (Jn.3, 1-21)
Tampoco debemos seguir aceptando la mentira de la discriminación como un acto intrínsecamente malvado, cuando miles de veces se ha aclarado -desde la lingüística, el derecho, la gnoseología, la psicología, la lógica y la moral- que discriminar es un acto perfectamente legitimo y necesario toda vez que significa distinguir, separar, discernir, examinar, diferenciar o vislumbrar con entera justicia y completa lucidez. Contrariamente a lo que dice Bergoglio -usando su neoparla de contemporización con el mundo- distinguir es discriminar, valorar con propiedad es discriminar, diferenciar para discernir es discriminar. Y esta triple discriminación es buena, justa, encomiable, aprobada por Dios y por los hombres de buena voluntad.
"En un tiempo en que ponemos énfasis en la riqueza del pluralismo y la diversidad cultural y social", la contradicción de los homosexuales y sus padrinos no consiste, como cree Bergoglio, en "minimizar las diferencias humanas fundamentales"; sino -y ésta es la aberración de la cultura de la muerte- en otorgarle derechos y leyes a aquellas diferencias que brotan de la violación intencional de la ley natural y de la ley divina.
Además, siempre corresponderá preguntarse, como lo han hecho los últimos Pontífices con insistencia, cuál es la conveniencia de poner "énfasis en la riqueza del pluralismo y la diversidad", cuando a la vista de tal énfasis convertido en imposición coactiva, no es la Verdad la que ha salido gananciosa sino la que ha sido vilmente conculcada. El 21 de julio de 1974, en un Mensaje dirigido al Congreso Nacional de las Asociaciones de Padres de los Alumnos de la Enseñanza Libre Francesa, el Papa Paulo VI pedía proponer las enseñanzas de Jesucristo, como una necesidad perentoria, "que se deja sentir hoy más que nunca en un mundo pluralista, a menudo secularizado, que duda sobre sus razones de vivir". Y en su Alocución del 24 de abril de 2004, Benedicto XVI, ante el evidente e insoslayable retrato de una sociedad diversa y plural, insistía en tener en cuenta que a todas las herencias culturales, por respetables que resulten, hay que "purificarlas de aquellas prácticas que son contrarias al Evangelio".
Pero Monseñor Bergoglio compra el paquete entero de la cultura moderna y revolucionaria: lo bueno es no volver al pasado, no discriminar, promover el pluralismo, la diversidad y la convivencia de los opuestos. Los Kirchner ya pueden dormir sin sobresaltos. Otra vez el Cardenal habla el lenguaje del siglo XXI. El paréntesis católico ha durado lo que un suspiro.
-La tercera afirmación errónea de Bergoglio dice: "Te encargo que, de parte de Ustedes, tanto en el lenguaje como en el corazón, no haya muestras de agresividad ni de violencia hacia ningún hermano. Los cristianos actuamos como servidores de una verdad y no como sus dueños. Ruego al Señor que, con su mansedumbre, esa mansedumbre que nos pide a todos nosotros, los acompañe en el acto".
Hemos escrito un libro entero para refutar esta desmovilizante zoncera; y si el lector tuvo la paciencia de acompañarnos hasta aquí, sabrá que se trata de "El deber cristiano de la lucha", y que contó en su momento con una encendida felicitación del mismo Monseñor Bergoglio2.
Repasemos apenas un par de líneas básicas del asunto: a) Ni la agresividad ni la violencia son malas per se; b) El prójimo es mi hermano en tanto reconozca a Dios como Padre; c) Nosotros no somos los dueños de la Verdad, pero somos los hijos del Dueño, y por lo tanto, nada inconveniente hay en actuar como un hijo celoso que custodia un bien del que se es propietario por legítima herencia; d) Los mansos que resultarán bienaventurados, con la promesa de poseer la tierra; esto es, la vida eterna, no son los pacifistas que responden los misiles con flores, y la inmundicia sodomítica con arrumacos pietistas, sino los soldados probados, veteranos y diestros en la guerra de Dios y en la lucha por la Patria. Contiendas ambas a cuya participación instaba el mismo Cardenal en su carta a las Carmelitas.
Acaso sea el momento de que Monseñor Bergoglio repase la arrumbada Parábola de las Minas -parábola parusíaca de la creatividad, la llamó Castellani-en la cual dice tajantemente el Señor: "En cuanto a mis enemigos, los que no han querido que yo reinase sobre ellos, tráedlos aquí y degolladlos en mi presencia" (Le. 19, 27). Explicando la durísima sentencia, afirma el Crisóstomo que "es evidente que el Padre y el Hijo hacen una misma cosa; porque el Padre envía

2 Cfr. El capítulo 5 de la segunda parte de la presente obra.

un ejército a su viña, y el Hijo hace matar en su presencia a los enemigos" (cfr. Santo Tomás, Catena Áurea, Lc.XIX, 11-27).
No le pedimos a Su Eminencia ninguna exégesis comprometedora de las temibles perícopas, pero al menos podía dejarse de desparramar ternezas y mansedumbres a granel.
Y si no es mucho pedir, podía dejar de sostener -como lo ha hecho in fine en la carta a Carbajales-que "los únicos privilegiados son los niños". Porque la frase, amén de su discutible validez conceptual y endeblez política, no corresponde al Salterio, claro, después del Laúdate pueri Dominum, sino a un hombre cuyas contribuciones a la moral sexual en la sociedad no se cuentan precisamente entre las más edificantes.
Por lo pronto, su segunda esposa no ocultó jamás su amistad acrisolada con el sodomita Paco Jamandreu. Y si es cierto que a Pavón Pereyra, Perón le manifestó su desagrado porque en Inglaterra "el homosexualismo es una cosa legal", no es menos cierto que el empresario Mario Rotundo sostiene ante quien quiera escucharlo que, en las conversaciones que tuviera con Juan Domingo en el exilio, a principios de la década del '70, para escribir sus propias Memorias, el General "estaba a favor del matrimonio de personas del mismo sexo, por una cuestión de respeto al ser humano e igualdad ante la ley" (http://www.laarena.com.ar/el_paissolo_se_vota ra por_matrimonio_homosexual-50021-l 13.html). Asimismo, y que sepamos, las autoridades del Partido Peronista no han impedido que exista y que actúe pública y activamente la Agrupación Nacional Putos Peronistas (cfr.http://putosperonistas.blogspot.com/) -con perdón de las palabras- cuyos miembros reivindican expresamente el ideario del líder justicialista.
Escatologías históricas al margen, quede registrada esta nueva y desoladora deserción del Cardenal Primado. Con el agravante de haber dicho la verdad -sabrá Dios si por convicción o por conveniencia- y de haberla contradicho a las pocas horas, mientras se oía en lontananza, entrecortado y lúgubre, el canto de algo que semejaba un gallo neotestamentario.


Capítulo 12

BODAS DE INFIERNO
La falacia del constructivismo sexual

En 1967, un par de gemelos univitelinos, varones ambos, fueron llevados al Hospital de Winnipeg, Canadá, cuando tenían ocho meses de edad. El propósito de esa visita -corregir una fimosis en los niños-terminó en un drama altamente ejemplificador.
Uno de los gemelos, como consecuencia de una falla técnica en el electro bisturí, acabó con su órgano sexual destruido.
Ante la comprensible desesperación, los padres acudieron al Dr. John Money, entonces un afamado psicólogo neozelandés del Hospital John Hopkins de Baltimore. Money era el director de una clínica especializada en trastornos sexuales y, lo que es más importante, era uno de los principales mentores y promotores de la teoría del género. Su teoría -la misma que prevalece hoy- es que la sexualidad no depende del orden natural sino que se construye y se elige.
Tenía Money la triste pero fabulosa ocasión de probar su postura, pues nunca antes había caído en sus manos un caso así. Alguien nacido varón con un testigo casi clonado, su hermano gemelo, de que genéticamente pertenecía al sexo masculino. El mundo científico quedó expectante del caso. Lo mismo se diga del "lobby gay", siempre presuroso por contar con la ciencia para justificar sus perversiones.
El niño fue castrado, se le practicaron las primeras intervenciones para dotarlo de un órgano sexual femenino y comenzó a ser criado como mujer. Sin embargo, su rechazo por la figura de Money, que supervisaba la horrible mutación, fue siempre total y en aumento. Igualmente sucedió con la familia del niño, cuyos padecimientos psicológicos, morales y espirituales causaron gravísimas perturbaciones.
En mayo de 1978, entrando el niño en la pubertad, Money intentó una nueva intervención quirúrgica, para la que había estado preparando artificialmente el cuerpo del paciente mediante la ingesta de determinadas drogas. A la par que, en cada foro científico del que participaba, exhibía su caso como trofeo del éxito de su perspectiva del género.
El niño se resistió por la fuerza a ser operado. Todo en su ser, en su naturaleza, sentía un inmenso rechazo por lo que le estaban haciendo. Apareció entonces, providencialmente, la Dra. Mckenty, quien no sólo se puso del lado del niño, sino que le planteó a sus padres la urgente necesidad de que le contaran su verdadera historia, hasta entonces desconocida por la víctima.
Conocida la verdad, no sin sobresaltos, como se comprende, el niño decidió reasumir la identidad masculina que le había sido criminalmente negada. Se bautizó y eligió el significativo nombre de David, en alusión a su lucha desigual y solitaria contra el enorme mal que lo acosaba.
 Un equipo de la BBC de Londres siguió el caso de cerca con serios enjuiciamientos de la inconducta del Dr. Money, cuya mendacidad e inescrupulosidad fueron quedando en evidencia. Mucho tuvo que ver en este desenmascaramiento del degenerado sexólogo, la presencia del Dr. Milton Diamond, quien comprendió -por sentido común y por su propia ciencia médica- que se estaba ante una aberración.
David encaró del mejor modo posible la ardua pero gozosa tarea de reconstituir la natura que le habían negado. Profundamente religioso, le pidió a Dios la gracia de poder ser un buen padre y un buen esposo. Ayudado en el legítimo empeño por su familia, y de un modo muy especial por su hermano gemelo, el 22 de septiembre de 1990, a los 23 años, contrajo matrimonio con Jane, una joven de 25 años, en una iglesia de Winnipeg.
Dio un paso más. Decidido a refutar testimonialmente la insensata perspectiva del género, y siempre con el respaldo de su familia, se puso en contacto con el escritor John Colapinto, a efectos de que su historia fuera conocida por todos. El resultado fue el libro As notare made him. The boy who was raised as a girl, New York, Harper Colins, 2001, de 289 páginas.
La reacción heroica y el drama conmovedor de David Reiner -se suicidó en el 2004, y un poco antes lo había hecho su hermano- sólo permiten extraer un par de conclusiones rotundas, y todas ellas sustentadas en ese inapelable veredicto de la empiria y de las ciencias duras, que suelen ser las únicas creencias de los progresistas promotores del homosexualismo.
-Existe el orden natural. Su negación es demencia, malicia, ceguera ideológica o todo ello combinado. La naturaleza es siempre la naturaleza, y aunque se la expulse por la fuerza, también por la fuerza sabe volver por sus fueros, porque es inderogable. Fue Horacio, un poeta pagano del siglo primero antes de Cristo, quien supo decirlo taxativamente: "Expulsa a la naturaleza a golpes de horca; ella, porfiada, retornará, e indomable, sin que tú lo sientas, destruirá los hábitos desdeñosos" (Epístolas, I, 10,v.24-25).
-La perspectiva del género es una vulgar mistificación, para encubrir con ropajes pseudocientíficos lo que no puede llamarse sino como siempre se llamó: antinaturaleza. No existen sino dos sexos, y si hoy se pueden "construir" otros, como se pueden construir otras "familias", ello no prueba que el "constructo sociocultural" sea válido o deseable; prueba únicamente el grado de descomposición al que se ha llegado. Las nuevas alternativas "nupciales" o parentales, no demuestran los beneficios del relativismo ético. Diagnostican el triunfo de la consigna leninista: la putrefacción es el laboratorio de la vida. Si el engendro de Frankestein, en vez de permitirnos deducir que es aborrecible el amontonamiento de carnes para dar vida a una realidad monstruosa, nos lleva a sostener la licitud y la posibilidad de una antropología frankesteiniana, pues entonces habrá que prever para los "constructores" de la nueva humanidad relativista, el mismo destino que soportó el mítico creador de aquel monstruo horripilante.

El odio al matrimonio

Pero más allá del mortificante caso de David Reiner -que paradójicamente no esgrimen nunca los que apelan al emocionalismo para justificar las coyundas invertidas- hay otras conclusiones que queremos dejar asentadas, sin ánimo de exhaustividad.
l.-Los argumentos en pro del matrimonio contranatura -amén de pecar todos ellos contra la estructura lógica del pensamiento- poseen el común denominador de la hipocresía. De una hipocresía mucho peor de la que los homosexuales atribuyen como un tópico a la sociedad tradicional que los "condena y victimiza". Algo similar al fariseísmo que denunciaba Chesterton en "La superstición del divorcio", cuando decía que los divorcistas no creen en el matrimonio, pero a la vez creen tanto que desean poder casarse una infinidad de veces.
Si los homosexuales fueran coherentes e inteligentes, no deberían haber reclamado jamás el matrimonio. Lo que condice con sus prácticas y con sus ideas es el apareamiento transitorio, sucesivo o simultáneo, hedonista y soluble, sin vestigio alguno del institucionalismo burgués. El matrimonio, en cambio, es una institución de Orden Natural, anclado en aquellas categorías tradicionales que los mismos sodomitas dicen rechazar. Pedir matrimonio homosexual es pedir anarquía ordenada, caos conservador, delito virtuoso, desgobierno gobernado y subversión subordinada a la autoridad instituida. No piden matrimonio los homosexuales porque crean en él. Lo piden porque lo odian y porque saben que, asumiéndolo ellos, es el modo más vil de destruirlo.
2.-Las respuestas que suelen darse al conjunto de argumentaciones homosexuales, no suelen ser satisfactorias, incluyendo, en primer lugar, la de la mayoría de los obispos. Y esto no únicamente porque se quedan en el plano del derecho positivo, sino porque no se atreven a enfrentarse con los sodomitas, empezando por acusarlos pública y enfáticamente de falsarios y de mentirosos contumaces, como acabamos de hacerlo.
La prédica insana a favor de la indiscriminación, del igualitarismo, de la solidaridad, de la cultura del encuentro, y otras tantas naderías que ellos mismos han inculcado entre los fieles, les impide ahora reconocer en este proyecto homosexual la acción de un enemigo declarado y contumaz de la Verdad. Porque hablemos claro: no estamos aquí ante un caso desgarrador de una o más personas con tendencias e inclinaciones desordenadas que bregan por enderezarse y que, en ese caso, merecerían nuestra conmiseración, ayuda y respeto. Estamos ante una explícita embestida de la Internacional del Vicio contra el Orden Natural y el Orden Sobrenatural, movida prioritariamente por odio a Dios. "No a Dios. Ateísmo es libertad", levantaron como consigna los homosexuales, reunidos sacrilegamente en la Plaza de San Pedro, el 1° de agosto de 2003.
Esta parálisis frente a los depravados, esta incapacidad para llamarlos por sus verdaderos nombres, debilita todas las respuestas. Monseñor Arancedo -y es apenas un caso delirante entre muchos más- ha dicho seriamente que "no se está en contra de que las personas del mismo sexo quieran convivir y tengan los mismos derechos sucesorios" (La Nación, 18-7-2010, p. 27), sin mentar aquí los exabruptos nauseabundos de Alessio, Farinello et caterva, a quienes nunca alcanzan los castigos rotundos, efectivos, se-verísimos, irrecusables y ejemplares que sus gravísimas infamias deberían dar lugar.
Se repite hasta la saciedad, por ejemplo, que no se trata de estar en contra de la noble igualdad, de la sacra indiscriminación y de los derechos humanos. Cuando es exactamente al revés. No somos iguales que los protervos. No hay forma alguna de igualar el bien con el mal. El pecado no puede tener ningún derecho ni convertirse en ley, y siempre será acertado discriminar justísimamente, para que nadie se atreva a llamar matrimonio a su caricatura agraviante y soez. Ningún respeto nos merecen quienes bre-gan por la contranaturaleza. Llegue para ellos, contrariamente, la manifestación clara de nuestro repudio, de nuestro desprecio y de nuestra mayor repugnancia.
3.-La existencia del Orden Natural no está sujeta a la opinión de las mayorías, ni a las discusiones parlamentarias, ni a las tramoyas sufragistas. Es un error seguir el juego democrático, que hoy instala como tema dominante el "matrimonio" sodomítico y mañana las coyundas con animales o con cadáveres. Es el error de las reacciones de quienes están insertos en el sistema, y creen en él. Entonces nos convierten en sujetos dependientes de las maquinaciones enemigas. Hoy nos obligan a discutir si se pueden casar dos hombres. Mañana si se puede seguir creyendo en Dios.
La democracia es una forma ilegítima de gobierno. Es, en rigor, la contranaturaleza llevada a la política.
 Y tanta es la perversión ingénita que la caracteriza, que ahora puede votar a favor de una aberración moral o determinar, por el cuántico procedimiento de la mitad más uno que, a partir de este momento, les asiste a dos seres disolutos el derecho de casarse y de adoptar hijos.
Nuestra respuesta no puede ser la de demostrar que los homosexuales son una minoría. Ni la de fabricar mayorías postizas, aglomerando a los católicos con las histriónicas sectas evangelistas o con los truhanes del protestantismo. Tampoco la de pedirle a los indignos senadores que tengan a bien recapacitar y no legalicen el amancebamiento de los emponzoñados.
Nuestra respuesta consistirá en señalar la ilevantable culpabilidad histórica que le cabe a la democracia por permitir el agravio más infame a la familia argentina que se haya pergeñado hasta hoy. ¡Malditos sean los tres poderes políticos, sus miembros y la partidocracia que los prohija, malditos sean los Kirchner y sus secuaces, oficialistas y opositores en tropel, toda vez que del rejunte de sus actos inicuos se ha seguido la profanación del verdadero hogar! ¡Malditos sean ante Dios, ante la Historia y ante las generaciones pasadas, presentes y futuras de patriotas honrados! Todo cuanto legisle este régimen ominoso lleva el sello de la insanable nulidad e ilicitud. Se pueda o no enmendar mañana el insensato estropicio de esta tiranía, todo católico y argentino bien nacido está obligado a rebelarse activamente contra la ley injusta.
Aclarémoslo una vez más de la mano de Aristóteles. El que pregunta si la nieve es blanca no merece respuesta. Merece un castigo porque ha perdido el sentido de lo obvio. Merece la reacción punitiva porque ha degradado a sabiendas el sentido común. Merece la trompeadura justiciera por tergiversar adrede el significado de las palabras, sabiendo que al hacerlo, está ofendiendo al mismísimo Verbo de Dios. Por eso, ante la guerra semántica, que adultera los significados, veja el Logos, calumnia los nombres y desacraliza la palabra, nosotros no tenemos nada que debatir. Que debatan los opinólogos de la democracia. Cuando se ofende a Dios y a su Divina Ley, la discusión es algo en lo que no creemos; y lo que creemos no está sujeto a discusión. Apliquemos al caso, nuevamente, las enseñanzas de San Jerónimo citadas por el Aquinate (S.Th, III, q. 16, art. 8, r): "con los herejes no debemos tener en común ni siquiera las palabras, para que no dé la impresión de que favorecemos su error".
4.-El demonio es el gran negador del misterio nupcial, recuerda y resume magistralmente Alberto Caturelli en su obra "Dos, una sola carne" (Buenos Aires, Gladius, 2005). "El demonio odió (y odia) a Dios en el hombre porque es imagen del Verbo y, desde el principio odia al hombre. Si el hombre es varón-varona, y la sexualidad pertenece a la imagen; si la unidualidad logra su plenitud en la unión conyugal, el demonio quiere, desde el principio, la desunión y la muerte del amor conyugal. Después de la Redención, odiará inconmensurablemente más el misterio nupcial por ser copia de la unión esponsal del Verbo Encarnado y la Iglesia. Desde el principio, el demonio odia la unión conyugal: él será el gran Negador, el gran Homicida y el gran Separador".
 Y por eso, concluye Caturelli, que en "la red del odio teológico [contra la familia] que cubre el mundo", la homosexualidad reclamante de "matrimonios" e "hijos" cumple "un ritual tenebroso de profanación de lo sagrado". "Los acoplamientos homosexuales en todas sus formas no son ni pueden ser jamás 'uniones': constituyen una agresión gravísima al orden natural y una profanación nefanda del cuerpo humano como tal y del misterio nupcial".
He aquí el fondo último de la cuestión que hoy nos estremece y consterna. El fondo teológico, religioso y metafísico. Esta propuesta del "matrimonio homosexual" no es otra cosa, no puede serlo, más que una expresión demoníaca en el sentido más estricto, ajustado y pertinente de la palabra. Va de suyo que si los católicos y sus pastores no se atreven a llamar mentirosos, depravados y pecadores a los militantes de la homosexualidad, mucho menos se atreverán a llamarlos demonios. Pero eso es lo que son, guste o disguste, y tengan estas líneas el alcance que tengan.
Quienes autodenominándose católicos propusieron, promulgaron, apoyaron o votaron la ley del "matrimonio homosexual", deben ser excomulgados. De la presidenta para abajo, todos ellos. No lo decimos por entender de cánones, que no es nuestro oficio. Tampoco lo decimos porque creamos que a los presuntos destinatarios de la sanción los perturbe recibirla. Lo decimos para salvar el honor de la Fe Católica. Para que tomen nota los buenos creyentes, de que no pueden seguir llamándose miembros de la Iglesia los que han cometido contra la ley de Dios un acto público de hideputez extrema. La Santa Sede, a su vez, debería expulsar ya mismo al embajador argentino en el Vaticano. No -repetimos porque consideremos la hipótesis de que pueda importarles el castigo diplomático a los promotores de la contranatura. Si no para que el mundo entero tome debida nota de que no se puede profanar impunemente a la Iglesia. En todas estas gestiones -excomunión y ruptura de relaciones- debería estar empeñado el Cardenal Primado, con todas sus fuerzas. Lamentablemente no parece suceder así.
Nacimos en La Argentina. Tierra de varones y de mujeres dignos. Tierra de antepasados viriles; de esposas, madres, hermanos, viudas, padres, cada quien cumpliendo su vocación de hombre y de mujer, asignada por el Autor de la naturaleza. Cada quien aceptando gozosamente su identidad, sus límites, su necesidad de ayuda y de complemento, de amor y de comprensión recíproca.
Nacimos en La Argentina. Una nación con cálido nombre femenino, masculinamente fecundada y labrada a lo largo de los siglos.
Nacimos en La Argentina. No queremos morir en Sodoma. Queremos, como DIOS manda, defender en la PATRIA el verdadero HOGAR.