lunes, 7 de diciembre de 2015

BERGOGLIO:PERVERSION Y ABOMINACION


BERGOGLIO:PERVERSION Y ABOMINACION
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Los males más graves que existen en el mundo son la pérdida de la fe, el alejamiento de Dios, los ataques a las leyes de la moral, la anulación de la ley natural, el compromiso con el espíritu del mundo.
Esto es lo que todo sacerdote debería predicar.
¿Cuál es el pensamiento de Bergoglio?
«Los males más graves que afligen al mundo en estos años son la desocupación de los jóvenes y la soledad en la que se deja a los ancianos. Los ancianos tienen necesidad de cuidados y de compañía; los jóvenes de trabajo y de esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro, y el problema es que ya no los buscan. 

Han sido aplastados en el presente. Dígame usted: ¿se puede vivir aplastados en el presente?» (Observatore Romano, pag 12 – viernes, 4 de octubre de 2013 – “Entrevistas y conversaciones con los periodistas” -Libreria Editrice Vaticana -).

Los jóvenes no tienen trabajo y los ancianos están solos. Y dice: «han sido aplastados». Lenguaje comunista, de lucha de clases. Los jóvenes no buscan trabajo porque otros los aplastan. Se acabó el pecado en la mente de Bergoglio y sale a luz su filón marxista, que le hace proclamar: «Esto, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí». Su iglesia, que ha levantado en el Vaticano, al poner su gobierno horizontal, sólo se ocupa de este urgentísimo problema: un problema político anticapitalista.

¿Dónde está la salvación de las almas, tanto de los jóvenes como de los ancianos? No está. En la mente de este hombre, sólo es necesario vivir para el cuerpo del hombre, pero no para su alma. El alma, para Bergoglio, no existe, porque «Dios no existe».

Si la naturaleza divina no existe, entonces tampoco existe todo lo demás. Es decir, el hombre se inventa la realidad de la vida, como hacía la mente de Kant, de Hegel y de tantos hombres sin fe.

Bergoglio es un ateo, como mucha Jerarquía en la Iglesia. No lo expresan con sus bocas, porque saben dónde están; pero lo viven cada día en sus labores en la Iglesia. Y lo viven engañando a todo el mundo con palabras llenas de lenguajes atractivos, pero que señalan su ateísmo.

No se puede esconder el pensamiento de un ateo. No se puede. Cada hombre habla lo que piensa con su razón natural. Y no hay hombre que no revele su pensamiento. Por eso, por más que se intente excusar, justificar, aprobar, defender, ensalzar el pecado de herejía de este hombre, siempre él va a manifestar lo que es.

Muchos tratan a Bergoglio como un tonto. Y lo es. Pero muchos no se dan cuenta de que Bergoglio no es sólo un tonto, sino que habla como un tonto. Habla un lenguaje no llano, sino sin inteligencia, que es peor.

Un hombre de pueblo, con su lenguaje llano, es más inteligente que Bergoglio cuando manifiesta su razón humana.

Bergoglio, cuando habla, da lo que es: su locura, su desvarío mental. No sabe razonar, no sabe meditar, no sabe sintetizar la verdad. No sabe quedarse en la verdad. Y, por eso, su pensamiento vuela de una idea a otra. No descansa en una verdad permanente, sino que está cambiando constantemente. Es un pensamiento roto, propio de los pervertidos en la inteligencia espiritual. Es tipo de pensamiento lo tienen muchos católicos en la Iglesia.

«Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico, se refiere a los Estados, a los gobiernos, a los partidos, a las asociaciones sindicales». Es mucho más inteligente Scalfari en su ateísmo, tiene más sentido común, que Bergoglio.

Bergoglio siempre está en su método inductivo. Primero, da la verdad: «Cierto, tiene usted razón». Pero, en seguida, induce su mentira, lleva al que le escucha, al que le lee, hacia su idea loca: «pero se refiere también a la Iglesia es más, sobre todo a la Iglesia, porque esta situación no hiere sólo los cuerpos, sino también las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos». Esto es romper la inteligencia espiritual, pervertir la verdad, ser un tarado para la vida del Espíritu.

«Sobre todo se refiere a la Iglesia porque» ésta trata de las almas, es una situación que hiere a las almas. Entonces si trata de las almas, ¿para qué preocuparse de que los jóvenes no tienen trabajo o de que los ancianos están solos? ¿Por qué esa preocupación cuando lo material viene por añadidura si el alma va en busca de lo espiritual? Si hay que preocuparse del alma, entonces hay que ver si los jóvenes y los ancianos no tienen trabajo o están solos por causa de su pecado o por causa del pecado de otros, pero no porque otros los aplastan social, humana, materialmente. Hay que ir a la raíz espiritual de los problemas; no hay que centrarse en los efectos del pecado.

Bergoglio está en su idea política, y dice una locura: «La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos». Éste es su desvarío mental. «Buscad primero el Reino de Dios y lo demás por añadidura». La Iglesia es responsable de las almas, no de los cuerpos.

Si Bergoglio fuera político, entonces resolvería el problema de manera política. Y hablaría como un político. Centraría el tema, como lo hace Scalfari.

Pero Bergoglio, siendo un Obispo infiel a su ministerio, a la gracia del Sacramento, se ha vuelto loco. Y habla como un loco. Persigue como Obispo lo que sólo se puede hacer como político. Ésta es su locura. Persigue la solución de los efectos del pecado en la sociedad siendo un Obispo, pero como un político, buscando en la Iglesia un camino que no existe.

Si los jóvenes no tienen trabajo es una cuestión política, que no le incumbe a la Iglesia. La Iglesia da las normas morales para que los gobernantes pongan las leyes y den trabajo a todos. Pero la Iglesia no se mete en ver los caminos para que todos los jóvenes tengan trabajo.

Bergoglio, al no ser fiel al Espíritu de Cristo, cae en este desvarío mental, que es el propio de los que siguen la teología de la liberación: se han vuelto sacerdotes y Obispos pervertidos, tarados y degenerados de la vida espiritual. Lo peor de esta locura de Bergoglio es que se irradia a todos en la Iglesia, al estar en el gobierno, mandando cosas que no le incumben a la Iglesia. Y la Iglesia se vuelve loca, tarada, pervertida, como lo vemos en la actualidad.

El pensamiento tarado de Bergoglio es claro: «El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido». Es decir, es una solemne tontería «Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» (Mt, 9 –10). El Evangelio no tiene sentido en la mente de Bergoglio. Sino que «hay que conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea». Lo que tiene sentido es la palabra de los hombres.

¿Dónde queda la Mente de Cristo? En ninguna parte. No existe ni puede existir para Bergoglio. Para este hombre, que desvaría cuando habla de Cristo, de la Iglesia, sólo el mundo es el camino para vivir, para obrar, para hacer que el hombre pueda tener una dignidad en su existencia. Sólo el mundo.

Hay que dar el conocimiento del mundo: no hay que dar testimonio de la Verdad. No hay que dar al otro el conocimiento de la verdad, que es Cristo, sino que hay que dar al otro el propio conocimiento: hay que charlar, dialogar, intercambiar conocimientos; y sólo así el hombre puede vivir en la justicia y en la paz.

Es lo que hace este hombre continuamente: pasa su vida hablando con los hombres. No tiene tiempo para hablar con Dios. No sabe escuchar a Dios en el interior de su corazón, porque pasa su vida escuchando las mentes de los demás hombres: «A mí me sucede que después de un encuentro tengo ganas de tener otro, porque nacen nuevas ideas y se descuben nuevas necesidades».

Todo está en hablar con los hombres para encontrar la novedad, el camino que se debe seguir. Dios no es el que da el camino, Dios no es el que indica la verdad, sino que es el diálogo con los hombres. Ya no es la fe el objeto de la inteligencia de Bergoglio. Bergoglio no busca la fe en el diálogo con los otros hombres, sino que busca la razón, la idea que tienen los otros hombres. Bergoglio es un hombre sin fe, que sólo vive de razones, sólo se apoya en las ideas racionales. Es un intelectual, pero pervertido, sin dos dedos de frente. No hay una idea divina en su mente humana. No puede haberla. Hay que «ampliar el círculo de los pensamientos»; no hay que penetrar con el pensamiento los misterios de la fe. No puede Bergoglio llegar a esto porque sólo vive de razones, no de fe.

Y dice su desvarío mental: «El mundo está recorrido por caminos que acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el Bien». ¡Qué locura! ¿No es el mundo del demonio? ¿No dice San Juan: «Si alguno ama el mundo, no está en él la caridad del Padre» (1 Jn 2, 15)? Entonces, ningún camino en el mundo lleva hacia el Bien. Ninguno. Éstas son sus locuras cuando habla. Y nadie las ve, nadie sabe discernirlas. Y siempre las dice. Siempre.

Bergoglio tiene una mente pervertida, rota, degenerada, inculta, sin posibilidad de redimirse.

Ninguno hombre puede salvarse pesando así: «Cada uno de nosotros tiene una visión del bien y también del mal. Nosotros debemos incitarlo a proceder hacia lo que el él piensa que es el bien». Este es el mismo pensamiento del demonio en el Paraíso, que incitó a Adán y a Eva al pecado: «el día que de él comas se os abrirán los ojos y seréis como dios, conocedores del bien y del mal» (Gn 3, 5). ¿Quién no se da cuenta de que Bergoglio está haciendo el mismo papel que hacía Satanás en el Paraíso? Es el mismo: Bergoglio es una clara y permanente tentación en la Iglesia. Tienta a todos a rebelarse contra la Voluntad de Dios. Su pensamiento pervertido, dado constantemente en sus homilías, charlas, escritos, es una fuente de perversión en todas las almas que lo siguen, que le obedecen.

Por eso, Bergoglio conduce al pecado, llama a pecar, invita a pecar. Es un demonio. Y lo peor de todo es que obra sin impunidad, de una manera irresponsable, libre de cualquier pena: la Jerarquía no se atreve a decirle: no hagas eso, no prediques eso, que estás llevando a las almas al infierno. Bergoglio habla y todos callan, todos aplauden, todos se conforman con lo que dice. La Iglesia vive en el infierno, en el odio, donde todos se unen para condenarse, juzgarse, criticarse, para odiarse, para sentirse provocativos, para meditar la venganza.

Bergoglio pone la lucha del hombre en su misma mente: «Cada uno tienen su idea del bien y del mal; y debe elegir seguir el bien y combatir el mal». Cada hombre, para Bergoglio, tiene que seguir su idea del bien y tiene que combatir su idea del mal. Pensamientos positivos y pensamiento negativos. Todo está en la mente de cada hombre. El bien y el mal no es una realidad fuera del hombre, sino que cada uno se la inventa.

Esto es monstruoso, no sólo pervertido. Esto ya no es una locura, un desvarío mental: esto es la abominación de la mente.

Una mente abominable sólo se apoya en su ley, en su regla, en su idea: la que ella concibe y encuentra en sí misma.  No puede buscar, fuera de ella, la ley natural, la ley divina, la ley de la gracia, ni siquiera las leyes humanas. Todo lo concibe en su propio pensamiento. Y quien piensa así, obra así: de manera abominable. Es decir, sin ley. O con otras palabras: imponiendo su manera de pensar, sus leyes, sus reglas, a los demás. O de otra forma: gobierna para anular toda ley divina en la Iglesia, toda verdad dogmática, todo el magisterio de la Iglesia.

Esto es lo que muchos no han comprendido de Bergoglio. Y le siguen dando obediencia a una mente abominable, que tiene sus caminos para destrozarlo todo en la Iglesia.

¡Cuánta oscuridad hay en la Iglesia que no sabe oponerse a Bergoglio! Hombres oscuros que viven en la oscuridad y que llevan a los demás hacia una profunda oscuridad, que es un infierno.

Con esta mente abominable, Bergoglio comienza a presentar su falso Cristo: «El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de la fraternidad. Todos hermanos y todos hijos de Dios». Esta es una clara herejía, que se opone al dogma de la Redención, que dice que Cristo se encarna para satisfacer el pecado y reparar la ofensa a Dios. Y por esta expiación, el hombre es reconciliado con Dios:

«Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, (con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación» (Rom 5,10s).

El hijo de Dios se encarna para satisfacer, con Su Pasión, verdaderamente al Padre ofendido por el pecado original. Esta verdad es enseñada para ser creída como revelada por Dios en el Concilio Vaticano I: «Si alguno no confiesa que el mismo Dios Verbo, padeciendo y muriendo en la carne asumida, pudo satisfacer a Dios por nuestros pecados y verdadera y propiamente satisfizo y nos mereció la gracia y la gloria, sea anatema. Igualmente condenamos como doctrina herética, si algunos dijesen que el mismo Dios Verbo, por su naturaleza humana asumida, no satisfizo verdaderamente a Dios ofendido…».

Bergoglio dice lo contrario: Jesús se encarna para hermanar a los hombres, para hacerlos hijos de Dios. Anula el pecado; anula la Justicia en Dios; anula la ofensa del pecado a Dios; anula la satisfacción del pecado, su expiación, la penitencia, el arrepentimiento, la vida de mortificación, la virtud de la templanza, el dominio del cuerpo, que fue el origen del pecado original. En el cuerpo de Adán se obró el pecado; en el cuerpo de Jesús se obró la expiación del pecado.

Bergoglio propone un falso cristo para el hombre y para todo el hombre: todos somos hermanos e hijos de Dios. Está manifestando la idea de la masonería, que es abominable. Y, por esto, tiene que poner su falso amor, que nace de su idea del bien y del mal:

«El amor de cada uno de nosotros hacia todos los demás, desde los más cercanos hasta los más lejanos, es precisamente el único modo que Jesús nos ha indicado para encontrar el camino de la salvación y de las Bienaventuranzas». Si cada uno tiene, en su cabeza, una idea del bien y del mal, entonces cada uno la obra: eso es el amor, para Bergoglio. Cada uno concibe el amor como concibe el bien en su mente. Cada uno obra ese amor que ha concebido en su perversa mente. Esa obra es una abominación.

La perversión está en la mente del hombre; pero la abominación está en sus obras, en su voluntad. Bergoglio es perverso en su mente y abominable en su voluntad, en sus obras. Esta concepción del amor anula la misma gracia divina que cristo ha merecido, por Su Pasión, para todo hombre. Anula el amor divino, que sólo se puede dar a través de la Gracia.

Esta idea del amor, que Bergoglio manifiesta, hace que los hombres sólo se dediquen a hacer obras humanas, a obrar una abominación en la Iglesia: como el único camino para salvarse es la fraternidad, el bien humano, entonces hay que unirse a las demás religiones, hay que participar en sus cultos, en sus ritos, en sus adoraciones, en sus creencias. Esta idea del amor le lleva al falso ecumenismo, del cual él es portavoz en su nueva iglesia.

Con esta concepción de lo que es Jesús, tiene que fundamentar su falsa iglesia:

«Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisos, adulados y mal excitados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado». Aquí se refleja el odio de Bergoglio hacia toda la Iglesia. Toda. En una frase mete a toda la Jerarquía y la llama narcisista, gente que busca el aplauso del mundo, gente fanática y que promueve el fanatismo entre los suyos. Y tiene una visión napoleónica de lo que es el gobierno en la Iglesia: lo llama corte.

En su nueva iglesia se da una abominación: «la Curia tiene un defecto: es Vaticano-céntrica. Ve y atiende los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica descuida el mundo que nos rodea. No comparto esta visión y haré lo posible por cambiarla». Aquí, en este pensamiento, está la raíz de su cisma en la Iglesia: su gobierno horizontal.

Hay que descentralizarlo todo: hay que quitar el centro, el nervio del papado: al Papa; la verticalidad, el gobierno de uno solo. Y pone una gran mentira, propia de su pensamiento perverso: los intereses del Vaticano son temporales. Esta perversión produce que en su nueva iglesia los intereses de ella sean sólo eso: temporales. Ataca al Vaticano con una mentira, para poner esa misma mentira en su nueva iglesia. Esto no sólo es perversión intelectual, sino que declara que Bergoglio tiene la misma mente del demonio. La misma. Ha sido puesto en esa Silla para destruir esa Silla. Y está trabajando para cambiar todo el Vaticano.

Y eso que llama lepra, es su misma lepra. Él ha sido Obispo y Cardenal con los Papas: Él a sí mismo de llama lepra del papado. Él mismo cae en su juego del lenguaje, en su misma mente pervertida. Es un loco. Un gran loco, porque no sabe discernir a los hombres, a la Jerarquía que está en el papado. No sabe ver quiénes son buenos y quiénes malos. Todos en el mismo rasero.

Bergoglio odia toda la Iglesia, no sólo el papado. A todos en la Iglesia. A todos. Y lo ha demostrado en este tiempo de abominable gobierno en la Iglesia. Lo ha demostrado y lo sigue demostrando.

«La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos con atención de almas, están al servicio del pueblo de Dios». La Iglesia no es el pensamiento pervertido de Bergoglio; la Iglesia no es la obra abominable de Bergoglio. La Iglesia no sirve a los hombres, sino sólo a Cristo. La Iglesia tiene que aprender a adorar a Cristo para poder servir al hombre en la verdad.

No se puede servir al pueblo teniendo en la mente un concepto abominable y perverso del bien y del mal. No se puede. No se pueden hacer obras de amor al prójimo sin la gracia en el alma. En el pecado, las obras apostólicas en la Iglesia son sólo abominación, maldición, condenación para muchos. Y es lo que ahora todo el mundo se dedica a hacer: no se atiende a la gracia, al amor de Dios en cada alma, sino que todos están atendiendo a las vidas exteriores de los hombres. Y, ¿de qué sirve ganar el mundo entero si pierdes el alma?

Esta es la abominación que se ve en toda la Iglesia: están buscando la perdición de las almas con la perversión de la inteligencia. Cambiemos el dogma y hagamos nuestras verdades como nos gusta.

Esta entrevista, que ahora es editada de nuevo por la misma Iglesia, la que antes tuvo miedo de darla a conocer, es la clave para ver el pensamiento pervertido de Bergoglio y las obras abominables que hace en la Iglesia. Pero tienen que saber leerla para no quedar atrapados en la mente demoníaca de este hombre, que es toda confusión en la Iglesia.