lunes, 7 de diciembre de 2015

El relativismo modernista contra la Parusía – Augusto TorchSon


El relativismo modernista contra la Parusía – 

Augusto TorchSon

 

  Si bien mucho se denuncia el modernismo entronizado en la neoiglesia, muchas de esas voces que aun reconociendo la inmensa maldad de esta herejía, que como diría San Pio X es “la suma de todas las herejías”, sin embargo terminan aceptando el status quo por considerarlo invencible, o por el hecho de ya formar parte del “desorden” constituido oficialmente. Así señalábamos en el artículo sobre las “Falsas opciones del sistema” la aceptación del sistema democrático masónico y liberal como “mal menor”.
   
  La condescendencia con conductas y con sistemas intrínsecamente perversos, y hasta condenados expresamente por la Santa Madre Iglesia, implica por parte de muchos católicos, una relativización del modernismo que se traduce necesariamente en una absolutización del relativismo, y que llevan inevitablemente a la más absoluta indiferencia. Así por ejemplo, se afirma sin negar, o se niega sin afirmar nada en contrario sino simplemente dejar al “libre albedrío” de cada quien la posibilidad de realizar tales negaciones, aún de verdades objetivas y hasta de los hechos mismos para reemplazarlos por simples opiniones, pareceres, que terminan siendo contrarios a la realidad misma, y esto en nombre de la libertad; libertad ya no tanto para mentir, sino para no creer, para la indiferencia misma.
  De ahí la importancia de elegir, de tomar decisiones y hacernos cargo de las mismas. Señalaba Chesterton la importancia de elegir ya que una elección implica rechazar todas las otras posibilidades. A veces esa elección puede significar una abstención, un no hacer, una omisión, y no puede considerarse esa postura como un no elegir cuando el tomar la misma implica muchas veces una postura mucho más abnegada y sacrificada que una acción positiva, así por ejemplo podemos abstenernos de realizar un acto inmoral o una propuesta indecente por más beneficios o satisfacciones que puedan representarnos. Entonces es imprescindible entender que la gravedad de la cuestión radica en no elegir, implique esto una acción o una abstención.
  No es difícil encontrar como uno de los arquitectos y propulsores de este relativismo modernista a la judeomasonería que siempre actúa tras bambalinas promoviendo herejías que pretenden endiosar al hombre; y aunque en ellos no hay sino desprecio hacia las masas democráticas, saben que para dominarlas, no hay manera más hábil de debilitarlas que haciéndolas perder su fe. En estas acciones, esta “Sinagoga de Satanás” como la denominara Pio IX, realizan una elección, la de perjudicar al Catolicismo, la de tergiversarlo, y en eso hay una inmensa maldad; pero, en quien acepta la heterodoxia, en quien no profundiza en el estudio, en el análisis de las acciones que buscan la ruina de las naciones y de la Iglesia, y la perdición de las almas, haciéndolo por evitar esforzarse o no querer tratar de entender algo que lo comprometa, y aun conociendo la verdad, restándole importancia; expresa en su accionar la más absoluta de las tibiezas; y en este caso ya estamos hablando del pecado que lleva a Dios a considerar a este pecador vomitivo. Es la verdadera falta de compromiso, la más radical cobardía. Muchas veces se justifican estas personas aduciendo prudencia refiriéndose a la misma como  la principal de las virtudes; sin embargo lo hacen con pleno conocimiento que su postura tiene que ver más en realidad con “no complicarse más la vida”, y así dejar que las cosas sucedan y moverse en el sentido que lo hagan.
  Y si hoy la mayoría de las personas actúan de esa forma, como se puede pretender que ayuden a cambiar el destino de sus naciones y del mundo entero si no son capaces de tomar esas decisiones en sus propias vidas, de orientar a sus hijos para rechazar modas impúdicas, conductas promiscuas o lugares propicios para el pecado, de resistir el mal aunque el mismo provenga de las autoridades civiles o eclesiásticas. Por eso cualquier prédica, por más evangélica que se autodenomine, de nada sirve en la medida que quien la realice no pueda corroborarla con heroicas elecciones en su vida personal. Así también a pesar de tantas claudicaciones en sus obligaciones para con Dios, con su familia y con su Patria, los hombres se sienten satisfechos y seguros de sí mismos en vez de sentirse seguros en Dios. Y esta falsa seguridad que sienten al no dudar nunca de ellos mismos, aunque no lo reconozcan, los hace dudar de Dios.
  Ante la más absoluta ignorancia religiosa de la inmensa mayoría de los bautizados se nos dice que no debemos escandalizarlos mostrándoles y enseñándoles sana doctrina, ya que la misma hoy contradice lo que enseña y practica la neoiglesia, y se aduce que San Pablo enseñaba la gradualidad a la hora de transmitirla. Sin embargo sabemos que el hombre moderno no puede excusarse en su ignorancia por no responder adecuadamente ante sus deberes para con Dios, ya que esta ignorancia radica en desidia respecto a la adquisición de estos conocimientos obligatorios como creaturas e indispensables para su salvación, y a veces en la negación consciente en adquirirlos a fin de no comprometerse como corresponde. En Derecho aplicaríamos el principio: “ignorantia vel error iuris non excusat” que significa que la ignorancia o el error de derecho no escusa; sin embargo se pretende que se pueda aducir el error de derecho con respecto a nuestros deberes para con Dios, negando sus derechos. Otra vez más la inversión antropológica. Entonces, si como señalaba San Pablo, tuviéramos que empezar por leche antes de darles alimentos sólidos, aunque bebieran un tambo completo, difícilmente estarían preparados para el este tipo de alimento ya que el problema no radica en la falta de preparación (que sin lugar a dudas es real), sino en la voluntad viciada que se niega a recibir la sana doctrina, que no quiere vivir la radicalidad del Evangelio.
  Tenemos en claro que se odia al pecado y no al pecador, sin embargo no puede sostenerse que se lucha contra el error, y la herejía modernista sin combatir al hereje. Y ese combate requiere caridad ante quien yerra y aún ante quien corrompe, sin embargo, como consecuencia de la jerarquía de las obligaciones, la defensa de la Verdad y el buen combate de la fe se imponen por encima de los supuestos “derechos” del que yerra. Y si, como sabemos, el error no tiene derechos, el combate del objeto implica indispensablemente el atacarlo en el sujeto que lo propaga, y el bien común implica hasta ejercer violencia en esta defensa para combatir la violencia mayor que implica la pérdida de las almas que pueden caer eternamente al ser arrastradas por esas falsas propuestas. No hace falta entrar en explicaciones respecto de que la violencia tiene muchas formas y no solamente la física. Por eso difícilmente pueda pretenderse un cambio en quien no tiene tanto una deficiencia de conocimiento, sino en esa voluntad absolutamente viciada de conformismo y autocomplacencia. Y el mundo está casi completamente infectado con estos vicios.

  Pero lo realmente grave viene de parte de quienes conociendo la Historia, conociendo la doctrina, entendiendo los males de este Nuevo Orden Mundial humanamente invencible, sin embargo aceptan el “status quo”. Y esta postura muchas veces tiene que ver con su negación persistente a aceptar los signos de los tiempos que marcan con claridad los postreros tiempos de la humanidad. Podríamos documentar la inusual cantidad de terremotos, pestes, hambruna a pesar de la superproducción de alimentos; guerras y rumores de ella, revoluciones, el tiempo en que no se soporta la sana doctrina, la gran impostura religiosa de la descomunal apostasía en que se vive; y entre muchos signos más, el más claro de todos: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Sin embargo, sabiendo que la más grande de las esperanzas, la del regreso con toda Majestad y Gloria de Nuestro Señor Jesucristo viene acompañada con todos estos padecimientos, se niegan rotundamente a aceptar la posibilidad de su cercanía, sosteniendo que esos tiempos están lejanos, o que ellos no vivirán para verlos, afirmación que significa lo mismo que tal vez nunca lleguen. Y surge la pregunta ¿es que tienen miedo a morirse?, cuando sabemos que es algo que necesariamente tiene que pasar; o es algo peor, el estar tan atados a las posesiones y goces terrenos, que tanto les cuesta pensar en perderlos. He aquí el inmanentismo radical judaico impuesto aún en el corazón de la neoiglesia representado en el humanismo que busca el confort del hombre antes que su salvación eterna. Y he aquí una de las formas más sutiles pero a la vez cómodas de dudar de Dios.

  Tenemos que elegir entonces, y elegir comprometernos definitivamente. Seamos como la viuda con óbolo y demos todo lo que tenemos, y más aun, a fin de rendir honor a Dios. Cristo dijo “Si el mundo os odia, sabed que antes me odió a mi” y esta situación que en algunos tiempos por momentos pudo haber sido condicional, hoy en virtud de los tiempos que se viven, es inevitable y casi constante. No eludamos nuestra responsabilidad en los tiempos que nos tocan, y recemos, velemos y elijamos para estar a la altura de las circunstancias.

Ven Señor Jesús.

Augusto

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