sábado, 23 de abril de 2016

REVISTA CABILDO Nº50- SEPTIEMBRE 2005- EDITORIAL- LA CUESTA

 Publicado por Revista Cabildo Nº50
Mes de Septiembre de 2005-3era.Época
REVISTA CABILDO Nº50-
SEPTIEMBRE 2005-
EDITORIAL-
LA CUESTA

Cada vez que un acto electoral se acerca, y con él, en próximos y ajenos, las recurrentes y generalizadas confusiones de principios y procedimientos, nos vemos conminados a recordar la recta doctrina y el limpio proceder, aún sabiendo que por ello nuestra soledad acrecerá y la incomprensión será la regla. Si nos definimos católicos, y procuramos serlo con seriedad y coherencia extrema, la democracia se contará entre las formas de gobierno con perversión intrínseca, puesto que ella comporta una subversión integral del Orden de la Ciudad, del que Dios es la cúspide. Consecuentemente, la soberanía del pueblo será un fraude, que despoja el poder al Altísimo para concedérselo a las masas; y el sufragio universal el instrumento idóneo para consumar la funesta parodia de una autoridad ficta que se quiere radicar en las multitudes.


En tan irreprochable línea de pensamiento, habrá que agregar que la partidocracia es la pavorosa enfermedad del criterio de representatividad y de participación ciudadana, factor de discordias miles; esto es, de partisanismos, y por tanto causa deficiente del bien común. Agregúese al fin en esta imperfecta sinopsis, que un católico jamás podría avalar un sistema que en razón de sus presupuestos ideológicos, sean liberales o marxistas, no sólo desconoce la Realeza Social de Jesucristo, sino que lo destrona de la sociedad, a sabiendas. Entonces, se vote lo que se votare el octubre en cierne, nuestro repudio irreductible se dirige en primer lugar al Régimen. Recuenten otros boletas o blanquecinos sufragios, nosotros no aprobaremos ante el mundo el examen de educación democrática.
Pero si amén de católicos nos definimos nacionalistas argentinos, y es esta sociedad y esta tierra nues¬tra la que cada día nos contiene y caminamos, a las perversiones múltiples e intrínsecas de un Régimen que es la encarnadura misma de la Revolución Anticristiana, se le han de sumar las corrupciones propias de las circunstancias históricas y de las condiciones presentes. Entre las primeras, se sabe que esta regiminosidad se instaló al calor de la gran derrota nacional de Caseros y del estatuto jurídico del coloniaje impuesto por el extranjerismo triunfante.
Entre las segundas, es decir, entre las condiciones de hogaño, apenas un cómplice o un gandul podría no aseverar que la hez más abyecta de radicales y peronistas —cada uno con sus consiguientes internismos— se repartirá el botín, toda vez que la usura internacional se asegure previamente sus regalías.
 Si lo que ofrece el oficialismo es la prostitución misma, en personas e ideas, lo que garantiza la oposición es la continuidad del modelo desquiciante. Si las izquierdas en danza son la náusea, las derechas disponibles son la estolidez. Unas y otras convergen en la instauración de la inmundicia.
Taras peores ambas fuerzas, no queda bien posible ni mal menor a la vista. Para el pobre resto de bienintencionados —cuya honradez personal no borra la confusión, ni las intenciones justas disminuyen la responsabilidad de cohonestar el sistema— nuestros mejores deseos. Y son ellos: que abjuren definitivamente de la partidocracia para sumarse a la necesaria resistencia, prefiguradora de jornadas reconquistadoras, si Dios lo permite; o por lo menos de esas derrotas que no miden los fiscales de mesa sino que enaltecen los días de batalla.
Es curiosa que a esta posición nuestra la llamen algunos inmovilista o teórica, cual si ambos adjetivos fueran ciertos y además agraviantes. Va de suyo que pretenden ser desplantes en boca de los protervos, para quienes sólo cuenta la praxis exitosa y el oportunismo más burdo, así sea a expensas del elemental decoro. Pero la paradoja trágica queda a la vista toda vez que los adalides de la alegre inserción en el sistema terminan garantizando la inamovilidad del mismo y de sus nefastos presupuestos teóricos.
Pedimos hacer lo contrario de la Revolución, como decía De Maistre. No pedimos la riqueza, el éxito, ni siquiera la salud, sino la tormenta y la lucha, según reza la Oración del Paracaidista.
No pedimos votar ni que nos voten. Pedimos, como el buen Bonchamps al despedirse de los suyos para ponerse al frente de los vandeanos, que Dios nos arme de valor para estar dispuestos a sacrificar irrevocablemente todo a cambio de la fidelidad a la Fe y a la consumida patria.
No pedimos tampoco un puesto a la vera del burdel para defender después la familia, ni un guarismo de medio punto en los padrones para "oponerse al sistema desde adentro", mientras el sistema nos subsume y atraganta y se regodea con sabernos suyos.
"Venid con nosotros", decía Ramiro de Maeztu. Porque aquí no está la seguridad ni la prosperidad ni la carrera cómoda. "Aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio. Nosotros somos la cuesta y en lo alto está el Calvario y en lo más alto del Calvario está la Cruz". Se nos permita merecer distinción tan alta. •
Antonio Caponnetto