sábado, 26 de noviembre de 2016

CARTA A LOS ASESINOS DE LA SANTA MISA Y LA LITURGIA

CARTA A LOS ASESINOS DE LA SANTA MISA Y LA LITURGIA


No se equivoquen, caballeros. Las terribles heridas que vosotros habéis abierto en el cuerpo de la Iglesia claman venganza delante de Dios, justo Vengador


Tomado de “Vigilia Romana” Año III, No. 11, noviembre de 1971.
Monseñor Domenico Celada
Desde hace mucho tiempo quería escribirles, ilustres asesinos de nuestra santa Liturgia. No lo hago porque espere que mis palabras puedan tener algún efecto sobre vosotros, porque hace demasiado tiempo que habéis caído en las garras de Satanás y os habéis convertido en sus obedientes servidores, sino lo hago por todos aquellos que sufren a causa de los innumerables crímenes cometidos, para que puedan encontrar su voz.


No se equivoquen, caballeros. Las terribles heridas que vosotros habéis abierto en el cuerpo de la Iglesia claman venganza delante de Dios, justo Vengador. Su plan de subversión de la Iglesia, a través de la liturgia, es muy antiguo. Intentaron realizarlo muchos predecesores vuestros, mucho más inteligentes que vosotros, a quienes el Padre de la Oscuridad ya ha acogido en su reino. Recuerdo todavía cuando hace unos quince años, palideciáis de envidia ante ese gran Pontífice, siervo de Dios, Eugenio Pacelli, deseando su muerte porque había comprendido vuestros proyectos a los que se había opuesto con la autoridad de la Tiara. Sentados en aquel famoso congreso  de “liturgia pastoral”, en el que las clarísimas palabras de Pío XII, habían caído como una espada, vosotros lo abandonastéis echando espumarajos de rabia y veneno. Ahora lo habéis conseguido. Al menos en esto. Habéis creado vuestra  “obra maestra”: la nueva liturgia. Que esto no es la obra de Dios queda ante todo demostrado (sin tener en cuenta las implicaciones dogmáticas) por un hecho muy simple: tiene una fealdad espantosa. Es el culto de la ambigüedad y del equívoco y no es raro que también sea el culto de la indecencia. Esto sería suficiente para entender que vuestra  “obra maestra” no viene de Dios, fuente de toda belleza, sino que viene del antiguo destructor de las obras de Dios.
Sí, habéis robado a los fieles católicos las emociones más puras, que surgen de las cosas sublimes en las que se ha basado la liturgia desde hace milenios: la belleza de las palabras, los gestos y la música. ¿Qué se nos ha dado a cambio? Un muestrario de fealdades, de “traducciones” grotescas (como se sabe, vuestro padre, que tomó parte en ellas, no tiene sentido del humor), emociones gástricas suscitadas por el maullido de guitarras eléctricas, gestos y actitudes, para decir lo menos,  equívocos. Sin embargo, por si esto no fuera suficiente, hay otra señal de que vuestra  “obra maestra” no es de Dios y es las herramientas de que os habéis servido para que ocurriese esto : El fraude y la mentira. Habéis logrado hacer creer que un concilio  había decretado la desaparición de la lengua latina, el abandono del patrimonio de la música sacra, la retirada del tabernáculo, la vuelta del altar, la prohibición de doblar las rodillas ante el Señor presente en la Eucaristía y todas las otras etapas progresistas, que forman parte (como dicen los juristas) de un “único designio criminal” Vosotros sabíais  muy bien que la “lex orandi” es la “lex credendi”, y por lo tanto el cambio de una, habría cambiado la otra. Vosotros sabíais que apuntando sus lanzas envenenadas contra la lengua viva de la Iglesia, en la práctica, se ha matado la unidad de la fe. Sabíais que, decretando la muerte del gregoriano y de la polifonía sacra, se podrían introducir a vuestros gusto todas las indecencias pseudo-musicales que profanan la adoración divina y proyectan su sombra sobre las dudosas celebraciones litúrgicas. .
Sabíais que, destruyendo tabernáculos, sustituyendo los altares por las “mesas del banquete eucarístico”, impidiendo a los fieles doblar las rodillas ante el Hijo de Dios, inevitablemente se habría extinguido la fe en la divina Presencia Real. Habéis trabajado con los ojos bien abiertos. Os habéis encarnizado contra un Monumento, en el que pusieron su mano el cielo y la tierra, porque sabíais que con él destruiríais la Iglesia. Os habéis juntado para quitarnos la Santa Misa, lo cual es desgarrar el corazón de la liturgia católica. (Esa Santa Misa en vista de la cual fuimos  ordenados sacerdotes, y que nadie nos puede prohibir, porque nadie puede dar un paso contra la ley natural). Ya sé que podéis reíros de lo que voy a decir. Reíros pues. Os habéis confabulado para arrancar de las letanías de los Santos la invocación “a flagello terremotus, libera nos Domine”, y nunca antes como ahora la tierra ha temblado en todas las latitudes.
Habéis quitado la invocación ” ab spiritu fornicationis libera nos Domine” y ahora más que nunca estamos cubiertos por el lodo de la inmoralidad y la pornografía en sus formas más repugnantes y degradantes. Habéis sacado la invocación “Ut inimicos Sanctae Ecclesia humiliare digneris” y nunca como ahora los enemigos de la Santa Iglesia prosperan en todas las instituciones eclesiásticas a todos los niveles. 
 Reíros reíros. Vuestra carcajada no tiene alegría. Es cierto que ninguno de vosotros conoce como nosotros conocemos las lágrimas de alegría y de tristeza. Ni siquiera sois capaces de llorar. Vuestros ojos bovinos como  bolas de vidrio o de metal miran las cosas sin verlas. Sois parecidos a las vacas que miran el tren. Antes que a vosotros prefiero al ladrón que arrebata la cadena de oro de un niño, prefiero al salteador, prefiero al que atraca con armas en la mano, prefiero incluso el brutal violador de las tumbas. Son gente mucho menos sucia que vosotros, que habéis robado al pueblo de Dios todos sus tesoros.
Antes que vuestro padre os acoja en su reino, donde “hay llanto y rechinar de dientes” quiero que conozcáis nuestra certeza inquebrantable de que esos tesoros nos serán devueltos.  Será una “restitutio ad integrum”. Os habéis olvidado de que Satanás es el eterno derrotado.