domingo, 19 de febrero de 2017

LA DEMOCRACIA

VERDADES ETERNAS DE SAN PÍO X ESCRITAS EN SU CARTA ENCÍCLICA SOBRE LA DEMOCRACIA, MÁS VIGENTES AÚN QUE CUANDO FUERON ENSEÑADAS, PUES SE MANIFESTARON ACERTADÍSIMAS E INDISCUTIBLES  AL SER CONFRONTADAS CON LA REALIDAD POLÍTICA QUE TRANSCURRIÓ DESDE ENTONCES. SI EN SU ÉPOCA FUERON PROFÉTICAS, EN NUESTROS DÍAS SON UNA CRÓNICA ACTUAL DE LAS  DESGRACIADAS POLÍTICAS VATICANA  Y NACIONAL.
“Los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni renovadores, sino tradicionalistas”
LA DEMOCRACIA
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VENERABLES HERMANOS: SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA
INTRODUCCIÓN.

      (I).-  Nuestro cargo apostólico nos impone la obligación de velar por la pureza de la fe e integridad de la disciplina católica y de preservar a los fieles de los peligros del error y del mal, mayormente cuando el error y el mal se les presentan con un lenguaje atrayente que, velando la vaguedad de las ideas  y el equívoco de las expresiones  con el ardor del sentimiento y la sonoridad  de las palabras, puede inflamar los corazones en el amor de causas seductoras pero funestas. Tales fueron no ha mucho las doctrinas de los pseudofilósofos del siglo XVIII, las de la Revolución  y del liberalismo tantas veces condenadas; tales son, aún hoy las teorías de Le Sillon, las cuales, no obstante apariencias brillantes y generosas, carecen con harta frecuencia de claridad,  De lógica y de verdad, y, por otra parte, no son propias ciertamente del espíritu católico francés.

    
  (2)- Hemos titubeado mucho tiempo, Venerables Hermanos, en manifestar pública y solemnemente nuestro juicio acerca de Le Sillon, habiendo sido preciso, para que nos decidiéramos a hacerlo que vuestras preocupaciones vinieran a juntarse a las nuestras. Porque Nos amamos a la valiente juventud  alistada bajo la bandera de Le Sillon, y la creemos, por muchos conceptos, digna de elogio y admiración. Amamos a sus jefes, en quienes nos complacemos en reconocer espíritus elevados, superiores a las pasiones vulgares  y animados por el más noble entusiasmo por el bien. Vosotros los habéis visto, Venerables Hermanos, penetrados de un afecto vivísimo de fraternidad humana, ir al encuentro de los que trabajan y padecen para sacarlos de lacería, sustentando su  sacrificio en el amor a Jesucristo y en las práctica ejemplar de la Religión.



LOS  DOS ASPECTOS  DE  “LE SILLON”.



      (3)- Era el día de la memorable Encíclica de nuestro Predecesor, de feliz memoria, León XIII sobre la condición de los obreros.  La Iglesia, por boca de su cabeza soberana, había vertido sobre los humildes y pequeños todas las ternuras de su corazón maternal, y parecía que con vivas ansias convocaba  campeones, cada día más numerosos, de la restauración de la justicia y del orden en nuestra sociedad perturbada. ¿No es verdad que los fundadores de le Sillon venían en la ocasión propicia a muchedumbres jóvenes y creyentes al servicio de la Iglesia para ayudarla  a realizar sus deseos y esperanzas? Y en hecho de verdad Le Sillon enarboló entre las clases obreras el estandarte de Jesucristo, el signo de salvación  para los individuos y las naciones, alimentando su actividad social en las fuentes de la gracia, imponiendo el respeto  de la Religión a las gentes menos favorables, acostumbrando a los ignorantes y los impíos  a oír hablar de Dios, y a menudo, en conferencias de controversia, ante un auditorio hostil, surgiendo, excitado por una pregunta o por un sarcasmo, para confesar su fe denodada y ardientemente. Estos eran los buenos tiempos de Le Sillon, este su lado bueno que explica  los alientos y las aprobaciones que ni el Episcopado ni la Santa Sede le regatearon, mientras este fervor religioso pudo velar el verdadero carácter del movimiento sillonista.

      (4)- Porque hay que decirlo, Venerables Hermanos: nuestras esperanzas se han visto en gran parte defraudadas, Llegó un día en que Le Sillon descubrió, para ojos perspicaces, algunas tendencias alarmantes. Le Sillon se extraviaba ¿Podría suceder otra cosa? Sus fundadores, jóvenes, entusiastas y llenos de confianza en sí mismos, no estaban bastante  pertrechados de suficiente ciencia histórica, de sana filosofía y de teología sólida ni para afrontar sin peligro los difíciles problemas iniciales a los que arrastraba su actitud y su corazón, ni para precaverse, en el terreno de la doctrina y de la obediencia, contra las infiltraciones liberales y  protestantes.




      (5) No les faltaron consejos; a los consejos sucedieron los avisos; pero hemos tenido el sentimiento de ver que avisos y reprensiones se deslizaban sobre almas escurridizas sin producir resultado. Las cosas han llegado a tal extremo que  haríamos traición a nuestro deber si guardáramos silencio por más tiempo. Tenemos  obligación de decir la verdad a nuestros queridos hijos de Le Sillon, a quienes un generoso ardor ha llevado a un camino tan errado como peligroso. Tenemos obligación de decirla a los muchísimos seminaristas y sacerdotes que Le Sillon ha apartado, si no de la autoridad, por lo menos de la dirección e influencia de los Obispos; tenemos obligación de decirla, finalmente, a la Iglesia, dentro de la cual Le Sillon siembra la discordia y cuyos intereses compromete.



I.- CENSURAS  A  LE SILLON.



   a- Pretende sustraerse a la dirección de la Iglesia.

   6)- En primer lugar conviene censurar severamente la pretensión de Le Sillon de sustraerse a la dirección de la autoridad eclesiástica. Los jefes de Le Sillon alegan que se mueven en un terreno que no es el de la Iglesia, que sólo se proponen fines de orden temporal, y del orden espiritual; que el sillonista es simplemente un católico dedicado a la causa de las clases trabajadoras, a las obras democráticas, y que saca de las prácticas de su fe la valentía de su sacrificio; que no más ni menos que los artesanos, los labradores, lo economistas y los políticos católicos, está sujeto a las reglas de la moral, comunes a todos, sin depender ni más ni menos que ellos, de una manera especial de la autoridad eclesiástica.

   7)- Facilísima es la contestación de estos subterfugios. ¿A quien se hará creer que los sillonistas católicos, que los sacerdotes y seminaristas alistados en sus filas no tienen en su actividad social, más fin que las intereses temporales de las clases obreras? Afirmar de ellos tal cosa, creemos que sería hacerles agravio. La verdad es que los jefes de Le Sillon se proclaman idealistas irreductibles; que quieren levantar las clases trabajadoras, levantando primero la conciencia humana; que tienen una doctrina social propia y principios filosóficos y religiosos  propios para reorganizar la Sociedad con un plan nuevo; que se han formado un concepto especial de la dignidad humana, de la libertad, de la justicia y de la fraternidad, y que, para justificar sus sueños sociales, apelan al Evangelio interpretado a su modo, y los que es más grave todavía, a un Cristo desfigurado y disminuido. Además enseñan estas ideas en sus círculos de estudios, las inculcan  a sus compañeros y las trasladan  a sus obras. Son, por tanto, verdaderos profesores de  moral social,  cívica y religiosa; y cualesquiera que sean las modificaciones que  quieran introducir en la organización del movimiento  sillonista, tenemos el derecho de decir que el fin de Le Sillon, su carácter, su acción, pertenecen al dominio de la moral, que es el dominio propio de la Iglesia,  y que, por consiguiente, se alucinan los sillonistas cuando creen obrar en un terreno en cuyos linderos expiran los derechos del poder doctrinal y directivo de la autoridad eclesiástica.

      8)- Aunque sus doctrinas estuvieran limpias de error, fuera con toda eso gravísima infracción de la disciplina eclesiástica el sustraerse  obstinadamente  a los que han recibido del cielo la misión de guiar a los individuos y a las sociedades por el recto sendero de la verdad y del bien. Pero el mal es más hondo, ya lo hemos dicho: Le Sillon, arrebatado por un amor mal entendido a los débiles, se ha deslizado en el error.



      b- Pretende la igualdad y nivelación absoluta de clases.

9)- En efecto, Le Sillon se propone el mejoramiento y regeneración de las clases obreras. Más sobre esta materia están ya fijados los principios de la doctrina católica, y ahí está la historia de la civilización cristiana para atestiguar su bienhechora fecundidad. Nuestro Predecesor, de feliz memoria, los recordó en páginas magistrales, que los católicos aplicados a las cuestiones sociales deben estudiar y tener siempre presentes. El enseñó especialmente que la democracia cristiana debe “mantener la diversidad de clases, propias ciertamente de una sociedad bien constituida, y querer para la sociedad humana aquella forma y condición que Dios, su Autor, le señaló” (Graves de communi). Anatematizó una  “cierta democracia cuya perversidad llega al extremo de atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo y procurar la supresión y nivelación de las clases”. Al propio tiempo, León XIII imponía a los católicos el único programa de acción capaz de restablecer y mantener a la sociedad en sus bases cristianas seculares. Ahora bien ¿qué han hecho los jefes de Le Sillon? No sólo han adoptado un programa y una enseñanza diferente de los de León XIII (y ya sería singular audacia por parte de unos legos el erigirse en directores de la actividad social de la Iglesia en competencia con el Soberano Pontífice), sino que abiertamente han rechazado el programa trazado por León XIII, adoptando otro diametralmente opuesto. demás de esto, desechando la doctrina recordada por León XIII acerca de los principios esenciales de la sociedad, colocan la autoridad en el pueblo o casi la suprimen, y tienen por ideal realizable la nivelación de clases. Van, pues, al revés de la doctrina católica, hacia un ideal condenado.

       10)- Ya sabemos que se lisonjean de levantar la dignidad humana y la condición, harto menospreciada, de las clases trabajadoras; de procurar justas y perfectas las leyes del trabajo y las relaciones  entre el capital y los salarios, de hacer reinar, en fin, sobre la tierra una justicia mejor y mayor caridad; y de promover en la humanidad, con movimientos sociales hondos y fecundos, un progreso inesperado. Nos, ciertamente, no vituperamos esos esfuerzos, que serían a todos visos excelentes si los sillonistas no olvidaran que le progreso de un ser  consiste en organizar sus facultades naturales con nuevas fuerzas, y en facilitar el ejercicio de su actividad en los límites y leyes de su constitución; pero que sí, al contrario, se hieren sus ótganos esenciales y se violan los límites de su actividad, se le empuja, no hacia el progreso, sino hacia la muerte. Esto es, sin embargo, lo que ellos quieren hacer de la sociedad humana; su sueño consiste en cambiar sus cimientos naturales y tradicionales y en prometer una ciudad futura edificada sobre otros principios que se atreven a declarar más fecundos, más beneficiosos que aquellos sobre los que descansa la actual sociedad cristiana.

      (11)- No, Venerables Hermanos –preciso es recordarlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad  de modo distinto de cómo Dios la edificó; no se edificará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la ciudad nueva por edificar en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omni instaurare in Christo.

    Y para que no se nos acuse de formular juicios demasiado sumariante y con rigor no justificado acerca de las teorías  sociales de Le Sillón, queremos recordar sus puntos esenciales.



II.- PUNTOS ESENCIALES DE LE SILLON



a).-Pretende elevar malamente la dignidad humana.

      12)- Le Sillón tiene la noble preocupación de la dignidad humana. Pero esta dignidad la entiende a la manera de ciertos filósofos, de quienes la Iglesia dista mucho de poder alabarse.

      b) Por la libertad e igualdad humanas.

      13)- El primer elemento de esta dignidad es la libertad, entendida en el sentido de que todo hombre, excepto en materia de religión, es autónomo. De este principio fundamental saca las siguientes conclusiones: Hoy el pueblo está en tutela debajo de una autoridad distinta a él; luego debe liberarse de ella; emancipación política. Está bajo la dependencia de patronos que, detentando sus instrumentos de trabajo, lo explotan, oprimen y rebajan; luego debe sacudir su yugo, emancipación económica. Está dominado, finalmente, por una casta llamada directora, a la cual su desarrollo intelectual asegura una preponderancia indebida en la dirección de los negocios; luego debe sustraerse  a su dominación: emancipación intelectual. La nivelación de las condiciones desde este triple punto de vista establecerá entre los hombres la igualdad, y esta igualdad es la verdadera justicia humana. Una organización social y política fundada sobre esta base, la libertad y la igualdad (a las que pronto vendrá a juntarse la fraternidad) he aquí lo que ellos llaman democracia.

      c) Por la participación del poder de la democracia.

      14)- Sin embargo, la libertad y la igualdad no constituyen más que el lado, por decirlo así, negativo. Lo que constituye propia y positivamente la democracia es la participación mayor posible de todos en el gobierno de la cosa  pública. Y esto comprende un triple elemento: político, económico y moral.

      Por de pronto, en política, Le Sillón no suprime la autoridad; antes al contrario, la estima indispensable; pero quiere dividirla o, mejor dicho multiplicarla de tal manera que cada ciudadano llegue ser una especie de rey. La autoridad, es cierto, dimana de Dios, pero reside primordialmente en el pueblo, del cual se desprende por vía de elección o, mejor aún, de selección sin que por esto se aparte del pueblo y sea independiente de él; será exterior, pero sólo en apariencia; en realidad será interior, porque será una autoridad consentida.

      A proporción, ocurrirá lo propio en el orden económico. Sustraído a una clase particular, el patronazgo se multiplicará tanto que cada obrero será una especie de patrono. La forma llamada a realizar este ideal económico no será, según dicen: la del socialismo, sino un sistema de cooperativas suficientemente multiplicadas para provocar una concurrencia fecunda y para segurar la independencia de los obreros, que no estarán encadenados a ninguna de ellas.

      15)- He aquí ahora el elemento capital, el elemento moral. Como la autoridad, según se ha visto es muy reducida, es menester otra fuerza para suplirla y para oponer una reacción permanente al egoísmo individual. Este nuevo principio, esta fuerza, es el amor del interés público, es decir, del fin mismo de la profesión y de la sociedad. Imaginaos una sociedad donde en el alma de cada ciudadano estos amores se subordinaran de tal modo  que el bien superior se antepusiera siempre al bien inferior, esta sociedad ¿no podría pasarse casi sin autoridad y no ofrecería  el ideal de la dignidad humana, teniendo cada ciudadano alma de rey, cada obrero un alma de patrono?. Arrancado de la estrechez de sus intereses privados y elevados al de su profesión, y más arriba, al de la nación entera, y más arriba aún, hasta los de la humanidad (pues el horizonte de Le Sillón no se detiene en las fronteras de la Patria, sino que se extiende a todos los hombres hasta los confines del mundo), el corazón humano, ensanchado por el amor del bien común, abrazaría a todos los compañeros de la misma profesión, a todos los compatriotas, a todos los hombres. Y he aquí la grandeza y la nobleza humana ideal realizada por la célebre trilogía: Libertad, Igualdad, Fraternidad.

      16)- Ahora bien, estos tres elementos, político, económico y moral, están subordinados uno a otro, siendo el principal, según hemos dicho, el elemento moral. En efecto, imposible es que viva  democracia política alguna si carece de raíces profundas en la democracia económica: pero, a la vez ni una ni otra son posibles si no arraigan en tal estado de ánimo que la conciencia posea responsabilidades y fuerzas morales proporcionadas. Pero suponed un estado de ánimo así formado de responsabilidad consciente  y de fuerzas morales; y la democracia económica surgirá de ahí, naturalmente, para explicarse en actos de esa responsabilidad conciente y de esas fuerzas; del mismo modo y por igual camino saldrá del régimen corporativo la democracia política; y la democracia política y  la económica, está como soporte de aquella, quedarán asentadas en la conciencia, aún del pueblo sobre fundamentos inquebrantables.

      17)- Tal es, en resumen la teoría, se podría decir, el sueño, de Le Sillón; a eso tiende su enseñanza, y lo que llama educación democrática del pueblo, es a saber, a levantar al sumo grado la conciencia y la responsabilidad cívica  de cada ciudadano, de donde fluirá la democracia  económica y la política, y el reinado de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad.



REFUTACIÓN DE ESTAS IDEAS



      18)- Esta rápida exposición, Venerables Hermanos, os nuestra ya claramente cuanta razón teníamos  de decir que Le Sillón opone doctrina a doctrina, que edifica su ciudad sobre  una teoría contraria a  la verdad católica y que falsea las nociones esenciales y fundamentales que regulan las relaciones sociales en toda sociedad humana. Las siguientes consideraciones pondrán todavía más de realce dicha oposición.

     

Ideas erróneas sobre la autoridad.

      19)- Le Sillón coloca primordialmente la autoridad pública en el pueblo, de quien se deriva luego a los gobernantes, de tal manera, sin embargo, que continúa residiendo en él. Pero León XIII condenó formalmente esta doctrina  en su Encíclica “Diuturnum illud”, sobre el Principado político, cuando dice: “Muchísimos modernos, siguiendo las huellas de los que en el siglo pasado se atribuyeron el nombre de filósofos, afirman que toda potestad procede del pueblo, por lo cual, los que la ejercen  en la sociedad no la ejercen por derecho propio, sino por delegación del pueblo y con la delegación del pueblo y con la expresa condición de ser revocada por la voluntad del mismo pueblo que se la confirió. Enteramente contrario es el sentir de los  católicos que hacen derivar de Dios el derecho de mandar, como de su principio natural y necesario”. Sin duda Le Sillón hace descender de Dios  esta autoridad, que coloca primero en el pueblo; más de tal manera que “sube de abajo para ir arriba, mientras que en la organización de la Iglesia el poder desciende de arriba para ir abajo” (Marc Sanguier, Discurso en Rouen, 1907). Pero prescindiendo de una anomalía de una delegación que sube, cuando por su condición es natural que baje, León XIII refutó de antemano esta tentativa de conciliación de la doctrina católica con el error del filosofismo. “Importa advertir en esta lugar que los supremos gobernantes pueden en ciertos casos ser elegidos por la voluntad y decisión del pueblo, sin que la doctrina católica lo contradiga ni repugne. Bien que esta elección designa al príncipe, más no le confiere los derechos del principados, ni delega el poder, sino que determina por quien ha de ser ejercido”.

      20)- Por lo demás, si el pueblo permanece poseedor del poder, ¿qué viene a ser la autoridad? Una sombra, en mito; no hay ya ley propiamente dicha; no hay ya obediencia. Le Sillón mismo lo reconoce al reclamar en nombre de la dignidad humana  la triple emancipación política, económica e intelectual; la ciudad futura  para la cual se afana, no tendrá ni amos ni servidores; los ciudadanos serán todos libres, todos camaradas, todos  reyes. Una orden, un precepto fuera un atentado contra la libertad; la subordinación a una autoridad cualquiera, disminución del hombre, la obediencia, degeneración. ¿Es esto, Venerables Hermanos, la traza con que la doctrina tradicional de ls Iglesia nos representa  las relaciones sociales en la ciudad, aunque más perfecta se la suponga? ¿Por ventura toda sociedad de hombres independientes y desiguales por naturaleza no necesita de una autoridad que dirija la acción de todos al bien común y que imponga su ley? Y si en la sociedad hay seres perversos (y los habrá siempre), ¿no deberá la autoridad ser tanto más fuerte  cuanto más amenazador sea el egoísmo de los malvados? Además, ¿puede decirse con sombra siquiera de razón, que sean incompatibles al autoridad y la libertad, a menos de engañarse groseramente sobre el concepto de libertad? ¿Acaso no tenía presente el Apóstol San Pablo la sociedad  humana en todos sus estados posibles cuando prescribía a los fieles la sumisión a toda autoridad? ¿Acaso la obediencia a los hombres, en cuanto representantes legítimos de Dios, es decir, en suma, la obediencia a Dios rebaja al hombre y le abate bajo de sí mismo? ¿O es que el estado religioso fundado sobre la obediencia será  contrario  al ideal de la naturaleza humana? ¿O que los Santos, que han sido los más obedientes de los hombres, habrán sido esclavos y degenerados? Puede imaginarse, en fin, un estado social donde Jesucristo, vuelto a la tierra, no diera ya ejemplo de obediencia, ni dijera: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios?



Ideas erróneas sobre la justicia e igualdad.

      21)- Le Sillón, que enseña semejantes doctrinas, y las pone en práctica en su vida interior, siembra por tanto, entre vuestra juventud católica nociones erróneas y funestas sobre la autoridad, la libertad y la obediencia. Lo propio ocurre con la justicia y la igualdad. Se esfuerza, dice, en realizar una era de igualdad, que será por eso mismo una era de justicia mejor. Para él, pues, toda desigualdad de condición es una injusticia, o al menos una menor justicia: principio sobremanera contrario a la naturaleza de las cosas, generador de envidia y de injusticia, y subversivo de todo orden social, Asimismo la democracia es la única que, según él,  inaugurará el reinado de la justicia perfecta; más, ¿no es esto hacer injuria a las otras formas de gobierno, que se rebajan de esta suerte a la condición de gobiernos impotentes, sufrideros tan sólo a falta de cosa mejor? Por lo demás, Le Sillón tropieza también en este punto con las enseñanzas de León XIII. Hubiera podido leer en la Encíclica ya citada del Principado político que, “salva la justicia, no está prohibido  a los pueblos darse el gobierno que responda mejor a su carácter o las instituciones y costumbres que recibieron de sus antepasados”.

         Ahora bien; como la Encíclica se refiere  a la triple forma de gobierno bien conocida, supone, por el mismo caso, que la justicia es compatible con cada una de ellas. Pues la Encíclica sobre la condición de los obreros, ¿no afirma claramente  la posibilidad de restaurar la justicia en las organizaciones actuales de la sociedad, puesto que indica los medios? Más como, sin duda alguna quería hablar León XIII, no de una justicia cualquiera, sino de la justicia perfecta, al enseñar que la justicia es compatible con las tres formas de gobierno conocidas, enseñaba también que, por este lado, no goza la democracia de especial privilegio.

      Los sillonistas, que pretenden lo contrario, o bien rehúsan oir a la Iglesia, o se forman de la justicia y de la igualdad un concepto que no es católico.



Ideas erróneas de la fraternidad

      22)- Otro tanto sucede con la noción de la fraternidad, cuyo fundamento ponen en el amor de los intereses comunes o, por encima de todas las filosofías y de todas las religiones, en la simple noción de humanidad, englobando así, en un mismo amor y tolerancia, a todos los hombres con todas sus miserias, tanto intelectuales y morales, como físicas y temporales. Más la doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las convicciones erróneas, por sinceras que sean, ni de la indiferencia teórica o práctica para el error o el vicio en que vemos sumidos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral, no menos que por su material bien al prójimo se halla en el amor de Dios, Padre común de toda la familia humana, y en el amor de  Jesucristo, de quien somos en tal excelso grado miembros, que consolar a un desgraciado es hacer bien al mismo Jesucristo. Todo otro amor es ilusión o afecto estéril y pasajero.

      Bien lo acredita la experiencia humana en las sociedades paganas o laicas de todos los tiempos probando que a ciertas horas la consideración de los intereses comunes o de la semejanza de  naturaleza pesa muy poco en pugna con los apetitos y pasiones del corazón. No, Venerables Hermanos, no hay verdadera fraternidad fuera de la caridad cristiana, que por amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, abraza a todos los hombres para consolarlos y llevarlos a todos a una misma fe y a una misma bienaventuranza del cielo. Al separa la fraternidad de la caridad cristiana así entendida, la democracia, lejos de ser un progreso constituiría un retroceso desastroso para la civilización. Porque para llegar, como deseamos con toda nuestra alma que se llegue, a la mayor suma de bienestar posible para la sociedad y para cada uno de sus miembros por la fraternidad, o como también se dice, `por la solidaridad universal, son menester la unión de los entendimientos en la verdad, la unión de los corazones en el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo. Más como tal unión no sea realizable sino por la caridad católica, síguese que ésta es la única que puede conducir a los pueblos por el camino del progreso al ideal de la civilización.



Ideas erróneas sobre la dignidad humana.

      23) En fin, como principio y fundamento de todas las falsificaciones de las nociones sociales fundamentales, asienta Le Sillón una falsa idea de la dignidad humana. Dicho suyo es, que el hombre no será verdaderamente hombre, esto es, digno de este nombre, sino cuando haya adquirido una conciencia ilustrada, fuerte, independiente, autónoma,  poderosa para prescindir de señor, no obedeciendo más que a sí mismo, capaz de asumir y soportar sin desviarse de su deber las más graves responsabilidades. He aquí una muestra de esas frases hinchadas  con que se exalta el orgullo humano, a manera de sueño que arrastra al hombre sin guía y sin socorro por el camino de la ilusión, donde, esperando el gran día de la plena conciencia, será devorado por el error y las pasiones. Y ¿Cuándo llegará ese gran día? A menos de que cambie la naturaleza humana (lo cual no está en poder de Le Sillón) ¿vendrá alguna vez? ¿acaso tenían esa dignidad los santos, por quienes llegó a su apogeo la dignidad humana? Y los humildes de la tierra que no pueden subir tan alto y que se contentan con trazar modestamente su propio surco  en la categoría que la Providencia les ha asignado, cumpliendo enérgicamente sus deberes en la humildad, obediencia y paciencia cristianas ¿No serán dignos de llamarse hombres, ellos a quien el Señor sacará un día de su condición oscura para colocarlos en el cielo entre los príncipes de su pueblo?

      24)- Pero basta ya de reflexiones sobre los errores de Le Sillón, pues si pretendiéramos agotar la materia, habríamos de llamar vuestra atención sobre otros dictámenes suyos igualmente errados y peligrosos; verbigracia, sobre la manera de entender  el poder coercitivo de la Iglesia. Importa ver ahora la influencia de estos errores en la conducta práctica de Le Sillón y en su acción social.



III  PRÁCTICA DE LAS IDEAS SILLONISTAS.

     

      25) Las doctrinas de Le Sillón no quedan en el dominio de la abstracción filosófica, sino que se enseñan a la juventud católica, y a más, se ensaya en vivirlas. Considerándose Le Sillón como el núcleo de la ciudad futura, la refleja con la mayor fidelidad posible, desterrando de su seno toda jerarquía. El cuerpo escogido que lo dirige se ha separado del vulgo por selección, es decir, imponiéndose por su autoridad moral y por sus virtudes. Libres son la entrada y la salida. Los estudios se hacen sin maestros, o cuando más con algún consejero. Los círculos de estudio son verdaderas cooperativas  intelectuales, donde cada cual es en un todo maestro y discípulo. El más ilimitado compañerismo reina  entre los miembros y pone en total contacto sus almas; de aquí el alma común de Le Sillón. Se ha definido “una amistad”. El mismo sacerdote cuando entre en él, abate la eminente dignidad de su sacerdocio, y por el más extraño trueco de papeles, se hace alumno, se pone a nivel de sus jóvenes amigos, y no es ya más que un camarada.

      26)- En estas costumbres democráticas y en las teorías sobre la ciudad ideal que las inspira, reconoceréis, Venerables Hermanos, la causa secreta de las faltas de disciplina que tan frecuentemente habéis tenido que reprochar a Le Sillón. No es maravilla que en los jefes y  sus camaradas de tal manera formados, aunque sean seminaristas o sacerdotes, no halléis el respeto, docilidad u obediencia que se deben a vuestras personas y autoridad; que experimentéis de parte de ellos una sorda oposición y tengáis el sentimiento de ver que se desentienden totalmente  de las obras no sillonistas, o que, forzados por la obediencia, se entregan a ellos con disgusto. Vosotros sois el pasado; ellos son los bastidores de la futura civilización. Vosotros representáis la jerarquía, las desigualdades sociales y la obediencia; instituciones anticuadas las cuales sus almas, prendadas de otro ideal, no pueden plegarse. Sobre esta situación de ánimo tenemos el testimonio de hechos dolorosos, capaces de arrancar lágrimas; y no podemos , a  pesar de nuestra longanimidad, librarnos de un justo sentimiento de indignación. ¡Cómo no! Se infunde a vuestra juventud católica la desconfianza pararon su Santa Madre la Iglesia; se le enseña que después de diecinueve siglos no ha logrado aún constituir en el mundo la sociedad sobre sus verdaderas bases; que no ha entendido las nociones sociales de  autoridad, libertad, igualdad, fraternidad y dignidad humana; que los insignes obispos y monarcas que tan gloriosamente crearon la Francia y la gobernaron no supieron dar a su pueblo ni la verdadera  justicia, ni la verdadera felicidad, porque no tenían el ideal de Le Sillón.

      El soplo de la revolución ha pasado por ahí; de donde podemos concluir que si las doctrinas de Le Sillón son erróneas su espíritu es peligroso y su educación funesta.



IV. LE SILLÓN NO SATISFACE A LA IGLESIA.



      27)- Pues entonces ¿qué pensar de su acción en la Iglesia, de la acción de ese Le Sillón, cuyo catolicismos es tan quisquilloso que a poco más, quienquiera que no abrace su causa es a sus ojos enemigos interior del catolicismo y no entiende palabra del Evangelio ni de Jesucristo?  Creemos que hay que insistir en este punto, porque precisamente su celo católico le ha valido a Le Sillón, hasta estos últimos tiempos, preciosos alientos e ilustres aprobaciones. Más ahora, en vista de las palabras y obras, debemos declarar que así por la conducta como por la doctrina Le Sillón no satisface a la Iglesia.



a) admite sólo la forma democrática.

      28)- En primer lugar, su catolicismo no acepta más forma de gobierno que la democrática, que a su juicio es la más favorable a la Iglesia, y se confunde por decirlo así con ella, enfeudando de este modo la religión a un partido político. No tenemos necesidad de demostrar que el advenimiento de la democracia universal  no tiene nada que ver con la acción de la Iglesia en el mundo; ya hemos recordado que la Iglesia ha dejado siempre a los pueblos el cuidado de darse el gobierno que considere más conveniente a sus intereses. Lo que una vez más queremos afirmar, de acuerdo a nuestro Predecesor, es que hay error y peligro en atar  sistemáticamente el catolicismo a una forma de gobierno; error y peligro que son más graves cuando se cifra la religión en un género de democracia cuyas doctrinas son erróneas. Este es el caso de Le Sillón, el cual, comprometiendo la Iglesia en una forma especial de gobierno, divide a los católicos, arranca a la juventud y aún a los sacerdotes y seminaristas de la acción simplemente católica y gasta sin ningún provecho las fuerzas vivas de una parte de la nación.



b) Prescinde de la religión.

      29)- Y ved, Venerables Hermanos una sorprendente contradicción: precisamente invocando el principio de que la religión debe dominar sobre todos los partidos, se abstiene Le Sillón, de defender la Iglesia combatida. No es esta, en verdad la que a la arena política ha descendido; antes bien la han arrastrado a ella para mutilarla y despojarla. Y siendo esto así, ¿no deben los católicos  usar de las armas políticas que tienen en sus manos para defenderla, y también para obligar  a la política a mantenerse en su terreno y no ocuparse con la Iglesia más que para darle lo que  es debido. Pues bien, a vista de las tropelías que se perpetran contra la Iglesia, vese frecuentemente con dolor a los sillonistas cruzarse de brazos, si no les tiene en cuenta el defenderla, véseles dictar o sostener  un programa que por ningún lado, ni en ningún lado, descubre al católico, sin que esto sea obstáculo para  que esos mismos hombres confiesen su fe en plena lucha política, al golpe de alguna provocación, dando así a entender que hay dos hombres en el sillonista: el individuo que es católico, y  el sillonista, el hombre de acción, que es neutro.

      30)- Hubo un tiempo en que Le Sillón, como tal, era formalmente católico. No conociendo más fuerza moral que la católica, iba proclamando que la democracia sería católica o no sería. Más llegó  un momento en que, mudando de parecer, dejó a cada cual su religión o filosofía, y hasta él mismo dejó de llamarse católico, sustituyendo aquella su fórmula: “La democracia será católica” con esta otra: “La democracia no será anticatólica”, como tampoco, por lo demás antijudía o antibudista. Ésta fue la época del más grande Le Sillón. Convocados para la construcción de la ciudad futura todos los obreros de todas las religiones y de todas las sectas, no se les puso más exigencia que abrazar el mismo ideal social, respetar todas las creencias y aportar alguna porción de fuerzas morales. Es verdad que se decía: “Los jefes de Le Sillón sobreponen  a todas las cosas su fe religiosa ¿Pero pueden acaso quitar a los demás el derecho de sacar la energía moral, de donde puedan? En compensación  quieren que los demás respetan en ellos el derecho de sacarla de su fe religiosa. Por consiguiente, piden a todos los que quieran transformar la sociedad presente, a la manera democrática, que no se repelen mutuamente por causa de sus convicciones filosóficas o religiosas que puedan separarlos, sino que vayan mano a mano, no renunciando a sus convicciones, sino ensayando en el terreno de  las realidades prácticas la prueba de las excelencias de sus convicciones personales. Tal vez, en este terreno de la emulación entre almas pertenecientes a diferentes escuelas religiosas o filosóficas, podrá realizarse la unión” (Marc Sangnier, Rouen, 1907). Se declaró al mismo tiempo: ¿Cómo podrá esto realizarse?, que el pequeño Sillón católico será el alma del gran Le Sillón cosmopolita.

      Recientemente ha desaparecido el nombre del más grande Le Sillón y se ha introducido una nueva organización, sin modificar, antes muy al contrario, el espíritu y fondo de las cosas, “para poner orden en el trabajo y organizar las diversas fuerzas de acción. Le Sillón sigue siendo un alma, un espíritu, que se mezcla entre los grupos y les comunicará su actividad”. Y se ruega a todas las nuevas agrupaciones, convertidas aparentemente en autónomas, católicas, protestantes y librepensadoras , que pongan mano a la obra.

      “Los compañeros católicos trabajarán juntos en una organización especial para instruirse y educarse. Los demócratas protestantes y librepensadores, tomarán a pecho armar la juventud, no para una lucha fraticida, sino para una generosa emulación en el terreno de las virtudes sociales y cívicas” (M. Sangnier, París, mayo 1910)



c). Quiere establecer una justicia fuera de la religión

      31)- Estas declaraciones y esta nueva organización de la acción sillonista sugieren muy graves reflexiones.

      He aquí, fundada por católicos, una asociación interconfesional para trabajar en la reforma de la civilización, obra en primer término religiosa, pues es verdad demostrada y hecho histórico, que no hay verdadera civilización sin  civilización moral, ni civilización moral sin Religión verdadera, de suerte que es vano pretexto el de los nuevos sillonistas cuando alegan que trabajarán únicamente  “en el terreno de las realidades prácticas”, donde nada importa la diversidad de creencias, tanto más que tan persuadido está su jefe de la influencia de las convicciones del entendimiento sobre el resultado de la acción, que invita a todos, sin distinción de religiones, “a experimentar en el terreno  de las realidades prácticas la excelencia de de sus convicciones religiosas personales”. Y con razón, porque las realizaciones prácticas revisten el carácter de las convicciones religiosas, como los miembros de un cuerpo, hasta sus últimas extremidades, reciben su forma del principio vital que los anima.

      Esto supuesto, ¿qué hay que pensar de la mezcolanza de los jóvenes católicos con herejes e incrédulos de toda laya en una obra de esa naturaleza?  ¿No será para esos jóvenes mil veces más peligrosa  que una asociación neutra? ¿Qué pensar de esa convocación  de todos los heterodoxos e incrédulos a aquilatar la excelencia de sus convicciones en el terreno social, en una especie de concurso apologético, como si este concurso no tuviese ya diecinueve siglos de duración, en condiciones menos peligrosas para la fe  de los fieles y en honra cabal de la Iglesia católica? ¿Qué pensar de ese respeto a todos los errores y de la extraña invitación, con que un católico anima a todos los disidentes  a fortalecer sus convicciones por el estudio y convertirla en manantiales siempre más abundantes de nuevas fuerzas? ¿Qué pensar de una asociación en la que todas las religiones, y el mismo librepensamiento, pueden manifestarse paladinamente y a sus anchas? Porque los sillonistas, que en las conferencias públicas , y en otras partes proclaman arrogantemente su fe individual, no pretenden, a la verdad, cerrar la boca a los demás e impedir al protestante que ostente su protestantismo, ni el escéptico su escepticismo. ¿Qué pensar, en fin, de un católico que al entrar en el círculo de estudios deja a la puerta su catolicismo para no asustar a los compañeros  que soñando en una acción social desinteresada, se oponen a asirse de ella para el triunfo de  intereses, de banderías, ni aún de convicciones, sean las que fueren? Tal es la profesión de fe  de la nueva Junta Democrática de Acción Social, que ha heredado la parte más importante del programa de la antigua organización, y que, según ella misma dice, “deshaciendo el equívoco mantenido alrededor del más grande Le Sillón, tanto en las esferas reaccionarias, como en las anticlericales”, está abierta a todos los hombres “respetuosos con las fuerzas morales y religiosas, y convencido de que no es posible ninguna emancipación social verdadera sin el fermento de un generoso idealismo”.

      33). ¡Oh, si!, el equívoco está deshecho: la acción social de Le Sillón no es ya católica; el sillonista, como tal, no trabaja por una bandería y  “de las simpatías que su acción por ventura despierte, la Iglesia, él mismo es quien lo dice, no podrá sacar ningún provecho”. ¡Insinuación a la verdad extraña! Témese que la Iglesia pueda aprovecharse de la acción social de Le Sillón con fin egoísta e interesado, como si todo lo que aprovecha a la Iglesia no aprovechara a la humanidad. ¡Extraña confusión de ideas! `La Iglesia, según esto, se aprovecharía de la acción social, como si los más ilustres economistas no hubiesen reconocido y demostrado  que la acción social, para ser sólida y fecunda, es la que ha de aprovecharse de la Iglesia!



CONCLUSIÓN.

d)… Y con gente de todas las banderías.

      34)- Pero más extrañas todavía, espantosas y aflictivas a  vez, son la audacia y levedad de hombres que, llamándose católicos, imaginan refundir la sociedad en las condiciones  dichas y establecer sobre la tierra, por encima de la Iglesia Católica, “el reinado de la justicia y del amor”, con obreros venidos de todas partes, de todas las religiones o faltos de religión, con creencias o sin ellas, a condición de que olviden lo que los divide, es a saber, sus convicciones religiosas y filosóficas, y que se pongan en común lo que los une, esto es, un generoso idealismo y fuerzas tomadas “de donde puedan”. Cuando se piensa en las fuerzas, en la ciencia, en las virtudes que han sido menester para la fundación de la ciudad cristiana, cuales fueron los padecimientos de millones de mártires, las luces de los Padres y Doctores de la Iglesia, la abnegación de todos los héroes de la caridad, una poderosa jerarquía nacida en el cielo, torrentes de gracia divina y todo ello edificado, unido, compenetrado por la vida y el espíritu de Jesucristo, la sabiduría de Dios, el Verbo hecho hombre; cuando se piensa, decimos, en todo esto, asusta ver a los nuevos apóstoles, obstinados en hacer cosa mejor con un vago idealismo y las virtudes cívicas. ¿Qué van a producir?¿Qué es lo que va a salir de esa colaboración? Una construcción puramente verbalista y quimérica. Donde espejarán, revueltas y en confusión seductora, las palabras de libertad, justicia, fraternidad y amor, de igualdad y exaltación del hombre, todo ellos fundado en una dignidad humana mal entendida; una agitación tumultuosa,  estéril para  el fin propuesto, provechosa para los agitadores de masas menos utopistas. Verdaderamente se puede afirmar que Le Sillón, al poner los ojos en una quimera, hace escolta al socialismo.

      35)- Cosa peor tenemos todavía. El resultado de esa promiscua colaboración, el beneficiario de esta acción social cosmopolita, no puede ser más que una democracia  que no será ni católica, ni protestante, ni judía; una religión (pues el sillonismo, según han dicho sus jefes, es una religión) más universal que la Iglesia católica, y que reúna a todos los hombres hechos a la postre hermanos y compañeros en el “reino de Dios”. “No se trabaja para la Iglesia, se trabaja para la humanidad”



CONCLUSIÓN  FINAL.

¿Qué es el catolicismo de Le Sillón?

      36)- Y ahora, penetrados de la más viva tristeza, os preguntamos, Venerables Hermanos, en qué ha venido a parar el catolicismo de Le Sillón. ¡Ay! El que diera antes tan hermosas esperanzas, aquel río cristalino e impetuoso ha sido atajado en su curso  por los enemigos modernos de la Iglesia, y ya no constituye más que un miserable  afluente del gran movimiento de apostasía organizado en todas las naciones para el establecimiento de una Iglesia universal sin dogma ni jerarquía, sin regla para el espíritu  ni freno para las pasiones; una Iglesia que, so pretexto de libertad y dignidad humana, volvería a traer al mundo, si triunfase, con el reinado legal de la astucia y de la fuerza, la opresión de los débiles, de ,los que sufren y trabajan.

     37)-  Harto conocemos los sombríos antros donde se elaboran estas doctrinas deletéreas que no deberían seducir a espíritus perspicaces. No han podido librarse de ellas los jefes de Le Sillón; la exaltación de sus efectos  la ciega bondad de su corazón, su misticismo filosófico mezclado con parte de iluminismo, los han arrastrado a un nuevo  evangelio, en el cual han querido ver el verdadero Evangelio del Salvador, llevando a tal punto su osadía que tratan a Nuestro Señor Jesucristo con una familiaridad sobremanera irrespetuosa, y a consecuencia del parentesco de su ideal con el de la revolución, no temen presentar entre ésta y el Evangelio paridades blasfemas que no tienen siquiera la excusa de haberse escapado en alguna improvisación tumultuosa.

      38)- Queremos llamar vuestra atención, Venerables Hermanos, sobre esta deformación del Evangelio,  y del carácter sagrado de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre, practicada en Le Sillón y en otras partes. Al discurrir sobre la cuestión social, es moda en ciertas esferas  descartar primero la divinidad de Jesucristo, y después no hablar más que de su extremada mansedumbre, de su compasión por todas las miserias humanas, de sus apremiantes exhortaciones al amor del prójimo y de la fraternidad. Verdad es que Jesucristo nos ama con amor inmenso, infinito y que vino a la tierra a padecer y  morir, para que reunidos en torno suyo, en la justicia y el amor, animados de los mismos sentimientos de mutua caridad, todos los hombres vivan en paz y felicidad. Más, con autoridad suprema puso por condición de esa felicidad temporal y eterna, ser de su rebaño, aceptar su doctrina, practicar la virtud y dejarse enseñar y guiar por Pedro y sus sucesores. Además, si Jesús fue bueno con los extraviados y pecadores, no respetó sus convicciones erróneas, por sinceras que parecieran; los amó a todos para instruirlos, convertirlos y salvarlos. Si llamó a Sí, para aliviarlos a los que padecen trabajos y dolores, no fue para predicarles la emulación  de una igualdad quimérica. Su levantó a los humildes no fue para inspirarles el sentimiento de una dignidad independiente y rebelde a la obediencia. Si su corazón rebosaba mansedumbre para las almas de buena voluntad, no dejó de encenderse en santa indignación contra los profanadores de la casa de Dios, contra los miserables  que escandalizan a los pequeñuelos, contra las autoridades que abruman al pueblo con el peso de cargas insoportables, sin que ellos pongan el dedo para ayudarlas a levantar. Fue tan enérgico como manso; regañó, amenazó, castigó sabiendo y enseñándonos que con frecuencia  el temor es el principio de la sabiduría y que conviene  veces cortar un miembro para salvar el cuerpo. En fin, lejos de anunciar para la sociedad futura  el reinado de una felicidad ideal, de donde estuviera el dolor desterrado, trazó con la palabra y el ejemplo el camino de la felicidad posible en la tierra y de la bienaventuranza perfecta en el cielo; el camino real de la Santa Cruz. Enseñanzas son estas que sería error aplicar únicamente a la vida individual en orden a la salvación eterna, pues son también eminentemente sociales y nos muestran en Nuestro Señor Jesucristo algo más que humanitarismo sin consistencia  y sin autoridad.



EXHORTACIÓN.



a)      A los Obispos de Francia.

      39)- Vosotros, Venerables Hermanos, proseguid activamente la obra del Salvador de los hombres con la imitación de su mansedumbre y  de su energía. Inclinaos a todas las miserias, ningún dolor escape a vuestra solicitud pastoral, ninguna queja os halle indiferente. Pero predicad también denodadamente a grandes y pequeños sus deberes; a vosotros toca formar la conciencia del pueblo y de los poderes públicos. La cuestión social estará muy cerca de  su solución cuando unos y otros, menos exigentes de sus derechos, cumplan exactamente sus deberes.

      Además, como en el conflicto de intereses, y especialmente en la lucha  con la fuerza de los malos, ni la virtud ni aún la santidad bastan siempre a asegurar al hombre  el pan de cada día, y como el rodaje social debe ordenarse de suerte que con su juego natural paralice los esfuerzos de los malvados y haga asequible a todos los hombres de buena voluntad su parte legítima de felicidad terrena, ardientemente deseamos  que a este fin os intereséis activamente en la organización de la sociedad.  A esta causa, en tanto que vuestros sacerdotes se entregarán con celo a la santificación de las almas, a la defensa de la Iglesia y a las obras de caridad propiamente dichas, escogeréis algunos de ellos activos y de espíritu poderoso,  provistos de los grados de doctores en filosofía y teología, perfectamente instruidos en la historia de la civilización antigua y moderna y los dedicaréis a los estudios menos elevados y más prácticos de la vida social para ponerlos, en tiempo oportuno, al frente de las obras de acción católica. Más cuiden esos sacerdotes en no dejarse extraviar en el dédalo de las opiniones contemporáneas por el espejismo de una falsa democracia; no tomen de la retórica de los peores enemigos de la Iglesia y del pueblo un lenguaje enfático y lleno de promesas tan sonoras como irrealizables; persuádanse  que la cuestión social y la ciencia social no nacieron ayer; que en todas las edades la Iglesia y el Estado, concertados felizmente, suscitaron para el bienestar de la sociedad organizaciones fecundas; que la Iglesia, que jamás ha traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que desligarse de lo pasado, antes le basta anudar, con el concurso de los verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la revolución, y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano de que estuvieron animados, al nuevo medio creado por la revolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigo del pueblo no son revolucionarios ni renovadores, sino tradicionalistas.

      A esta obra eminentemente digna de vuestro celo pastoral deseamos que la juventud de Le Sillón, no sólo no ponga obstáculo alguno, sino que desarraigada de sus errores, aporte en el orden y sumisión convenientes su leal y eficaz concurso.



b)  A los jefes de Le Sillón.

40)- Volviéndonos ahora, pues, a los jefes de Le Sillón,  con la confianza de un padre que habla a sus hijos, les pedimos por su bien, por el de la Iglesia y de Francia, que os cedan su puesto. Nos medimos ciertamente la extensión del sacrificio que de ellos solicitamos, pues sabemos que son bastante generosos para realizarlo, y de antemano, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, de quien somos representante indignos, les damos por ello nuestra bendición. En cuanto a los miembros de Le Sillón, queremos que se agrupen por diócesis para trabajas bajo la dirección de los obispos respectivo, así en la regeneración cristiana y católica del pueblo, como el mejoramiento de su suerte. Esos grupos diocesanos serán , por de pronto, independientes unos de otros, y a fin de demostrar bien que han roto con los errores pasados, tomarán el nombre de “sillones” católicos, y cada uno de sus miembros añadirán a su título de sillonista el mismo calificativo de católico. Por supuesto que todo sillonista católico quedará libre de conservar, por otra parte sus preferencia políticas, depuradas de todo lo que en la materia no sea enteramente conforme con la doctrina de la Iglesia. Que si hubiese grupos, Venerables Hermanos, que negasen  someter a estas condiciones, deberíais, por el mismo caso, entender que se niegan a vuestra dirección; y entonces habría que examinar si se ciñen a la política o economía pura, o si sus antiguos errores. En el primer caso es claro que no os habríais de ocupar  de ellos más que en el común de los fieles; en el segundo deberíais proceder en la forma consiguiente, con prudencia, pero también con firmeza. Los sacerdotes habrán de mantenerse totalmente apartados de los grupos disidentes, contentándose con prestar los auxilios del santo ministerio individualmente a su miembros y aplicarles en el tribunal de la penitencia las reglas comunes de la moral relativas a la doctrina y a la conducta. Cuanto a los grupos católicos, los  sacerdotes y seminaristas, si bien los favorecerán y secundarán se abstendrán no obstante de agregarse a ellos como miembros; porque conviene que la milicia sacerdotal se mantenga en una esfera superior a las asociaciones laicas, aún las más útiles y animaladas del mejor espíritu.

      41)- Tales son las providencias prácticas con que hemos creído necesario sancionar esta Carta acerca de Le Sillón y de los sillonistas.  Que el Señor se digne, se lo rogamos del fondo del alma, hacer entender a esos hombres y a esos jóvenes las graves razones que la han dictado, que les dé la docilidad del corazón con el valor de probar a la faz de la Iglesia la sinceridad de su fervor católico; y a vosotros, Venerables Hermanos, que El os de a sentir para con ellos, pues son en adelante vuestros, los afectos de un corazón enteramente paternal.

      En esta esperanza y para alcanzar tan deseables resultados, Nos os concedemos de todo corazón , así como a vuestro Clero y a vuestro pueblo, la bendición Apostólica.



Dado en Roma, junto a San Pedro, el 23 de agosto de 1910, año octavo de Nuestro Pontificado.



Pío, Papa X.



EPILOGO, (ESCRITO  POR   LA  “OBRA  DE  COOPERACIÓN  PARROQUIAL DE  CRISTO  REY”).



El 25 de agosto de 1910. San Pío X publicaba la Carta Encíclica “Notre Charge Apostolique”, dirigida a los Arzobispos y Obispos de Francia, en la que condenaba las doctrinas de “LE SILLÓN”.

Llevaba este nombre un movimiento de democracia mal entendida, iniciada en Francia en el año 1893.

El R.P. Joaquín AZPIAZU SJ., en su libro “Direcciones Pontificias”, escribe: “Se pretendía ir al pueblo para conquistarlo, -según se decía-, pero la conquista se hacía por medio de errores en un principio ocultos o paliados quizá por una excelente voluntad de trabajo, pero más adelante claros ya y perniciosos.

Por aquellos últimos años del siglo XIX se habló muchísimo de DEMOCRACIA. Como no faltaron quienes por amor a la democracia hablaran hasta de introducir en la Iglesia una constitución distinta  de la asignada por el Divino Fundador Jesucristo.  Se había de ser católico, pero oculto; la frase era: ser católicos pero no confesionales… Se creía que la Iglesia  no hacía el bien que debía porque no modificaba su actitud. Por otra parte, la fe había de dominar. El lema era: no separarse de la Iglesia, sino apoderarse de ella… León XIII escribió en 1901 la Encíclica “Graves de Communi” para definir en qué sentido podía admitirse y en que otros rechazarse el concepto y la idea democrática… ¿No se llegó a decir que nadie podía ser católico sin ser antes demócrata?...

El progreso de las asociaciones reunidas, el vigor que iban tomando la falsedad de sus ideas y los peligros horribles de apostasía que se podía echar encima hicieron escribir a Pío X su famosa carta condenatoria de Le Sillón…

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Nos parece que nadie puede dudar de que sea de actualidad un documento que trata del problema de la democracia, y que debería leerlo todo católico a quien preocupa  este problema.

Sin embargo es prácticamente imposible encontrar  el texto de la Encíclica de San Pío X en ninguna librería.

Sin duda, como lo escribía Pío XI, en la Encíclica “Ubi arcano” (23/XII/1922); (Muchos) no se portan de otro modo que si las enseñanzas y preceptos promulgados tantas veces por los Sumos Pontífices, especialmente por León XIII, Pío X, y Benedicto XV, hubieran perdido su fuerza primitiva o hubieran caído en desuso. En lo cual es preciso reconocer una especie de modernismo moral, jurídico y social, que reprobamos con toda energía, a una con aquel modernismo dogmático…”

Y el mismo Pontífice añadía: “Hay pues que traer a la memoria estas enseñanzas y estos preceptos…”

Esta modesta publicación no pretende otra cosa.




C.P.C.R.