Basta ya de pedir perdón: Occidente no es peor que el resto
Por Clifford D. May
Presidente de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD)
Los intelectuales de la izquierda y sus círculos de influencia juzgan a Estados
Unidos y a ciertos países europeos como si fuesen los únicos culpables del imperialismo,
el colonialismo, el racismo, el sexismo,
la xenofobia, la homofobia, la islamofobia…
la lista sigue.
¿Pero es Occidente realmente distinto del resto en lo que respecta
a los pecados modernos? Cualquiera que haya viajado a Oriente Medio, América
Latina, Asia y África debería saber que no. Excepto en una cosa: los
estadounidenses y los europeos están constante y públicamente debatiendo sobre
qué sea lo justo y lo equitativo, y sobre cómo se podrían mejorar nuestras
políticas y actitudes. Y de manera frecuente –algunos dirían que
obsesiva– nos disculpamos por nuestras conductas pasadas y presentes.
He estado pensando en ello en mi visita a Arabia Saudí, país en el que las decisiones importantes las toma la Familia Real y el establishment religioso. Del resto sólo se espera que esté de acuerdo, o que al menos obedezca.
Fijémonos en la controversia que se da en EEUU y Europa sobre cuánto se
deben abrir las fronteras a quienes huyen del turbulento
Oriente Medio. Cuando se plantea el tema aquí, en Arabia Saudí, también se
habla de si los estadounidenses y los europeos están haciendo lo suficiente, y
no sobre si los saudíes deberían esforzarse más por ayudar a sus correligionarios
árabes y musulmanes. En cuanto a los diez millones de trabajadores invitados
extranjeros que hay en el país, podrán vivir aquí durante generaciones y
seguirán sin tener la oportunidad de convertirse en ciudadanos saudíes. Tampoco
eso es objeto de controversia.
El estatus de las mujeres y de la gente LGBT es un asunto
importante en Occidente. Aquí, ser identificado como parte de los segundos
puede acarrearte penas de cárcel, multas, flagelaciones o la ejecución. En
cuanto a las primeras, por el régimen de tutela, deben cubrirse en
público, y no se les permite trabajar o viajar sin el permiso del padre, el
marido u otra figura masculina de autoridad. Y, notoriamente, tienen prohibido
conducir coches. Hay saudíes comprometidos con la liberación de la mujer,
pero la mayoría reconoce que, en esta sociedad tradicional y conservadora, el
proceso será lento… en el mejor de los casos.
El hecho de que la esclavitud fuese en su día una próspera
institución sigue siendo una herida abierta en Estados Unidos. La esclavitud
también fue una próspera institución en Arabia Saudí, pero esto no se ve como
una mácula en el honor nacional. Estados Unidos abolió la esclavitud en la
década de 1860. Arabia Saudí hizo lo mismo… en la de 1960.
Se acostumbra a decir que los saudíes unieron Arabia.
Sería más preciso decir que los guerreros saudíes conquistaron las distintas
regiones de la península, con sus tribus dispares. Tras la Primera Guerra
Mundial, los saudíes disfrutaban de un considerable apoyo del Imperio
británico, que fue decisivo para ayudar a crear Estados-nación árabes tras la
derrota y caída del Imperio otomano.
Tribus que compiten por el poder, países que conquistan a otros países,
imperios que surgen y que caen: de estas cosas se compone la Historia. La
fuerza de las armas ha sido casi siempre y en todas partes la que ha decidido
quién posee qué territorios. Entonces, ¿por qué tantos historiadores condenan
el imperialismo occidental mientras ignoran los demás, por
ejemplo, los grandes y poderosos imperios islámicos del
pasado)?
Cerca del 95% del petróleo producido en Arabia Saudí proviene de la Provincia
Oriental, territorio conquistado por los saudíes en 1913. La Provincia
Oriental es también donde vive la mayoría de los chiíes de Arabia Saudí. Según
los cálculos más ajustados, constituyen entre el 10 y el 15% de la población
del país y son mayoría en algunas partes de esa región.
El petróleo que se está bombeando desde las ancestrales tierras chiíes
no ha beneficiado a los chiíes tanto como a los suníes del Najd, la
región central del país y lugar de origen de los saudíes, y el Hiyaz, que
incluye el antiguo puerto de Yeda, en el Mar Rojo, así como las ciudades
sagradas de La Meca y Medina. Muchos chiíes dicen en privado (porque es
peligroso decirlo en público) que son ciudadanos de segunda clase y que sufren
discriminación en la educación, el trabajo, el ejército y el sistema judicial.
Una mujer me cuenta que los únicos chiíes que aparecen en la televisión
saudí son los que matan a suníes en lugares como Siria, Irak y el Yemen. Otra
me dice que en las escuelas saudíes tanto los profesores como los libros de
texto denigran a los chiíes llamándolos blasfemos, “negacionistas”
y “falsos musulmanes”. Ella instruye a sus hijos
en aquello que se exige para sacar buenos títulos, pero no cree en lo que les
están enseñando.
Durante años, una figura muy popular en la región, especialmente entre los
jóvenes, fue el jeque Nimr Baquir al Nimr. Criticó abiertamente
al Gobierno saudí y pidió elecciones libres. De lo contrario, dijo, la
Provincia Oriental debería tener el derecho a la secesión. Acusado de
“buscar la injerencia extranjera”, fue ejecutado hace cosa de un
año.
“En Estados Unidos hay islamofobia; aquí hay chiifobia”,
dijo un activista pro derechos humanos. La palabra parece adecuada, porque
mientras la inmensa mayoría de los chiíes saudíes son indudablemente leales y
pacíficos, los dirigentes de Irán han maquinado para reclutar agentes e incitar
al terrorismo.
Con algún éxito: la Hezbolá saudí, una organización chií
que busca derrocar al Gobierno, ha asesinado a diplomáticos saudíes en el
extranjero, y estuvo implicada en el atentado con camión-bomba contra las
Torres Jobar en 1996. Diecinueve soldados estadounidenses fueron asesinados.
Diez años después, un tribunal estadounidense dictó que el atentado fue
“planeado, financiado y patrocinado por altos cargos del Gobierno de la
República islámica de Irán”.
Todo esto me lleva a la conclusión de que el prejuicio y las fobias
no son defectos exclusivos de Occidente. Al contrario: pintar a los
otros con una brocha muy gorda es un reflejo natural en las sociedades de
todo el mundo. Lo que sí es inusual es el arduo empeño de los estadounidenses y
los europeos por superar ese reflejo; por educarse a sí mismos en el cultivo de
la tolerancia como virtud y considerar la diversidad como algo beneficioso.
¿Pasa eso en alguna otra parte?
© Versión original (en
inglés): Foundation for Defense of Democracies (FDD)
© Versión en español: Revista El Medio
© Versión en español: Revista El Medio