CUATRO AÑOS CON FRANCISCO
13/03/2013 – 13/03/2017
Cuatro años con Francisco,
Soberano Blasfemador del Vaticano
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« Quienquiera
que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es
la piedra de toque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad. Si
no amáis la verdad, podréis decir que la amáis e incluso hacerlo creer a
los demás; pero estad seguros que, en ese caso, careceréis de horror a
lo que es falso, y por esta señal se reconocerá que no amáis la
verdad. » Ernest Hello.
Cuando se trata de referir las dichos y los hechos de Francisco, resulta imposible no encontrar blasfemias diseminadas por doquier, cualquiera sea el tema abordado o la acción ejecutada. Si me he decidido a dedicar un artículo a algunas de sus cuantiosas blasfemias, ha sido con la precisa finalidad pedagógica de poner de relieve las más « descollantes », para que así los cristianos, tomando conciencia de la malicia y de la impiedad incalificables de este hombreinsensato, puedan escapar a sus diabólicas celadas y no sean seducidos por el falso Evangelioque él predica ni por el Cristo adulterado que él presenta engañosamente al mundo, escudándose en el inmenso prestigio y en la considerable autoridad moral que su investidurale confiere.
Considero necesario agregar aquí una especificación suplementaria: si hubiese que identificarun rasgo distintivo en el pontificado de Francisco, una marca de fábrica que lo caracterizaraadecuadamente, un común denominador que diera coherencia a sus palabras y a sus gestos, un telón de fondo siempre presente en todo lo que dice y hace, éste sería, sin lugar a dudas, la
blasfemia. En efecto, Francisco las profiere con la misma naturalidad
con la que respira, eructa sus improperios contra todo lo sagrado con una habilidad notable,
una delectación diabólica y una impudicia prodigiosa. Van a
continuación algunas piezas escogidas de las incesantes y multiformes
expectoraciones bergoglianas:
« Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios. »
Esta
única frase, lanzada seis meses después de su elección, y que fuera
objeto de una cobertura mediática planetaria, debería haber bastado para
suscitar una condena inapelable del extraordinario insultador
argentino. Ahora bien, condena no la hubo, ni nada que pudiera
asemejársele. No hubo ni tan siquiera un tibio pedido de rectificación
o, cuando menos, de aclaración semántica. Al fin y al cabo, era la
primera vez en la historia de la Iglesia que un « Papa » negaba la
existencia del Dios católico: convengamos que no nos encontramos ante
una aseveración anodina…
Esta
cruel ausencia de reacción prueba fehacientemente el estado de
descomposición espiritual, intelectual y moral de los católicos, es un
indicio cierto de la indiferencia pasmosa en la que se halla el mundo
católico con respecto a la fe, y esto ante una frase explosiva como
pocas y que se comprende sin la menor dificultad.
Y
si a alguien le pareciese que dicha sentencia sería susceptible de
recibir una interpretación benigna y ortodoxa, en conformidad con el
magisterio, y no fuese capaz de percibir en ella una colosal impiedad,
el odio a Dios y a su Iglesia manifestados en un grado paroxístico, con
toda la malicia del demonio expresándose por la boca de este hombre inicuo,
me vería en la rigurosa obligación de decirle que se encuentra en un
problema muy serio, y que más le valdría sacudirse la somnolencia
espiritual que padece antes de que fuera demasiado tarde…
Prosigamos. Según
Francisco, Jesús tuvo que pedir perdón a sus padres a causa de su
« travesura » en el Templo de Jerusalén. Y sus padres, naturalmente, le
significaron su desaprobación. Manifiestamente, Francisco tiene el
sentido de la oportunidad, ya que tuvo la delicadeza de hacer este
« cumplido » a Jesús, María y José con motivo de la homilía de la fiesta
de la Sagrada Familia, el 27 de diciembre de 2015, en la basílica de
San Pedro. Sepan disculpar lo extenso de la cita, pero es necesario para
poder captar plenamente la gravedad de las palabras de Francisco:
« Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf.
Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras
familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a
la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la
vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la
experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de
volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén,
causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su
aventura, probablemente también Jesús tuvo
que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo
que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un
cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y
de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para
demostrar todo su afecto y obediencia. Estos momentos, que con el Señor
se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir
perdón y recibirlo y de demostrar amor y obediencia, también forman
parte de la peregrinación de la familia. »
El 15 de agosto de 2013 Francisco visitó la comunidad de Clarisas contemplativas del monasterio de Albano.
Allí explicó a las religiosas, en un tono pretendidamente humorístico,
que María se había rebelado contra San Pedro, le había desobedecido y, a
hurtadillas, durante el transcurso de la noche, sin nadie que pudiera
verla, había conseguido que todo el mundo se salvara:
« Radio Vaticana conversó
con dos de las religiosas [clarisas, del monasterio de Albano] que
estuvieron en el encuentro de casi 45 minutos con el Santo Padre. La
Madre Vicaria, Sor María Concetta, dijo que el Papa ‘‘ estaba tranquilo,
distendido como si no tuviera nada que hacer o como si no pensara en
alguna cosa. Nos ha hablado -de un modo que nos tocó mucho- de María, en
esta Solemnidad de la Asunción, porque la mujer consagrada es un poco
como María. Nos ha contado una bella historia que nos ha hecho reír a
todos, incluso a él mismo: María está en el Paraíso; San Pedro no
siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y por eso María sufre
un poco, pero se queda quieta. Y en la noche, cuando se cierran las
puertas del Paraíso, cuando nadie ve u oye nada, María abre la puerta del Paraíso y hace entrar a todos.’’ »
Visiblemente,
Francisco se complace y se regocija intensamente injuriando a la Madre
de Dios. Para él, Nuestra Señora, al pie de la Cruz, se habría sublevado
contra Dios, tildándolo de mentiroso. Éstas son sus declaraciones,
efectuadas el 20 de diciembre de 2013, con motivo de una homilía dada en
la Casa Santa Marta:
« Ella
estaba silenciosa, pero en su corazón, ¡cuántas cosas le decía al
Señor! ¡Tú, aquel día, me dijiste que sería grande; me dijiste que le
darías el trono de David, su padre, que reinaría para siempre y ahora lo veo aquí! ¡La Virgen era humana! Y tal vez tenía ganas de decir: ¡Mentiras! ¡Me han engañado! »
Francisco
reiteró esta odiosa afrenta hacia la madre de Jesús en numerosas
ocasiones. Veamos lo que dijo el 29 de mayo de 2015, nuevamente durante
un sermón pronunciado en Santa Marta:
«
Muchas veces pienso en la Virgen, cuando le dieron el cuerpo muerto de
su Hijo, tan destrozado, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Qué hizo la
Virgen? ¿Lleváoslo? No, lo abrazó, lo acarició. Tampoco la Virgen lo
entendía. Porque, en aquel momento, se acordaría de lo que el Ángel le
había dicho: Será Rey, será grande, será profeta, y dentro de sí, con
aquel cuerpo -tan herido, que había sufrido tanto antes de morir- en sus
brazos, por dentro seguramente tendría ganas de decir al Ángel:
“¡Mentiroso! ¡Me has engañado!”. »
Procuremos
descifrar el mensaje que Francisco nos transmite a propósito de la
Madre de Dios y Reina de los Ángeles. De acuerdo con su visión, María no
comprende lo que le sucede
a Jesús, María no entiende el sentido de su sufrimiento, María al pie
de la Cruz se rebela contra Dios en su corazón, piensa que ha sido
engañada por el ángel Gabriel en la Anunciación, no consiente libre y
lúcidamente el sacrificio redentor de su Hijo; por consiguiente, María
no es Nuestra Señora de los Siete Dolores ni la Reina de los Mártires.
María, evidentemente, no comprendió la profecía de Simeón durante la
Presentación del Niño Jesús en el Templo, no sabe por qué está allí y
desconoce el sentido de su misión. En definitiva, María ignora cual es
el papel que le corresponde en el plan de la salvación…
Ésta
es la versión bergogliana del rol desempeñado por Nuestra Señora el
Viernes Santo, en el Calvario, al pie de la Cruz, cuando se realizaba la
Redención del género humano. Esta versión inaudita del papel que le correspondió a María en la Pasión de Jesús es sencillamente luciferina. Y me atrevo a decir que el hecho de no percatarse de ello constituye un signo inequívoco de ceguera espiritual.
Sin
embargo, la obsesión blasfemadora de Francisco no se detuvo ahí. ¿Y por
qué tendría que haberlo hecho? Puesto que nadie lo enfrenta y que
visiblemente este hombre carece de todo temor de Dios…
En
efecto, de acuerdo con su peculiar exégesis bíblica, la Santísima
Virgen María no habría sido la única que habría blasfemado contra Dios:
su divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo en persona, no se habría
quedado atrás. Éstos son sus dichos del 3 de septiembre de 2015 durante
un sermón en Santa Marta:
«
Jesús, cuando se lamenta -‘‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’’-
¿blasfema? El misterio es éste. Tantas veces yo he escuchado a personas
que están viviendo situaciones difíciles, dolorosas, que han perdido
tanto o se sienten solas y abandonadas y vienen a lamentarse y hacen
estas preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué? Se rebelan contra Dios. Y yo digo:
‘‘Sigue rezando así, porque también ésta es una oración’’. Era una
oración cuando Jesús dijo a su Padre: ‘‘¡Por qué me has abandonado!’’. »
Así
pues, según Francisco, Jesús y María se sublevaron contra Dios. Y en su
desamparo, blasfemaron. Pero eso, no obstante, fue una verdadera
plegaria de su parte, a no dudarlo. Por lo cual Francisco estimula a la
gente angustiada por su sufrimiento a seguir el ejemplo de Jesús y de
María, sublevándose ellos también contra Dios, blasfemando ellos también
contra Dios, contra ese ser malvado y cruel que se desentiende del
sufrimiento humano, el cual es, obviamente, absolutamente gratuito e
incomprensible…
Francisco
nos explica así que, en el preciso momento en el cual nuestro divino
Salvador realizaba la redención del género humano por el sacrificio
voluntario de su vida en el altar de la Cruz, Él habría blasfemado contra su Padre, rebelándose contra su
designio salvífico. Y que, al mismo tiempo, Nuestra Señora, en vez de
asociarse de manera lúcida y libre al sacrificio redentor de su Hijo,
también habría blasfemado contra la voluntad de Dios, estimándose
engañada por la promesa que el ángel Gabriel le había hecho en la
Anunciación acerca de la misión de Jesús.
El
momento crucial de la historia de la salvación se vuelve así, de
acuerdo con el relato inaudito que nos propone Francisco, un acto de
revuelta y de blasfemia contra Dios, de modo tal que el nuevo Adán y la
nueva Eva en el Calvario no se habrían conducido mejor que nuestros
primeros padres, quienes actuaron bajo el influjo del demonio en el Paraíso terrenal cuando
consumaron la falta original. La salvación, entonces, no se habría
distinguido esencialmente de la caída, dado que la revuelta contra la
voluntad divina habría constituído el común denominador y que Satanás habría estado presente en el orígen de esos dos momentos decisivos de la historia de la humanidad.
Ésa
es la doctrina que Francisco propone a los creyentes: luciferianismo en
estado puro. Ése es el verdadero rostro de este falso profeta que la
muchedumbre de los católicos continúa considerando con una ingenuidad
desarmante el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo. Hay que frotarse los
ojos.
Lamento
ser reiterativo, pero me siento en la obligación de repetirlo: el hecho
de no percatarse del caracter diabólico de este individuo es un claro
indicio de ceguera espiritual. Esto podrá parecer excesivo a algunos,
pero, habida cuenta de sus incesantes herejías y de sus espantosas
blasfemias, me parece que no queda otro calificativo disponible. Además,
¿acaso Nuestro Señor en persona no nos advirtió, en su discurso
escatológico, que el poder de engaño del que dispondrán los falsos
profetas que precederán su segunda venida será tal que, de ser posible,
engañarán aun a los elegidos?
Durante
la Audiencia general del 11 de septiembre de 2013, Francisco dijo que
María y la Iglesia « tienen defectos », pero que debemos
« comprenderlos » y « taparlos », e incluso, « quererlos ». Éstas son sus palabras:
«
La Iglesia y la Virgen María son madres, ambas; lo que se dice de la
Iglesia se puede decir también de la Virgen, y lo que se dice de la
Virgen se puede decir también de la Iglesia. […] ¿Amamos a la Iglesia
como se ama a la propia mamá, sabiendo incluso comprender sus defectos?
Todas las madres tienen defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se
habla de los defectos de la mamá nosotros los tapamos, los queremos
así. Y la Iglesia tiene también sus defectos: ¿la queremos así como a la
mamá, le ayudamos a ser más bella, más auténtica, más parecida al
Señor? »
En
la conferencia de prensa durante el vuelo a Manila, el 15 de enero de
2015, Francisco explicó impertérrito que, gracias al « Pentecostés »
conciliar, la Iglesia finalmente consiguió desterrar su antiguo
obscurantismo, ya que ahora se ha vuelto « respetuosa » de las demás religiones:
« Pero
me parece que la Iglesia ha crecido mucho en la conciencia del respeto
-como les dije en el Encuentro Interreligioso, en Colombo-, en los
valores. Cuando leemos lo que dice el Concilio Vaticano II sobre los
valores en las otras religiones -el respeto-, ha crecido mucho la Iglesia en esto. Y sí, ha habido tiempos oscuros en la historia de la Iglesia, tenemos que decirlo, sin vergüenza. »
El 10 de octubre de 2014 Francisco se dirigió a miembros de la Comunión de Iglesias Evangélicas Episcopales que
habían venido a verlo al Vaticano. Hay que destacar que Bergoglio no
tuvo mejor idea que comenzar su discurso ante los evangélicos,
seguramente para distender el ambiente y congraciarse con ellos,
haciendo una broma de pésimo gusto, difamatoria y terriblemente
ultrajante hacia la Iglesia y que deja entrever el formidable desprecio
que el inquilino de Santa Marta abriga hacia la Esposa Inmaculada de
Jesucristo:
« Primero
de todo, les felicito por el coraje. Ayer me encontré en la puerta del
aula del Sínodo con un obispo luterano y le dije: ‘‘¿Usted está acá?
¡Qué coraje!’’. Porque, en otra época, a los luteranos los quemaban
vivos [risas]. »
Cabe
resaltar que la visita de los evangélicos tenía por objetivo honrar al
« obispo » episcopaliano Tony Palmer, poco antes fallecido en un
accidente de tránsito, gran amigo de Francisco, y que consideraba
convertirse al catolicismo pero que había
sido disuadido de hacerlo por aquel que en ese entonces era el Cardenal
Bergoglio, por la razón que, al decir de éste último, sería de mayor
utilidad para la causa ecuménica permaneciendo en el anglicanismo.
Tras
el deceso de Palmer, el Cardenal Primado argentino dispuso que le
fuesen concedidos funerales episcopales católicos, pese a que ni se
había convertido al catolicismo ni era en modo alguno obispo, puesto que
la cuestión de la validez de las consagraciones anglicanas había sido dirimida negativamente por León XIII en su encíclica Apostolicae Curae del 13 de septiembre de 1896.
El 9 de julio de 2015 Francisco renovó sus insultos en dirección a la Iglesia con ocasión de su discurso en Bolivia a los Movimientos Populares, caterva de organizaciones izquierdistas y anticlericales de la peor calaña. He aquí sus declaraciones:
«
Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá
decir, con derecho, que, cuando el Papa habla del colonialismo se olvida
de ciertas acciones de la Iglesia. Les digo, con pesar: se han cometido
muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en
nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el Celam,
el Consejo Episcopal Latinoamericano, y también quiero decirlo. Al
igual que san Juan Pablo II, pido que la Iglesia ‘‘se postre ante Dios e
implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos’’. Y
quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II:
pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia
sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada
conquista de América. »
Se habrá reparado en el hecho que, además de la blasfemia intolerable lanzada contra la Iglesia y de la mentira notoria acerca
de los « muchos y graves pecados » que Ella habría cometido en
perjuicio de los indígenas « en nombre de Dios », Francisco se erige en
portavoz de los adversarios de la Iglesia, apropiándose la leyenda
negra anticatólica y antiespañola, fabricada enteramente por los
enemigos jurados del catolicismo y de la España católica, a saber, los
protestantes, los « filósofos » y la masonería…
El
último ejemplo de blasfemia que he escogido es el de la negación del
milagro de la multiplicación de los panes. Conviene señalar que se trata
de un lugar común del « magisterio » bergogliano, sostenido en
múltiples ocasiones desde el día de su elección. Comparto con ustedes
tres, la primera de ellas con motivo de un discurso pronunciado ante el Comité Ejecutivo de Caritas Internationalis el 16 de mayo de 2013:
« Respecto
a los panes y los peces quisiera agregar un matiz: no se multiplicaron,
no, no es verdad. Simplemente los panes no se acabaron. Como no se
acabó la harina y el aceite de la viuda. No se acabaron. Cuando uno dice
multiplicar puede confundirse y creer que hace magia, no. No, no,
simplemente es tal la grandeza de Dios y del amor que puso en nuestros
corazones, que si queremos, lo que tenemos no se acaba. Mucha confianza
en esto. »
Ésta es la segunda cita, tomada del Angelus del 2 de junio de 2013:
« Luego
toma los panes y los peces, eleva los ojos al cielo, pronuncia la
bendición -es clara la referencia a la Eucaristía-, los parte y comienza
a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen… los panes y
los peces no se acaban, ¡no se acaban! He aquí el milagro: más que
una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración.
Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la
humanidad. »
Finalmente, he aquí la tercera, extraída de su homilía en Santa Cruz de la Sierra del 15 de julio de 2015:
«
Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: “No es
necesario excluir a nadie. No es necesario que nadie se vaya, basta de
descartes, denles ustedes de comer”. Jesús nos lo sigue diciendo en esta
plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de
Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre “corta el hilo” por
el más débil, por el más necesitado. Tomando “la posta” Él mismo nos da
el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un
poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los
discípulos lo compartan con los demás. Y éste es el camino del milagro.
Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones, logra transformar una lógica del descarte en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad. »
Francisco
niega así explícitamente el caracter milagroso de la multiplicción de
los panes, que el llama blasfematoriamente « magia », y niega también,
de manera implícita, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, dando a
entender que creer en ella sería una manifestación de « idolatría »,
lisa y llanamente…
Para
terminar, me gustaría compartir con ustedes un pasaje tomado de un
sermón en Santa Marta del 15 de junio de 2013, es decir, apenas tres
meses después de su elección:
« Y
cuando vamos a confesarnos, por ejemplo, no es que decimos el pecado y
Dios nos perdona. No, ¡no es esto! Nosotros encontramos a Jesucristo y
le decimos: ‘Esto es tuyo y yo te hago pecado otra vez. Y a Él le gusta
eso, porque ha sido su misión: hacerse pecado por nosotros, para
liberarnos. […] ¡Cristo se ha hecho pecado por mí! ¡Y mis pecados están
allá, en su Cuerpo, en su Alma! Esto es de locos, pero es bello, ¡es la
verdad! »
A
ningún cristiano piadoso se le ocurriría decir eso refiriéndose a
Nuestro Señor. Eso es algo evidente. No, decididamente, palabras de este
tenor no pueden provenir más que de un espíritu infernal vomitando su
odio definitivo e irrevocable hacia nuestro adorable Redentor.
En razón de las espeluznantes blasfemias proferidas sin solución de continuidad por Francisco, me veo compelido a concluir que este individuo presenta
un severo estado de posesión diabólica. En efecto, me parece que
ninguna otra explicación da cuenta de ese fenómeno extraordinario que
consiste en ultrajar sin cesar todas las realidades sagradas durante
cuatro años consecutivos, con la circunstancia particularmente agravante
de hacerlo en tanto que supuesto Vicario de Nuestro Señor Jesucristo…
Soy
de la opinión de que ya es sobradamente tiempo de alzar la voz y de
atreverse a llamar las cosas por su nombre. Si me lo permiten, desearía
aprovechar esta ocasión para declarar pública y solemnemente, teniendo
plena conciencia de la extrema gravedad de mis palabras, pero con la
certeza más absoluta, que Jorge Mario Bergoglio, alias « Papa
Francisco », pero a quien correspondería mejor el título de Soberano Blasfemador del Vaticano,
se halla poseído por espíritus maléficos que le inspiran todas estas
abominables blasfemias contra Dios, contra Nuestra Señora y contra la
Santa Iglesia.
En el libro del Apocalipsis, el apóstol San
Juan evoca una bestia que tenía « dos cuernos semejantes a los de un
cordero, mas hablaba como un dragón », a la que llama también « falso
profeta », cuya misión será la de hacer que el poder espiritual
desvirtuado se ponga al servicio del Anticristo, a los efectos de
legitimarlo a los ojos del mundo. Esta palabras proféticas del vidente
de Patmos, ¿podrán aplicarse literalmente al actual ocupante del trono petrino? Debo reconocer que lo ignoro. Pero también debo confesar que contemplo esta eventualidad cada vez más seriamente…
« The Devil’s Pope »