domingo, 12 de marzo de 2017

HEREJÍAS DESTACADAS DE FRANCISCO

HEREJÍAS DESTACADAS DE FRANCISCO / BERGOGLIO: SE CUMPLEN CUATRO AÑOS


Herejías destacadas del « Santo Padre » Francisco
Miles Christi – 10/03/2017
Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser atacados y censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar ‘‘¡al lobo!’’ cuando un lobo se ha introducido en medio del rebaño y aun en cualquier lugar en que se lo encuentre. (San Francisco de Sales)
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En esta breve nota no he hecho más que rememorar algunas de las innumerables herejías de Francisco, particularmente ilustrativas, ya que ellas nos permiten percibir la incompatibilidad radical existente entre lo que él dice y lo que nos enseñan la revelación divina y el magisterio de la Iglesia.
Por ejemplo, Francisco afirma que « vivir y dejar vivir es el primer paso hacia la paz y la felicidad ». Para él, entonces, no es la fe en Nuestro Señor Jesucristo lo que constituye el primer paso hacia la paz y la felicidad sino el hecho de vivir a gusto la propia vida y dejar a los demás libres de hacer otro tanto. De esta manera pretende hacernos creer que la paz verdadera y la auténtica felicidad no son un don de Dios sino una construcción humana. Debo señalar que esta frase es parte de los « diez consejos para la felicidad » que Francisco mencionó en una entrevista con una revista argentina en julio de 2014, y durante la cual no se dignó nombrar ni una sola vez a Dios ni a Nuesto Señor Jesucristo.



He aquí una frase tomada de su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium:
« No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable. » § 129
Han leído bien: para transmitir la fe ya no hace falta emplear palabras precisas y la fe católica ya no supone un contenido invariable. Esta aseveración bergogliana refleja la quintaesencia de la herejía modernista condenada por San Pío X. Para convencerse de lo que digo, basta con leer la encíclica Pascendi. He aquí otra cita, extraída de su entrevista con el Padre Antonio Spadaro, director de la Civiltà Cattolica, en agosto de 2013:
« Este buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen a la incertidumbre. Debe dejarlo. Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien. » 
¿Es acaso necesario recordar que la virtud teologal de la fe reclama la certeza, la aceptación sin falla de las verdades que Dios ha revelado, y que alimentar una duda voluntaria a su respecto constituye un pecado grave ? He aquí lo que nos enseña el Catecismo Mayor de San Pío X
« 866. ¿Estamos seguros de las cosas que la santa Iglesia nos enseña? Estamos segurísimos de las cosas que la santa Iglesia nos enseña, porque Jesucristo ha empeñado su palabra de que la Iglesia no será engañada jamás.
867. ¿Por qué pecados se pierde la Fe? Piérdese la Fe con la negación o duda voluntaria de los artículos que se nos proponen para creer, aunque sea de uno solo. »
Francisco insistió sobre este punto durante un diálogo con los jóvenes italianos de la Villa Nazareth en Roma, a la que acudió el pasado 18 de junio. Cuando le preguntaron si alguna vez había tenido crisis de fe, he aquí lo que respondió:
« Muchas veces me encuentro en crisis de fe y algunas veces también tuve la desvergüenza de reprochar a Jesús: ‘‘¿Por qué lo permites?’’. Y también dudas: ‘‘¿Pero esta será la verdad o un sueño?’’. Y esto de joven, de seminarista, de sacerdote, de religioso, como obispo y como Papa. A un cristiano que no haya sentido esto, alguna vez, que no haya pasado por una crisis de fe, le falta algo: es un cristiano que se conforma con un poco de mundanidad. » 
Lo que Francisco dijo a los jóvenes es que dudar de las verdades de la fe católica es algo bueno y que aquellos que no lo hacen no son sino cristianos mediocres y mundanos. Imaginen a un catequista que dijese a sus alumnos que él no ha dejado de dudar acerca de aquello que les enseña y que esto sería para él no sólo beneficioso sino incluso necesario para poder llegar a ser un buen cristiano. Y bien, aquí tenemos a un supuesto papa, doctor supremo de la fe católica, que, a grandes rasgos, dice a los fieles lo siguiente :
« Queridos hermanos y hermanas, para que puedan llegar a ser cristianos auténticos, los invito a que no vacilen en  poner su fe en entredicho, siguiendo fielmente mi ejemplo, que no dejé de hacerlo en ninguna de las numerosas etapas de mi prolongada existencia, y que continúo haciéndolo incluso ahora, siendo el Vicario de Jesucristo. Por lo demás, debo precisar que, si se rehusaran a hecerlo, no serían más que cristianos mezquinos y mundanos, incapaces de avanzar hacia las “periferias existenciales” y de practicar la “cultura del encuentro”. »
La conclusión es patente, y es desolador comprobar cómo casi nadie se apercibe de ello: Francisco no profesa la fe católica, ya que él enseña que fe y certeza son incompatibles y que en materia de religión hay que dejar lugar a la duda. He aquí otra falsedad:
« Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas» 
Es decir que, para Francisco, el catolicismo no es sino una « tradición » entre otras, de ninguna manera la verdad misma revelada por Dios. El dogma católico se reduciría, entonces, a nuestras « propias ideas y tradiciones ». En síntesis: la fe católica se ve reducida a una cuestión de opiniones. Por lo tanto, la verdad religiosa no sería concebida como absoluta, cierta e invariable. Seguidamente nos hace saber, en perfecta coherencia consigo mismo, que:
« La religión tiene derecho a expresar su opinión al servicio de las personas, pero Dios nos ha creado libres: la injerencia espiritual en la vida de la gente no es posible. »
Se trata siempre de lo mismo: la verdad religiosa, « única y absoluta », no existe; no se puede aprehender la verdad con certeza; hay sólo opiniones, todas respetables, en la medida en que sean respetuosas de la « dignidad inalienable de la persona humana ». De acuerdo conFrancisco, el cristiano que buscara la claridad y la seguridad doctrinal estaría fuera de lugar y aquel que permaneciera atado al pasado perdería el tren del progreso, sujeto a una visión estática de las cosas. Por surrealista que pudiera parecer, es exactamente lo que Francisco le dijo al padre Antonio Spadaro en agosto de 2013, en su entrevista para la revista jesuita italiana La Civiltà Cattolica:
« Un cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. La tradición y la memoria del pasado tienen que ayudarnos a reunir el valor necesario para abrir espacios nuevos a Dios. Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares, el que tendiese a la seguridad doctrinal de modo exagerado, el que buscase obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva. » 

Y he aquí una falsedad adicional, apta para corromper desde su base la existencia misma del cristianismo:

« El proselitismo es una solemne necedad, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer que el conocimiento del mundo que nos rodea crezca. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubre nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el marco de los pensamientos. »
Evidentemente, si en materia religiosa no hay más que « opiniones », ¿para qué hacer                              « proselitismo »? Lo importante será entonces dialogar, abrirse al pensamiento de los otros, quienquiera que sean, pues ellos nos ayudarán a « ampliar el marco de los               pensamientos ». Imaginen un solo segundo los frutos que hubiera reportado la predicación de los Apóstoles si hubiesen predicado de esta manera a griegos y romanos. Formular la pregunta equivale a responderla en el acto.
Según Francisco, la Iglesia no debe conservar sin variaciones el dogma de la fe ni anunciarlo al mundo en vista de su conversión a Cristo, sino que es Ella quien debe modificar su fe para adaptarse a una sociedad que ya no es más cristiana:
« El mundo ha cambiado y la Iglesia no puede encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma. Tenemos que acercarnos a los conflictos sociales, a los nuevos y a los viejos, y tratar de dar una mano de consuelo, no de estigmatización y no sólo de impugnación. » 
Aquí Francisco nos explica lo mismo con otras palabras: para gozar hoy día de                        « credibilidad », la Iglesia debe sentir el « olor » de los hombres de nuestro tiempo y dejarse impregnar por él. Esto es lo que se llama ser consecuente en las ideas.
« Para buscar lo que hoy el Señor pide a su Iglesia tenemos que escuchar los latidos de este tiempo y percibir el ‘‘olor’’ de los hombres de hoy, hasta quedarnos impregnados de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias. A este punto sabremos proponer con credibilidad la buena noticia sobre la familia. » 
El desprecio y el odio que demuestra Francisco hacia el dogma y la moral de la Iglesia afloran especialmente en la siguiente declaración:
« No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. […] Las enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes. Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. »                                                                                                                       
Transcribo seguidamente otras dos citas que demuestran el radical indiferentismo religioso de Francisco. En la primera, sostiene que « el Espíritu » (sic) actúa en todas las religiones, y en la segunda afirma que la religión de los niños no tiene ninguna importancia mientras tengan qué comer:
«Todo el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal -una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante- y encontrará gratitud y estima, no importando el pueblo, la religión o la región a la que pertenezca. »
« Si un niño recibe su educación de los católicos, protestantes, ortodoxos o judíos, eso no me interesa. A mí lo que me interesa es que lo eduquen y le quiten el hambre. »                     
Han leído bien: no importa la religión a la que se pertenezca, ya que el « Espíritu » actúa en todas, y la instrucción cristiana de los niños no le interesa. No se puede ser más claro. Me pregunto: ¿qué más hace falta para comprender que este hombre no profesa la fe católica, sino más bien un humanismo naturalista perfectamente de acuerdo con el de la masonería? Una vez más, tratemos de representarnos a San Pedro o a San Pablo explicando a sus contemporáneos que la religión que se profesa no tiene ninguna importancia, que la única cosa que cuenta es que pueda erradicarse la pobreza y que cada uno pueda saciar su hambre. 
Al contemplar la obra devastadora perpetrada durante los cuatro años de su pontificado por Jorge Mario Bergoglio, quien pasa a los ojos del mundo por ser nada menos que el Vicario de Jesucristo en la tierra, no puedo dejar de pensar en la historia de Caperucita Roja, donde la niña sigue llamando « abuela » a quien visiblemente es un lobo voraz que no busca sino devorarla. Pienso también en la inconcebible ingenuidad de la que dan muestras las múltiples peticiones de los « conservadores » dirigidas a Francisco suplicándole que « se corrija » o que                         « clarifique sus ambigüedades », o bien que « renuncie » a su pontificado: es como imaginar a Caperucita Roja rogándole al lobo que tenga la gentileza de no hacerle daño y suplicándole que se retire pacíficamente de la casa de su abuela…