HEREJÍAS DESTACADAS DE FRANCISCO / BERGOGLIO: SE CUMPLEN CUATRO AÑOS
Herejías destacadas del « Santo Padre » Francisco
Miles Christi – 10/03/2017
Los enemigos declarados
de Dios y de la Iglesia deben ser atacados y censurados con toda la
fuerza posible. La caridad obliga a gritar ‘‘¡al lobo!’’ cuando un lobo
se ha introducido en medio del rebaño y aun en cualquier lugar en que se
lo encuentre. (San Francisco de Sales)
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En esta breve nota no he hecho más que rememorar algunas de las innumerables herejías de Francisco, particularmente ilustrativas, ya que ellas nos permiten percibir la incompatibilidad radical existente entre lo que él dice y lo que nos enseñan la revelación divina y el magisterio de la Iglesia.
En esta breve nota no he hecho más que rememorar algunas de las innumerables herejías de Francisco, particularmente ilustrativas, ya que ellas nos permiten percibir la incompatibilidad radical existente entre lo que él dice y lo que nos enseñan la revelación divina y el magisterio de la Iglesia.
Por ejemplo, Francisco afirma que « vivir y dejar vivir es el primer paso hacia la paz y la felicidad ». Para él, entonces, no es la fe en Nuestro
Señor Jesucristo lo que constituye el primer paso hacia la paz y la
felicidad sino el hecho de vivir a gusto la propia vida y dejar a los
demás libres de hacer otro tanto. De esta manera pretende hacernos creer que
la paz verdadera y la auténtica felicidad no son un don de Dios sino
una construcción humana. Debo señalar que esta frase es parte de los « diez consejos para la felicidad » que
Francisco mencionó en una entrevista con una revista argentina en julio
de 2014, y durante la cual no se dignó nombrar ni una sola vez a Dios
ni a Nuesto Señor Jesucristo.
He aquí una frase tomada de su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium:
« No
hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con
determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen
un contenido absolutamente invariable. » § 129
Han leído bien: para transmitir la fe ya no hace falta emplear palabras precisas y la fe católica ya no supone un contenido invariable. Esta aseveración
bergogliana refleja la quintaesencia de la herejía modernista condenada
por San Pío X. Para convencerse de lo que digo, basta con leer la encíclica Pascendi. He aquí otra cita, extraída de su entrevista con el Padre Antonio Spadaro, director de la Civiltà Cattolica, en agosto de 2013:
« Este
buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen a
la incertidumbre. Debe dejarlo. Si una persona dice que ha encontrado a
Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no
va bien. »
¿Es
acaso necesario recordar que la virtud teologal de la fe reclama la
certeza, la aceptación sin falla de las verdades que Dios ha revelado, y
que alimentar una duda voluntaria a su respecto constituye un pecado
grave ? He aquí lo que nos enseña el Catecismo Mayor de San Pío X:
« 866. ¿Estamos seguros de las cosas que la santa Iglesia nos enseña? Estamos
segurísimos de las cosas que la santa Iglesia nos enseña, porque
Jesucristo ha empeñado su palabra de que la Iglesia no será engañada
jamás.
867. ¿Por qué pecados se pierde la Fe? Piérdese la Fe con la negación o duda voluntaria de los artículos que se nos proponen para creer, aunque sea de uno solo. »
Francisco insistió sobre este punto durante un diálogo con los jóvenes italianos de la Villa Nazareth en
Roma, a la que acudió el pasado 18 de junio. Cuando le preguntaron si
alguna vez había tenido crisis de fe, he aquí lo que respondió:
« Muchas
veces me encuentro en crisis de fe y algunas veces también tuve la
desvergüenza de reprochar a Jesús: ‘‘¿Por qué lo permites?’’. Y también
dudas: ‘‘¿Pero esta será la verdad o un sueño?’’. Y esto de joven, de
seminarista, de sacerdote, de religioso, como obispo y como Papa. A un
cristiano que no haya sentido esto, alguna vez, que no haya pasado por
una crisis de fe, le falta algo: es un cristiano que se conforma con un
poco de mundanidad. »
Lo que Francisco dijo a los jóvenes es que dudar de las verdades de la fe católica es algo bueno y que aquellos que no lo hacen no son sino cristianos
mediocres y mundanos. Imaginen a un catequista que dijese a sus alumnos
que él no ha dejado de dudar acerca de aquello que les enseña y que
esto sería para él no sólo beneficioso sino incluso necesario para poder
llegar a ser un buen cristiano. Y bien, aquí tenemos a un supuesto
papa, doctor supremo de la fe católica, que, a grandes rasgos, dice a
los fieles lo siguiente :
«
Queridos hermanos y hermanas, para que puedan llegar a ser cristianos
auténticos, los invito a que no vacilen en poner su fe en entredicho,
siguiendo fielmente mi ejemplo, que no dejé de hacerlo en ninguna de las
numerosas etapas de mi prolongada existencia, y que continúo haciéndolo
incluso ahora, siendo el Vicario de Jesucristo. Por lo demás, debo
precisar que, si se rehusaran a hecerlo, no serían más que cristianos
mezquinos y mundanos, incapaces de avanzar hacia las “periferias
existenciales” y de practicar la “cultura del encuentro”. »
La conclusión es patente, y es desolador comprobar cómo casi nadie se apercibe de ello: Francisco no profesa la
fe católica, ya que él enseña que fe y certeza son incompatibles y que
en materia de religión hay que dejar lugar a la duda. He aquí otra
falsedad:
«
Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno
que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no
significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la
pretensión de que sean únicas y absolutas. »
Es
decir que, para Francisco, el catolicismo no es sino una « tradición »
entre otras, de ninguna manera la verdad misma revelada por Dios. El
dogma católico se reduciría, entonces, a nuestras « propias ideas y tradiciones ». En síntesis: la fe católica se ve reducida a una cuestión de opiniones.
Por lo tanto, la verdad religiosa no sería concebida como absoluta,
cierta e invariable. Seguidamente nos hace saber, en perfecta coherencia
consigo mismo, que:
«
La religión tiene derecho a expresar su opinión al servicio de las
personas, pero Dios nos ha creado libres: la injerencia espiritual en la
vida de la gente no es posible. »
Se
trata siempre de lo mismo: la verdad religiosa, « única y absoluta »,
no existe; no se puede aprehender la verdad con certeza; hay sólo
opiniones, todas respetables, en la medida en que sean respetuosas de la « dignidad inalienable de la persona humana ». De acuerdo conFrancisco,
el cristiano que buscara la claridad y la seguridad doctrinal estaría
fuera de lugar y aquel que permaneciera atado al pasado perdería el tren
del progreso, sujeto a una visión estática de las cosas. Por
surrealista que pudiera parecer, es exactamente lo que Francisco le dijo
al padre Antonio Spadaro en agosto de 2013, en su entrevista para la
revista jesuita italiana La Civiltà Cattolica:
« Un
cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y
seguro, no va a encontrar nada. La tradición y la memoria del pasado
tienen que ayudarnos a reunir el valor necesario para abrir espacios
nuevos a Dios. Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares,
el que tendiese a la seguridad doctrinal de modo exagerado, el que
buscase obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión
estática e involutiva. »
Y he aquí una falsedad adicional, apta para corromper desde su base la existencia misma del cristianismo:
« El proselitismo es una solemne necedad, no tiene sentido. Es
necesario conocerse, escucharse y hacer que el conocimiento del mundo
que nos rodea crezca. A mí me pasa que después de un encuentro quiero
tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubre nuevas necesidades.
Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el marco de los
pensamientos. »
Evidentemente, si en materia religiosa no hay más que « opiniones », ¿para qué hacer « proselitismo »? Lo importante será entonces dialogar, abrirse al pensamiento de los otros, quienquiera que sean, pues ellos nos ayudarán a « ampliar el marco de los pensamientos
». Imaginen un solo segundo los frutos que hubiera reportado la
predicación de los Apóstoles si hubiesen predicado de esta manera a
griegos y romanos. Formular la pregunta equivale a responderla en el
acto.
Según
Francisco, la Iglesia no debe conservar sin variaciones el dogma de la
fe ni anunciarlo al mundo en vista de su conversión a Cristo, sino que
es Ella quien debe modificar su fe para adaptarse a una sociedad que ya
no es más cristiana:
« El
mundo ha cambiado y la Iglesia no puede encerrarse en supuestas
interpretaciones del dogma. Tenemos que acercarnos a los conflictos
sociales, a los nuevos y a los viejos, y tratar de dar una mano de
consuelo, no de estigmatización y no sólo de impugnación. »
Aquí Francisco nos explica lo mismo con otras palabras: para gozar hoy día de «
credibilidad », la Iglesia debe sentir el « olor » de los hombres de
nuestro tiempo y dejarse impregnar por él. Esto es lo que se llama ser
consecuente en las ideas.
«
Para buscar lo que hoy el Señor pide a su Iglesia tenemos que escuchar
los latidos de este tiempo y percibir el ‘‘olor’’ de los hombres de hoy,
hasta quedarnos impregnados de sus alegrías y esperanzas, de sus
tristezas y angustias. A este punto sabremos proponer con credibilidad
la buena noticia sobre la familia. »
El desprecio y el odio que demuestra Francisco hacia el dogma y la moral de la Iglesia afloran especialmente en la siguiente declaración:
« No
podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al
matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. […] Las
enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas
equivalentes. Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. »
Transcribo seguidamente otras dos citas que demuestran el radical indiferentismo religioso de Francisco. En la primera, sostiene que « el Espíritu » (sic)
actúa en todas las religiones, y en la segunda afirma que la religión
de los niños no tiene ninguna importancia mientras tengan qué comer:
«Todo
el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a
alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal -una
familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante- y encontrará
gratitud y estima, no importando el pueblo, la religión o la región a la
que pertenezca. »
« Si
un niño recibe su educación de los católicos, protestantes, ortodoxos o
judíos, eso no me interesa. A mí lo que me interesa es que lo eduquen y
le quiten el hambre. »
Han leído bien: no importa la religión a la que se pertenezca, ya que el « Espíritu » actúa en todas, y la instrucción cristiana de los niños no le interesa. No se puede ser más claro. Me pregunto: ¿qué más hace falta para comprender
que este hombre no profesa la fe católica, sino más bien un humanismo
naturalista perfectamente de acuerdo con el de la masonería? Una vez
más, tratemos de representarnos a San Pedro o a San Pablo explicando a
sus contemporáneos que la religión que se profesa no tiene ninguna importancia, que la única cosa que cuenta es que pueda erradicarse la pobreza y que cada uno pueda saciar su hambre.
Al contemplar la obra devastadora perpetrada durante los cuatro años de su pontificado por Jorge Mario Bergoglio, quien pasa a los ojos del mundo por ser nada menos que el Vicario de Jesucristo en la tierra, no puedo dejar de pensar en la historia de Caperucita Roja, donde la niña sigue llamando « abuela » a quien visiblemente es un lobo voraz que no busca sino devorarla. Pienso también en la inconcebible ingenuidad de la que dan muestras las múltiples peticiones de los « conservadores » dirigidas a Francisco suplicándole que « se corrija » o que «
clarifique sus ambigüedades », o bien que « renuncie » a su
pontificado: es como imaginar a Caperucita Roja rogándole al lobo que
tenga la gentileza de no hacerle daño y suplicándole que se retire pacíficamente de la casa de su abuela…