viernes, 14 de abril de 2017

MEDITACIONES DE LOS MISTERIOS DE LA PASIÓN Y MUERTE DE NUESTRO REDENTOR-4-

MEDITACIONES DE LOS MISTERIOS DE LA PASIÓN Y MUERTE DE NUESTRO REDENTOR

Fray Luis de Granada

MEDITACIÓN

De cómo fue preso el Salvador

Mira después, como acabada la oración, llegó aquel falso amigo con aquella infernal compañía, renunciando ya el oficio del apostolado, y hecho adalid y capitán del ejército de satanás. Mira cuán sin vergüenza se adelantó primero que todos, y llegado al buen Maestro, le vendió con beso de falsa paz. Gran miseria es ser un hombre vendido por dineros, y mucho mayor si es vendido de sus amigos y de aquellos a quien él hizo bien.
Cristo es vendido de quien había hecho no solamente discípulo, sino apóstol, y es vendido con engaños y traiciones, y es vendido a cruelísimos mercaderes, que no quieren más de Él que la sangre y el pellejo para hartar su hambre.
Mas, ¿por qué precio es vendido? La bajeza del precio acrecienta la grandeza de la injuria. Dime, Judas: ¿por qué precio pones en almoneda al Señor de lo criado? ¿Por treinta dineros? ¡Oh qué bajo precio ese para tan grande Señor! Por más subido precio se suele vender una bestia en el mercado; ¿y tú por éste vendes a Dios? No te tiene Él a ti en ese precio, pues te compra con su Sangre. ¡Oh estima del hombre, y desestima de Dios! ¡Dios es vendido por treinta dineros, y el hombre es comprado por la Sangre del mismo Dios!


En aquella hora dijo el Señor a los que le venían a prender: así como a ladrón salisteis a mí con espadas y lanzas. Y habiendo yo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos en mí; mas esta es vuestra hora, y el poder de las tinieblas.
Este es un misterio de grande admiración. ¿Qué cosa de mayor espanto que ver al Hijo de Dios tomar imagen no solamente de pecador, sino también de condenado? Esta es (dice Él) vuestra hora, y el poder de las tinieblas. De las cuales palabras se saca, que por aquella hora fue entregado aquel inocentísimo Cordero en poder de los príncipes de las tinieblas, que son los demonios; para que por medio de sus miembros y ministros ejecutasen en Él todos los tormentos y crueldades que quisiesen. Y así como el santo Job por divina permisión fue entregado en poder de satanás para que le hiciese todo el mal que quisiese, con tanto que no le tocase en la vida; así fue dado poder a los príncipes de las tinieblas, sin excepción de vida ni de muerte, para que empleasen todas sus furias y rabias contra aquella santa humanidad.
De aquí nacieron aquellos tan varios ensayos y maneras de escarnios y vituperios nunca vistos con que el demonio pretendía hartar su odio, vengar sus injurias, y derribar aquella santa ánima en alguna impaciencia, si le fuera posible.
Mostróme Dios (dice el profeta Zacarías) a Jesús, sacerdote grande, vestido de una vestidura manchada, y satanás estaba aparejado a su diestra para hacerle contradicción. Más el Salvador responde por su parte, diciendo: ponía yo al Señor siempre delante de mis ojos, porque Él está a mí diestra para que no pueda yo ser movido.
Piensa pues tú ahora hasta dónde se abajó aquella alteza divina por ti, pues llegó al postrero de todos los males, que es a ser entregado en poder de los miembros del demonio. Y porque la pena que tus pecados merecían era ésta, Él se quiso poner a esta pena, porque tú quedases libre de ella. Oh santo profeta, ¿de qué te maravillas viendo a Dios hecho menor que los Ángeles? Maravíllate ahora mucho más de verle entregado en poder de los ministros del demonio. Sin duda los cielos y la tierra temblaron de tan grande humildad y caridad.
Dichas estas palabras, arremetió luego toda aquella manada de lobos hambrientos con el manso cordero, y unos le arrebataban por una parte, y otros por otra, cada uno como más podía. ¡Oh cuan inhumanamente le tratarían, cuántas descortesías le dirían, cuántos golpes y estirones le darían, qué gritos y voces alzarían, como suelen hacer los vencedores cuando se ven ya con la presa!
Toman aquellas santas manos (que poco antes habían obrado tantas maravillas), y átanlas fuertemente con unos lazos corredizos hasta desollarle el pellejo de los brazos, y hasta hacerle reventar la sangre; y así le llevan atado por las calles públicas con grande ignominia. ¡Oh espectáculo de grande admiración!
Piensa tú ahora qué sentirías si conocieses alguna persona de grande autoridad y merecimiento, y la vieses llevar por las calles públicas en poder de la justicia, con una soga a la garganta, cruzadas y atadas las manos con grande alboroto y concurso del pueblo, y con grande estruendo de armas y de gente de guerra.
Mira lo que en este caso sentirías, y luego alza los ojos, y contempla este Señor de tanta reverencia, y que tales maravillas obraba en aquella tierra, y tales sermones predicaba; a quien reverenciaban todos los enfermos y necesitados, y pedían el remedio de todos sus males; mira como ahora le llevan tan desahuciado y avergonzado, medio andando, medio arrastrando; haciéndole llevar el paso, no cual a su gravedad y persona convenía, sino cual quería la furia de sus enemigos y el deseo que tenían de contentar a los fariseos, que tanta hambre tenían por ver ya aquella presa en sus uñas.
Mírale muy bien cuál va por este camino, desamparado de sus discípulos, acompañado de sus enemigos, el paso corrido, el aliento apresurado, el color mudado, y el rostro ya encendido y sonroseado con la prisa del caminar. Y contempla en tan mal tratamiento de su persona, tanta mesura en su rostro, tanta gravedad en sus ojos, y aquel semblante divino que en medio de todas las descortesías del mundo nunca pudo ser obscurecido.
Sube luego más arriba, y párate a considerar quién es éste que así ves llevar con tanta deshonra. Este es el Verbo del Padre, sabiduría eterna, virtud infinita, bondad suma, bienaventuranza cumplida, gloria verdadera, y fuente clara de toda hermosura.
Mira, pues, cómo por tu salud y remedio es aquí atada la virtud, y presa la inocencia, escarnecida la sabiduría, y vituperada la honra, atormentada la gloria, y enturbiada con lágrimas y dolores la fuente clara de toda hermosura.
Si tanto sintió el sacerdote Helí la prisión del arca del Testamento, que de espanto cayó de la silla donde estaba, y quebradas las cervices, súbitamente murió; ¿qué debe sentir el ánima cristiana cuando ve el Arca de todos los tesoros de la sabiduría de Dios llevada y presa en poder de tales enemigos? Alábenle pues los cielos y la tierra, y todo lo que en ellos es; porque oyó el clamor de los pobres, y no menospreció el gemido de los presos, pues quiso Él ser preso por libertarlos.

De los que espiritualmente atan las manos a Cristo

Cristo flagelado by Dore0207
Pues, ¡oh clementísimo y dulcísimo Salvador! que quisiste ser atado por desatarnos y librarnos de nuestro cautiverio; suplícote por las entrañas de misericordia que a este paso te trajeron; no permitas que cometa yo tan grande maldad como es atarte las manos, como hicieron los judíos. Porque no sólo ellos ataron tus manos, sino también las ata el que resiste a tus santas inspiraciones, y no quiere ir por donde Tú le quieres guiar, ni recibir lo que Tú misericordiosamente le quieres dar.
También ata tus manos el que a su próximo escandaliza, y le aparta con su mal ejemplo y consejo de su buen propósito, e impide la buena obra que Tú comenzabas a obrar en él.
Los desconfiados también, Señor, y los incrédulos atan las manos de tu liberalidad y clemencia; porque así como la confianza abre las manos de tu gracia, así las ata la incredulidad y la desconfianza. Conforme a lo cual dice el Evangelista que no podías hacer muchas virtudes y milagros en tu patria por la incredulidad de los vecinos y moradores de ella.
Los desagradecidos también, y los negligentes Te atan las manos, y ponen impedimento a tu gracia; los unos porque no Te dan gracias por la gracia; y los otros porque la tienen ociosa y baldía, sin querer aprovecharse de ella.
Finalmente los que toman vanagloria por las gracias que les has dado; estos también atan tus manos tan fuertemente; porque con esta culpa se hacen indignos de tu gracia. Porque no es razón que Tú prosigas en hacer mercedes a quien toma de ellas ocasión para hacerse más vano; ni que Tú des las riquezas de tus gracias a quien no Te acude con el tributo de la gloria, sino antes, como traidor y robador, se alza con ella, y usurpa los derechos de la gloria que a Ti solo pertenecían.
También diría yo, Señor, que Te atan las manos los parleros, y los que tienen poco secreto de las consolaciones y sentimientos que les das; porque así como los hombres avisados y discretos dejan de dar parte de sus secretos a los que hallaron infieles en guardarlos; así Tú también muchas veces dejas de dar parte de los tuyos a los que sin causa los publican a otros, y toman de ahí ocasión para hacerse más vanos.
Contemplarás ahora las presentaciones del Señor ante los pontífices y jueces. La primera a Anás, la segunda a Caifás, la tercera a Herodes, la cuarta a Piloto; y después de esto los azotes a la columna.

EL TEXTO DE LOS EVANGELISTAS DICE ASÍ:

Pues como el Señor fuese presentado al pontífice Anás, preguntóle el pontífice por sus discípulos y doctrina; respondió Jesús: yo públicamente he hablado al mundo; yo siempre enseñé en públicos ayuntamientos, y en el templo, donde todos los judíos se juntan; y en secreto no he hablado nada. ¿Qué me preguntas a mí? Pregunta a los que lo han oído, que ellos saben lo que yo he dicho. Como él dijese esto, uno de los ministros que asistían al pontífice, dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿así respondes al pontífice? Respondió Jesús; si mal hablé, muéstrame en qué; y si bien, ¿por qué me hieres?
Envióle Anás atado a Caifás, donde los letrados de la ley, y los ancianos estaban ayuntados; y el príncipe de los sacerdotes, y los letrados buscaban algún falso testimonio contra Jesús por donde le condenasen a muerte, y no lo hallaban, aunque se juntaron allí muchos falsos testigos; en fin vinieron dos falsos testigos, y dijeron: éste dijo: yo puedo destruir el templo de Dios, y volverlo a reedificar después de tres días. Y levantándose el príncipe de los sacerdotes, díjole: conjúrote de parte de Dios vivo, que nos digas si tú eres Cristo Hijo de Dios. Díjole Jesús: tú lo dijiste; más en verdad os digo que presto veréis el Hijo de la Virgen asentado a la diestra de la virtud de Dios, y venir en las nubes del cielo. Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus vestiduras, y dijo: blasfemado ha, ¿qué necesidad tenemos aquí de testigos? Catad aquí, habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Ellos respondieron: merecedor es de muerte. Entonces escupieron en su rostro, y diéronle de pescozones; y otros le daban en la cara bofetadas, y decían: profetízanos, Cristo, quién es el que te hirió.
El día siguiente por la mañana toda la muchedumbre de los príncipes del pueblo llevaron a Jesús a Pilato, y comenzaron a acusarle, diciendo: a este hombre hallarnos que pervertía nuestra gente, y vedaba que no se pagase tributo al César, diciendo que él era el Rey Mesías. Y Pilato preguntóle, diciendo: ¿tú eres Rey de les judíos? Y él respondió: tú lo dices. Y siendo acusado de los príncipes de los sacerdotes, y de los más ancianos, no respondía nada. Entonces dijo Pilato: ¿no oyes cuántos testimonios dicen contra ti? Y él no respondió a ninguna palabra; tanto, que el juez estaba maravillado en gran manera. Dijo pues Pilato a los príncipes de los sacerdotes, y a la gente: no hallo culpa en este hombre. Mas ellos daban voces, y porfiaban, diciendo: ha alborotado el pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando donde Galilea hasta aquí.
Pilato oyendo que se hacía mención de Galilea, preguntó ¿si por ventura aquel hombre fuese natural de Galilea? Y como supo que era de la jurisdicción de Herodes, envióle a él, que en aquellos días estaba en Jerusalén. Y Herodes viendo a Jesús, gozóse mucho, porque había mucho tiempo que le deseaba ver, y había oído muchas cosas de él y esperaba ver algún milagro que hiciese delante de él. Estaban allí los príncipes de los sacerdotes y letrados de la ley acusándole fuertemente. Y menosprecióle Herodes con toda su corte, e hizo burla de él, y vistiéndole de una vestidura blanca volvióle a enviar a Pilato.
Y por razón del día solemne de la Pascua, tenía por costumbre el presidente soltarles un preso, cual ellos le pidiesen. Y tenía entonces preso un malhechor famoso, que se decía Barrabás. Pues ayuntándolos a todos en uno, díjoles Pilato: ¿a quién queréis que os suelte de los dos, a Barrabás, o a Jesús, que se llama Cristo? Y ellos respondieron: no a éste, sino a Barrabás, el cual estaba en la cárcel por un alboroto que había hecho en la ciudad, en el cual había muerto un hombre. Díjoles entonces Pilato: ¿pues qué haré de Jesús, que se llama Cristo? Dicen todos: sea crucificado: entonces tomo Pilato a Jesús, y azotóle.

MEDITACIÓN

sobre estos pasos del texto

Muchas cosas tienes, ánima mía, que contemplar hoy; muchas estaciones tienes que andar en compañía del Salvador, si no quieres con los discípulos huir, o si no te pesan los pies para andar los caminos que el Señor tuvo por bien de caminar por ti. Cinco veces es hoy llevado a diversos jueces, y en cada casa de ellos es maltratado por ti, y paga tu merecido. En una casa es abofeteado, en otra escupido, en otra escarnecido, y en otra azotado, coronado con espinas, y sentenciado. Mira qué estaciones estas para no quebrar el corazón, y para no andar los pies descalzos, y corriendo sangre.
Vamos pues a la primera, que fue a casa de Anás, y mira cómo allí, respondiendo el Señor cortésmente a la pregunta que el pontífice le hizo sobre sus discípulos y doctrina, uno de aquellos malvados que presentes estaban dio una bofetada en su divino rostro, diciendo: ¿así has de responder al pontífice? Al cual el Salvador benignamente respondió: si mal hablé, muéstrame en qué; y si bien, ¿por qué me hieres?
Mira pues, aquí, oh ánima mía, no solamente la mansedumbre de esta respuesta, sino también aquel divino rostro señalado y colorado con la fuerza del golpe; y aquella mesura de ojos tan serenos y tan sin turbación en aquella afrenta, y aquella ánima santísima, en lo interior tan humilde y tan aparejada para volver la otra mejilla, si el verdugo lo pidiera. ¡Oh malaventurada mano, qué tal has parado el rostro ante cuyo acatamiento se arrodilla el cielo! ¡Ante cuya majestad tiemblan los serafines, y toda la naturaleza criada! ¿Qué viste en él, porque así borraste la figura de aquel que es traslado de la gloria del Padre? ¿Y así afeaste y avergonzaste el más hermoso de los hijos de los hombres?
Más no será ésta la postrera de las injurias de esta noche, porque de esta casa llevan al Señor a la del pontífice Caifás, donde será razón que le vayas acompañando, y ahí verás eclipsado el Sol de Justicia, y escupido aquel divino rostro en que desean mirar los Ángeles. Porque como el Salvador, siendo conjurado por el nombre del Padre, que dijese quién era, respondiese a esta pregunta lo que convenía a aquellos que tan indignos eran de oír tan alta respuesta, cegándose con el resplandor de tan grande luz, volviéronse contra si como perros rabiosos, y allí descargaron sobre Él todas sus iras y rabias.
Allí todos a porfía le dan de bofetadas y pescozones; allí escupen con sus infernales bocas en aquel divino rostro; allí le cubren los ojos con un paño; y dándole bofetadas en la cara, juegan con él, diciendo: adivina quién te dio.
¡Oh maravillosa humildad y paciencia del Hijo de Dios! ¡Oh hermosura de los Ángeles! ¿Rostro era ese para escupir en él? Al rincón más despreciado suelen volver los hombres la cara cuando quieren escupir; ¿y en todo ese palacio no se halló otro lugar más despreciado que tu rostro para escupir en él? ¿Cómo no te humillas con este ejemplo, tierra y ceniza? ¿Cómo ha quedado en el mundo rastro de soberbia después de tan grande ejemplo de humildad? Dios calla escupido y abofeteado; los Ángeles y todas las criaturas tienen las manos quedas viendo así maltratar su Criador; ¿y el vil gusanillo trastorna el mundo sobre un punto de honra?
¿De qué os espantáis, hombres, por ver a Dios tan abatido y maltratado en el mundo, pues venía a curar la soberbia del mundo? Si te espanta la aspereza de la medicina, mira la grandeza de la llaga, y verás que tal llaga, tal medicina como ésta requería, pues aun con todo esto no está sana.
¿Te espantas de ver a Dios tan humillado? yo me espanto de ver a ti todavía tan soberbio, estando Dios tan; humillado. ¿Te espantas de ver a Dios abajado al polvo de la tierra? yo me espanto de ver que con todo esto el polvo y la tierra se levante sobre el cielo, y quiera ser más honrado que Dios.
¿Pues cómo no basta este tan maravilloso ejemplo para vencer la soberbia del mundo? Bastó la humildad de Cristo para vencer el corazón de Dios y amansarlo; ¿y no bastará para vencer el tuyo y humillarlo?
Dijo el Ángel al patriarca Jacob. No te llamarás ya más Jacob, sino Israel será tu nombre; porque si para con Dios fuiste poderoso, ¿cuánto más lo serás para con los hombres? Pues si la humildad y mansedumbre de Cristo prevalecieron contra el furor y contra la ira divina; ¿cómo no prevalecen contra nuestra soberbia? Si aplacaron y amansaron un corazón tan poderoso como el de Dios airado; ¿cómo no truecan y amansan el nuestro?
Espántame, y mucho me espanto, cómo con esta paciencia no se vence tu ira; con este abatimiento tu soberbia; con estas bofetadas tu presunción; con este silencio tan profundo, entre tantas injurias, los pleitos que tú revuelves porque te tocaron en la ropa.
Gran maravilla es ver que por medio de tan terribles injurias quisiese Dios derribar el reino de nuestra soberbia; y gran maravilla es también que hecho todo esto, esté aún viva la memoria de Amalech debajo del cielo, y queden todavía reliquias de esta mala generación.
Cura pues en mí, oh buen Jesús, con el ejemplo de tu humildad la locura de mi soberbia; y pues la grandeza de tus llagas me dice claro que tengo necesidad de remediador, tu remedio me diga que ya le tengo.