martes, 29 de agosto de 2017

La EVOLUCIÓN es mentira-EL ORIGEN DEL CUERPO HUMANO I-SOBRE EL ORIGEN DEL CUERPO DEL HOMBRE

EL ORIGEN DEL CUERPO HUMANO I



SOBRE EL ORIGEN DEL CUERPO DEL HOMBRE

“El necio se engaña pensando que conoce muchas cosas, pero en realidad no es capaz de fijar la mirada sobre las esenciales. Ello le impide poner orden en su mente (cf. Prov. 1, 7) y asumir una actitud adecuada para consigo mismo y para con el ambiente que le rodea”.(1)
He vivido muchos años como un necio, y todavía lo soy varias veces cada día.
Cuando el Espíritu Santo enfocó mi querer, en intentar comprender lo que el entrañable Papa Juan Pablo II, nos quería iluminar con sus catequesis sobre la llamada “Teología del cuerpo”, empecé a entender, lo que significa el haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, a qué esta llamado el hombre, la importancia del sacramento matrimonial, el sentido de la donación, la pureza del corazón y el profundo sentido de la existencia humana.
Lejos de toda duda razonable, esa es la verdad sobre el hombre, la verdad antropológica(2), que surge del Principio como un misterio y que resplandece a la Luz de las heridas de Cristo y de su Resurrección de entre los muertos.(3)

Si esa es la verdad antropológica, no sólo es la verdad sobre mí, sino también es la verdad para los que me rodean, y lo es para todos los vivos, “puesto que lo que es verdad, lo es para todos y siempre”.(4)

Así pues, es también la verdad antropológica sobre mis padres, mis abuelos y mis bisabuelos, y de este modo, podemos mirar la sucesión de las generaciones hasta el misterio del Gólgotha, y desde ese momento culminante, seguir caminando mentalmente hacia atrás en la historia, y comprender que para todos aquellos hombres que vivieron antes de la muerte y resurrección del Cordero, esa es también la verdad sobre sus vidas, por más que les estuviese velada en mayor o menor medida.

Y de este modo remontarnos hasta la primera pareja humana, hasta el primer Adán, y aceptar que la verdad sobre quien soy yo y sobre el sentido de mi existencia, es exactamente la misma que lo fue para él, simplemente porque no pudo ser de otra manera.(5)

Aceptamos la existencia de un origen de la especie humana, pues “aunque no sea posible demostrar que el hombre, el cielo y la tierra no hayan existido siempre, podemos por la revelación, creerlo por la fe”.(6)


Y como hay una unidad jerarquizada en la persona: cuerpo, alma y espíritu; siento alegría al leer y compartir esta reflexión: “¿Es posible , en el horizonte de una comprensión evolucionista del universo, seguir sosteniendo la singularidad de la criatura humana, con todo lo que ella comporta?. Sería insuficiente afrontar el problema reservando a la intervención divina únicamente la creación del alma, mientras el origen del cuerpo queda a merced del proceso evolutivo de la formación del mundo. Lo prohíbe aquella unidad entre alma y cuerpo que representa un dato no preterible de la conciencia de la fe cristiana.(7)

En 1950, el Papa Pío XII, escribió su encíclica “Humani Generis”, alertando ante la expansión de las teorías transformistas: “Por todas estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que –según el estado actual de las ciencias y de la teología- en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente –pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios-. Mas todo ello ha de hacerse de manera que las razones de una y otra opinión –es decir la defensora y la contraria al evolucionismo- sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente; y con tal que todos se muestren dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia, a quien Cristo confirió el encargo de interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras y defender los dogmas de la fe. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados; y ello, como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la máxima moderación y cautela en esta materia”.(8)

Sesenta años después de la encíclica, da la impresión de que esa discusión de la que habla Pío XII ya no existe, porque cada vez son más los que aún dentro de la Iglesia, dan por absolutamente cierto y demostrado el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente.

Como si el paradigma evolutivo nos impeliese a caer en las redes de aquellos que “desprecian la fe y prometen con temeraria arrogancia la ciencia, y luego nos obligan a creer una infinidad de fábulas absurdísimas que no pueden demostrar”.(9)

Por mucho que se intente enmascarar con evasivas, el asunto en cuestión se concreta en una sola disyuntiva:

1. – Puso Dios un alma humana en el cuerpo de un simio.(10) Y con ello comenzó el linaje humano. O bien:

2. – Dios creó al hombre como una creación nueva, nueva en su totalidad, al margen de los animales.(11)

La proposición 1, después de 150 años de darwinismo, sigue sin poder ser demostrada, es más, los restos humanos antiguos, encontrados cada vez con mayor frecuencia, diluyen la posibilidad paleoantropológica de que ese haya podido ser el origen de la especie humana. Sólo las campañas de los medios de comunicación, los empeños de algunos en borrar de nosotros todo lo que nos hace específicamente humanos, junto con el miedo a ser excluidos del ambiente académico, y el desconocimiento de la mayoría, mantienen artificialmente la convicción de que esa es la “verdad demostrada” sobre el origen del hombre.

La segunda proposición es la que siempre ha mantenido la Iglesia, hasta que poco a poco, los creyentes, cediendo ante una especie de “complejo de inferioridad ante el progreso tecnológico”, y también por un excesivo abandono de la participación de los institutos y universidades católicos en la paleoantropología, hemos propiciado la situación actual.

El evolucionismo se está derrumbando, no merece ninguna credibilidad para que nos movamos ni un ápice del comentario de Santo Tomás: “La primera formación del cuerpo humano no pudo proceder de una potencia creada, sino directamente de Dios....... Así, pues, porque nunca había sido hecho un cuerpo humano por cuya virtud pudiera ser formado por generación otro ser semejante en la especie, fue necesario que el primer cuerpo humano fuera hecho directamente por Dios”.(12)

Los creyentes asistidos por el Espíritu Santo y guiados y sostenidos por la Iglesia, tenemos que hacer un profundo discernimiento teológico y científico, y barrer el evolucionismo que se ha introducido en todos los ámbitos de nuestra vida y que parece conducir a la civilización occidental a una existencia huérfana de su Padre, el Dios creador del cielo y de la tierra.

Y como por algún sitio hay que empezar, posiblemente sería conveniente echar un vistazo a la metafísica, y en la clasificación ontológica más elemental, sacar el ADN y los genes del apartado referido a la forma, y colocarlos en el apartado referido a la materia que es el lugar que les corresponde por su propia naturaleza y por su función dentro del ser.

Y el que se asuste de lo que acaba de leer, debe esclarecerse ante las diferencias que existen entre la substancia, la forma y la morfología.

Pues por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario, la forma de los seres no es la expresión externa de un genotipo: “lo único que determinan directamente los genes son nuestras moléculas bioquímicas, determinan las proteínas estructurales y las encimas de la célula. Los genes marcan cual es nuestro grupo sanguíneo, o si nuestra hemoglobina o nuestra insulina tienen los aminoácidos adecuados”.(13)

“Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la sabiduría. Que el camino hacia ella, último y auténtico fin de todo verdadero saber, se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre”.(14)
Angel Luís Hurtado Contreras
Semogil 2008
(1) – “Fides et Ratio” – 18.
(2) – Al menos en lo referente a la unidad de la persona humana, a la redención del cuerpo, y a la primacía del Amor.
(3) – “Gaudium et spes” – 22.
(4) – “Fides et Ratio” – 27.
(5) – No estoy defendiendo lo que podría entenderse en nuestra época como “la literalidad” del texto del Génesis, más bien lo que quiero declarar es su inequívoca autenticidad.
(6) – Sto. Tomás de Aquino “Suma Teológica” I parte 1 – C. 46; a 2.
(7) – Scola, A. et al. “Antropología Teológica” – secc. VI – vol. XV Edit. Edicep – 2.003 – p. 136.
(8) – “Humani generis” – 29.
(9) – S. Agustín – “Confesiones” VI, 5, 7: CCL 27, 77 – 78.
- “Fides et Ratio” – 40.
(10) – Es indiferente que lo llamemos simio, o lo llamemos “homínido”. Esta no es una cuestión de nombres, es una cuestión de la verdad sobre nuestro origen.
(11) – No puede aceptarse como demostrado el que los animales existiesen antes que el hombre. Desde el punto de vista de la paleontología, porque no se conoce el origen de ninguna especie y del hombre menos. Y desde la revelación, porque el primer relato del Génesis, ubica la creación de las plantas y de los animales antes que la creación del hombre, y el segundo relato, la ubica después. Y que sepamos, el Magisterio de la Iglesia no se ha pronunciado sobre esto.
(12) – Sto. Tomás de Aquino “Suma Teológica” I parte 1 – C. 91; a 2.
(13) – Sanvicens, A. “La verdad sobre la evolución” Edit. PPU – 1.996 - pág. 93.
- Veden, Taylor. “Evolución o reforma en la biología”. Tarrasa. Edit. Tself, 1.974. pág. 41 y ss.
- Lewontin, R. “La diversidad humana”. Edit. Labor. 1.984. pág. 18 - 25 y 75 – 98.
- Chauvin, Remy “Darwinismo, el fin de un mito” Edit. Espasa 2.000 - p.65.
(14) - “Fides et Ratio” – 108.