domingo, 28 de enero de 2018

Declaración de guerra. Por Cosme Beccar Varela


Declaración de guerra. Por Cosme Beccar Varela

Por lo menos desde el 2003 la izquierda extrema ha demostrado mediante su acción violenta en las calles de Buenos Aires y de otras localidades del país, que es capaz de provocar situaciones que agreden delictivamente a la población, sin que las “autoridades” hagan algo para impedírselo. Es decir, hay un abandono del poder en las calles por parte de las autoridades y una usurpación de ese poder por la izquierda en perjuicio directo de la población pacífica que carece de cualquier medio para defenderse de las graves restricciones a su libertad que le causa esa usurpación.
El 18 de Diciembre ppdo., frente al Congreso y mientras los legisladores intentaban discutir la reforma previsional propuesta por el gobierno (un engaño vil en perjuicio de los viejos e inválidos) la izquierda, encabezada por el Partido Obrero (PO) y el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), demostró que además de las molestias que viene causando con sus incesantes marchas y cortes de calles, puede producir destrozos y combatir sin arredrarse contra la Fuerza Pública, hiriendo a 88 de sus integrantes sin sufrir ninguna clase de represalias. No quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido si existiera en el país un grupo de héroes decididos a enfrentarse con esos criminales. No dudo que hubieran matado a varios de ellos sin el menor escrúpulo.


Como toda respuesta, el gobierno arrestó a 22 de los vándalos, algunos de ellos identificados por las filmadoras como jefes de los partidos de izquierda, pero al día siguiente estaban todos en libertad. La defección del macrismo no podía ser más escandalosa.
Es decir, los 14 años de agresión izquierdista y su método de convertir la ciudad en un caos, cometiendo varios delitos en concurso real sin que los jueces los hayan condenado, demuestra que la víctima de esa acción criminal no es el gobierno macrista, ni siquiera lo son las Fuerzas de Seguridad porque si bien éstas en aquel 18 de Diciembre pasado intentaron reprimir la agresión, lo que ha sido habitual durante estos 14 años ha sido que esas Fuerzas colaboran con las marchas y piquetes de la izquierda cortando el tráfico y entregando la calle a los violentos, por orden de los gobiernos kirchneristas y macrista. ¡La víctima es la población civil indefensa que desde hace 14 años soporta con un estoicismo suicida esta situación y la consiguiente restricción a su libertad de transitar!
Pues bien, ahora la izquierda ha resuelto declarar la guerra no al gobierno sino a la verdadera víctima, o sea, a la sociedad civil, so pretexto de que no es invitada a los conciliábulos del oficialismo con los líderes sindicales y del peronismo en los cuales se trama la supuesta reforma laboral, como si el pobre hombre de a pie, más indefenso que un niño ante las garras de una pantera, pudiera hacer algo para darle un lugar a los canallas de la izquierda en la reunión de los otros canallas.
Dicho sea de paso, en el diario de hoy (23/1/2018) se informa que de esa reforma ya acordada por los “patrones” del oficialismo y del sindicalismo, sólo queda en pie la posibilidad de “blanquear” a los empleados y obreros que trabajan “en negro”. Pero de los abusos a que se presta la ley de contrato de trabajo, no se habla más, excepto la izquierda que necesita ese “fantasma” como “casus belli”.
“Si bien la izquierda siempre ha apelado a las marchas como método de lucha, después de los incidentes del 18 de Diciembre frente al Congreso, fuerzas como el Partido Obrero (PO) y el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) se convencieron de que las protestas callejeras son el camino para conquistar visibilidad” y forzar al sindicalismo peronista a una huelga general, o a varias (“La Nación”, 22/1/2018, pag. 9).
Esta declaración de guerra no son palabras huecas ni pueden descartarse como bravatas inconsecuentes. La izquierda extrema tiene a su disposición una “militancia” de varios miles de individuos violentos, varios de ellos pertenecientes al hampa que alternan sus actividades políticas con delitos a mano armada. Con esa “tropa”, más una ocasión de las que el pésimo y cobarde gobierno macrista les ofrece en cantidad, más la neutralización de las Fuerzas de Seguridad que están a las órdenes de aquel, la izquierda puede convertir Buenos Aires y otros lugares del país en un campo de Agramante inhabitable, intransitable y peligroso.
Esa amenaza, publicada por la prensa, debería ser suficiente para que algún Fiscal o un Juez celoso de sus deberes (si es que los hay) acusara e investigara a los dirigentes de la izquierda por incitar a la rebelión y organizarse en una asociación ilícita para cometerla. Pero nada de eso ocurrirá, visto que lo están haciendo desde hace 14 años y NO HAY NI UN SOLO CONDENADO por los varios delitos que cometen en concurso real cada vez que cortan una calle o una ruta, peor aún si lo hacen enmascarados y blandiendo palos, que son armas.
Por lo tanto, los destinatarios de esta declaración de guerra no tenemos defensa. El enemigo tiene fuerza, inmoralidad e impunidad. Nosotros, sólo el escudo del Derecho que hace muchos años que ya no es defensa de ninguna clase. Consecuentemente, cuando llegue Marzo y se reanude la actividad de los políticos profesionales de todas las denominaciones, delincuentes e ignorantes todos ellos, el gobierno intentará alguna de esas “fintas” hipócritas con las que finge ser un gobierno de “centro” que intenta “cambiar” el país y entonces la izquierda sacará del ropero su hacha de guerra y empezará el caos social en gran escala.
Las víctimas indefensas de esa guerra son, desde luego, los que trabajan en la ciudad o deben hacer alguno de los mil trámites que la burocracia infame nos impone, los que no pueden llegar a sus lugares de trabajo ni volver a sus casas sin tener libertad de tránsito. Los grandes bonetes del gobierno y del empresariado no son afectados. Ellos hace rato que abandonaron la ciudad o los medios normales de transporte público, ni están sometidos a horarios, para no mencionar a los que se trasladan en helicópteros que aterrizan en la azotea de la Casa Rosada o en algún “helipuerto” privado o cortan sectores enteros de la ciudad para moverse sin obstáculos, como lo hicieron cuando se reunió aquí la Conferencia Mundial de Comercio, durante casi una semana, supliendo así a los piqueteros mediante un acto de prepotencia oficial.
Por eso dijo ayer el arquetipo del cinismo llamado Enrique Pinedo: “Soy optimista. Argentina es de las pocas buenas noticias que hay en el mundo” (“Clarín”, 23/1/2018, pag. 13). Los que no son Presidentes del Senado (como él) y todo lo que eso implica, ni figuran en los círculos de los privilegiados a quienes los piquetes no los afectan, ¡que se embromen! Pinedo ni siquiera sabe que existen. ¡Por supuesto que para él y sus cómplices del oficialismo, la Argentina es una excelente noticia reflejada en sus recibos de sueldos, en sus negocios y en la lista de sus canonjías!
Lo siento mucho, pero esta es la desoladora perspectiva para los próximos meses.
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