miércoles, 21 de marzo de 2018

CABILDO Nº 14-MARZO 2001 CRÓNICA NACIONAL MIRANDO PASAR LOS HECHOS UNA NUEVA VUELTA DE TUERCA DEL SISTEMA por Víctor Eduardo Ordóñez




“Recordar es un deber y olvidar es una culpa” fue la magistral enseñanza, que con señorío nos señaló y dejó el mártir CATOLICO Y NACIONALISTA Jordán Bruno Genta, que complace su uso.. Las brindamos como un digno ejemplo y, de igual manera deseamos repetir a un pueblo argentino, que aletargado, confundido, presionado y preparado a adoptar  esa fragilidad de memoria percibe golpes lamentables. Ante tales provocaciones infatigables en búsqueda de disolver e invadir nuestro suelo, los métodos educativos a posterioridad de Caseros fueron aplicados con tal continuidad que vaciaron el ser y sentir nacional. Las ideologías del “PROTESTANTISMO LUTERANO”, “LA REVOLUCION FRANCESA” y “EL COMUNISMO SOVIETICO”, en busca del fin propuesto con aval de la BANCA INTERNACIONAL han dado frutos inimaginables. ¡SU LOGRO PARECE ESTAR OBTENIDO!. La lucha por reconquistar lo que el cielo nos regaló, nos hace reiterar publicaciones de no viejos ni muy nuevos números de la revista “CABILDO”: Actuaban ayer “Por la Nación contra el caos”, hoy:  “porque alguien tiene que decir la verdad”  

CABILDO Nº 14-MARZO 2001

CRÓNICA NACIONAL

MIRANDO PASAR LOS HECHOS



UNA NUEVA VUELTA DE TUERCA DEL SISTEMA

por Víctor Eduardo Ordóñez





Un desvencijado optimismo

Quien haya escuchado —aunque sea a la ligera, lo mismo da— el discurso con que el presidente De la Rúa inauguró el período de sesiones del Congreso, aparte de aburrirse (¡casi dos horas de una latosa antología del lugar común, del escapismo retórico y del embuste más tosco!), hubiera podido retemplar su ánimo porque según le sugirió el primer magistrado todo iba a mejorar. Pero en realidad todo se desplomaría a las pocas horas. Machinea, cercado tanto por su ineptitud (su último paso por la actuación pública había desembocado una hiperinflación y ahora en ta recesión) como por los escándalos (|se desempeñó en disimularlo a Pou cuando el blanqueo de capitales oscuros ya había tomado estado internacional, renunciaba en medio de una general sensación de alivio, porque el ministro-fracaso se había vuelto insoportable e insostenible para empresarios y académicos, para liberales e izquierdistas. Gris y pasivo como su presidente, consiguió venderle —o le ayudó a vender— la imagen optimista que le venía de arrastre desde el "blindaje", procurando la renta de un clima efímero y ficticio de crecimiento inmediato. 



 No hubo tal crecimiento (del 5% calculado se fue a un poco arriba del 0%) pero De la Rúa —siempre despistado como su caricatura de comios televisivos— lanzó su discurso como si se mantuviera el contexto 30 días antes. Fue el ridículo. Por eso la alocución resultó apenas aplaudida por sus diputados y no por todos.  Acabó siendo insoportable el recurso de repetir tugares comunes come fueran anuncios y de transmitir un optimismo disuelto con el primer contacto con la realidad y a eso ningún politico tiene derecho, aun a esta altura de descomposición.

Nuevo zar

O nuevo capanga. El país se dio el triste lujo —una especie de sadismo— de poner al frente de su economía al más ultra ortodoxo de los liberales disponible, al más furioso de los globalistas, al más disciplinado agente  extranjero,   al  más  convencido ideólogo de la deuda externa. Eligió todo el elenco disponible a López Murphy. Es decir, más Modelo, más apertura,   más  desindustrialización, pobreza. A nadie se le ocurrió — se le hubiera podido ocurrir— no irnos abandonar el Plan del Fondo sino rectificarlo en atención a sus notorios y reiterados fracasos e inconvenientes, porque ¿qué esperar luego de más de una década de frustraciones y de experiencias negativas? ¿A qué insistir por este camino que, lo sabíamos de antemano, no puede dar o estos frutos amargos que nos hacen probar todos los días desde su inauguración? Nadie quiere advertir, incluso como método y como estrategia, la política económica de Menem-Cavallo ya no da para más, ha fracasado engulléndose no sólo las esperanzas de todos —también de los que se ilusionaron y apoyaron en su momento-- sino el condumio material de los argentinos. Sin embargo, tras la precipitada  renuncia  de  López Murphy nada menos que el mismísimo Cavallo seria convocado a sanear la economía argentina. Nadie o muy pocos le recordarán su pasado militarista sus enredos justicialistas; ni menos aún —en rigor para esto vuelve--su nacionalización de la deuda privada con lo que echó sobre varias generaciones de argentinos la monstruosa deuda externa, tan injusta como artificial, maniobra que benefició, claro está, a sus mandantes nucleados---en la Fundación Mediterránea.

 Para hacerse cargo de su nuevo empleo hubo que esperar que volviera de una reunión de la Trilateral donde se reúnen los verdaderos amos del mundo, esta vez en Londres Decididamente, la Escuela Neoliberal exige y necesita la extinción de la Argentina o su disciplinada reinserción en un mundo que le es ancho y ajeno. Por supuesto, no hay derecho a equivocarse tanto ni a insistir en el mismo error ni a repetir una experiencia que con la más trágica evidencia indica sus perversiones, si no es por complacencia o por complicidad. López Murphy primero y Cavallo ahora son la profundización del sistema que se ha transformado en la cárcel y el cadalso de la Argentina y sólo le resta extraer las últimas consecuencias, llevar el proceso a su fin culminándolo en el objetivo propuesto: la inexistencia del país forzado a hundirse en la mundialización. De la Rúa espanta más que atrae a los inversores que, según nos enteramos, le exigen una apariencia de liderazgo y de actividad. Por eso le traspasará el poder a su nuevo ministro, repitiendo lo que hizo Menem con Cavallo. pero con la diferencia de que el riojano disponía de una cuota de poder concreto que se reservó cuidadosamente (fue esta partición de esferas lo que provocó la división final). Es que Cavallo no puso límites a sus ambiciones. De la Rúa, en cambio, no tiene más que su investidura que. en sus manos, es cada vez más un disfraz que un traje. Porque digámoslo: si Menem era absurdo, casi un producto subrealista de los sótanos provinciales. De la Rúa es una caricatura, un fantasma con algo de ridículo, sin armazón ni encarnadura, apenas sostenido por una estructura partidaria que se le está resquebrajando y que optó por él por descarte: no había otro. Personajes como De la Rúa no pueden darse sino en una época de crisis y no como su solución sino como su resultado.

El otro Cavallo

Atacado de un inesperado golpe de vedettismo y con la evidente necesidad de pasar a la historia grande de la subversión argentina —no ser menos que Garzón— el juez federal —foro dúctil si los hay— Gabriel Cavallo dispuso en una sentencia de 188 páginas redactadas por sus secretarios, declarar insanablemente nulas las leyes de punto final y de obediencia debida que, mal que bien, habían procurado una salida —cierto que más política que jurídica— a la cuestión de la responsabilidad por los reales y falsos abusos cometidos durante la Represión ("los años de plomo" en la jerga izquierdista). La decisión fue tan desopilante como inoportuna, al punto que le hizo dar un respingo al propio Alfonsín, autor de las leyes puestas en cuestión. Hay que ver las cosas así. Es la misma izquierda fragmentada pero no encontrada entre sí que ocupa sin contrapesos el espectro con distintas tonalidades; están los piqueteros en un extremo junto con las Madres, las Abuelas y los HIJOS; Storani y la Garre haciendo buena letra mientras pueden y se lo permiten sus respectivas capacidades histriónicas; Alvarez contorneándose como un malabarista reumático ("toco y me voy"); esa agencia de empleos e influencias que es el Frepaso colocando sus figuras donde puede; el propio De la Rúa obligado a jugar de izquierdista pero sin despertar confianza en nadie. Ahora se incorpora el mencionado juez satisfaciendo las "sugerencias" del poderoso Verbitsky, el que viene a dar un puntapié a la mesa de juego con una contundencia que no alcanzó hace dos años la iniciativa legislativa de Cafiero el Joven. El propio e insospechable diario La Nación en un editorial rezongó contra el fallo viendo en él una traba para "la reunificación de los argentinos". En verdad lo es, sólo que esta reconciliación resulta cada vez más difícil y menos deseable. No es posible ni lícito integrar un proyecto nacional común con gente que no cesa de cazar enemigos desarmados, de vengarse de sus vencedores de ayer, de destrozar familias bien constituidas en nombre de un criminal derecho a la identidad, de renovar agravios no en nombre del amor ni de la justicia sino del odio y de la venganza (basta ver los desagradables rostros de la de Carlotto y de la Bonafini, destilando salvaje alegría). Es que la guerra —y urge aprenderlo— sigue abierta; el litigio, pese a las deserciones y autoengaños de algunos jefes militares, se encuentra pendiente. Puede confundir el hecho que el enemigo ahora se presente desarmado pero se ve —no se puede dejar de ver— que sigue en pie, al acecho algunos ataque otros.

Alguien tendrá que hacerse cargo del análisis jurídico de la sentencia, pieza que encabezará la antología de la follonería argentina: por ahora apuntemos que aplica retroactivamente figuras penales que no existían al momento de cometerse los presuntos delitos. Y asimismo se podría preguntar porqué el inquieto y travieso magistrado no se preocupa por los delitos —que en su visión tendrían que ser también de lesa humanidad— que con toda evidencia practicaron los terroristas que. en definitiva, fueron los que desataron la guerra que perdieron pero de la cual quieren seguir obteniendo réditos. Claro que con una justicia que no es ciega sino tuerta no se puede adelantar nada ni nada es seguro. por lo menos para los combatientes de un solo bando, victorioso en la batalla y derrotado mediáticamente. El juez Cavallo —que ciertamente satisface a Verbitsky pero no honra a la magistratura— pasa a formar parte de esta posguerra; lo hace bajo la doble falsedad de aplicar un derecho justo y de tener una postura de ecuanimidad, lo que hoy lo vuelve el más peligroso de los factores revulsivos puestos en movimiento en el marco de una estrategia global de la izquierda a lo largo y a lo ancho de la tierra. Llegarán las horas de la rendición de cuentas y allí será el rechinar de dientes, cuando los malos jueces se enfrenten con su conciencia y con sus conciudadanos, con los reales victimarios y con las verdaderas víctimas.



La globalización total

Este gobierno —que es un remedio de Estado— está decidido a arrasar con la nación. Como ya no que empresas estatales ni privadas nacionales, parece haberle llegado el turno a las universidades y así, por iniciativa del ex ministro de Educación, un conjunto de "especialistas" ingleses recorrieron el país y examinaron cuatro universidades, entre ellas una privada para determinar su grado de eficiencia. No se sabe por qué ni para qué esto de abrir las puertas a los extranjeros como si aquí no se pudiera, si se propusieran seriamente, alcanzar grado de excelencia. Sólo habría empezar de nuevo todo, dejando de lado prejuicios ideológicos del tipo de heredados de la Reforma; llamar e profesores e investigadores más a capaces (en vez de dejarlos escapar al exterior): no hacer muchachismo; alejar a los advenedizos como Shuberoff: troducir las modificaciones políticas administrativas necesarias y un largo etcétera; es decir, hacer lo contrario de lo que se viene haciendo desde hace años, en especial esa práctica maldita de someter la universidad a la ideología: hacer todo y lo que fuese preciso menos volver al estilo sarmientino llamar al extranjero para que nos que nos eduque, porque eso es hipotecar el futuro por un largo tiempo. Ya lo hicimos así nos fue y nos va. Pero tal vez la globalización total, hasta sus últimos y más espantosos extremos, deba cumplirse resignadamente. ¿No convendrá reaccionar desde ya y levantar la voz contra los traidores de distinto pelaje de diversas áreas?.