El
17 de marzo de 1992, según Gabriela Michetti, se produjo “el primer
acto de terrorismo internacional en la República Argentina”.
Esta
barrabasada de nuestra vicepresidente de la Nación no hace más que
ratificar -por si hiciera falta- que el gobierno tiene un doble standard
para calificar los actos terroristas.
Lamentablemente para
nuestros funcionarios hay terroristas buenos y terroristas malos, unos
son los vernáculos que a sangre y fuego asesinaron a miles de inocentes
en su intento de tomar el poder, arriar la celeste y blanca y
reemplazarla por el rojo banderín. Fueron la nefasta consecuencia del
fin de la guerra fría, recibieron adiestramiento, adoctrinamiento y
armamento en Cuba quien, como emisaria de la URSS ejercía en
Latinoamérica la función de Comisario ideológico.
A ellos se les
rinde homenajes arrojando flores al río, abonándoles subsidios
millonarios desde el reinicio de la democracia, premiándolos con cargos
públicos y absoluta inmunidad por sus terribles crímenes.
En
cambio, si de terroristas extranjeros se trata, al unísono se alzan
voces de solidaridad hacia gobiernos y víctimas del atentado, así como
la firme repulsa al terrorismo.
El “curro de los derechos humanos” no sólo sigue vigente, también se ha desarrollado.
Señora
vicepresidente: Cumplo en informarle que los miles de atentados
terroristas sufridos por nuestra República constituían “terrorismo de
Estado”, dado que tanto la URSS como Cuba, fueron gestores necesarios de
sus crímenes.