domingo, 25 de marzo de 2018

La VIDA no es democrática


La VIDA no es democrática

 



Por Antonio Caponnetto


A través de la Comisión Episcopal de Comunicación y de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, fechado el 20 de marzo del corriente, nuestros pastores han dado a conocer un comunicado que contiene principalmente una consigna, mezcla informe toda ella de futilidad y de confusión.
Consiste la misma en que los feligreses de las tradicionales procesiones del Domingo de Ramos, a celebrarse este domingo 25 de marzo, porten junto a las proverbiales palmas u olivos, un cartelito por ellos mismos diseñados, con el lema “Vale toda vida”. Algo así como un todo por dos pesos o combo publicitario, ya que ese mismo domingo “se celebra el Día del Niño Por Nacer [ya no la Anunciación de María Santísima]y muchos participarán de diversas marchas organizadas por grupos de laicos que invitan a expresar la defensa de la vida por nacer”. De este modo –prosiguen los obispos- “acompañamos a quienes participan y utilizan el derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”. Imperdible oferta litúrgico-cívica- demo-pascual y pluri-festiva. Ni el más irreverente sketch de cierto cómico local hubiera ido tan lejos en la parodia.

 


Séanos permitido expresar las siguientes reflexiones:
 
1) Si el apodíctico “vale toda vida” es una alusión a las vidas de la madre y de su hijo por nacer, es incongruente que los mismos obispos, con fecha 20-2-18 hayan emitido un emasculado informe aceptando el “diálogo democrático” sobre el aborto, a los efectos de “escuchar las distintas voces y las legítimas preocupaciones que atraviesan quienes no saben cómo actuar”, debiéndonos comportar durante el debate sin “descalificaciones, violencia o agresiones”. Los que no saben cómo actuar son los pastores, devenidos en ciegos que guían a otros ciegos (Mt. 15,14): amenaza grave, según enseñanza del Redentor.
 O el “vale toda vida” es una afirmación inconcusa, reservándose a quienes la nieguen el castigo canónico de la excomunión y el penal de la sentencia prevista para los homicidas, o es una afirmación relativa y mudable sometida al consenso de las multitudes. O el “vale toda vida” no admite discusión alguna, al punto de que dado su carácter cuasi sacro nos está permitido ahora repetirla como jaculatoria en la fiesta mayor del Domingo de Ramos; o es mera doxa intercambiable en los aciagos recintos parlamentarios. Sería como decir: “vale toda virtud”, y estar dispuestos a la vez a discutir la interrupción voluntaria de la justicia. O al que niegue el “vale toda vida” le espera el infierno por asesino; o por el contrario, le aguarda un escaño en el congreso para cotorrear sin “violencia ni agresiones”.
 
2) Parece que el “vale toda vida” tiene sus excepciones para los obispos. Por lo pronto, no importarían las vidas de los abortados, si la ley que despenalizara el crimen fuera el resultado del “derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”, tras un diálogo institucional sin “descalificaciones, violencia o agresiones”. ¿Qué argumento esgrimir entonces si la ultima ratio mentada desde el comienzo es que se puede plebiscitar lo implebiscitable? ¿Y a qué viene andar de plañideras los Viernes de Pasión, si al fin de cuentas triunfó el “derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”, que le permitió a los judíos elegir a Barrabás por sobre Jesús?.
Otra excepción al “vale toda vida” serían los centenares de prisioneros de guerra muertos en las vengativas celdas del Régimen,tras largos años de particular saña, alevosía y crueldad. No hay un solo documento episcopal que repudie o siquiera llore o lamente esa “toda vida” militar tirada a los perros de la subversión dominante.
Tampoco el “toda vida” ha incluido –en un documento colectivo y público de los obispos- las vidas truncas de los tripulantes del San Juan o de las inúmeras víctimas del garantismo jurídico, con algunos de cuyos referentes mantiene la Iglesia cordialísimas ententes.  Roma es hoy un desfile constante de activistas del terrorismo marxista, sin que Bergoglio –anfitrión aquiescente y contemporizador- les recrimine su responsabilidad en haber segado “toda vida” de sus oponentes.
 
3) Mientras el “vale toda vida” sea una homologación ontológica del común derecho a la existencia, nada habrá que objetar a la elemental aunque veraz sentencia que acaban de descubrir nuestras lumínicas y mitradas testas. Pero no estaría de más aclarar que hay otro sentido de la expresión, que no puede serle ajeno a un católico fiel.
Vale toda vida vivida al servicio inclaudicable de quien predicó “Yo soy la Vida” (Jn.14,2-5). Vale toda vida que tenga la férrea decisión y el anhelo firmísimo de “perderla por Mí” para “hallarla”(Mt. 10,39). Vale toda vida de quien ama y se ofrece incondicionalmente al “Pan de Vida bajado del Cielo” (Jn.6,51). Vale toda vida vivida de tal suerte “que viva quede en la muerte”, según teresiana y bellísima expresión. Vale toda vida asumida como un acto renovado de servicio a la Verdad, al Bien y a la Belleza.
Y a riesgo de escandalizar a mojigatones sentimentalistas, no vale lo mismo la vida de quien elige la perversión o la iniquidad como norte. Porque la vida no es democrática sino jerárquica.  Por eso es de Santo Tomás la enseñanza –pero puede hallársela antes y después de él- de que la vida criminal de ciertos hombres impide el bien común, así como la paz y la concordia social. Luego, dadas ciertas condiciones,circunstancias y requisitos, será legítimo quitar la vida de esos hombres (cfr.vg.Suma Contra Gentiles III,c.146). Téngase a los aborteros convictos, confesos y prácticos entre esos casos de vida que no valen lo mismo que la de los hombres santos.
Tambien por otro motivo no menor es un desacierto fatal de los obispos este lema elegido. Por lo que el mismo entraña de igualitarismo axiológico vitalista. Porque el “toda vida vale” no puede aplicarse sin más distinciones a la vida de una yarará, de una planta carnívora, de un mineral y de un embrión humano. Parece que los efectos panteístas de la Laudato ya han empezado a dar sus tristes frutos.
 ¿Por qué los pastores callan estas verdades de a puño? Por lo que dijera en su momento Don Quijote: “bien predica quien bien vive”.
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Vale toda vida, dicen ahora nuestros funcionarios eclesiales, portando el cartelito en la mano, no precisamente con la reciedumbre con que alzara el Cid su Tizona. Vale toda vida, canturrean clérigos y monjas, exhibidos en impúdicos coros, más próximos a los de las carnestolendas caribeñas que a los angélicos. Vale toda vida, gritarán de consuno los católicos vergonzantes, desnaturalizando la Fiesta de la Anunciación y la del Domingo de Ramos, preludio del de la Resurrección.  Pues no; no es esa la consigna recta. Vale toda vida ordenada al Autor de la Vida. Y malditos aquellos de quienes fue dicho: “Matásteis al Autor de la Vida” (Hechos 3,15). Ayer, hoy y mañana.
La Patria anda necesitando una marcha por esta VIDA. Recia, viril, desafiante, alegre y jubilosa. Una marcha católica, mariana y argentina. Con el Cristo Vence como cabecera y vanguardia. Con María Reina como coraza y escudo. Con los santos y los héroes como patronos y heraldos. Una marcha donde no quepan los demócratas porque desfilan los cruzados. Una marcha a cuyo paso tiemblen los flojos, se arredren los sicarios, huyan despavoridos los fariseos y se den a la fuga los demonios de la cultura de la muerte. Una marcha izando palmas y olivos como si fueran arcabuces y tacuaras. Una marcha dominado el espacio con los pendones del Señor de los Ejércitos y atronando los ecos del alba con los sones  armónicos del Salve Regina.
¡Danos Señor la gracia de marchar esta Marcha!