martes, 27 de marzo de 2018

LIBROS-PADRE LEONARDO CASTELLANI- "CRISTO Y LOS FARISEOS" VII-El enchus contra Pharisaeos VIIII-¿Con que Autoridad?

"CRISTO Y LOS FARISEOS"
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- VII

El enchus contra Pharisaeos

(Mateo 23)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas..."

No todos los fariseos tenían fariseísmo, algunos de la facción o secta o congregación religiosa de los fariseos eran incontaminados, y aun quizá santos. Algunos fueron discípulos de Cristo. Saulo no era hipócrita sino por el contrario fanático, antes de volverse Pablo. La palabra fariseo tomó después de Cristo su significado peyorativo, lo mismo que la palabra 'sofista" después de Platón. Los sofistas eran algo como los "conferenciantes" de hoy día, como García Sánchiz o Pemán. Los "separados", Pherishajja, que eso significaba fariseo, contaron con hombres como el sabio Hillel, el que formuló la máxima de "no hagas a otro lo que no quieras hecho a ti", a Gamallel el viejo, maestro de San Pablo; a Simón amigo de Cristo, Nicodemus, José de Arlmatea, y numerosós conversos cristianos con los cuales argüirá más tarde San Pablo: '¿Fariseos son? Y yo más." Los fariseos eran los "separados" de los saduceos; porque los saduceos defendían que en sólo la Thorah o Ley escrita se contenía la revelación, como los protestantes; mientras los fariseos añadían a los Libros la Tradición. Lo que de esa tradición oral (en sí mismo justificada) hicieron ellos, lo sabemos por las palabras de Cristo.





La historia de los fariseos ha sido netamente narrada muchas veces desde Flavio Josefo. Descendientes de los "asideos" o "celosos", legatarios del tema nacional- religioso de Matatías Macabeo, constituyéronse más tarde en los "zelotes* o nacionalistas y los "sicarios", algo como el Sinn-Féin irlandés. Los fariseos tomaron consistencia tal que se pueden comparar a una congregación religiosa moderna, y una influencia tal que se consideraban (no sin lógica) por encima de los sacerdotes y los reyes: su fuerza estaba en el saber, en el conocimiento de la Ley; que en un pueblo teocrático tenía valor máximo. De ahí que Cristo los conglomera con los "escribas" que eran los doctos, aunque de suyo un fariseo podía no ser "doctor" sino solamente hombre riguroso y observante, lo que llaman hoy beato o jesuitoide. ” Por eso Cristo no los incriminó a todos, en su terrible sermón que está en el XXIII de Mateo, sino que añadió el adjetivo "hipócrita", que se ha de entender como determinante más bien que calificativo. Sin embargo/ el conjunto de la facción en tiempo de Cristo era condenable; y su espíritu puritano, gazmoño y falso estaba ya formulado, escrito y hecho constituciones y reglas de las que Cristo citó dos: "El que ofrece un don al altar por su padre, no está obligado a su manutención..." En el Talmud, la Tradición casuística y jurídica codificada, se encuentran sentencias parecidas. Por ejemplo: "Más validez (práctica) tienen las palabras de los escribas que las palabras de la Thorah." "Las palabras de la Ley tienen preceptos graves y leves; pero las palabras de un escriba son siempre graves."

"El estudio de la Thorah es más importante que la construcción del Templo." "El estudio de la Thorah es mayor que venerar padre y madre." • v "La Ley está más alta que el sacerdocio y la realeza." "La masa que ignora la Thorah es maldita." "La plebe del terruño no es piadosa y ningún rústico teme el pecado." > . "Estar en una reunión de la masa es mortífero." "Es lícito pegar a uno de la masa aun en sábado y aunque fuese sábado y Kippur." No hay ninguna sociedad tan mala que no tenga algún bueno ni tan buena que no tenga algún malo; y lo mismo se puede decir de las doctrinas... Sin embargo el juicio moral no es imposible, aunque sea difícil en algunos casos, porque el juicio se basa en el "grupo que da la tónica". O como dicen en la escuela, la parte "formal" que puede a veces ser una minoría. Un ejército de leones mandado por burros (como dijo Napoleón del ejército español) es un ejército asnal; que sin embargo le puede dar una coz a Napoleón Primero. No basta que una sociedad sea mandada por un malo para que sea mala. A veces es peor mandada por un tonto. La Iglesia no fue mala durante el Pontificado de Alejandro VI; basta que no lo imite y que resista en lo posible. Salvaron la honra de la Iglesia en aquella coyuntura algunos santos; el rey de Francia, los obispos españoles, una cantidad de italianos descontentos y el pobre Savonarola. Pero en tiempo de Cristo la "minoría que da la tónica" era, entre los fariseos, realmente farisaica. De ahí que Cristo al final de su vida pública se desata contra toda la secta directamente, después de haber luchado incansablemente contra su deformación religiosa y su nacionalismo fanático con las explicaciones, las rectificaciones, la discusión, y sobre todo el ejemplo. Al final tuvo que echar mano del terrible vocabulario de su Precursor y de todos los profetas y de la amenaza profètica. Sabía lo que hacía y a qué se exponía, ya había predi- cho su muerte a los discípulos.

Entonces habló Jesús a la masa Y a los discípulos Diciendo: En el asiento de Moisés se sientan Los Letrados y los Fariseos. Todo pues cuanto os digan allí hacedlo; Según las obras de ellos no hagáis: Porque ellos dicen y no hacen. Porque atan cargas pesadas insoportables Y las asientan sobre los lomos de los hombres, Y ellos ni con el dedo las quieren mover. Todas las obras suyas hacen Para ser vistos de los hombres: Y así andan con filacterias más anchas Y con vinchas sagradas más grandes. Codician la presidencia en los banquetes, Y el gran pùlpito en las sinagogas. Y las reverencias en las plazas, Y ser llamado "Dotor" por los hombres. Vosotros no andéis a que os llamen Doctor; Uno solo es vuestro Doctor, Vosotros sois hermanos. Y "Padre" no llaméis sobre la tierra, Porque uno solo es vuestro Padre,

Que está en los cielos. Y "Conductor" no os queráis llamar; Porque uno solo es vuestro Conductor, Que es el Cristo, El mayor que sea entre vosotros, Ése será vuestro servidor. Pues el que se exalta, será abatido; El que se abata, será exaltado...

Pero entonces ¡Ay de vosotros, Letrados y Santones hipócritas!. Que cerráis el Reino del Cielo a los hombres; Pues vosotros no entráis, Y a ios que vienen no dejáis entrar. ¡Ay de vosotros!

¡Ay de vosotros Gramáticos y Observantes hipócritas! Que os devoráis las casas de las viudas Orando largas oraciones; Por eso tendréis peor sentencia. ¡Ay de vosotros!

¡Ay de vosotros, Doctores y Devotos hipócritas!, Que rodeáis el mar y la tierra para hacer un prosélito Y cuando está hecho prosélito, lo hacéis Hijo de infierno, el doble que vosotros. ¡Guay de vos!

¡Guay a vosotros, guías ciegos! Que decís: El que jurare por el Templo, no es nada. El que jurare por el oro del Templo, debe. ¡Estultos y ciegos! ¿Qué cosa es mayor, el oro del Templo

O el Templo, que santifica el oro? Y el que jurare el altar, no es nada, Mas el que jurare el don del altar, debe. ¡Ciegos! ¿Qué es mayor, el don que está sobre el altar O el altar, que santifica el don? Mas quien jura él altar jura por él Y por todas las cosas que están sobre él, Y el que jura el Templo, jura por él Y por Aquél que habita en él. Y el que invoca el cielo jura el trono de Dios Y Aquél que se asienta en él.

¡Guay a vosotros. Escribas y Fariseos hipócritas!, Que diezmáis la menta, el alpiste, el comino Y habéis dejado lo más grave de la Ley: El juicio, la misericordia y la fe. Esto había que hacer, Y lo otro no omitir. ¡Oh guías ciegos colando el mosquito Y tragándose el camello!

¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!, Que limpiáis lo de fuera del vaso y el jarro; Y adentro estáis llenos de rapiña e inmundicia. ¡Fariseo ciego!, Limpia antes adentro el vaso y el jarro, Para que lo de fuera se haga limpio.

¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!, Que os parecéis a sepulcros blanqueados, . Que de fuera parecen a los hombres hermosos, Y de dentro llenos de huesos de muertos Y toda porquería.

Así vosotros parecéis justos a los hombres; Y dentro estáis llenos de falsedad e injusticia.

¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!. Que edificáis sepulcros a los Profetas, Y adornáis las tumbas de los Santos, diciendo: Si viviéramos en tiempo de los antiguos, No nos mancharíamos con ellos con sangre de Profetas. De modo que vosotros mismos sois testigos Que sois hijos de los que mataron a los Profetas Y vosotros henchiréis la medida de vuestros padres.

¡Serpientes, estirpe de víboras!, ¿Cómo huiréis el juicio del infierno? He aquí que yo os mando Profetas Y Sabios, y Letrados, Y de ellos mataréis y crucificaréis, Y de ellos 'azotaréis en vuestras sinagogas, Y perseguiréis de ciudad en ciudad, Para que caiga sobre vosotros toda sangre justa Que se derramó sobre la tierra, Desde la sangre de Abel el Justo Hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baxaquías, Que matasteis entre el templo y el altar. Yo os aseguro que todo esto Caerá sobre esta generación...

 ( Sólo Cristo, el último y mayor de los profetas, podía pronunciar esta imprecación y esta amenaza. El destino inmediato de Jerusalén estaba patente a sus ojos. También el suyo propio. Añade Cristo la profecía final:

¡Jerusalén, Jerusalén!,

Que matas a los profetas, Y lapidas a los que te son enviados. ¡Cuántas veces quise congregar tus hijos Como la gallina congrega sus pollos Bajo sus alas — y rehusaste! He aquí que Vuestra Casa quedará desierta. Este retrato moral del fariseo es tremendo. Él es eterno y no puede ser mejorado. Es el eco, ahora autorizado con las tres máximas autoridades de la poesía, la ciencia y la misión profètica, de una imprecación acerba contra la congregación de los fariseos pronunciada por uno de ellos mismos unos 20 años antes y que se ha conservado en el apocalipsis judaico de *La Asunción de Moisés Jesucristo sentía el veneno de esta gente, a cuyo parangón los saduceos sensuales y descreídos son casi perdonados en su predicación, desdeñados. No olvidemos que a ellos alude de "pecado contra el Espíritu Santo que no tiene perdón ni aqm ni allá arriba", las palabras más temibles que han salido de boca humana. Por lo demás, paladinamente les dijo que eran hijos del diablo y que el diablo era su padre

El padre de la mentira, El que es homicida desde el principio.

Cómo de hombres observantes, celosos y dedicados al estudio de la Ley pudo salir este horror, es cosa difícil de precisar pero no imposible de concebir. Primero apareció la "casuística". Todo código completo postula una casuística, que es el ejercicio de aplicar los preceptos generales a los casos particulares. Nada malo hay en eso, al contrario. Pero la casuística degenera fácilmente por exceso y por perversión: se hace demasiado frondosa, se corta de la ley y de su espíritu, se vacía por dentro, y entonces fácilmente entra dentro el demonio, que es "el espíritu de las cosas vacantes", y le gusta, como a las chinches, los baúles vacíos. En las "cisternas agrietadas que dejan salir el agua", como llamó Jeremías a los fariseos de su tiempo, se refugian toda clase de bichos. La casuística farisea, el Talmud, el comentario de la ley, la tradición de los doctores no dejaba de contener alguna fruta entre la hojarasca, como que está hecho coleccionando los "dichos" de los profetas y doctores; pero la hojarasca había crecido en inmenso y se había podrido: "mandatos de hombres" - "que legislan acerca del alpiste y la ruda", como les achacó Jesús; y sobre "los nidos", y "los vasos" y los "pedúnculos de las frutas" e interminablemente sobre el descanso del sábado, el pago de los diezmos y la pureza ritual: si podía celebrar el sacerdote al cual había tocado al pasar la sombra de una mujer, si podía exigirse el diezmo al hijo del hijo del hijo de un deudor, si era lícito comer una fruta caída de por sí del árbol un Sábado. Siendo así que los más capaces de estas "observancias" prolijas y sutiles son los caracteres pueriles o neuróticos, si se llega a la desgracia de reponer la santidad en la "observancia regular", como no deja de suceder, ayúdeme a pensar lo qué pasa en una comunidad religiosa. Cualquier cosa puede pasar. "Entre uno que no sabe la Thorah y un burro, el burro es mejor porque no habla." Se figura uno lo que sería aquello entrando en la Biblioteca de un convento decaído: montones de manuales, de libros de devoción inútiles, de sermonarios hechos de sermones sacados de otros sermones, cuando no de un cascabel huero y ruidoso que es peor, comentarios del Código de Derecho Canónico, mamotretos de teología moral y pastoral, las obras de San Juan de la Cruz, de Ricardo León, del Padre Coloma y del P. Van Tricht en la sección cerrada con llave "Literatura amena“, Biblias descompletas con balumbas de vidas de Santos y de estudios históricos sobre su Fundador, todo confundido y entreverado, sin orden y cubierto de polvo. Se puede estudiar a veces las etapas de la decadencia en la Biblioteca como las edades de la tierra en los estratos de una "falla" geológica. "De 1899 a 1905 pasó por aquí un superior inteligente —me decía un perspicaz en uno de estos casos —y basta." "¿Aquí enseñan filosofía? —añadió después— ¡No hay las obras completas de un solo filósofo; solamente manuales y refutaciones/* En esta vaciedad de la casuística farisea entró primero el engreimiento religioso, después el ideal del mesianismo político, y después la soberbia, madre de la mentira y la crueldad 13. Los únicos que podían cumplir toda la Ley eran los que la sabían; y para saberla había que estudiarla toda la vida; pero eso era lo mejor que existía en el mundo. "La Thorah es mayor que el sacerdocio y la realeza, porque el sacerdocio exige 24 requisitos y la realeza 30; pero la Thorah se gana con 48." Los sacerdotes abrumados por un ritual que se hacía de más en más complejo habían abandonado el estudio de la Ley a los «La crueldad en el corazón del sacerdote es la abominación de tanta desolación en donde no debe estar. Dicen los intérpretes que esa frase de Cristo se refiere a los 'ídolos'. Pues bien, cuando un sacerdote es cruel o simplemente duro de corazón es que el Dios viviente se ha hecho un ídolo en él, ha dejado su lugar a un ídolo.» (Castellani, Diario, 12-1-48), laicos y se habían convertido, en general, en profesionales de la liturgia, es decir, vendedores afanosos de ceremonias mágicas. Estas daban la prosperidad en esta vida, pero la Thorah daba la ciencia, la sabiduría, la santidad y la salvación eterna. Con razón rezaba el fariseo: "Gracias te doy, Señor, porque no soy como los otros hombres... ni como ese publicano.., " Porque "el pagano que se acerque al estudio de la Thorah merece la muerte..." (Sanhedrín, 59 a. Citado por Ricciotti). El engreimiento religioso trajo el mesianismo político, podemos colegir. Los fariseos necesitaban ser vengados de sus quemantes hum illaciones, de sus revolcones y derrotas. La religión era humillada en ellos y el Mesías debía vindicar la religión. Y si el Mesías había de ser político, naturalmente había que preparar su venida haciendo política. Cien años antes de Cristo los fariseos sostuvieron contra el rey Alejandro Janneo una guerra de seis años que costó 50.000 víctimas; durante el reinado siguiente, de la reina Salomé, fueron los verdaderos gobernantes pues la Reina se sometió a su arbitrio, cuenta Josefo. Los saduceos fueron dominados sin piedad. - Se refugiaron en las grandes familias sacerdotales y en la adulación de los poderosos. Los fariseos tenían de su parte el pueblo, sobre todo las mujeres devotas, que formaban una tribu numerosa, entremetida y temible. Cuando la política entra dentro de la religión se produce una corrupción extraña. En estas condiciones el poder se vuelve temible, porque puede obligar en conciencia. Con una abjuración religiosa obligó Caifás a Cristo a proferir la "blasfemia" que le costó la vida, a saber: que él era "el Hijo del Hombre" de Daniel. La corrupción llega al máximo cuando lo religioso se ha reducido a mero instrumento y pretexto de lo político. "Amáis los primeros puestos en la Sinagoga... buscáis el vano honor que dan los hombres" — les imprecaba Cristo. La crueldad, cuya condición y primer grado es la dureza de corazón, es infalible en consecuencia de la soberbia religiosa. Ya es bastante cruel "devorar las casas de las viudas y los huérfanos con pretexto de largas oraciones"; pero la crueldad de los fariseos que hizo su ostentación en la pasión de Cristo, se ejercitaba habitualmente en desterrar y matar a sus enemigos, casi siempre por medio de intrigas solapadas. No querían aventurar el título de " Sapientismo y Santismo Doctor" que exigían se les diera. Cristo les canceló de un golpe este título cuando dijo: "Bueno hay uno solo, que es Dios. No llaméis a nadie santo porque santo hay uno solo, que es el Padre. No llaméis a nadie maestro, porque un solo maestro tenéis vosotros, que es el Cristo." La política farisea se manifiesta enseguida. Al principio del segundo año de predicación, en el primer viaje a Jerusalén (cuentan acordes Mateo, Marcos y Lucas) "entraron en tratos los fariseos con los herodianos y empezar a conferir como harían para perderlo." El eliminarlo estaba ya decidido, la cuestión era el cómo. ¿No eran enemigos los fariseos y los herodianos? Sí lo eran, pero eran enemigos "políticos", désos que se ponen de acuerdo cuando surge un adversario no político, désos que perturban el funcionamiento de los partidos, o "el libre juego de las instituciones democráticas"; como se dice ahora. El acuerdo tuvo éxito: eliminarlo de algún modo que no los dejara mal y no conmoviera al pueblo; y los encargados de hallarlo fueron los más religiosos, naturalmente: los fariseos.

Y ahí andaban ellos, haciendo fiesta y grandes discursos, prodigándose adulaciones y zalamerías unos a otros, excitando a todos a la defensa de la religión contra la impiedad saducea, es decir, a la defensa de ellos: retrancados, duros, implacables, cerrados de mollera, hostiles a la vida y a la belleza; metidos en todo, orgullosos, rencorosos, ilusos, astutos, tortuosos, solemnes, aparateros, floripóndicos, atrevidos, presuntuosos, caraduras, olvidados de Dios y temidos de los hombres como el Evangelio nos los muestra; llevando a un pueblo entero a la catástrofe, pueblo que había de caer con ellos por esa misteriosa solidaridad social, que hace que un pueblo tenga malos jefes solamente cuando puede tenerlos. Las gentes de los campos de Galilea y los pescadores y pequeños artesanos andaban como "ovejas que no tienen pastor"; pero las gentes de las ciudades y los que daban la "tónica social" en todas partes tenían malos pastores, lobos con piel de oveja, que los emborrachaban con palabrería sublime centrada en torno de un ideal halagüeño radicalmente falso. No se pudre el agua si no es estancada; los gusanos sólo prosperan en la carne muerta: Cuando abrazó a los niños Jesucristo Faltó a la regla del tacto. La Magdalena y la Verónica Faltaron a tres reglas del sumario De las Constituciones, parte tercia, Título tres y cuatro. En lo cual las disculpa la ignorancia, Pues las mujeres tienen huero el cráneo. Lo que pasó en el Templo Es por lo menos raro.

Es admirable pero no imitable, 1 ' Porque a Dios no podemos imitarlo En todo, y el que tal pensar osare Sería un verdadero temerario. En suma, Él era nada menos El Verbo colorado 1 Que tenía licencias 1 Por lo tanto, Y permiso del Superior Para algo y aun algos Que en un buen religioso desdijeran Y tendrían efectos —muy nefastos. Porque Cristo ya estaba Si vamos al decir, asegurado Contra todo riesgo De incendios y naufragios. Es decir, no podía, ni queriendo Incurrir en pecado...

Mas se debe saber que Él era Él Y venerar sus actos, Y no pensar que el Evangelio Se puede ad pedem Httere tomarlo, Porque ninguno debe ir Por caminos extraordinarios. Y Jesucristo mismo, si hoy volviera, Cambiarla su estilo' literario Y trataría de sociología En serio y no en el género parábolo. „ i Él debía hacer eso porque iba A morir por el género humano. Ya desde que nació Cristo iba muerto A la cruz para salvarnos.

Ya murió por nosotros ciertamente El Santo de los Santos. Mas ¿qué Supérior Societatis ttostrae Podría potentiá et actu Informar con jurejurando Que Jesús filius Dei vivi Era aptus ad gubernandum?




- VIII

¿ Con Qué Autoridad ?

Es pecado cometido El decir ciertas verdades. 
(Martín Fierro)

El comienzo y el motivo del conflicto entre Jesús y los fariseos no es indicado claramente por los Evangelistas. Nos presentan a Jesús en lucha con la logia desde el principio. Más aun, la expulsión de los negociantes del Templo aparece como una agresión de parte de Cristo. San Juan narra al comienzo de la Predicación y los sinópticos al final. El estudio de los Evangelios parece rendir que, o bien hubo dos escenas similares separadas por unos tres años, o bien este acto de absoluta y violenta autoridad tuvo lugar al comenzar la vida pública del Mesías, después del testimonio de Juan y el milagro de Caná. Parece una provocación. ¿No tenía Jesús que predicar y actuar de acuerdo con las autoridades religiosas de Israel y con la debida autorización? Eso se hace, actualmente en la Iglesia. V dado caso que su suprema autoridad mesiánica, ya sellada por el milagro de Caná, no dependiese de la autoridad legal de Caifás ¿no era lo prudente y lo "cortés" haber obtenido el placet de los jefes religiosos de la nación o haberlo intentado al menos? Un fariseo podía decir: "¿Cómo? ¿Aquí cualquiera predica la ley de Moisés y de la manera que quiere;


mueve movimientos religiosos en el pueblo y ejerce un acto de autoridad en el Templo, sin contar para nada con los sacerdotes, directores legales de la religión; ni con los doctores, que han pasado su vida estudiando la Ley?" , , Pero no lo dijeron; y este hecho nos suministra la respuesta a esta dificultad. No lo dicen. Ante la enérgica irrupción del joven armado de un flagelo "piden un signo", es decir, un milagro. Estaban pues ya perfectamente impuestos de la respuesta que Cristo hubiese dado: "Tengo una misión directa de Dios", la cual en la teología judía debía ser confirmada por milagros. A la petición de un milagro "ad hoc" Cristo responde como constantemente en el curso de su vida con una negativa; aquí una negativa condicionada que contiene una promesa y una amenaza. Contiene la promesa de un milagro, misterioso entonces, que es su propia resurrección; y una amenaza todavía más lejana, la mención de la destrucción del Templo, cuya "indestructibilidad" era uno de los fetiches del fariseísmo, A los oídos judíos la respuesta era un trueno. ¡Destruir el Templo! ¡Reedificarlo en tres días! ¡Qué manera de hablar ! La respuesta era obscura y genial, "pregnans". "Destruid este Templo y lo levantaré en tres días", dice muchísimas cosas. Yo tengo el poder de hacer milagros y tos haré cuando convenga. Este Templo puede ser destruido y de hecho lo estáis destruyendo vosotros con vuestros abusos al convertirlo en una lonja. Yo he recibido autoridad directa de Dios, mi Padre... Cuando incrim inaron a Cristo esta frase en su proceso preveniéronse bien de modificarla y dijeron: *Éste ha dicho: 'Yo destruiré el Templo'...” donde Cristo dijera “Destruid este Templo, o mejor dicho "Seguid destruyéndolo": que eso indica el imperativo aoristo del verbo "lyo", según enseñan los gramáticos. Eso muestra que entendieron perfectamente la acusación de demoledores de la religión, que el Templo simbolizaba, contenida en la críptica e inesperada respuesta. Si Cristo hubiese ido a solicitar permiso a Caifás para predicar habría puesto un acto falso y equívoco; netamente destructivo de su propia autoridad. Hubiese mentido, en una palabra, mostrado que no era el Mesías, haciendo depender su autoridad suprema de una autoridad legal y subordinada. Y eso mucho más después del testimonio público de Juan el Bautista, al cual se atenía y remitía implícita y más tarde explícitamente. Y esta es la fuente de donde los fariseos conocían ya entonces perfectamente la autoridad que se atribuía Cristo. Juan el Profeta lo había designado indubitablemente como el Secularmente Esperado. Cristo había aceptado el testimonio y comenzado a obrar en consecuencia. Una especie de decencia sobrenatural y divina modestia resplandece en este proceso, en este misterioso comienzo de campaña. Con Juan sí comenzaron los fariseos con el trámite obvio de mandar una comisión a inquirir con qué autoridad predicaba y bautizaba. No que el predicar estuviese entonces sujeto a "licencias" regulares como entre nosotros, pues cualquier israelita era dueño de exhortar a sus hermanos, circular por los pueblos como recitador ambulante de la Ley y sus comentarios, improvisar por su cuenta lo que hoy llamaríamos sermones, recitados de estilo oral — que no se parecen en nada a nuestros sermones— y finalmente interpretar a los profetas en las reuniones sabáticas de la sinagoga. No. Eso era perfectamente libre y usual, simple actividad intelectual, comparable a la de nuestros poetas y pensadores, Pero Juan había increpado duramente y con amenaza los abusos religiosos del tiempo. ¿Quién era esa "progenie de víboras que no podrán huir la ira del que viene"? ¿Y cuál esa "hacha que está puesta en la raíz del árbol"? La alusión a los fariseos y la alusión mesiánica era clara. Además Juan recibía la confesión de los pecados y bautizaba, ritos informes todavía que simbolizaban simplemente: la "metánoia" o cambio de mente para obtener el perdón de Dios preparatorio a la recepción de las Magnas Palabras Nuevas. , Así, pues, inquieren del áspero profeta de Makerón si él era el Mesías, o bien Elias que lo había de preceder, o bien un profeta. No. Entonces, cuál es su autoridad, Su autoridad es un reflejo. Su autoridad viene de la Suprema Autoridad de otro que ha de venir de inmediato después de él, al cual él conocerá por un signo milagroso que le ha sido revelado, después de lo cual Lo designará a todos; y hecho esto, le convendrá "menguar para que el Otro crezca", desaparecer cumplida su misión por eí camino sangriento del martirio. ¡Oh sangrienta cabeza en bandeja de plata entregada a la danzadera! El degénere vejete diademado es el responsable de su muerte y el motivo fue la reprensión de su escandalosa unión con su cuñada. Pero quién llevó el cuento y acució y animó al cobarde Rey —títere, muelle y supersticioso—, no es difícil de adivinar. Los fariseos no eran para perdonar y olvidar la fragorosa denuncia al pueblo de la raza de víboras abusadora de la religión y y ya enteramente limpia del temor al juicio divino. "Esta gente procede como si Dios no existiera", dijo Juan de la Cruz en su tiempo. De modo que al comenzar Cristo su misión con el más dulce milagro, ya está bajo la mirada rencorosa, malévola y homicida. Para los santulones ya no es más que una réplica y un sucesor del otro aborrecido demagogo, más audaz y movible que éste y dotado de medios de atracción aun más seductores. Ni soñar en que iban a cumplir lo que era su estricto deber religioso y aun profesional, a saber, presentarse en el lugar de la escena, reconocer el milagro, y rogar humildemente al taumaturgo les dijera quién era y qué tenían que hacer ellos: lo que hicieron las pobres gentes con Juan, movidos solamente de su penitencia y su predicación, de su magnética facha de profeta. AI contrario, sigue inmediatamente contra Cristo la acusación de "hereje": enseña a quebrantar el Sábado, cosa claramente contra la Ley de Moisés. Ninguna acusación se eleva por lo hecho en el Templo; por violento y ruidoso que aquello hubiera sido. Naturalmente: la escena fue edificante para el pueblo, y ellos tenían sucia la conciencia en el asunto del tráfico y del tráfago que deshonraba el Atrio. Pero la otra acusación era especiosa. Cristo ignoraba tranquilamente la ridicula casuística farisea acerca del Sábado; y ellos habían asimilado de tal modo sus ociosas discusiones y tradiciones orales con la Thorah escrita e inspirada, que aquel follaje inmenso, fatigoso y desecante no sólo se había identificado con el tronco sino que lo había obliterado... "¿No sacáis vosotros en Sábado del hoyo a una oveja o vaca que se os haya caído?" Y curar a una mujer con una palabra o sin ninguna palabra era trabajar en Sábado.


Donde quiera hay un exceso de "reglamentismo", una proliferación de mandatos, reglas, costumbres, glosas, formalidades y trámites, no solamente hay peligro de olvidar el espíritu y el fin de la ley, sino señal clara de que ese espíritu ha claudicado. Y entonces son posibles y fáciles tres cosas: el necio aparecer perito, el hipócrita pasar por santo y ser condenado el inocente. Con razón Martín Fierro desconfía de la Ley —es decir, del "Procedimiento"— apenas un mundo de leguleyos sustituye al modo patriarcal y personal de la justicia del tiempo del "Restaurador de las Leyes": detrás de ese Procedimiento se esconde una intención que él intuye adversa, que lo mandará a él al contingente y a su hijo a la cárcel 14. Desde que Cristo es juzgado hereje (o "samaritano") su suerte está sellada. Después vendrán sucesivamente, a medida que la ira y la envidia por sus éxitos crezcan, los apostrofes de loco - mago - poseído del demonio - y después blasfemo, sedicioso y por último conspirador contra el César. Todo sirve. Es una acusación que va creciendo sola a medida que pasa el tiempo, sin que se pidan descargos o explicaciones al reo, al contrario, cada descargo que da éste se convierte

«Lo que es en realidad una sociedad no se puede sacar de sus reglamentos, estatutos y constituciones; sino de los hombres vivos que la constituyen y sobre todo la dirigen; y del espíritu que los une, dependiente del fin; el cual de nuevo no se puede computar solamente por el 'fin escrito' o declarado, sino por el fin ejercido y vivido. Sociedades excelsas pueden existir sin leyes escritas, como la Iglesia primitiva; sociedades abominables con leyes sacratísimas, como ia moribunda Sinagoga. La letra de la ley más santa puede ser instrumento de tortura o agencia miento de muerte.» (Castellani, Diario, enero de 1948).


 El proceso es secreto. Cuando intervienen los jueces en público, ya no es una acusación sino con una sentencia. Afirman calumniosamente y tratan de atrapar al reo en un renuncio para hacer buena la calumnia. Uno asiste a la fermentación lenta de la calumnia en el pueblo, refrenada y repelida por momentos por los golpes geniales del acusado; y a la formación de los dos partidos. El eje del conflicto: — "Éste no puede ser el Mesías porque no tiene la pinta que nosotros creemos ha de tener el Mesías*— no es puesto nunca en discusión; porque el ambicioso no puede nunca revelar el fondo de sus contiendas, es decir, desnudar su ambición. Tampoco podía Cristo hacerlo directamente sino con sus obras; pero sin embargo no cesa de decirles que si no lo reconocen es porque el Padre no los trae, porque su soberbia les ha cegado los ojos a la luz y cerrado las profecías; puesto lo cual, era inútil razonar con ellos. En efecto, si un muerto resucitase aposta para darles testimonio de la verdad, no lo creerían. Contemplamos en suma una autoridad religiosa real que resiste a una autoridad religiosa superior; en este caso suprema, innegable y avasalladora; de modo que la frase "resistió al Espíritu Santo" no es exagerada. El choque entre sacerdotes y profetas no era desconocido en el Antiguo Testamento, pues lo registra por ejemplo el profeta Oseas y Malaquías; y que ese choque llegase hasta el homicidio del profeta lo sabemos por el mismo Cristo, Con razón recomienda tanto San Pablo que los que tienen "carismas" se respeten y conlleven mutuamente; mas sólo la caridad y la verdadera humildad son capaces de obtener esto. Los que tienen el carisma de "pastor", es decir, de directores u organizadores, si creen que ellos lo ven todo, lo saben todo y lo pueden todo, eso los lleva a odiar al Profeta, que es el hombre que ve. Entonces se les añubla el rumbo y se convierten en "ciegos gufas de ciegos".

Por eso dirá uno: No matéis los profetas, No neguéis los carismas, sacerdotes. Ellos tienen baquetas Y ven cosas y encima ponen motes. Dios nos libre de burros y sus coces, Y de los hombres que se sienten dioses.