martes, 15 de mayo de 2018
SOBRE EL PERÓN BUENO Y REGENERADO DEL 73´
(y su presunto rompimiento con Montoneros)
Por Cristián Rodrigo Iturralde
Mucho se ha dicho y escrito sobre este asunto, aunque casi
siempre en un único sentido. Al parecer, y según esta opinión
generalizada, el Perón que retorna a la Argentina luego del exilio
habría sido uno conciliador, arrepentido de sus pecados juveniles
y dispuesto a anteponer la patria sobre su figura e intereses
personales. Su tono aparentemente mesurado, alejado de rimbombantes
invectivas, sumado a alguna foto pour la galerie –como aquella con
Balbín- y un eslogan de ocasión devenido prontamente en adagio (¨Para un
argentino no hay nada mejor que otro argentino¨), terminarán por
convencer de aquello a quienes resentían la sistemática dialéctica
confrontativa del líder populista. Empero, el sector conformado por el
llamado peronismo nacional u ortodoxo reclamaba mayores gestos para
ratificar su adhesión a un movimiento que parecía enteramente copado por
el marxismo revolucionario, y para ellos ensayó Perón el desaire a
Montoneros en Plaza de Mayo y alguna crítica de ocasión a su paje Héctor
Cámpora.
Así las cosas, al parecer, todo quedaba olvidado y disculpado…
y todos felices. Jubiloso el peronismo ¨ortodoxo¨, porque finalmente,
por primera vez en 20 años, habían logrado sacar de su líder algún
enfado circunstancial contra los entristas marxistas; exultantes
los demócratas, porque aquel que había llamado a sembrar la guerra civil
y atacar las instituciones republicanas venía ahora como pacificador
(el incendiario venía a apagar el incendio); y por supuesto, alborozadas
y festivas las izquierdas todas por el vital apoyo brindado por éste y
por lo que vendría. Al parecer, la Argentina era una fiesta… Después de
tantos años, finalmente la nación recuperaría su destino histórico de
grandeza y a su más encumbrado caudillo, que por entonces contaba con 78
años de edad. Este era un Perón mejorado, reconvertido a la buena
causa, como asegura el ¨ecuánime¨ Juan Bautista ¨Tata¨ Yofre y unos
cuantos panegiristas del Líder. ¿Fue realmente así?
Vayamos de a poco.
Por lo pronto digamos que haber pretendido encontrar a un Perón
radicalmente distinto al del día anterior fue de una ingenuidad supina:
nadie cambia de la noche a la mañana. De modo que el Perón de 1973 es
el mismo que hasta el año anterior clamaba por la revolución socialista y
promovía la guerra de guerrillas como metodología para la toma del
poder. Es también el mismo que designa al izquierdista Héctor Cámpora
para encabezar la fórmula electoral que lo llevaría al poder.
Sobre este último, habrá que recordar que era uno de sus más
leales partidarios. Desde 1946 había ocupado cargos varios tanto dentro
del régimen peronista como de la estructura partidaria en general,
siendo diputado, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación,
vicepresidente de la primera Junta Ejecutiva del Partido Peronista en la
Provincia de Buenos Aires y miembro del Consejo Superior Peronista,
entre otros. La Revolución Libertadora lo encarceló y dos años después,
en marzo de 1957, logrará escapar junto a otros dirigentes peronistas
como Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly, John William Cooke, Pedro
Gomis y José Espejo, asilándose en Chile. Regresa al país en 1965
-cuando sus causas judiciales fueron cerradas- y desde allí integrará la
Resistencia Peronista junto a conocidos líderes marxistas. En 1971,
mientras se negociaba la vuelta del líder populista a la Argentina con
el General Alejandro Agustín Lanusse (presidente de facto entre 1971 y
1973), Perón lo designa como su delegado personal. Poco tiempo después
lo elije como su candidato a la presidencia, asestando de este modo un
duro golpe al sector compuesto por el peronismo ortodoxo, que por
entonces se encontraba disputando a sangre y fuego el dominio del
movimiento con los grupos de la izquierda justicialista, representada
justamente por Héctor Cámpora.
El tío jamás se había destacado por su brillantez o gallardía
(el propio Cooke lo trataba de cobarde) pero Perón destacaba su lealtad y
necesitaba a alguien completamente confiable sin ambiciones personales
que obedeciera a rajatabla y sin cuestionamientos sus directrices. Según
las crónicas de los guerrilleros que lo trataron asiduamente, su
obsecuencia hacia Perón llegaba a tal extremo que éstos comenzaron a
llamarlo burlonamente ¨El felpudo¨. Este dato no es de poca monta ni lo
traemos por mero afán anecdótico, pues resulta determinante a efectos de
pesar la responsabilidad que cabrá a Perón en la serie de
acontecimientos que se darán en el transcurso del período 1973-1974. Es
decir, difícilmente –por no decir imposible- un hombre de tan débil
carácter como Cámpora –característica que unánimemente se le adjudica-
se aventuraría a decidir o declarar algo sin el expreso consentimiento
de Perón. Y esto, insistimos, es importante subrayarlo pues no pocas
veces se ha intentado desligar al líder populista de ciertas acciones
emprendidas formalmente por su comisionado.
La
revolución socialista proclamada insistentemente por Perón desde 1955
será materializada inmediatamente al asumir Cámpora la presidencia (el
25 de mayo de 1973). Su gabinete incluye a notorios marxistas como José
Ber Gelbard (afiliado al Partido Comunista) en el Ministerio de
Economía, Esteban Righi (Interior), Jorge Alberto Taiana (ministro de
Educación) y nombra al montonero Julio Troxler como Jefe Auxiliar de
Policía de Buenos Aires (asesinado a los pocos meses por la triple A).
Simultáneamente, abogados marxistas son elegidos gobernadores en todo el
país, entre ellos Oscar Bidegain (Provincia de Buenos Aires), Ricardo
Obregón Cano (Córdoba) y Alberto Martínez Baca (Mendoza), entre otros.
La Universidad de Buenos Aires y su editorial (EUDEBA) quedarán a cargo
de Rodolfo Puiggrós (quien había sido el interventor) y de Arturo
Jauretche, y a su vez varios funcionarios afines a la Juventud
Universitaria Peronista (de tendencia marxista) fueron designados
decanos; entre ellos cabe destacar a Víctor Testa en Medicina, Justino
O´Farrell en Filosofía y Letras o Mario Kestelboim en Derecho.
Recordemos que la FUBA y el reformismo universitario (ambos de
izquierda) habían apoyado decididamente la llegada del nuevo gobierno .
Como primera medida gubernamental, ese mismo día, se decreta
la liberación de 363 terroristas presos (en la Cárcel de Devoto), de los
cuales 283 tenían sentencia firme de la Cámara Federal en lo Penal
(CAFEPE) ; órgano que había sido creado años atrás con el objeto de
juzgar a los guerrilleros. La resolución había sido decidida por Perón
en Madrid como parte de un acuerdo electoral con los jefes montoneros
Firmenich, Perdía y Rodolfo Galimberti (este último había designado por
Perón como Delegado Juvenil de la Juventud Peronista ante el Consejo
Superior Peronista) . Así las cosas, en un abrir y cerrar de ojos
quedaban libres los principales cabecillas de las guerrillas marxistas;
que no perderán el tiempo y volverán a sus actividades criminales
inmediatamente, sembrando el terror por doquier. Perón ya había
adelantado sus intenciones en una carta dirigida a los ¨Compañeros de la
Juventud¨ de febrero de 1971:
Tenemos una juventud maravillosa, que todos los días está
dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza. "(…) Yo tengo una
fe absoluta en nuestros muchachos que han aprendido a morir por sus
ideales, y cuando una juventud ha aprendido y alcanzado esto, ya sabe
todo lo que una juventud esclarecida debe saber. Tenemos demasiados
muertos, encarcelados y proscriptos para que nos olvidemos de su mandato
(…) La guerra revolucionaria en que se está empeñado impone una
conducta: luchar con decisión y perseverancia. (…) No sabemos hasta
dónde nos llevará la violencia de la dictadura militar. Por eso
deberemos prepararnos y actuar frente a todo evento. El Movimiento
Peronista ha de estar organizado apropiadamente para ello, en forma que
permita la lucha orgánica de superficie y pueda hacer frente a las
formas cruentas que suelen ser impuestas por las dictaduras como la que
azota al país en nuestros días. Las Formaciones Especiales encargadas de
lo último, han de tener características especiales y originales, como
especiales y originales son las funciones que deben cumplir. Ellas
actúan tanto dentro de nuestro dispositivo, como autodefensa, como fuera
de él en la lucha directa de todos los días, dentro de las formas
impuestas por la guerra revolucionaria .
En el discurso inaugural de su presidencia, al momento de
prestar juramento en el Congreso, Héctor Cámpora elogiará a la
¨maravillosa juventud¨ revolucionaria (tal cual lo había hecho tantas
veces su jefe), reconociendo al mismo tiempo las tácticas empleadas por
el peronismo desde 1955:
La historia de la resistencia peronista está hecha de huelgas y de
paros, sabotajes y atentados, de coraje y sacrificio… La violencia es el
resultado de una sociedad injusta… Mi gobierno será invariablemente
solidario con las luchas antiimperialistas de los pueblos y nunca tomará
partido por las naciones explotadoras .
La llegada del gobierno peronista de Cámpora será aplaudida
por todo el espectro del marxismo revolucionario mundial, incluidos los
sacerdotes tercermundistas alentados por Perón –a quien habían visitado
en Madrid el año anterior-. Carlos Mujica celebra las ocupaciones de
fábricas y oficinas por parte de los guerrilleros durante el camporismo e
incluso justifica la delincuencia de los presos comunes: ¨(…) la
recuperación mediante tomas de las instituciones usurpadas por la
dictadura militar, es otro signo claro de que se está operando u
crecimiento natural de la consciencia política de las masas (…) Me
solidarizo con la causa de los presos comunes, víctimas de esta sociedad
capitalista y hambreadora, quienes se ven obligados a delinquir para
poder subsistir¨ .
Cabe recordar que desde su exilio Perón tendrá fluido contacto
con los exponentes principales en argentina del denominado Movimiento
de Sacerdotes por el Tercer Mundo –ligados indefectiblemente a los
grupos guerrilleros locales-, como el influyente obispo de Avellaneda
Mons. Podestá, entre otros, y sacerdotes montoneros de gran capacidad de
movilización entre los sectores medios y bajos, como el ya mencionado
Mujica o Meisegeir, ambos fervientes peronistas. Desde su Cristianismo y
peronismo (1973), calificaba Mujica al peronismo como el ¨movimiento de
redención social más formidable que ha conocido nuestra Patria¨ . La
alianza entre el peronismo y el cristianismo revolucionario fue
particularmente evidente a partir de la primera mitad de 1960. En carta a
Ezequiel Perteagudo, escribe en 1967: ¨Si los trabajadores, los
peronistas y los sacerdotes obreros, proceden bien, esto, en el campo
político, puede dar mucho (…) ¨.
Resumiendo las cosas, el nuevo Perón, lejos de combatir al marxismo
revolucionario y al comunismo internacional, se ocupará de consolidarlos
política y culturalmente en el país. En el ámbito de la cultura y la
educación, como ha sido dicho, ocupó las cátedras y rectorías de las
universidades nacionales con notorios marxistas; basta corroborar la
cantidad de autores izquierdistas publicados por la editorial de la
Universidad de Buenos Aires. Mientras en la orbita de la política
exterior continuaba apoyando la insurrección internacional bolchevique
en el mundo -en plena guerra fría-, ad intra implementaba la revolución
socialista y dejaba en libertad a notorios sicarios del marxismo. Todo
esto que referimos sucedió en el transcurso de los primeros meses del
régimen peronista de Cámpora.
Con antecedentes y hechos objetivamente comprobables como
estos, con toda lógica y derecho alguien podría preguntarse ¿dónde está
acaso el Perón antimarxista que tantos siguen señalando hasta el día de
la fecha?
Esto nos llevará indefectiblemente hacia el presunto alejamiento
de Perón de algunos de sus tumultuosos acólitos. ¨Presunto¨, decimos,
puesto que existen elementos que hacen pensar que el famoso
¨encontronazo¨ en Plaza de Mayo con Montoneros no fue otra cosa que un
acto pour la galerie, pues como recuerda el Dr. Antonio Caponnetto,
cuando muere Perón, los presuntamente traicionados se apersonaron a su
velatorio rindiéndole homenaje…¨ (…) El mito de la expulsión de la Plaza
de Mayo de los montoneros¨, escribe Caponnetto, ¨no pasó por su magín.
Perón murió carteándose cortésmente con Mao, Castro, Dorticós y Allende.
Y los jefes montoneros hicieron la "v" de la victoria ante su féretro.
Extraño caso de unos "echados" que rinden honores al "echador" y le
prometen proseguir la lucha¨ . Y en este sentido, conviene subrayar el
sugestivo hecho de que tanto Montoneros como distintas organizaciones de
símil naturaleza (o miembros de éstas) continuaron reivindicando a
Perón hasta la actualidad.
Conforme a esto, no será difícil deducir que en realidad tal
rompimiento no existió jamás o que no pasó de un encono circunstancial
con alguna facción de aquella organización. Asimismo, conviene advertir
que el presunto distanciamiento entre las partes se habría dado en el
marco de una desobediencia pública del grupo guerrillero al líder
populista. Si este hecho final no se hubiera producido (es decir, si los
montoneros hubieran actuado inteligentemente), lo más probable,
siguiendo la línea histórica de estas relaciones, es que Perón los
hubiera continuado cobijando y utilizado como fuerza de tareas. El
propio Rodolfo Walsh, ideólogo principal de esta organización, no solo
no reniega en absoluto del peronismo luego de aquel suceso sino que
continúa apoyándolo y considerándolo como el movimiento que llevará a la
revolución socialista-proletaria. ¨Hasta el 24 de marzo del 76¨,
escribe Walsh, ¨planteábamos correctamente la lucha interna por la
conducción del peronismo¨ . Distanciándose de quienes criticaban lo
hecho por el peronismo desde 1973, dice: ¨Es una barbaridad hablar del
"fracaso total del plan" del gobierno. Se puede hablar da fracaso
parcial o de éxito parcial (…) Peronismo –se entiende- como la única
forma de expresión conocida por el pueblo, entre otras (…) No hay que
crear estructuras al pedo. Los Montoneros conducen al peronismo. Eso es
suficiente (…) Las líneas de acción de la resistencia son conocidas por
el Partido y por el pueblo. Están admirablemente teorizadas en la
"Correspondencia Perón-Cooke", a la que nos remitimos¨.
Para corroborar el pensamiento de los principales actores de
aquella agrupación con respecto a Juan Domingo Perón bastará consultar
los distintos números de la revista Repensar, surgida en 2009 por
iniciativa de Mario Firmenich y Roberto Cirilo Perdía (entre otros
viejos integrantes de Montoneros) cuyo objeto señalado entonces era
"revalorar y defender un patrimonio histórico de combates por la
liberación nacional y social de Argentina"- según consignaban sus
editores- . Desde sus páginas se revindica la figura del ex presidente
justicialista, y no podrá acusarse a sus autores de alguna improvisación
o desconocimiento de los hechos: en primer lugar porque fueron ellos
mismos sus protagonistas principales, y luego, porque tuvieron más de
tres décadas para analizar el derrotero peronista y aquella ¨expulsión¨
de Plaza de Mayo…
Pareciera evidente que tal ruptura entre el cabecilla
justicialista y Montoneros jamás existió. Hay incluso otros datos y
hechos entitativos que giran en el mismo sentido. Uno de estos lo
menciona –seguramente de modo involuntario- el historiador y
Vicepresidente de la Juventud Peronista, Facundo Giampaolo, cuando a
modo de anécdota cuenta el la vez en que en un chequeo de rutina cae
preso Mario Firmenich. Era el 18 de marzo de 1974, y para ese entonces
el dirigente montonero era un criminal conocido y buscado por las
fuerzas de seguridad de la nación; en especial por el subjefe policial
Alberto Villar, cuyo anticomunismo era legendario. Según reconocerá
luego el propio montonero, creyó que ese era su fin; ¨van a torturarme y
a fusilarme¨, pensaba entonces. Sin embargo pocas horas después fue
liberado. ¿Qué había sucedido? Al tomar conocimiento de la situación, la
cúpula de Montoneros se comunicó urgentemente con Perón (es decir, con
el Presidente de la República) pidiendo por su libertad. Apenas
anoticiado, Perón le comunica a Miguel Ángel Iñíguez, jefe de Policía,
que “a ese chico no puede sucederle absolutamente nada”. Giampaolo
cuenta lo que siguió:
Cuenta el líder montonero que Iñiguez llegó desesperado a la
comisaría de Villa Martelli. Alzando la voz invocó el nombre de Perón y
dijo: “a este chico hay que mantenerlo sano y salvo”. La gente de la
dependencia lo llevó al calabozo del “Pepe”. “Vengo por orden del
General para garantizarle su vida”, le dijo y lo hizo trasladar a una
pequeña oficina.
Allí, charlaron, tomaron mate, discutieron de política y economía
hasta que sonó el teléfono. Era el Ministro Llambí que estaba con el
general, preocupado. Perón pidió hablar con Firmenich.
-¿Cómo está, mi hijo?- le preguntó.
-Bien, gracias a usted- respondió Firmenich.
-Me alegro, mándele saludos a su familia y a los compañeros.
Al salir de la comisaría, un centenar de periodistas los esperaban.
El líder montonero dijo que iba luchar por la Unidad del Movimiento
Peronista. Todos se fueron cantando la Marcha .
Empero,
lo curioso y novedoso del caso no es el hecho que Perón intercediera a
favor de un criminal marxista (lo había hecho antes en infinidad de
ocasiones). Lo sorprendente es que el beneficiado era Firmenich, quien
pocos meses atrás (25/9/73) había asesinado –junto a Montoneros- al
sindicalista y mano derecha de Perón, José Ignacio Rucci … ¡Y trata a su
ejecutor tiernamente, como a un entrañable amigo, enviando saludos a su
familia y a los compañeros! Evidentemente hay aquí cosas que no
terminan por cerrar. ¿Por qué era intocable el montonero? Hay quienes
insistirán a este propósito en la condición de doble agente de éste
último, sea del Batallón 601 del Ejército argentino o de la CIA
norteamericana, como sostiene entre otros el ex agente del FBI Martin
Edwin Andersen . Pero aún siendo así, ello no explicaría la servicial
actitud de Perón hacia el dirigente montonero, a quien indudablemente
había salvado la vida. Lo más probable, empero, es que Perón no
conociera entonces la condición de informante de éste, de modo que la
explicación más atendible al respecto es que haya querido salvar a un
aliado político-ideológico.
Con respecto a los sucesos del 1 de mayo de 1974, momento en
que aparentemente Perón echa a los montoneros de su movimiento, es
importante subrayar que el rechazo no se dirige a la totalidad de la
agrupación sino a algunos díscolos. De modo que sería más apropiado
sostener que, en todo caso, Perón se habría distanciado de algún sector
concreto de Montoneros y no de la organización en si misma o de sus
postulados (muchos montoneros se quedaron con Perón hasta el final) .
Recordemos que en 1975 Isabel Perón les permite incluso participar
políticamente; cosa que hacen formando el Partido Peronista Auténtico,
compitiendo en las elecciones de la provincia de Misiones . Y si bien no
todos los montoneros participaron de aquella aventura sufragista, lo
que interesa aquí es remarcar la existencia de divisiones o distintas
tendencias dentro de la mentada orga marxista.
Conviene recordar asimismo que cuando se ultima al
sindicalista José Rucci, no pocos montoneros consideraron tal acto una
desinteligencia infantil, completamente contraproducente para sus
objetivos; pero sobre todo una injusticia, porque el gobierno peronista
había comenzado a realizar y consolidar la largamente anhelada
revolución socialista en el país. Este episodio generó un gran
desconecto dentro del movimiento, produciéndose una importante
escisión. Desde un libro dedicado a este punto concreto (titulado "La
Lealtad: los montoneros que se quedaron con Perón"), el ex montonero
Aldo Duzdevich comenta lo siguiente: ¨Esto creó desconcierto y enojo
entre la militancia de JP y de la misma organización Montoneros. No
tanto porque hubiese "afecto" por Rucci, sino por lo que significaba en
términos de un enfrentamiento con Perón. A partir de este hecho, dentro
de la organización se empieza a generar un duro debate que culmina con
la escisión de diversos grupos de militantes, que en febrero se dan a
conocer como JP Lealtad y Montoneros Soldados de Perón, que se expresan
desconociendo a la conducción de Firmenich y reafirman el liderazgo del
entonces presidente¨ .
Resulta asimismo sugestivo el hecho de que Perón jamás declara
la ilegalidad de Montoneros ni orquesta su persecución; estos pasan
voluntariamente a la clandestinidad el 6 de septiembre de 1974 (es
decir, una vez muerto Perón), sabiendo que sin éste en el poder tomarían
las riendas los sectores derechistas del gobierno liderados por el
ministro de Bienestar Social López Rega -cuyo anticomunismo era público y
notorio-, quienes no tendrían miramientos a la hora de apresarlos o
liquidarlos. Por último, con relación al ERP, recordemos que si bien es
declarado ilegal por el gobierno en setiembre de 1973, se impone señalar
al respecto que la persecución gubernamental se dirigió exclusivamente a
una de sus escisiones (denominada Fracción Roja) y no a la rama
peronista de la organización (ERP-22 de agosto) .
Sintetizando el asunto: si bien aun persisten dudas en ciertas
cuestiones puntuales (solo hemos mencionado parte y hay respuestas que
se nos escapan), existen no obstante algunas importantes certezas que
interesan particularmente a nuestro propósito. La más relevante, sin
dudas, es que el líder justicialista contó con el apoyo irrestricto de
considerable parte de estas organizaciones terroristas hasta el final de
sus días. Y si acaso existió realmente algún enfrentamiento,
circunstancial o definitivo, este se dio con un sector específico de
aquellas y no motivado por cuestiones ideológicas, sino por otras de
índole más bien metodológicas y en el marco de una disputa interna por
el poder (las discrepancias y purgas internas dentro de los espacios
comunistas fueron cosa harto frecuente en su historia).
Distinciones estas todas imperativas a efectos de procurar
comprender el pensamiento de Perón y analizar su derrotero en este
sentido.
Reflexión final
Finalicemos este capítulo con la siguiente reflexión. En rigor
de verdad, poco importa si Perón fue o no verdaderamente marxista:
cuanto interesa aquí no es su fuero interno sino aquel relativo a las
manifestaciones visibles y evidentes, y en este sentido es indudable que
el Líder se comportó como tal. No sólo elevó a posiciones de influencia
a notorios marxistas en todos sus gobiernos –del primero al último-,
sino que aplicará sus postulados primordiales (lucha de clases,
materialismo histórico, laicismo anticatólico, etc.) y perseguirá
decididamente a sus históricos enemigos (la Iglesia católica y el
nacionalismo). Desde el exilio fomentará la creación de organizaciones
terroristas con el confesado objeto de desatar una guerra civil en el
país que obligara a las autoridades políticas a cederle el gobierno
(mostrándose como el único capaz de pacificar una nación en armas y en
llamas que el mismo había suscitado).
Y en todo caso, aun asumiendo que el tardío rechazo de Perón
hacia algunas organizaciones guerrilleras hubiera sido sincero, de
ningún modo limpia la figura del ex presidente o lo exime de su
complicidad criminal. ¿Pues qué es peor? ¿Qué haya sido efectivamente
marxista o que haya sido todo parte de un engaño a consciencia;
alentando a millares de jóvenes a tomar las armas, destruir y asesinar
para obtener el poder? Otrosí, una vez en el poder: ¿qué logró este
Perón ¨regenerado¨, presuntamente antimarxista? Nada, pues murió a los
pocos meses dejando como legado una nación en guerra enfrentada hasta el
día de la fecha.
Por todo lo referido (y lo que aun resta mencionar), resulta
evidente que el creador del Justicialismo debe ser llamado responsable
directo de la guerra desatada en la Argentina entre los años 60´ y 70´
que dejó la friolera de 12.000 víctimas mortales y decenas de miles de
heridos. La misma culpabilidad le cabe en los sucesos conocidos como la
¨masacre de Ezeiza¨, que él promueve directa e indirectamente al
albergar dentro de su espacio partidario a grupos radicalmente
antagónicos y enfrentados, de los que conocía su disposición para el
enfrentamiento armado. Aunque en este último caso, nobleza obliga a
reconocer que la responsabilidad no fue exclusivamente de Perón y de sus
sicarios castristas, pues también cabe un rol determinante a la
ingenuidad de aquella especie que se ha dado en llamar ¨peronistas
ortodoxos¨, que jamás se dieron cuenta –o no quisieron enterarse- que
los entristas o infiltrados dentro del movimiento no eran los marxistas,
sino ellos.