viernes, 17 de agosto de 2018

EL MÉTODO


EL MÉTODO

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La Unidad Básica del Vice Gobernador de la Provincia Pablo González en Río Gallegos – Foto: OPI Santa Cruz/Francisco Muñoz
12:00 – (Por Rubén Lasagno) – ¡Es la corrupción, estúpido! digo parafraseando a James Carville, asesor de Bill Clinton, solo que en vez de apuntar a la economía como matriz de cambio, lo voy a usar para explicar el método de corrupción sistémica instalado por el kirchnerismo en el 2003 a nivel nacional, extraído del útero de la corrupción K: la provincia de Santa Cruz.
Los cuadernos, los bolsos de López, la “rosadita”, las bóvedas de Báez y todo aquello que nos sorprendía, quedó atrás. Hoy asistimos con enorme perplejidad a una operación a corazón abierto de “el método”, la forma sistemática ideada, puesta a andar y perfeccionada durante 12 años por Néstor Kirchner y continuada por su viuda, para robarse un país.


El método se define etimológicamente como “el modo ordenado y sistemático de proceder para llegar a un resultado o fin determinado”. Es aplicable a todas y cada una de las actividades humanas; la corrupción es una de ellas.
cuando en el 2006 y 2007 hablábamos de un “plan sistemático de saqueo” a la cosa pública y muchos colegas de la prensa nacional nos pisaban en las entrevistas radiales para evitar que siguiéramos “diciendo pavadas”, nos desviaban el objeto de conversación o hacían pequeños pero profundos silencios en oportunidad de contarles cómo lavaban dinero con los hoteles de El Calafate, cómo se acomodaban las licitaciones públicas y se cartelizaban las obras, las cuales siempre caían en las mismas manos, no pocas veces uno sentía que estaba solo hablando al viento y escribiendo sobre el agua.
Ya advertíamos la existencia de un método, el cual se estaba perfeccionando. Por supuesto el método estaba inserto en “el modelo”, el arquetipo de gobierno, el marco general, el contenedor, el cual con pautas especiales y comportamientos agresivos y discriminatorios, un manejo de la economía vendido como razonable aún cuando fuera estatista 100% y cerrado, una forma conductista y discriminatoria, autoritaria y controladora de proceder en el gobierno, todos debíamos seguir, fortalecerlo y creer en él como la única receta que nos iba a salvar.
El modelo, entonces imponía simular que se daba algo a cambio de nada y se protegía a la sociedad mediante valores inventados, discursos vacíos de contenido y sinceridad, pero orientados a “convencer” de que estábamos bien, cuando íbamos mal. El populismo fue la base de aquel modelo, por cierto perverso y falaz. Era necesario que la gente estuviera contenta con precios bajos, nafta barata, pasajes al alcance de cualquier bolsillo, luz y gas regalados, etc y los segmentos más empobrecidos, en vez de darles trabajo, se inundaron de planes sociales, ayudas económicas y a cambio les pidieron ser soldados de sus causas inventadas en las calles, cuyas hordas organizadas hoy sienten la abstinencia de aquellos años de obscena vagancia y servilismo rentado. Paralelamente, por los submundos oscuros de la corrupción, los sobreprecios, retornos y subsidios alimentaban un drenaje de fondos y de futuro que no tenía fin.
Y finalmente el método se reveló. La trama oculta de la inmundicia política, empresarial y gremial que asoló el país en la década robada, comienza ahora a derramar el pus y ya no hay antibiótico que la detenga. Es imparable. Los esfuerzos de los culpables del latrocinio institucionalizado en la Argentina, no pueden contener la hemorragia de semejante sangría. Lo que no dijeron los políticos impunes, acostumbrados a las zamarreadas de una justicia que mira con un ojo, lo han logrado los empresarios coimeros, lavadores de plata, que se asociaron con la clase política abyecta de la década pasada, para afanarse el país. Ellos no pudieron resistir la presión. No están acostumbrados a padecer y no por ser más sensibles, sino por ser más cobardes.
Ya nada importa de todo lo que vimos anteriormente. No importan los bolsos, ni los cuadernos, ni los Báez contando plata en una cueva financiera… En realidad, es como si estuviéramos mirando lo ocurrido en 12 años, por el ojo de una cerradura. Hoy, la puerta se abrió y tenemos ante nosotros la verdadera dimensión de lo ocurrido, sus actores, la forma en que se llevó a cabo, los personajes que articularon las maniobras, los fondos que desaparecieron, las rutas, los aviones, los bancos, los empresarios de la mesa redonda y hasta los porcentajes de las coimas y los sobornos que engrosaban enormes bolsos de los cuales cada uno sacaba su parte y finalmente terminaban en Uruguay y Juncal de CABA o en Río Gallegos.

La Unidad Básica del Vice Gobernador de la Provincia Pablo González en Río Gallegos – Foto: OPI Santa Cruz/Francisco Muñoz
Se reveló el método. Ahora sabemos cómo lo hacían, cuándo lo hacían, para qué lo hacían y para quién lo hacían. Solo falta que vayan todos presos y fundamentalmente los máximos responsables de la banda: Cristina Fernández, su hijo Máximo y algunos que todavía están sorteando a Comodoro Py donde sus cómplices han gastado las escalinatas en estos últimos meses.
A Néstor Kirchner le adjudican una frase que reluce frente a una Unidad Básica de Pablo González “Propongamos un sueño“. Dice, como un epitafio: “Quisiera que me recuerden por haber marcado un rumbo”
Y yo creo que es muy importante no olvidarlo a Néstor por el rumbo que bien marcó y con el cual nos marcó a todos los argentinos. El modelo para robar y el método de corrupción utilizado durante tantos años, deben vivir siempre entre nosotros para que, como ciudadanos, no volvamos a caer en el error de permitir que alguien del mismo linaje que el entonces presidente y su viuda, vuelvan a instalarse en la Argentina para terminar de quitarnos lo que no pudieron llevarse. (Agencia OPI Santa Cruz)