PROSIGUEN LAS ACCIONES
A
las misiones de ataque que tuvieron lugar a partir de las 06.40 del 19
de septiembre, le siguieron numerosos vuelos de observación cuyo
principal objetivo era vigiladas a las posiciones enemigas y detectar a tiempo cualquier movimiento que violase lo acordado en la tregua.
El
primero de ellos decoló a las 12.00, para sobrevolar un amplio sector
entre Villa María y Río Tercero intentando ubicar la columna de
vehículos que transportaba las municiones para las tropas enemigas. Se
trataba de un Fiat G-55 A Centauro que una hora después, estuvo de
regreso, sin novedad. A las 12.35 y treinta y cinco hizo lo propio un
Beechcraft AT-11, con instrucciones de explorar la región entre Córdoba y
Deán Funes y a las 13.20 un DL-22 recorrió la ruta Córdoba-Villa Carlos
Paz, observando movimiento de fuerzas al sur de Malagueño y las
inmediaciones de Alta Gracia. El desplazamiento de la columna leal
quebrantaba las reglas del “alto el fuego” impuestas por ambos bandos y
daba pie a llevar a cabo acciones, razón por la cual, el Comando
Revolucionario decidió atacar.
El
primero en despegar fue un DL-22 que a las 14.30 ametralló a efectivos y
vehículos dispersos del Regimiento 13 de Infantería, sobre el camino de
Alta Gracia. A las 14.55 un Beechcraft AT-11 bombardeó una columna
perteneciente a la IV División, cuando transitaba desde Alta Gracia a
Córdoba y a las 15.30 el mismo DL-22 que una hora antes había
ametrallado al 13 de Infantería, efectuó reconocimiento sobre la zona de
Villa Carlos Paz, Cosquín, La Falda y La Cumbre, sin novedades.
En ese
mismo momento, los aviones de transporte de Aerolíneas Argentinas al
mando de Alfredo Barragán, aterrizaban en la Escuela de Aviación Militar
trayendo a bordo a los efectivos de refuerzo del Ejército de Cuyo que
tardíamente enviaba el general Lagos.
A
los DL-22 y AT-11 le siguieron los Gloster Meteor que tras consumir el
kerosén que venían utilizando desde que se había agotado el combustible
adecuado, operaban con nafta común, algo contraproducente desde el punto
de vista técnico, según indicaciones impartidas por los instructores
británicos que habían adiestrado a los pilotos argentinos entre 1947 y
1948 porque corroía y desgastaba sus conductos de inyección. Sin embargo, los aviones debían operar y no quedaba otra opción.
Ruiz
Moreno explica en su trabajo que la Agrupación Interceptora de Cazas
revolucionaria, se hallaba integrada por el capitán Jorge Lisandro
Suárez; los primeros tenientes Rogelio Balado, Hellmuth Conrado Weber y
Alberto Herrero y el teniente Luis Alberto Morandini Oddone, pilotos de
alta capacidad profesional que, al igual que sus compañeros del bando
leal, combatieron con coraje a lo largo de todo el conflicto. Esos
hombres dejarían en alto el honor de la Fuerza Aérea Argentina, como
dignos precursores de aquellos camaradas que veintisiete años después,
habrían de asombrar al mundo por sus hazañas en el Atlántico Sur.
A
las 13.30 los pilotos de la Agrupación se hallaban reunidos en la
improvisada sala de mandos de la Fábrica Militar de Aviones, comentado
alborozados las últimas novedades respecto al alejamiento de Perón
cuando el capitán Suárez irrumpió repentinamente para comunicar que se
había programado un nuevo el ataque. Los aviadores protestaron porque
entendían que si había una tregua, debía ser respetada, pero el jefe de
la escuadrilla insistió.
-La columna no cumple o ignora la decisión y sigue avanzando. Debemos atacar.
Cumpliendo
con la directiva, los aviadores se dirigieron a los hangares donde
operarios y mecánicos preparaban los aviones y una vez allí, efectuaron
el rutinario control ocular.
Weber
y Morandini treparon a sus cabinas, se ataron los cinturones y
aguardaron la orden de partir. Minutos después, la torre de control
comunicó al primero que tenía pista libre y este, con los tanques
llenos, comenzó a rodar por la plataforma. Una vez en la cabecera, metió
presión a las turbinas y tras una rápida carrera decoló y se elevó. Una
vez en el aire la ubicación del enemigo.
Weber
puso rumbo hacia Alta Gracia y quince minutos después detectó una
extensa columna de vehículos que abandonaba la ciudad. Después de
informar la novedad por radio revisó su tablero, hizo control de
armamento y se lanzó sobre ella, ametrallando sus unidades sin
misericordia. “No pude apreciar
si me contestaron porque era prácticamente imposible apreciar los
resultados, pero veía a la gente tratando de guarecerse” comentaría años después1.
Weber hizo una segunda pasada disparando sus cañones de 20 mm. y repitió la operación varias veces más hasta agotar la munición.
De
regreso en la Fábrica Militar de Aviones, aterrizó y se desplazó
lentamente hasta ubicar su avión junto a las bombas de combustible
contiguas al hangar. Los operarios engancharon las mangueras y
procedieron a cargar sus tanques mientras el teniente Morandini
terminaba de abastecerse y se preparaba para decolar. Sin embargo, una
de sus turbinas presentó algunos inconvenientes y no arrancó.
En
esos momentos, Weber se hallaba en el interior de su cabina indicándole
a Morandini donde se hallaba la columna enemiga y eso hacía cuando el
capitán Suárez se les acercó.
-Morandini, quédese. Salga usted otra vez, Weber, porque ya sabe donde está la columna.
-¡No señor - protestó Morandini, ansioso por entrar en combate - Me toca salir a mí!
-No. Sale Weber porque así no perdemos tiempo. La columna sigue avanzando y hay que atacarla enseguida2.
Weber
cerró su cabina, puso en marcha el motor y comenzó a rodar hacia la
cabecera de la pista, donde se detuvo y pidió autorización a la torre
para partir. Una vez concedida, dio máxima potencia y comenzó a
carretear para elevarse gradualmente. Quince minutos después pasó sobre
la formación enemiga ametrallándola varias veces. Agotada su munición,
emprendió el regreso, dejando atrás numerosos vehículos dañados y varios
efectivos muertos y heridos.
En
ese preciso momento se desplazaba hacia la pista el Gloster Meteor
matrícula I-079 del teniente Luis Alberto Morandini, quien al llegar a
la cabecera, tomó velocidad y despegó sin inconvenientes. Una vez en el
aire, el piloto estableció comunicación radial con su compañero para
pedirle las posiciones del objetivo.
-Weber, aquí Morandini. Cambio.
-Aquí Weber, te escucho. Cambio.
-Solicito ubicación exacta de la columna enemiga. Cambio3.
Weber le pasó las coordenadas e inmediatamente después emprendió el regreso. Morandini, por su parte, hizo un pronunciado viraje y puso rumbo sudoeste ignorando que ese iba a ser su último vuelo.
Morandini
pasó sobre las tropas de Morello ametrallándolas de un extremo a otro,
del mismo modo que lo había hecho su compañero las dos veces anteriores.
Efectuó a continuación una segunda pasada, y luego dos más hasta
consumir totalmente la munición.
Cuando
retornaba a la Escuela e Aviación Militar, comunicó por radio que su
misión había sido exitosa y que creía haber alcanzado a varias unidades
de la columna enemiga, sin que se produjera respuesta antiaérea.
Su
regreso era observado desde la pista tanto por sus compañeros pilotos y
por los mecánicos que allí operaban, quienes lo vieron aproximarse en
línea recta, con el tren de aterrizaje bajo. Entonces llegó hasta la
torre de control un angustioso mensaje de alerta.
-¡Se me plantó una turbina! – escucharon los operadores a través de sus auriculares.
La
gente en tierra vio al Gloster de Morandini despedir una gruesa columna
de humo y poco después, estallar en el aire para caer en las afueras de
la Fábrica Militar de Aviones, elevando una gruesa columna de humo
negro. Sus compañeros de la Agrupación echaron a correr presurosamente
mientras maldecían y se tomaban la cabeza, presas de viva conmoción,
pues intuían que el desenlace había sido fatal. Eran las 15.30 del 19 de
septiembre.
A
las 16.00 despegó de la Escuela de Aviación Militar un Beechcraft AT-11
se lanzó sobre una concentración de vehículos, al sur de Malagueño. La
aeronave llegó volando bajo y arrojó sus bombas mientras la artillería
rebelde, desde tierra, intentaba repelerlo. Durante su incursión, el
piloto y su acompañante notaron que las fuerzas leales estaban
desplegando sus cañones antiaéreos, actitud que justificaba plenamente
la ofensiva porque estaban violando las condiciones de la tregua. Una
hora después, un segundo Beechcraft atravesó Malagueño, La Calera y
Juárez Celman haciendo reconocimiento y a las 19.00 volvió a repetir la
misión sobrevolando Río Segundo, Alta Gracia y los alrededores de la
Escuela de Aviación Militar.
Aquella
sucesión de ataques movieron al general Morello a solicitar un urgente
cese del fuego, cosa que Lonardi se apresuró a aceptar, dada la
comprometida situación de sus fuerzas. A las 17.45, el máximo jefe de la
revolución invitó a su adversario a una reunión en la Escuela de
Aviación Militar, con la idea de entablar negociaciones pero aquel
respondió que solo accedería si lo autorizaban desde Buenos Aires.
El almirante Rojas transfiere su insignia al "17 de Octubre" (Imagen: Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo II) |
Con
el paso de las horas, comenzó a imperar una tensa calma que tuvo a todo
el mundo en vilo y pendiente de las comunicaciones. Ningún jefe rebelde
estaba plenamente convencido de la actitud de Perón y casi todos
estaban convencidos que se trataba de un ardid. Nadie olvidaba la
amenaza de fusilar lanzada el 31 de agosto anterior, después de otro de
sus “renunciamientos” y las bravatas de morir en combate que había
lanzado en más de una ocasión.
Una
serie de falsos informes propalados desde la Capital Federal,
fomentaron el sentimiento de desconfianza, llevando intranquilidad y
confusión a las filas insurrectas. Uno de ellos daba cuenta de la
llegada de un convoy de 15 vagones a la estación de Villa María (22.00
horas), para seguir viaje hasta Río Cuarto transportando 10 tanques, 9
semiorugas, 4 camiones, 1 batería antiaérea y 500 efectivos. También
circuló la versión que desde Curuzú Cuatiá avanzaban tanques leales con
destino a Zárate, razón por la cual, el Comando Naval advirtió al
almirante Rojas que permaneciera en la Flota a efectos de no poner en
riesgo su persona. De acuerdo a otro trascendido, la Confederación
General del Trabajo, instigada por Perón, preparaba una gran
manifestación y muchos de sus dirigentes se aprestaban a efectuar
acciones de sabotaje para esa misma noche4.
Donde
imperaba cierta calma era en el teatro de operaciones de Bahía Blanca
frente a cuyo cordón defensivo las diferentes unidades de combate leales
habían detenido su avance.
El Regimiento 3 de Infantería se hallaban en Coronel Pringles, los Regimientos 1 y 2 de Caballería en la estancia “La Ventana”
de Ernesto Tornquist, el 1º Grupo del Regimiento 2 de Artillería en
Sierra de la Ventana. Por otra parte, vivaqueaban también los
Regimientos 13 de Caballería, 3 de Artillería, el Destacamento Blindado,
los Destacamentos de Zapadores y Comunicaciones, la sección de
Artillería de la Escuela Antiaérea en Tornquist, la Agrupación de
Montaña Neuquén y el Regimiento 4 de Caballería en Río Colorado, hacia
donde el capitán Arturo Rial envió un helicóptero a bordo del cual
viajaba un oficial naval para solicitar la rendición al general Jorge
Ramón Boucherie.
Boucherie
aceptó e inmediatamente después abordó un avión para viajar a
Comandante Espora, a los efectos de formalizar la capitulación. Lo mismo
hizo desde Tornquist el coronel Martín Barrantes, jefe de Estado Mayor
de la II División, quien al momento de llegar anunció que el general
Molinuevo también deponía las armas.
De
acuerdo a las instrucciones, Molinuevo debía presentarse en Espora
junto al general Cáceres, comandante de la brigada integrada por el
Regimiento 3 de Infantería y la división de tanques en Tornquist, donde
se les pensaba hacer firmar la capitulación para enviarlos de regreso a
sus bases naturales, con todo su armamento. Sin embargo, ninguno de los
dos acató la orden ya que tenían la intención de seguir combatiendo.
Mientras
se desarrollaban estos acontecimientos, aviones navales efectuaban
pasadas a baja altura con al intención de mantener inmovilizadas a las
unidades de combate, mientras les arrojaban volantes con las
instrucciones a seguir. Según las mismas, debían colocar las armas en un
punto determinado y concentrarse en torno a grandes telas blancas que
indicasen su actitud de rendirse.
La
retirada comenzó esa misma noche, con las columnas del ejército
retornando a sus bases y el masivo pronunciamiento de todas las unidades
que hasta ese momento se habían mantenido al margen. El que no acató la
orden, como se dijo anteriormente, fue el Regimiento 3 de Infantería
que por entonces vivaqueaba en las afueras de Pringles. Varios años
después, el coronel Arrechea recordaría esos momentos reviviendo la
indignación que cundió entre las tropas cuando la oficialidad supo que
el ataque a Puerto Belgrano se suspendía. Hubo manifestaciones de
tremenda cólera y arrebato que por momentos se hicieron incontenibles ya
que eran muchos los que ansiaban llegar a la base y no dejar de ella
“piedra sobre piedra”, vengando de ese modo los ataques sufridos los
días anteriores. Había gente indignada, que en algunos casos, lloraba de
impotencia y otra que amenazaba con no acatar las órdenes.
Fue
en ese momento que el capitán Giménez, jefe del destacamento blindado
estacionado en Tornquist, dispuso desobedecer las directivas del
vencedor y resistir, y por esa razón manifestó en una reunión con sus
principales colaboradores que no pensaba deponer las armas. Y mientras
las tropas de Caballería procedían a evacuar la población, él, al frente
de seis tanques, se dirigió hacia el norte para introducir sus tanques
en una zona boscosa.
Al tomar conocimiento de la novedad, el Comando Naval Revolucionario decidió llevar a cabo un ataque sobre aquellas unidades.
Mientras
tanto, en el Río de la Plata, la Armada también efectuaba movimientos.
Como se ha dicho, en horas del mediodía, el crucero “17 de Octubre” se aproximó a “La Argentina”,
para transferir al contralmirante Rojas. Como narra Ruiz Moreno, el
traspaso se hizo de acuerdo al ceremonial de rigor, con la plana mayor
formada en cubierta.
Desde la Central de Informaciones del “17 de Octubre”,
el teniente de corbeta Ramón Arosa montaba guardia permanente en
prevención de un ataque aéreo. Cuando el alto jefe naval saludaba a los
oficiales cubierta, un eco en su pantalla radar indicó que se aproximaba
un avión no identificado.
Tal
como se había hecho tantas veces durante los entrenamientos, el
personal corrió a sus puestos, dejando a Rojas prácticamente solo en
cubierta. El avión no apareció aunque es posible que haya pasado cerca
porque en aquellos días, los aparatos de radar no tenían el alcance de
los actuales y las detecciones se hacían casi encima del blanco.
En
Córdoba, mientras tanto, las fuerzas del general Iñiguez efectuaban su
repliegue por la ruta a Santa Fe, en cumplimiento de las directivas
impartidas por el general José María Sosa Molina que, todavía seguía sin
comprender las causas de lo que estaba aconteciendo. Tanto sus fuerzas
como las de Iñiguez acordaron encontrarse en Río Primero, localidad en
la que el Regimiento 12 de Infantería acampó horas después, durante la
noche del 19 al 20 de septiembre sin que ninguno de los dos supiera con
certeza que ocurría en Buenos Aires, si la lucha proseguía, si Lucero se
hallaba al mando y si Perón era todavía presidente. Cuando ambos se
encontraron, a la vera del Río Primero, Iñiguez, el más resuelto de los
oficiales leales, le dijo a su superior que él se hallaba en Córdoba
para cumplir una orden del Comando en Jefe y que pensaba obedecerla.
Sosa
Molina sintió orgullo al escuchar esas palabras dado que por entonces,
los generales Moschini y Morello habían recibido con alivio la noticia
del cese de las hostilidades y poco habían hecho para contrarrestar la
acción del enemigo.
-¡Claro! - manifestó Sosa Molina reconfortado - ¡Somos leales al Gobierno!
La
última acción de guerra de aquel día se llevó a cabo a las 22.00 horas,
cuando el alto mando revolucionario confirmó que, una vez más, fuerzas
leales al sur de Malagueño efectuaban desplazamientos que violaban el
alto el fuego.
Desde
la Escuela de Aviación Militar se despacharon dos Beechcraft AT-11 con
órdenes de confirmar la versión y atacar el objetivo. El primero
sobrevoló el sector arrojando bengalas para iluminar un amplio radio de
terreno, en medio de la vastedad nocturna de la pampa y el segundo,
piloteado por el teniente Raúl Barcalá, llegó inmediatamente después,
para arrojar sus bombas con precisión y emprender la retirada. Las
explosiones iluminaron la llanura en uno de los primeros raids nocturnos
de la historia aeronáutica argentina y dejaron en claro que las fuerzas
rebeldes estaban decididas a todo.
De “El
diario de un Cadete” publicado por la revista “Cielo”, extraemos el siguiente relato que nos brinda una idea de
lo que fue aquella nueva jornada de combate.
19 de
septiembre (lunes): Por finalmente amanece. Es el momento propicio para
cualquier ataque, pues puede ser la culminación del trabajo de aproximación
realizado durante la noche. El jefe de sección así lo comprende y ordena que
todo el mundo tenga bien abiertos los ojos y bien atento el oído. Sin embargo
las primeras luces no revelan nada importante…solamente el campo pelado y
áspero.
Sobre el
costado derecho de nuestro frente se encuentra la tropa aerotransportada y es
en aquella dirección donde veo dirigirse la estela que dejan las luminosas
perforantes de las 12,70. Es el primer signo de violencia que veo del enemigo.
Poco después, sin embargo, nos sorprenden unas explosiones y unas columnas de
humo que se elevan a nuestra espalda…luego nos enteramos que un Avro Lincoln
bombardeó desde muy alto las pistas del I.A.M.E. Los daños no fueron muy
grandes. Me sorprende ver que a pesar de que las bombas cayeron a menos de 800 m. a espaldas nuestras el
hecho no me produjo ninguna inquietud.
No pasan
10 minutos sin que aparezca otro Avro, esta vez volando bien bajo, el cual deja
caer toda su carga, que vemos dirigirse claramente hacia el I.A.M.E. Enseguida
vimos decolar los Glosters y poco después nos enteramos que los Avro habían
sido averiados.
El
movimiento aéreo es muy intenso y todo ‘Avro’ que aparece, obliga a la cubierta
completa.
El día
pasó así bastante entretenido. Se descansa y se come bien, otra cosa no se
puede pedir, salvo que termine todo esto lo más pronto posible…No puedo dejar
un instante de pensar en los míos y en Ella.
En la
inactividad de la siesta, pedimos permiso con el ‘Tano’ para ir a probar las
armas. Con ese objeto nos adelantamos unos 1500 m. hasta una estancia
abandonada donde no encontramos más que agua y unos tarros de leche ya ácida.
Fue una suerte que se nos ocurriera probar las armas, pues pude comprobar que
mi PAM no andaba…seguro que a causa de la suciedad del cargador. Más tarde
tendré que limpiarlo.
Mientras
regresábamos, vimos caer uno de nuestros Glosters…Se le había incendiado una de
las turbinas y en un violento tirabuzón fue a estrellarse en dirección del
Barrio Las Flores.
No sé por
qué, pero tuve el presentimiento de que era Morandini el que piloteaba…
desgraciadamente la noticia conformó mi pálpito. ¡Pobre Felipe! (sic)…¡siento
muy de veras que te haya tocado a vos!
También me
enteré que el cuerpo no salió tan ileso como yo creía de la refriega…Mataron al
cadete Chávez de la C. P.,
parece que en Pajas Blancas. No se conoce el paradero del ‘Chueco’, del
‘Zorrino’, del Sub. Cad. A….y al Sub. Cad. R…lo hirieron en el brazo5.
Los
soldados extrajeron los cuerpos de entre los hierros retorcidos y los
tendieron sobre la hierba, cubriéndolos con unas mantas que les acercó
una mujer que vivía en las inmediaciones. Inmediatamente después llegó
un tanque y de él bajaron algunos de sus tripulantes para quitar las
sábanas y observar los cuerpos. Espeluznada, la mujer vio como los
soldados ametrallaban con sus PAM los cadáveres semicalcinados, sin
ningún tipo de misericordia, descargando mucho odio y rencor. Cuando se
retiraron se acercó a los restos, volvió a cubrirlos y todavía
conmovida, rezó una plegaria. Tales eran el odio y la sed de desquite de
los efectivos del 3 de Infantería y los sentimientos de encono que
había generado la lucha.
Notas
1Isidoro Ruiz Moreno, op. cit, Tomo II, p. 318.
2Ídem.
3Ídem.
4Al día siguiente, 20 de septiembre, se habló de otro tren con destino a Río Cuarto.
5“Del diario de un cadete”, Revista “Cielo”, Bs. As.
Publicado 20th January 2013 por Alberto N. Manfredi (h)