Un proyecto vituperable.
Por Alberto Solanet
Ha trascendido que tanto el
oficialismo como la oposición, es decir casi todo el espectro político,
se han puesto de acuerdo para darle curso a un proyecto de ley destinado
a «la ampliación de derechos de las minorías sexuales en la búsqueda de
visibilizar a los grupos de personas cuya autopercepción puede
ubicarse más allá del binarismo de género».
Esta complicada definición tiene por
objeto desconocer el origen natural de los sexos femenino y masculino
para afirmar que se puede ser hombre o mujer u otra cosa, lo que
dependerá de la autopercepción de las personas.
El proyecto apunta a dar «mayor
visibilidad y garantizar los derechos básicos de una comunidad, de las
más discriminadas, cuyos integrantes tienen una esperanza de vida de 36
años de promedio», para luego especificar que se trata de la
especialidad trans».
La baja expectativa de vida obedecería,
seguramente, al estilo y costumbres de quienes padecen esa anomalía,
que no se corregirá con una norma que promueva esa conducta. Todo lo que
la ley dispone y acepta como bueno se instala en la sociedad en ese
mismo sentido.
En el marco de la revolución cultural
que padecemos -que, si bien es mundial, se ha acelerado los últimos años
en nuestro país en forma vertiginosa- a lo que se apunta no es a
corregir esos comportamientos, sino por el contrario a instalar en la
sociedad un nuevo modelo que sustituya el orden natural. El objetivo es
demoler la institución de la familia tradicional.
Por más que el legislador se lo proponga
no podrá borrar las diferencias que resultan de la naturaleza de los
seres. No aceptar ese orden deja a los hombres a merced de cualquier
arbitrariedad legal, ya que bastaría contar con poder suficiente para
que cualquier ley pudiese obligarlos a practicar la antropofagia o
prohibirles alimentar a sus hijos. En el reino animal esto no ocurre
porque el instinto ajusta la conducta de sus especies e individuos. Así
el león no se aparea con la cebra ni el mono con el perro; y entre los
de la misma especie, el macho y la hembra se aparean sólo cuando la
hembra está alzada, es decir, con posibilidades de preñarse.
Por
más que se intente forzar la naturaleza, jamás el legislador podrá
convertir el hombre en mujer ni viceversa. Mucho menos las variantes que
hoy se pretenden regularizar y proteger a través de este proyecto que
comentamos. Se denomina trans a quienes no se quieren identificar como
hombres ni como mujeres. Podría decirse que constituirían una nueva
especie, pero como esta no dependería de lo que ordena la naturaleza,
sino de la autopercepción, las variables tendrían como único límite los
de la fantasía o la imaginación.
PRIMER ARTICULO
El primer artículo del proyecto señala que se busca «representar el ejercicio del derecho a la autopercepción de género y de reconocer aquellas identidades diferentes a varón/masculino o mujer/femenino de la concepción binaria de género para toda persona que lo solicite». Más adelante se dice: «Lo que proponemos es modificar la ley de identidad de género para que se incorpore una tercera categoría registral.»
El primer artículo del proyecto señala que se busca «representar el ejercicio del derecho a la autopercepción de género y de reconocer aquellas identidades diferentes a varón/masculino o mujer/femenino de la concepción binaria de género para toda persona que lo solicite». Más adelante se dice: «Lo que proponemos es modificar la ley de identidad de género para que se incorpore una tercera categoría registral.»
Hace pocos años todo esto que se propone
habría parecido un soberano disparate. Hoy, sin embargo, una parte de
la dirigencia anuncia que con este proyecto habrá de colocarse a nuestro
país a la vanguardia del progresismo mundial.
Antes de que este proyecto delirante
tuviera entrada en el Congreso, el directorio en pleno del Banco Central
dictó una resolución imponiendo el llamado lenguaje inclusivo en todos
sus documentos. «La gestión del BCRA -ha dicho-, en consonancia con el
gobierno nacional, ha asignado relevancia a la política de género y
respeto hacia la diversidad». Además y por si esto fuera poco, creó una
gerencia específica en la materia, que se denomina Promoción de
Políticas de Género, Resguardo del Respeto y Convivencia Laboral.
Por
su parte, para no quedarse atrás y mediante un convenio con la
Asociación Bancaria, el Banco de la Nación se comprometió a cubrir al
menos el 1% de su planta de empleados con travestis, transexuales y
transgéneros.
El homosexual, en tanto que persona
humana, es sujeto de derechos y obligaciones como lo es cualquier
ciudadano argentino. Pero lo que carece de justificación o razonabilidad
es que la militancia homosexual o la promoción de la homosexualidad
reciban especial protección legal o, todavía peor, resulten acreedoras a
beneficios particulares que se niegan a otros colectivos o individuos.
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