domingo, 23 de septiembre de 2018

EL NEFASTO E INTOCABLE INTERMEDIARIO.

EL NEFASTO E INTOCABLE INTERMEDIARIO.
Ramón Doll

El distinguido nacionalista escribió un comentario (publicado por Dictio, pgs.59/62, del que extraemos sólo algunos párrafos), a  los libros “El Kahal” y “Oro”, escritos con fervor patriótico por el inolvidable

Gustavo Martínez Zuviría
 Los argumentos de esas novelas, basados en la realidad económica y política nacional, demuestran las terribles consecuencias para la economía popular y nacional, provocadas por la democracia liberal; sistema donde reina el intermediario, funesto personaje con poderes omnímodos causante de la miseria económica. El intermediario compra a precio vil , monopolizando cosechas enteras, abusando de la necesidad de vender del productor, y él las revende al precio arbitrario que más le conviene. Es un sistema usurario, aplicado en el comercio mayorista, ganando multimillones arruinando al productor y  al minorista,  empobreciendo al pueblo.
La acción maléfica del intermediario es conocida, comentada, y repudiada   por quienes se preguntan asombrados ¿Cómo es posible que al productor le paguen dos o tres pesos el kilo de papas, por ejemplo, y el comerciante las venda a $15,-?
¿Qué sucede durante el viaje del productor al minorista?  No hace falta ser doctor en ciencias económicas para comprender este atropello a la economía nacional y al pueblo. Mejor dicho: es mejor no ser doctor y conservar algo de sentido común, honestidad y patriotismo.                                 La intermediación abusiva enriquece al intermediario, arruina al productor y lleva miseria a todos.
 
Los únicos que desconocen la causa que origina artificialmente el aumento escandaloso de los precios son los gobernantes, legisladores, economistas periodistas y jueces liberales del Régimen. Estos personajes, que mienten proclamándose amantes y representantes del pueblo, hacen la vista gorda, porque así lo exige la ideología cipaya que realmente representan. ¿Qué temen? ¿A quién temen, que los amordaza?  ¿Porqué ningún gobierno se les anima a los intermediarios?
A continuación las palabras de don Ramón Doll

[…] El libro de Martinez Zubiría, lleno de ardiente patriotismo, es el valiente toque de atención ante el derrumbe de nuestra economía, con acentos que hieren nuestra fibra de argentinos.
El novelista ha logrado un tenebroso cuadro del patrimonio económico argentino y ha punzado con crueldad, pero con saludable propósito, nuestros tejidos cancerados, tumefactos, descompuestos, por la acción de nocivos factores internacionales.
Libros como los de Martinez Zubiría necesitamos todos los días, sea cual fuere la causa a la que su autor se propuso servir, porque milite en la llamada izquierda o en la llamada derecha, hay que reconocer que estos libros ponen de manifiesto el divorcio existente entre la Nación y el Estado en la Argentina. Y lo que importa a todos los argentinos, pertenezcan a este o a aquel credo religioso, es que estos libros se han puesto desinteresadamente de parte de la Nación y, acaso, contra el Estado.
Contra el Estado si, porque al fin y al cabo ¿qué demuestra la existencia de esas maniobras de fuerzas plutocráticas contra la economía de la economía nacional?
Demuestra que desde hace más de medio siglo, el Estado argentino se puso al servicio de un sistema económico mercantilista, en el que se subordinó la producción al comercio, en el que la propiedad y todos los bienes del país fueron lanzados a una especulación sin freno, porque los argentinos nos acostumbramos a ganar más dinero comprándolos y vendiéndolos que trabajándolos.
El Estado se convirtió en una gerencia de riqueza en lugar de ser un organismo distribuidos de bienestar que irrigara por igual los distintos compartimientos del cuerpo social.
Mientras la realidad argentina pedía a gritos una política estatal que respondiera a aquella economía que se llamara “fisiocrática” en tiempos antiguos, según la cual las industrias rurales eran las únicas nobles; mientras la realidad argentina pedía productores el Estado ponía en el comando de la economía a los intermediarios y a los hombres que se sitúan estratégicamente en los lugares de paso donde se controla el intercambio de toda la producción.
Las consecuencias han sido funestas; y las tintas sombrías que la pluma de Martinez Zubiría derrama con talento en sus dos últimos libros son más que una pesadilla de novelista: son desgraciadamente una desgarrante realidad. Todos los afanes, todos los trabajos, todos los sudores del pueblo argentino, concretados en los cereales y en las carnes, todos los inviernos cruentos y los veranos tórridos del hombre que trabaja o dirige el trabajo en nuestras llanuras pródigas, benefician exclusivamente a diez señores que tienen la llave de las compuertas por donde inundan la plaza con dinero o recogen el numerario según les convenga comprar o vender.
Si un gobierno le permitiera emitir más papel que el que corresponde al encaje metálico, estaría condenado por las leyes de conversión; pero en cambio, los diez señores pueden impunemente empapelar el país a su capricho y recoger también a su capricho la emisión, porque disponen de toda o casi toda la reserva de oro nacional e internacional.
Aplaudamos con toda el alma a este compatriota tan noble y tan valiente. +

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