jueves, 4 de julio de 2019

ASALTO AL COMANDO DE SANIDAD

Tropas del Ejército toman posiciones frente al Comando de Sanidad
(Fotografía: "Clarín")

El sábado 1 de septiembre, en horas de la mañana, una abigarrada multitud rodeaba el edificio de la CGT, para participar del Desfile de los Trabajadores, organizado por la central obrera, con motivo de la proclamación de la fórmula justicialista que proclamaba las candidaturas de Perón y su esposa, María Estela Martínez para las elecciones del día 23.
En la oportunidad, fueron convocadas las máximas autoridades del movimiento justicialista, las cuales acondicionaron un palco entoldado, en el segundo piso del inmueble, desde el cual el matrimonio presidenciable podría seguir las alternativas del acto.
A temprana hora de aquel magnífico día, trabajadores, estudiantes y militantes de toda laya se concentraron en torno a la emblemática sede, más precisamente frente a la entrada principal, sobre la calle Azopardo 802, entonando cánticos, haciendo flamear banderas y portando cartelones de las distintas organizaciones gremiales.
Frescos aún los sucesos de Ezeiza, la Policía Federal montó un riguroso dispositivo que incluyó la presencia de efectivos armados en azoteas, balcones y techos cercanos, carros hidrantes, patrulleros, motocicletas, ambulancias y puestos sanitarios.
La dirigencia gremial en pleno se hizo presente desde temprana hora (a excepción de José Taccone, titular del sindicato de SEGBA, que lo hizo recién a las 12:30), para ajustar los últimos detalles y recibir al jefe del movimiento.
Todo eran expectativas y nerviosismo pues nadie quería repetir lo acontecido el 20 de junio; la gente iba y venía dando directivas y cumpliendo órdenes en tanto se mantenía permanente contacto con los responsables de la seguridad para prevenir cualquier amenaza de violencia.
En esas se encontraban cuando a las 11:55 llegó el ex mandatario, acompañado por su mujer, le infaltable López Rega y una numerosa custodia que incluía elementos del Ministerio de Bienestar Social a bordo de varios vehículos.
Media hora después, cuando todo estuvo listo, Perón salió al palco para saludar a la multitud. Un griterío ensordecedor conmocionó los alrededores, el cual se prolongó por espacio de varios minutos, seguido por el tronar de bombos, redoblantes, cánticos y aplausos, en tanto la gente saltaba en bloque y agitaba miles de banderas.
Desde los pisos más altos de la CGT, comenzó a caer una lluvia de volantes, los cuales cubrieron completamente calles y veredas.
A las 12:30, José Ignacio Rucci solicitó permiso a Perón para comenzar el desfile y diez minutos después, los altavoces anunciaron la aproximación de los trabajadores de Luz y Fuerza, quienes llegaron a la zona del palco luciendo grandes carteles y lanzando estrepitosos vivas al ver a su líder con su amplia sonrisa y los brazos en alto.
-¡¡Perón, Perón, Perón!! – gritaban al unísono.
Fue necesario apurar el paso a través de los altavoces porque al pasar bajo el balcón, los trabajadores aminoraron la marcha y comenzaron a saltar. El mismo Perón les hizo gestos en ese sentido, indicándoles seguir porque demoraban el desfile.
Veinticinco minutos le llevó a esa gente pasar frente a la CGT. Inmediatamente detrás, llegó la delegación de SMATA, en tanto seguían cayendo millares de panfletos sobre la muchedumbre. Perón la saludó con su característico gesto y su amplia sonrisa mientras María Estela Martínez agitaba su mano y López Rega sonreía. Tardó una media hora en desfilar frente al palco, seguida por otras delegaciones, en esta caso mucho más reducidas, pero no menos bulliciosas.
A las 13:30 Perón y su esposa entraron para descansar unos minutos, lo cual fue anunciado por los altavoces. Agobiado por el calor, inusitado para esa época del año, el líder aprovechó para almorzar y reponer fuerzas.
Las columnas se detuvieron ahí mismo y se mantuvieron estáticas hasta las 14:00, cuando el conductor del movimiento volvió a aparecer. De esa manera, tras los vivas y aplausos de rigor, se reanudó la parada, en este caso con el paso de la UOM, el cual llevó más de 40 minutos dada la cantidad de representaciones que se sumaron a su columna. Todos gritaban el nombre del líder y este les respondía agitando su brazo, sin dejar de sonreír.
Una multitud se congrega frente a la CGT para desfilar ante Perón
(Fotografía: "La Razón")

El calor imperante obligó a las autoridades sindicales a hacer un nuevo alto. Los relojes marcaban las 14:40 cuando el ex mandatario volvió a entrar y ante el anuncio efectuado por los parlantes, las columnas volvieron a detener la marcha.
La misma se reanudó a las 15:10 y se prolongó hasta las 16:15 cuando el líder se tomó una nueva pausa.
En ese lapso, pasaron frente suyo la Unión Obrera Ferroviaria, La Fraternidad y la Unión Ferroviaria, miles de trabajadores que saludaban y lanzaban vivas al tiempo que se desplazaban frente a su caudillo y su esposa. Hubo un momento, en el que ambos tomaron asiento en unas sillas que gente de la central les alcanzó, porque el calor seguía azotando con fuerza.
Así pasaron, una a una, todas las delegaciones sindicales hasta que a las 17:25 aparecieron los montoneros con sus cartelones, sus vinchas y sus brazaletes, saltando y entonando cantos de guerra.
Cuando la extensísima columna se detuvo frente al balcón, la sonrisa de Perón pareció menguar aunque continuó saludando mientras a su lado, López Rega aplaudía. Por los altavoces, se les requirió a los militantes que siguiesen avanzando pero estos, desoyendo el pedido, siguieron saltando y entonando estribillos, agresivos en algunos casos, la mayoría haciendo alusión a la figura de Evita.
-¡Si Evita, viviera, sería montonera!
-¡Perón, Evita, la patria socialista!
-¡No les damos bola, Evita hay una sola! - este último en clara referencia a María Estela Martínez de Perón.
Por los altoparlantes se siguió insistiendo en que la columna continuase su avance y esta, después de varios minutos, accedió, para dejar paso al Sindicato de Gas del Estado, a los Obreros Curtidores y una primera columna de la JP.
Cuando los altavoces le solicitaron a la gente del gremio del Vidrio detenerse en la esquina de Estados Unidos, para descongestionar un poco el frente de la CGT, Perón aprovechó para introducirse de nuevo en el edificio. Volvió a salir a las 18:00, esta vez sin su esposa. Siete minutos después, apareció el grueso de la JP, el cual demoró más de media hora en pasar frente a la sede. Jóvenes encadenados por los brazos formaban cordones a ambos lados de la columna, para evitar inconvenientes, sobre todo cuando la misma se detuvo bajo el palco, para saludar al ex mandatario.
-¡Y ya lo ve, y ya lo ve, es la gloriosa JP! – gritaban.
Lo mismo su variante:
-¡Y ya lo ve, y ya lo ve, esta es la única JP! – clara alusión a la JSP.
A las 18:12 pasó el Frente de Lisiados Peronistas, visiblemente protegido y detrás un nuevo grupo montonero. Tres minutos después, reapareció “Isabelita” quien al percatarse de que una madre sostenía en alto a su pequeño hijo, le hizo un gesto a Perón para que lo viera. El líder se volvió hacia ellos y ampliando aún más su sonrisa, les dedicó un saludo especial.
A las 19:00 cuando los montoneros seguían desfilando, el flamante candidato a la presidencia miró su reloj y le dijo algo a su esposa. En ese momento, alguien le alcanzó un vaso de agua y veinte minutos después, se retiró en tanto abajo en la calle, pasaba la Rama Femenina del Partido Peronista.
Integrantes de la Rama Femenina del Partido Peronista
(Fotografía: "La Razón")

Al contrario de lo acaecido el 20 de junio en Ezeiza, el acto frente a la CGT se realizó en el más completo orden y resultó un éxito total. La desconcentración se llevó a cabo de manera lenta y ordenada y salvo algunos golpes de calor y casos de asfixia, no hubo que lamentar heridos.
Con la Marcha Peronista tronando por los altoparlantes, la multitud se fue alejando, sin provocar desmanes, ni producir incidentes.
Fue un éxito para las fuerzas de seguridad, que al día siguiente recibieron las felicitaciones del presidente Lastiri y para la misma CGT que tuvo a su cargo la organización del acto.
En la ocasión, Rucci manifestó en rueda de prensa:

Una vez más los trabajadores reafirmaron su insobornable lealtad a su líder. La Confederación General del trabajo demostró que cuando señala su consideración de peronista no responde a falsas especulaciones sino que es el resultado de una auténtica representación de la inmensa mayoría de los trabajadores. Para quienes nos sentimos peronistas con todas las letras fue un día de verdadera fiesta popular. Todo fue extraordinario. Los trabajadores demostramos el alto grado de organización y disciplina. También demostramos que en el actual proceso somos protagonistas principales. Que sólo deseamos la paz y la tranquilidad. Que sólo deseamos una Argentina totalmente liberada de los imperialismos. En definitiva, el movimiento obrero argentino a través de su central obrera supo descalificar a los pequeños grupos de enanos que aún no han comprendido la realidad que imponen los trabajadores nucleados en su entidad madre. En nombre de todos los trabajadores argentinos nuestra inmensa gratitud al general Perón al posibilitar su saludo preñado de solidaridad. En nombre del consejo directivo una ferviente felicitación a los millones de hombres y mujeres que desfilaron en un total y absoluto acatamiento a las directivas impartidas. Dios mediante, este glorioso acontecimiento sirva como ejemplo para los que consideran que el movimiento obrero debe estar marginado de los grandes acontecimientos que vive nuestra patria, que sepan que esto no es problema de alguno sino de todos los ciudadanos y de sus organizaciones representativas. Por eso hoy todos los jóvenes y no jóvenes rodeamos la figura del general Perón. 
Un López Rega mucho más escueto, se limitó a decir, al día siguiente, al salir de Gaspar Campos 1065:

Nunca en el mundo –según creo- se ha visto nada igual.
Tenía razón.
En todas las provincias se organizaron actos para proclamar la fórmula Perón-Perón y si bien en casi todas, las mismas transcurrieron en orden, se registraron incidentes de poca monta en Tucumán, donde dos jóvenes resultaron heridos por una bomba de estruendo y un tercero al originarse una batalla campal, con motivo de los cánticos entonados por un sector de la concurrencia: “Perón, Evita, la patria socialista”.
En esa ocasión, en medio de las corridas y los objetos contundentes que volaban de un lado a otro, se vio caer a un menor, cuando se escuchaban disparos.
Al día siguiente, Perón asistió a la reunión plenaria organizada por el equipo económico, para interiorizarse de la situación que vivía el país.
Muchachas de diferentes organizaciones gremiales
efectúan el saludo peronista durante la parada
(Fotografía: "La Razón")

Llegó a las 9:00 a.m. e inmediatamente después de saludar a quienes lo esperaban en los accesos, se dirigió al Salón de los Acuerdos del Ministerio de Hacienda, situado junto al despacho del ministro de Economía, en el 5º piso del edificio, donde fue recibido por sus autoridades e invitado a tomar asiento en la cabecera de la mesa.
Con el Dr. José Ber Gelbard a su derecha, el flamante candidato hizo un par de comentarios e inmediatamente después, le cedió la palabra al titular de la cartera para que continuase su exposición (los funcionarios se hallaban reunidos desde las 8 de la mañana). 
Se encontraban presentes en el recinto, el embajador Benito Llambí, ex ministro del Interior, a cargo interinamente de las Relaciones Exteriores; el ministro de Trabajo Ricardo Otero, José Ignacio Rucci, el Ing. Julio Broner, presidente de la Confederación General Económica; el Dr. Alfredo Gómez Morales, presidente del Banco Central; sus colegas de los bancos oficiales (Nación, Provincia y Ciudad); los subsecretarios del área y los del Ministerio de Bienestar Social; el Ing. Enrique Gastón Valente, presidente de la Junta Nacional de Carnes y su par de la Junta Nacional de Granos, Ing. Jorge Gaspar Duchini, quienes pusieron al tanto de la marcha económica al futuro presidente.
Pese a todo lo que se ha escrito sobre el régimen militar que entregó el mando ese mismo año, aun cuando se potencian sus errores y se minimizan sus logros, intentando demostrar que el país se encontraba en estado crítico, la Argentina era el mayor exportador de América Latina. Un informe entregado días antes por la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), permitió demostrar que las remesas superaron las expectativas, alcanzando los 468 millones de dólares en tanto las importaciones fueron de 414 millones, lo que arrojaba un saldo favorable de 57 millones de dólares en la balanza comercial. Detrás nuestro seguía Brasil con 408 y 392 millones respectivamente, Venezuela, que apenas vendió por 158 millones, Chile por 157, México 141 y Colombia 104.
Perón en la reunión plenaria del equipo económico, organizada
en el Ministerio de Hacienda el 2 de septiembre de 1973
(Fotografía: "La Razón")

Con respecto a las adquisiciones, Chile figuraba en tercer lugar con 233 millones, Perú con 128 y México con 120, seguidos por Colombia (105) y Venezuela (99).
En lo referente a las reservas monetarias, el FMI anunció que nuestro país había experimentado un marcado avance en su liquidez internacional, con reservas que ascendían en marzo a 645 millones de dólares, en abril 718 y en mayo 784, superando los niveles de marzo del año anterior a razón de 139 millones de dólares.
En cuanto al Producto Bruto Nacional per cápita se refiere, la Argentina se hallaba a la cabeza de América Latina con 1230 millones de dólares anuales, superando a Venezuela, que registró 1060 millones; Brasil, que pese a su publicitado “boom” económico, solo alcanzó 460 millones cuando contaba con una población de casi 96.000.000; Chile 760, México 700 (con una población de 52.400.000) y así sucesivamente. Datos significativos cuando, según se ha dicho, la abundante bibliografía existente sobre ese período, así como artículos periodísticos de distinta extracción hablan de crisis y de retrocesos en materia económica y social.

El Comando de Sanidad Militar tiene un primer antecedente en el Protomedicato colonial y el Cuerpo de Medicina, creado por el gobernador Martín Rodríguez en 1822.
En 1973, ocupaba un predio de cuatro hectáreas enmarcado por las calles Combate de los Pozos, 15 de Noviembre, Pasco y Caseros, en el barrio de Parque Patricios, en cuyo interior, se encontraban el Hospital Militar Central, la Escuela de Enfermería y el Hospital de Gastroenterología “Dr. Carlos Bonorino Udaondo”.
Contigua a él, calle Pasco de por medio, se encontraba la cárcel de Caseros1, cuyo frente daba al Parque Florentino Ameghino, el lugar donde se encuentran enterradas las víctimas de la epidemias de cólera y fiebre amarilla de 1867 y 1871 y a sólo diez cuadras en dirección este, la estación Constitución, terminal del Ferrocarril Gral. Roca.
Su entrada principal (Puesto Nº 1) se encuentra sobre Combate de los Pozos 2045, muy cerca de los laboratorios del Ejército y la Compañía de Abastecimiento de Material de Sanidad 601; en la calle 15 de Noviembre (Puesto Nº 2) estaba el acceso para vehículos; sobre la terraza se encontraba el Puesto Nº 3, frente a la misma arteria; el Nº 4 a pocos metros, en la intersección con Combate de los Pozos y el Nº 5 en el interior, cubriendo el paso a la Sala de Armas, los galpones y el depósito de medicamentos.
Por el Puesto Nº 1 se accedía a la Administración y la Sala de Guardia, por el Nº 2 a galpones y depósitos y por el Nº 4 a las barracas de la tropa y al Centro de Hemoterapia. 
Trescientos cincuenta civiles y 250 militares (200 de ellos conscriptos) conformaban la planta estable2, siendo de destacar el horario laboral de los primeros, el cual se extendía de 7:30 a.m a 1 p.m. (13:00 horas).
La noche del 5 al 6 de septiembre, la guardia se hallaba conformaban por 12 soldados, un sargento y un cabo, al mando de un oficial, quienes tenían a su cargo los cinco puestos de vigilancia.
El establecimiento, el más importante abastecedor de medicamentos e insumos militares, estaba al mando del general-médico Alberto Vicente Donnes y dependía directamente del comando en jefe del Ejército.
Frente del edificio atacado
(Fotografía: "La Prensa")

Como era costumbre, el teniente primero Enrique Ruth, encargado de la guardia ese día, terminó su ronda y se dirigió a la Sala de Guardia, donde se encontraban realizando tareas el sargento ayudante Lince y un conscripto.
En ese preciso instante (1:30 a.m.), se detuvo frente al portón de 15 de Noviembre un camión Ford F-350 carrozado, perteneciente a la empresa láctea “La Martona”, el cual se ubicó de trompa, iluminando la entrada con sus faroles.
El soldado Hernán Invernizzi, que se encontraba en ese punto, se apresuró a correr los cerrajes y abrió de par en par ambas hojas, procedimiento que llamó la atención de uno de sus compañeros. Éste se dirigía resueltamente a él, para recriminarle su proceder cuando Invernizzi extrajo su arma y le apuntó directamente a la cara, indicándole que se quedara quieto.
Mientras se desarrollaban esas acciones, el camión ingresó velozmente y de su caja saltaron a tierra once combatientes con uniformes verde oliva y sus cabelleras cortadas al ras, llevando en sus manos armas largas, con las que redujeron velozmente al Puesto Nº 2. Un automóvil de apoyo entró detrás, llevando más hombres.
El entregador les ordenó a sus compañeros conscriptos ubicarse detrás del vehículo y mientras este se desplazaba en la obscuridad, todos echaron a andar, bien pegados a la parte posterior.
Invernizzi no era un soldado cualquiera. Estudiante de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, era hijo de la afamada psicóloga y profesora universitaria Eva Giberti e hijastro del Dr. Florencio Escardó, destacado pediatra y médico sanitario, ex decano de la Facultad de Medicina y vicerrector de la Universidad de Buenos Aires. Eva “Vita” Escardó la actriz que interpretó a la “cándida” e “inocente” Claudia Falcone en La noche de los lápices, es su media hermana3 y Francisco “Paco” Urondo, uno de los cabecillas de las FAR y Montoneros, su primo hermano, veinte años mayor.
Esa noche tuvo a su cargo las acciones de apoyo desde el interior de la unidad y siguiendo el plan al pie de la letra, guio a sus compañeros hasta los puestos de guardia y los objetivos del ataque, a saberse, la Sala de Armas y el almacén de medicamentos.
La sección subversiva se dividió en dos; la primera corrió hasta la guardia principal, donde irrumpió sorpresivamente, apuntando al personal con sus armas. Tomados por sorpresa, el teniente primero Eduardo Rusch, el sargento Lince y el conscripto fueron reducidos y una vez en el suelo, maniatados por la espalda y amordazados. Mientras tanto, sus compañeros se apoderaban de los puestos 1 y 4, desarmando a sus hombres, atando sus manos por detrás y colocándoles cintas plásticas en la boca.
Salvo los soldados del Puesto Nº 2, el personal fue concentrado en la Sala de Guardia, junto a Rusch y Lince, y allí quedaron, a merced de dos custodios, en tanto el resto se encaminaba a los depósitos de armamento, siempre encabezados por Invernizzi.
Al llegar al lugar, se detuvieron junto a la puerta y esperaron que el entregador hiciese su trabajo.
-¿Quién es, que pasa? – preguntó el dragoneante Osvaldo Degdeg, al escuchar ruidos extraños.
-Nada, soy yo, Invernizzi.
-Ah, ¿qué querés? – preguntó aquel al abrir.
-¡Que te quedes quieto! – dijo el traidor encañonándolo.
-Dejate de macanas –respondió Degdeg al ver el arma.
-¡Quedate quieto que esto va en serio! – volvió a decir.
Al ver ingresar al grupo de guerrilleros, el dragoneante extrajo su arma y disparó, hiriendo a uno de los subversivos, pero uno de sus compañeros, que portaba una ametralladora, abrió fuego, alcanzándolo a la altura de la cadera, las piernas y el hombro derecho. Degdeg cayó al suelo, cubierto de sangre, en tanto los subversivos se abalanzaban sobre las armas para llevarlas hasta el camión.
Cargaron con 150 fusiles FAL, pistolas, revólveres, uniformes, municiones y según algunas versiones, se encaminaron también al almacén de medicamentos para apoderarse de drogas, insumos e instrumental y destruir parte del mobiliario y lo que no se pudieron llevar.
Entrada para vehículos sobre la calle 15 de Noviembre
(Fotografía: "La Prensa")
Por más que subversivos devenidos en intelectuales digan hoy que los atacantes en ningún momento mostraron agresividad para con sus víctimas, versiones que circularon entonces dan cuenta de los malos tratos que Rusch y Lince debieron soportar, recibiendo patadas, empellones e insultos por parte de sus guardias, quienes en más de una oportunidad, manifestaron pertenecer al ERP.
El grupo cargaba las armas en el camión cuando a las 3 de la mañana, un soldado del Puesto Nº 2 logró aflojar sus ataduras y desatarse. Una vez libre, hizo lo propio con sus dos compañeros y aprovechando que el guardia armado se alejaba por el pasillo, cumpliendo su ronda, ganó el exterior, seguido inmediatamente detrás por uno de los soldados que acababa de liberar4.
Una vez en la calle, corrieron hacia la comisaría 28ª, situada a escasas dos cuadras, en dirección sur5 y una vez allí, dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Sin perder tiempo, el oficial a cargo dio aviso al Comando Radioeléctrico y este envió un patrullero para que confirmase si efectivamente, en la dependencia militar ocurría algo anormal.
El vehículo policial se aproximó cautelosamente a la unidad militar y cuando estuvo frente al portón de rejas, se detuvo. De su interior descendió el agente Félix Alais quien aparentando la más absoluta calma, camino hacia la entrada para hablar en el soldado de guardia. Lo primero que le llamó la atención fue su aspecto y mucho más el del “oficial a cargo” cuando este se presentó en compañía de dos conscriptos. Había algo en su indumentaria que no cuajaba.
Alais preguntó si todo estaba en orden y el suboficial le dijo que sí. Cuando regresó al patrullero, le indicó a su compañero que arrancara y tomando la radio informó a sus superiores que el Comando de Sanidad había sido copado.
A las 3:30 el comando policial ya había tomado conocimiento de lo que ocurría y después de impartir el alerta general, puso en marcha un operativo cerrojo que incluyó numerosos patrulleros, carros de asalto, dos destacamentos de bomberos con una usina portátil, ambulancias y efectivos de diferentes seccionales, en especial, del 6º Cuerpo de Vigilancia, los cuales se apresuraron a bloquear las calles y tomar posiciones, rodeando completamente al Comando de Sanidad.
Al mismo tiempo, se cursó una llamada al jefe de la unidad, general-médico Alberto Donnes, quien se encontraba en su domicilio particular, y luego de imponerlo de la situación, éste se puso en contacto con el Regimiento de Patricios, en el barrio de Palermo, para informar la novedad. 
Plano con la ubicación de los hechos. Marcado en gris
el Comando de Sanidad Militar
(Fotografía: "La Prensa")

La actitud de aquellos conscriptos, corriendo hacia la comisaría para advertir sobre el ataque extremista, desmiente las versiones de autores como Horacio Verbitsky, Gustavo Plis Steremberg, Eduardo Luis Duhalde y militantes de organizaciones de derechos humanos, en el sentido de que los soldados rasos y el pueblo estaban con la guerrilla, que se desvivían por ayudarla y hacían lo imposible para darle soporte a la hora de enfrentar a las Fuerzas Armadas.
La ciudadanía veía con verdadero estupor las acciones subversivas y se indignaba ante el la forma de actuar de sus cuadros. Ese sentimiento alcanzará su pico más alto en diciembre de 1974, con el asesinato del capitán Humberto Viola y su pequeña hija de tres años6 y se mantendrá latente por algún tiempo más. La población aprobaba los procedimientos represivos, aún los más violentos y en los cafés, las sobremesas y los reportajes que se realizaban en la calle, pedía más.
Quien diga lo contrario miente o no ha vivido esos años. La ruptura llegaría después, a finales del gobierno justicialista y sobre todo, tras el golpe de Estado del 76, cuando las Fuerzas Armadas y de Seguridad les dieron a los ciudadanos el mismo trato que a delincuentes y sediciosos.
El estado de psicosis al que el terrorismo llevó al país, hizo que todo el mundo fuera sospechoso, todos una amenaza, criminales en potencia o extremistas.
Ser detenido en un retén, demorado en averiguación de antecedentes, interrogado en la calle o registrado, era motivo de tratos denigrantes, gritos, empellones e incluso arrestos, lo que significaba un muy mal momento para quien los padeciera, incluso con peligro para su integridad física. Las fuerzas de seguridad obraron con prepotencia llevándose por delante a todo el mundo y nadie estaba a salvo de ser denigrado. Quien acudía a una comisaría para hacer una gestión, por más simple que fuera, salía con la sensación de haber sido humillado.
Se trataba, sin duda, de un calvario, una verdadera odisea pues cualquier semianalfabeto a cargo de la guardia, o los agentes de turno, solían vapulear, insultar y degradar a quien fuera, sin distinción de sexo o edad, desde profesionales, técnicos, docentes y comerciantes hasta operarios, oficinistas, obreros o indigentes.
Eso fue lo que malquistó a la gente con las Fuerzas Armadas y sobre todo la policía y no la guerra sucia. ¡Cómo si al argentino le preocupase la suerte de otro que no sea él mismo! Y lo peor fue que las autoridades permitieron esos excesos, las “democráticas” y las castrenses, incluyendo actos delictivos, atropellos y aberraciones. Pero para eso falta todavía. En tiempos del copamiento, el ciudadano común seguía de cerca los acontecimientos y deseaba fervientemente que la guerrilla terrorista fuese aniquilada.

Una vez impuesto de la situación, el general-médico Donnes llamó al Regimiento de Infantería 1 Patricios, en los cuarteles de Palermo, para informar la novedad y solicitar apoyo. De manera inmediata, se ordenó el alistamiento de medio centenar de hombres, los cuales portando armas largas y uniforme de combate, abordaron varios camiones y a las 5 a.m. partieron velozmente por la Av. Santa Fe, en dirección sur. Los dirigía el coronel Juan Bautista Sasiaiñ y su segundo, teniente coronel Raúl Juan Duarte Ardoy. A todo esto, en el lugar de los hechos, los subversivos ya se habían percatado de que estaban rodeados y tomaban posiciones para defenderse de un eventual asalto (04:45). Aún no lo sabían, pero personal de la Superintendencia de Seguridad Federal, vestido de civil, se había posicionado en las azoteas del Hospital Militar Central y aguardaba expectante el inicio de las hostilidades. Para entonces, habían evacuado al combatiente herido por Degdeg, introduciéndolo en un vehículo de la sección de apoyo, el cual se acercó velozmente al portón de 15 de Noviembre y luego partió hacia la posta sanitaria más próxima, prueba de que los atacantes eran más numerosos y estaban mejor organizados de lo que se creyó en un primer momento.
Teniente coronel
Raúl Juan Duarte Ardoy
A las 04:55 se hizo presente en la seccional 28ª el teniente Roberto Arturo Shaw, al frente de 30 hombres, el cual procedió a interrogar a los conscriptos fugados para que le brindasen los detalles del asalto y la distribución de los edificios. A las 05:40, la columna motorizada del Regimiento Patricios llegó a la zona; lo hizo por la Av. Caseros y dejando a su derecha el Parque Florentino Ameghino, cruzó Pichincha y se detuvo en Pasco, donde el coronel Sasiaiñ hizo apear a sus hombres, para dividirlos en dos secciones. A la primera, la desplegó frente al predio, por la misma arteria por la que había llegado y a la segunda, la envió por la transversal, al mando teniente coronel Duarte Ardoy, con la orden de tomar por asalto la unidad. Siguiendo las indicaciones, el oficial partió en uno de los camiones, llevando a parte de sus hombres a bordo y la restante a pie. De esa manera, se introdujo por Pasco, pasando junto al tenebroso edificio de la cárcel de Caseros y se detuvo junto al muro del Comando de Sanidad. Una vez allí, hizo una seña con el brazo derecho y todos saltaron por encima de la pared, introduciéndose en el predio. Para entonces, se habían emplazado cañones sin retroceso, morteros, ametralladoras pesadas y tanques, los cuales esperaban atentos la orden de ataque. En ese momento, se advirtió en medio de la obscuridad, que en uno de los pisos superiores una persona agitaba lo que parecía ser un trapo. Alzando la voz, el coronel Sasiaiñ preguntó si se querían rendir; el desconocido se limitó a pedir una tregua para sacar a los heridos. Tras una breve consulta con los mandos, los militares accedieron. Minutos después, una hoja del portón que daba sobre 15 de Noviembre se abrió y cuatro subversivos sacaron a la calle al teniente primero Rusch y al soldado Degdeg, depositándolos sobre la vereda para introducirse nuevamente en el edificio. Una ambulancia del CIPEC7 se hizo presente y después de cargar a ambos, partió raudamente hacia el Hospital Militar Central. A las 05:20, las tropas sitiadoras intimaron a la rendición por medio de altavoces pero la respuesta fue un prolongado silencio que no hizo más que tensar la situación. El movimiento de tropas era realmente imponente y eso llamó la atención de los vecinos, quienes percatados del mismo, comenzaron a asomarse tímidamente por puertas y ventanas, para ver lo que sucedía. A las 06:35 se les concedió a los insurgentes un plazo de tres minutos antes de abrir fuego, el cual fue ampliado a cinco, pero ante el silencio que siguió a continuación, se les ordenó a los tanques iniciar la aproximación. Los mismos se desplazaron por Combate de los Pozos y a la altura del Comando se detuvieron con sus trompas de frente. Vencido el tiempo acordado, el coronel Sasiaiñ concedió cinco minutos más e impartió directivas ordenando adoptar posiciones de combate.
Camión del Ejército
(Imagen: "La Razón")
En esos momentos, varios insurgentes se asomaron por las ventanas de los pisos superiores y abrieron fuego con sus armas largas. Los soldados en la calle se pusieron a cubierto; en tanto, desde las azoteas de los edificios ubicados en 15 de Noviembre y Combate de los Pozos, las ametralladoras pesadas y los hombres allí apostados devolvieron la agresión, lo mismo la policía de civil en el Hospital Militar. Las fuentes subversivas dirán, varios años después, que eso no sucedió ya que sus mandos habían ordenado disparar solo en caso de que los militares tomasen por asalto el Comando, pero las crónicas de la época dan cuenta del enfrentamiento, el cual habría de prolongarse por más de veinte minutos. Al menos uno de los tanques apuntó hacia las aberturas de la primera planta y efectuó varias descargas perforando la mampostería y haciendo añicos las ventanas del frente.  Los insurgentes se replegaron hacia el interior del edificio, llevándose a la rastra al menos un herido. Fue entonces que Duarte Ardoy dio la orden de avance. El primero en incorporarse fue un suboficial auxiliar, deseoso de encabezar el asalto, pero su superior lo detuvo tomándolo del brazo.
-¡No! – le dijo en voz baja- primero me corresponde a mí.
De esa manera, seguido por su segundo, el capitán Héctor Horacio Gasquet, Duarte Ardoy echó a correr hacia el lateral izquierdo, en dirección a una puerta metálica que daba al Hospital Udaondo. Carlos Ponce de León, responsable político de la Capital Federal, se encontraba en la cocina del primer piso, cuando advirtió el movimiento a través de una ventana con mosquitero. Volviéndose hacia su gente, le informó que las tropas se lanzaban al asalto y sin esperar, uno de sus hombres asomó parte de su cuerpo y cuando los soldados disparaban contra la cerradura, para hacerla saltar, accionó el gatillo y abatió al oficial.  Duarte Ardoy cayó herido, en tanto su gente comenzó a replegarse, cubriendo la acción con algunos disparos, para quitar al herido de la línea de fuego.
-¡Me la dieron…-dijo con un hilo de voz el teniente coronel. Llévenme a la enfermería… y cuídense, por favor.
Con la sección al mando de Gasquet, los efectivos llegaron al muro y procedieron a evacuar a su superior. Para entonces, todo había terminado. En el momento en que Duarte Ardoy cargaba por la parte posterior, los terroristas en el sector frontal sacaron una bandera blanca y se rindieron. Extremadamente debilitados, no pudieron resistir el embate de fuerzas inmensamente superiores, finalizando de esa manera una acción pésimamente planificada y peor ejecutada. Después de deliberar brevemente, Ponce de León convenció a Rubén Suárez (nombre de guerra “Zurdo”) de deponer la actitud y entregarse. Según relataron algunos conscriptos, finalizado del combate, los subversivos intentaron comunicarse por teléfono con abogados, jueces y representantes de la prensa para solicitarles que se hicieran presentes al momento de la entrega. Los guerrilleros fueron saliendo en fila india, con los brazos en alto. Hernán Invernizzi, el entregador que se hallaba bajo bandera, iba delante; Ponce de León fue el último en aparecer, llevando consigo dos FAL e igual número de pistolas 45. Uno de los oficiales que acababa de recuperar el establecimiento le arrancó los fusiles de las manos, le quitó los cargadores y los arrojó al piso.
Algunos de los conscriptos reducidos durante el asalto al Comando de Sanidad controlan
las adyacencias una vez finalizadas las acciones. Junto a ellos, un reportero
(Imagen: Guerra de guerrillas, Ediciones Fernández Reguera)

Además de Invernizzi, Suárez y Ponce de León, fueron detenidos Alberto Elizalde, Alejandro Enrique Ferreyra Beltrán, Ramón Alberto Gómez, Miguel Ángel López, Rubén Oscar Juárez, Rodolfo Omar Rodríguez, Gabriel Francisco Debenedetti, Martín Ricardo Marcó, Oscar Mathews, Arturo Vivanco y Eduardo Anguita, todos recientemente beneficiados por la reciente excarcelación masiva de Cámpora y la ley de Amnistía dictada por el Congreso. Pero aquellos trece hombres no eran todos pues a poco de finalizado el asalto, se supo que había actuado un número mayor de combatientes, conformando los grupos exteriores de apoyo y las postas sanitarias, hacia una de las cuales fue evacuado el miliciano herido por el dragoneante Degdeg. Los detenidos fueron obligados arrojarse boca abajo en la vereda, se les ordenó poner las manos en la nuca y a continuación fueron sometidos a riguroso registro en tanto las tropas que habían tomado el edificio, liberaban uno a uno a los imaginarias. En esos momentos apareció el capitán de Aviación Emilio Daniel Terán, quien se dirigió a los guerrilleros con duras palabras y posteriormente habló con la prensa para confirmar que algunos de sus hombres habían padecido malos tratos por parte de sus captores.

Voces de repudio se alzaron contra el golpe guerrillero desde amplios sectores del quehacer nacional.
Ese mismo día, el gabinete en pleno mantuvo una reunión presidida por el propio Lastiri, donde se a analizó la situación y evaluó el alcance de los hechos. La misma se prolongó desde las 13:10 hasta las 14:20 y en ella estuvieron presentes, el jefe de la Policía Federal, general (RE) Heraclio Ferrazzano y el comandante del I Cuerpo de Ejército, general de brigada Leandro Anaya con quienes se dio a conocer un comunicado en el que expresaban su repudio y condena al ataque.

El pueblo argentino ha sido sorprendido esta madrugada por un hecho que atenta contra la vocación manifiestamente expresada en el proceso político iniciado el 11 de marzo en favor de la paz, la reconstrucción, la liberación nacional y la integración continental. Al respecto, el Gobierno d ela Nación expresa su más decidido repudio al intento de ocupación y robo perpetrado en las primeras horas de hoy por elementos antinacionales contra la Dirección Nacional de Sanidad del Ejército, copamiento que fracasó rotundamente debido a la rápida y eficaz acción coordinada de las fuerzas del Ejército y la Policía Federal. El repudio ante el fracasado intento es aún mayor teniendo en cuenta que varios integrantes del grupo invasor recobraron su libertad el 25 de mayo último, merced a la amnistía concedida a los presos políticos para comenzar una nueva etapa en el país.
También es de estacar que en la Dirección de Sanidad del Ejército asaltada, se elaboran y almacenan productos medicinales destinados a satisfacer necesidades, no sólo de las Fuerzas Armadas, sino del resto de la población. Al expresar su repudio por el fracasado intento perpetrado hoy por grupos aislados contra la Dirección de Sanidad del Ejército, el Gobierno de la Nación subraya que sobre los integrantes de tales grupos caerá la ley con todo su rigor. La persistencia de los elementos antinacionales en producir hechos como los de esta madrugada demuestra que esos grupos sólo buscan crear el caos y son enemigos del estado argentino. Además evidencia su total desvinculación del pueblo el que, en alguna oportunidad, pretendieron engañar fingiendo apoyarlo en sus reivindicaciones sociales. Es de destacar que en momentos en que el sentido nacional el proceso político se expresa a través de las organizaciones partidarias legalmente constituidas, ese pequeño sector antinacional, absolutamente minoritario, que no exhibe respaldo alguno, representa la subsistencia de una mentalidad dependiente, intenta también, vanamente, herir a las Fuerzas Armadas, en este caso particular al Ejército, sin comprender que aquellas instituciones sean incorporado al afecto popular y al proceso nacional. En consecuencia, la actitud de ese pequeño grupo minoritario hiere a todo el pueblo, sin distinción de sectores. Resulta además bien claro que se intenta separar al pueblo de las fuerzas armadas dentro del proceso de liberación cultural, económica, política, en momentos en que el comandante en jefe del Ejército, en nombre del Gobierno Nacional, reafirma a nivel continental el sentido de independencia de nuestro país y de nuestra América. Al lamentar las víctimas provocadas por los hechos de esta madrugada –todas ellas pertenecientes al Ejército, entre las cuales se encuentra el teniente coronel Raúl Juan Duarte Ardoy, segundo jefe del Regimiento de Infantería 1 Patricios, heroi8camente caído en la acción-, el Gobierno reitera que el fracaso del copamiento obedece a la rápida y eficaz acción coordinada del Ejército y la Policía Federal, que intervinieron alertados por los soldados conscriptos que lograron liberarse. Por otra parte, el Poder Ejecutivo ha resuelto ascender “post mortem”, al grado inmediato superior al teniente coronel Raúl Juan Duarte Ardoy, a cuyo efecto ha solicitado el correspondiente acuerdo al H. Senado de la Nación. El Gobierno Nacional, por último, reafirma su propósito de fortalecer el orden, la paz y la tranquilidad del país, como base esencial para que la Argentina avance definitivamente hacia su destino histórico de grandeza y reafirma también su decisión de poner fin a la acción disolvente de los grupos minoritarios que están al servicio de intereses ajenos al ser nacional. 

También en el Estado Mayor del Ejército se llevó a cabo a media mañana, una reunión con los mandos, encabezada por el general Luis Betti. Las organizaciones gremiales, con la CGT a la cabeza, manifestaron su repudio y en el Congreso, el bloque de diputados del FEJULI dio a conocer una declaración expresando su condena. A su vez, Antonio Tróccoli, presidente de la bancada radical, dijo: “Este es un hecho inusitado en la cadena de episodios de este tipo. Es condenable y lamentable por sus consecuencias. Seguimos afirmando que este no es el camino idóneo para superar los problemas argentinos”. Y en sentido similar se pronunciaron el presidente de la Cámara de Diputados, Dr. Salvador Busacca y la mayoría de los bloques. Quien sorprendió a todos con sus declaraciones fue el propio Perón, al ser requerido sobre el asunto en la puerta de su residencia. Según sus palabras, el intento subversivo no era otra cosa que un delito común, un caso policial que debía ser resuelto por las fuerzas de seguridad y la justicia.
-Yo ya aclaré que los grupos de izquierda, si funcionan dentro de la ley, serán respetados. Pero si hacen cosas fuera de ella, es un asunto policial - dijo al ser abordado por los periodistas en la puerta de su domicilio.
Perón acababa de recibir al prestigioso neurocirujano Raúl Matera, quien se había acercado hasta el lugar para hacerle una visita de cortesía, y cuando lo acompañaba hasta la vereda en compañía de Lastiri (20:45), fue rodeado por los hombres de prensa.
-El delito es civil –continuó diciendo- ellos son civiles que entran a robar a la casa de un militar. Es lo mismo que yo entre a robar a la casa de un médico o un abogado, el delito es civil.
Cuando uno de los reporteros le pidió que ampliara esos conceptos, el ex mandatario agregó con tono molesto:
-Si yo tuviera que decirle a usted todo lo que hay que hacer para sacar al país de la emergencia… Es un hecho policial y en consecuencia debe ser resuelto dentro de lo que el Código Penal establece para esta clase de delincuentes. Yo no le veo otra trascendencia a este asunto.
Al ser indagado si pensaba acudir al velatorio del teniente coronel Duarte Ardoy, Perón respondió negativamente porque su médico personal le había recomendado no salir de noche. Haciendo suyas las palabras del líder, las 62 Organizaciones, dieron a conocer su postura: 

Estos asesinos han puesto otra nota trágica en circunstancias en que nuestra patria está ante la posibilidad de retomar el plano de privilegio del que fuera desplazada por la reacción en 1955 […] es hora de decir basta y como delincuentes comunes que son hay que castigarlos con todo el peso de la ley.
En ellos no hay romanticismo ni justificativo valedero. Sólo la artera conducta que pone constante luto en nuestro pueblo y que merece la repulsa de todos los argentinos sin distinción de clases ni banderías.
El castigo no va a demorar. Nadie llorará cuando estos asesinos sin Dios y sin Patria reciban la condena que ellos mismos se han buscado. 

En tanto los subversivos que habían tomado parte en el ataque eran puestos a disposición de la justicia ordinaria, Hernán Invernizzi fue derivado a la castrense porque al momento de producirse los hechos, se hallaba bajo bandera8. Lejos de allí, en los cuarteles del Regimiento de Infantería 1 Patricios, eran velados los restos del teniente coronel Duarte Ardoy, dándose cita una nutrida concurrencia.
Exequias del teniente coronel Duarte Ardoy en el cementerio de la Chacarita
(Imagen: "La Prensa")

Alrededor de las 18:00 horas, se hicieron presentes el presidente de la Nación, Raúl Lastiri; el ministro de Defensa, Dr. Ángel Federico Robledo y el comandante en jefe de la Armada, almirante Carlos Álvarez. Ni bien llegaron, se dirigieron a la capilla ardiente para darle el pésame a la madre y a su viuda Eva Ruth Ortega, quienes sumidas en profundo pesar, les agradecieron su palabras. Media hora después llegó el comandante del I Cuerpo de Ejército, general de brigada Leandro Enrique Anaya, acompañado por el jefe del Regimiento, coronel Juan Bautista Sasiaiñ que acababa de mantener una reunión a puertas cerradas con los integrantes de su comando. También concurrió el ministro del Interior, Benito Llambí, seguido por oficiales de las tres armas, autoridades de la Policía Federal, funcionarios y dirigentes gremiales. El cortejo que acompañó los restos hasta el panteón de la Sociedad de Socorros Mutuos de las FF.AA., en el cementerio de la Chacarita, fue imponente; doce vehículos fúnebres portando las ofrendas florales, seguidos por una extensa hilera de automóviles particulares. Efectivos del Regimiento Patricios, luciendo el histórico uniforme, aguardaban formados en el acceso a la necrópolis junto al ministro del Interior, Benito Llambí; el de Cultura y Educación, Dr. Jorge S. Taiana; de Justicia, Dr. Antonio J. Benítez y de Defensa, Ángel F. Robledo. Junto a ellos, se encontraban el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, brigadier general Luis M. Fautario; el vicario castrense, monseñor Victorio Bonamín, los tenientes generales retirados Alcides López Aufranc, Elbio C. Anaya y Julio Alsogaray y distintos representantes del quehacer político y social del país. Al ser depositado el ataúd en el lugar del postrer reposo, hicieron uso de la palabra el teniente coronel Noé Rodríguez Lilo, en nombre de la promoción del militar extinto y el general Leandro E. Anaya, cerrando monseñor Bonamín con el responso asistido en este caso por el padre José Menestrina, capellán mayor del Ejército. Para entonces, circulaba a través de los medios el comunicado emitido por las autoridades del movimiento justicialista, mostrando su marcada condena al acto terrorista y sus mentores.

Es evidente que estos revolucionarios de opereta desoyeron la advertencia del general Perón y sacaron los pies del pato. Deben ignorar que cuando a los pueblos se les agota la paciencia hacen tronar el escarmiento. El Movimiento nacional Justicialista repudia la acción de este grupo aliado a la reacción y el gorilismo, sumisos sirvientes del trotskismo que al ver fracasada toda su dialéctica absurda, recurren a la violencia, en los últimos estertores de sus filosofías perimidas […] Una vez más los enemigos del pueblo se han mostrado en toda su ruindad, produciendo un episodio que, a todas luces, está dirigido a quebrar la paz y la tranquilidad que deben imperar en estos momentos, previos a la decisión suprema de toda la ciudadanía, dispuesta a reencontrarse con sus verdaderos valores de nacionalidad, justicia social y una efectiva liberación. El ERP busca el caos, que sirve a sus subalternos propósitos.

Discurso contrario al que utilizaría la dirigencia en los años ochenta, cuando se hizo un deporte denostar a las Fuerzas Armadas, malquistar a la ciudadanía con ellas, desarmarlas y vilipendiarlas, haciendo pagar a justos por pecadores.


Imágenes
Un vehículo militar en las inmediaciones del Comando
(Imagen: "La Razón")

Efectivos del Regimiento de Infantería 1 Patricios
apostados frente a la unidad copada
(Imagen. "Estrella Roja")

Impactos en el frente del edificio (Imagen: "La Razón")

Armamento incautado a los subversivos (Imagen: "La Razón")

Tropas del Ejército (Imagen: "La Razón")

Los insurgentes deponen su actitud
(Imagen: "Clarín")

Otros dos subversivos reducidos (Imagen: "La Prensa")

Conscriptos liberados montan guardia (Imagen: "La Razón")

El capitán de aviación Emilio Daniel Terán
formula declaraciones a la prensa
(Imagen: "La Razón")

Reporteros televisivos llegan al lugar de los hechos (Imagen: Guerra de guerrillas, Ediciones Fernández Reguera)

Dos de los atacantes detenidos.
Carlos Ponce de León (izq.) y Ramón Alberto Gómez
(Imagen: "La Prensa")
Hernán Invernizzi, el entregador
(Imagen: "Estrella Roja")

El presidente Lastiri ofrece sus condolencias
a la madre del teniente coronel Duarte Ardoy
(Imagen: "La Razón")
Una multitud acompaña los restos del teniente coronel Duarte Ardoy
hasta el cementerio de la Chacarita. Será ascendido "post mortem" al
grado superior
(Imagen: "La Razón")
Situación económica de la Argentina al momento de entregar los militares el poder
¿Se vivía realmente una crisis?
("La Razón", septiembre de 1973)
Quienes han abordado la historia de los años setenta, se han encargado
de ocultar información. Pese a la situación de violencia que vivía el país
la Argentina se hallaba a la cabeza de América Latina
("La Razón", septiembre de 1973)



El Estado Mayor del Ejército se reúne para pronunciarse. De izq. a der.
Gral. de Brigada Leandro Anaya, Cnel. Juan Bautista Sasiaiñ, Tte. Gral.
Jorge Raúl Carcagno leyendo una declaración y Gral. de Brig. Luis Betti
(Imagen: "La Prensa")
Notas
1 Unidad Penitenciaria Nº 6.
2 Según diarios de la época, el personal militar era de 170 hombres, 20 de los cuales se hallaban asignados a la guardia.
3 Nacido en el barrio porteño de Caballito, Invernizzi hizo dos años de Sociología y uno de Antropología, antes de decidirse por Filosofía y Letras. Cursó el bachillerato en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza y a finales de 1972 se incorporó al ERP.
4 El tercer conscripto no alcanzó a huir de la unidad.
5 La comisaría se hallaba ubicada en Av. Vélez Sársfield y Patagones (hoy Dr. Enrique Finochietto).
6 En el atentado resultó gravemente herida la hija mayor, María Fernanda, de cinco años de edad.
7 Centro Informativo Permanente para Emergencias y Catástrofes.
8 El mismo día del ataque, el juez Leopoldo Insaurralde (secretaría del Dr. Eduardo F. Marquardt) declinó verbalmente su jurisdicción para intervenir en la causa por entender que los hechos eran competencia de la justicia militar en la cual los elementos actuantes habían procedido utilizando uniformes y armamento de guerra y los entregadores se encontraban bajo bandera. Invernizzi permaneció en prisión hasta el fin del régimen militar.

Fuentes
Comando General del Ejército, El Ejército de hoy (Páginas para su historia), Ejército Argentino, Bs. Aires, 17 de agosto de 1976.
Ramón Genaro Díaz Bessone, Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978), Círculo Militar, Bs. As., 1988.
Guillemo Martín Caviasca, “El copamiento de ‘Sanidad’: la política militar del
PRT-ERP y Montoneros por caminos diferentes”, Universidad de Buenos Aires, Cuadernos de Marte Año 5, Nº 7,  julio-diciembre de 2014.
John Pimlott, Ian Beckett, David Johnson, Nigel De Lee, Peter Reed y Francis Toase, Guerra de guerrillas, Ediciones Fernández Reguera, Buenos Aires, 1987. Capítulo: “Argentina”.
Diarios y revistas: "La Razón", "La Nación", "La Prensa", "Clarín", "Estrella Roja".
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