BERGOGLIO: ÚLTIMA ETAPA DE LA REVOLUCIÓN
BERGOGLIO: SÓLO UNA ETAPA MÁS EN LA REVOLUCIÓNP. Ugo Carandino
Imagen de de Non Possumus
28 de abril de 2017 . El pensamiento de tantos “tradicionalistas” de hoy coincide con el lenguaje que usaba Lutero contra el Papado, cuando negaba la infalibilidad de los sucesores de Pedro y los acusaba de haberse desviado en la fe y en la moral. La causa de esta paradoja (encontrarse entre los heterodoxos en nombre de la ortodoxia) hay que buscarla en la enseñanza de aquellos que -herederos más o menos inconscientes del viejo galicanismo y seguidores (conscientes) de la Action Française- a partir de los años 70 han deformado las conciencias de los buenos católicos, sembrando la creencia de que los papas pueden errar en la enseñanza doctrinal o promulgar nocivas leyes litúrgicas (el nuevo misal, el nuevo ritual) y disciplinarias (el nuevo derecho canónico)
Este
boletín, preparado a principios de Cuaresma, llegará a los oratorios de
nuestro Instituto casi al final del tiempo cuaresmal, y a las casas
probablemente después de la Santa Pascua. El empeño de todo cristiano de
seguir fielmente la ley y el espíritu de la Cuaresma, para poder
celebrar luego santamente la Resurrección del Señor, es perturbado por
Bergoglio y sus seguidores, que actúan ahora descaradamente, causando
daños inconmensurables en las almas. Luego están los daños
“colaterales”, que afectan a los que disienten de la línea trazada por
el jesuita argentino, quisiera tratar brevemente algunos de estos
aspectos.
El
primero de estos daños es paradójico: disentir de los errores
doctrinales de Bergoglio en nombre de la fe católica y encontrarse
utilizando los mismos argumentos de los enemigos históricos de la santa
Fe. Acusar a aquel que es considerado el
papa legítimo, el Vicario de Cristo, la Cabeza visible de la Iglesia,
de actuar contra la Iglesia, y por tanto contra Cristo mismo, es un cortocircuito que fulmina desde hace tiempo al llamado “tradicionalismo” católico.
Un
ejemplo entre tantos: reconocer a Bergoglio como papa (“el papa” en la
variante de Maurizio Blondet, personaje que no tiene ninguna carta en
regla para hablar de religión católica: basta pensar en el artículo
blasfemo para con Nuestro Señor que escribió hace años y que nunca ha
retractado) y acusarlo,
en el ejercicio de aquello que debería ser el magisterio petrino, de
engañar a las almas con su apertura ecuménica hacia Lutero, no es signo
de ortodoxia católica, sino más bien de… ¡luteranismo! Alguno
leerá sorprendido o fastidiado estas líneas, y sin embargo el
pensamiento de tantos “tradicionalistas” de hoy coincide con el lenguaje
que usaba Lutero contra el Papado, cuando negaba la infalibilidad de
los sucesores de Pedro y los acusaba de haberse desviado en la fe y en
la moral. La causa de esta paradoja (encontrarse entre los heterodoxos
en nombre de la ortodoxia) hay que buscarla en la enseñanza de aquellos
que ‒herederos más o menos inconscientes del viejo galicanismo y
seguidores (conscientes) de la Action Française‒
a partir de los años 70 han deformado las conciencias de los buenos
católicos, sembrando la creencia de que los papas pueden errar en la
enseñanza doctrinal o promulgar nocivas leyes litúrgicas (el nuevo
misal, el nuevo ritual) y disciplinarias (el nuevo derecho canónico).
Evidentemente, para conservar la fe
amenazada por los errores de Bergoglio, el camino no es elegir entre el
lado acuerdista de Mons. Lefebvre (hoy representado por Mons. Fellay) o
el lado aparentemente extremista (Mons. Williamson), sino la adhesión integral a la doctrina católica, a partir de la constatación de la Sede vacante.
El
segundo daño “colateral” es olvidar lo que sucedió antes de Bergoglio.
Es verdad que la naturaleza humana tiende a veces a idealizar el pasado
(sobre todo porque agrada pensar en cuando éramos más jóvenes …), pero
no se puede deformarlo completamente. El pasado reciente de la Iglesia señala
en los predecesores de Bergoglio a los personajes que han determinado
el triunfo (momentáneo) del modernismo en el “seno mismo de la Iglesia”.
Remito a los lectores al archivo de la revista “Sodalitium”, donde
podrán seguir los pasos de la marcha devastadora de los errores
modernistas.
Quien se escandaliza ‒con razón‒ de la estatua de Lutero en el Vaticano, no debe olvidar que es la consecuencia de las innumerables reuniones ecuménicas queridas por Juan Pablo II y Benedicto XVI con protestantes, anglicanos y cismáticos griegos. El elogio bergogliano a Lutero es el eco de los que hicieran, antes que él y mejor que él, Wojtyla y Ratzinger. ¿Bergoglio
recibe constantemente la visita de delegaciones judías e islámicas en
el Vaticano? Es la consecuencia de las escandalosas jornadas de Asís
inauguradas por Juan Pablo II y continuadas por Benedicto XVI, así como
las visitas a las sinagogas, al muro judaico de los lamentos, a las
mezquitas y a otros templos acatólicos, el beso del corán (J.P. II) y la
oración con los pies descalzos dirigida hacia la Meca en la mezquita
azul de Estambul (B. XVI), los encuentros con las delegaciones de la
masonería judía de B’nai B’rith, etc.
¿La Amoris Lætitia?
Lean las nuevas normas para “la anulación” de los matrimonios y verán
cómo Wojtyla y Ratzinger ya habían desquiciado la indisolubilidad del
matrimonio. ¿El momento de oración ante el cadáver de dj Fabo? Hace
décadas que los funerales religiosos a los suicidas, concubinos y
divorciados vueltos a casar son una práctica habitual. ¿Las vísperas
anglicanas en el Vaticano? Relean el “Breve examen crítico del Novus
Ordo Missæ” para recordar que es desde el primer domingo de Adviento de
1969 que un rito “protestante” (que Benedicto XVI ha definido como “rito
ordinario”, y como tal ha sido aceptado por muchos “tradicionalistas”)
ha sustituido al Santo Sacrificio de la Misa en casi todas las
iglesias.
Casi
parece que Bergoglio sirve para “catolizar” a sus predecesores, siempre
debido a la visión minimalista del papado (ya que los papas yerran en
materia de fe, elijamos a los que tal vez han errado menos). A este
paso, no resta más que esperar el día en que se impugnen a los futuros
ocupantes de la Sede Apostólica en nombre de la ortodoxia de…
¡Bergoglio!
Para
quien lea estas líneas todavía en Cuaresma, vaya el deseo de perseverar
en la oración y la penitencia y de preparar la Comunión pascual con una
buena y santa confesión. Y para todos, el deseo de seguir fielmente a
Cristo resucitado para participar en Su triunfo. El Resucitado ha
prometido la asistencia divina a San Pedro y a (todos) sus sucesores: y
entonces, en comunión con los buenos cristianos de todos los tiempos,
exclamamos siempre: “¡viva el Papa!”
P. Ugo Carandino, editorial de “Opportune Importune” nº 32, Cuaresma 2017
De Integrismo
Visto en Católicos Alerta