2015: El año en que votamos a Kerenski
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“Traición, señor, es sólo una cuestión de fechas”. Frase de Charles Maurice de Talleyrand al zar Alejandro I.
No
sé si por liviandad o ignorancia o abrumados por el desquicio que el
cambio ha traído a la República son muchos los que son incapaces de
dilucidar que en el fondo y aunque a veces se peleen, oposición y
oficialismo son el mismo producto de albañal aunque quizás con distinto
olor. Todo el estiércol político que inunda las instituciones de la
República llevan tatuado en el cerebro la palabra “progres”, donde la
única diferencia se da en que unos, los ladrones anteriores con
pretensiones de “zurdos” son resentidos de alma y los otros son tilingos
con anhelos de creerse nacidos en Recoleta.
Es esa liviandad,
ignorancia o abulia, o quizás el miedo a que vuelvan los bárbaros a
saquear lo que aún no se han podido robar, lo que a muchos les ha hecho
creer que cuando el presidente acompañó a Obama y a Hollande a tirar
flores al río lo hacía en plan de excursión dominical y no como gesto
político hacia una izquierda vernácula a la que teme con el alma y que
lo desprecia profundamente, u olvidar que Gabriela Michetti, la
vicepresidente, fue, como senadora, funcional al “emprendimiento
inmobiliario” de la madre Bonafini aportando su voto para que la dulce
viejita pudiera hacerse con la propiedad de diecisiete hectáreas en
plena Av. del Libertador, o mirar para el costado cuando con su voto se
prestó a la payasada del parque de la memoria donde hay 30.000 chapas de
las cuales sólo el 24% tienen nombre porque el otro 76% responde a una
mentira infame y en las que aquellas que tienen nombre se mezclan en un
carnaval mistongo, el nombre de una prestigiosa y difunta jueza que aún
no ha devuelto su indemnización de desaparecida junto al de un psicópata
como fue Gorriarán Merlo.
No nos confundamos, la murga majadera y
descorbatada que hoy manda- ¿manda?- en la República son “progres” y
como tales tienen, aunque traten de disimularlo, los tics comunes a
estas pandillas de logreros que vienen asolando la República desde 1983:
la cobardía, el desprecio por la palabra empeñada, el desconocimiento
en función de su propio provecho de la historia reciente y la duplicidad
frente a las creencias de la mayoría de los que, equivocados, los
votaron.
Tienen, estos tilingos con pretensiones, una innata
capacidad para mimetizarse. Con sólo leer las declaraciones, referidas
al fallo de la Corte, que una recua de tontos de culo hace -tontos de
culo es el mote que los españoles le dan a los estúpidos sin remedio-
recua integrada, entre otros, por la inefable Michetti que aprendió
temprano que dar lástima reditúa más que el conocimiento, por el jefe de
gabinete, por el ministro de “justicia” y por el saltimbanqui mayor,
Claudio Avruj, que pidió primero respeto por el fallo de la Corte y
luego se desdijo; vemos que en este gobierno todo es en broma cuando no
mentira. Desde los cuentos de las tarifas hasta el “vamos a acabar con
el curro de los derechos humanos”.
Sólo han cambiado los modales
-es que el Newman, el Saint Andrews, el Champa o el Salvador, más
algunos otros- te dan una impronta, aunque vengas de un tano albañil,
que nunca tendrá una grela de Tolosa por más clases que le dé Andrea del
Boca, pero, a más de quince meses del cambio prometido ese es el único
cambio del que podemos dar cuenta.
No hoy, hace ya bastante tiempo
que se han sacado la careta; cuando la historia reciente se les viene
encima llegan a excelsos niveles de necedad y amontonando frases hechas y
huecas aluden a “los procesos, de memoria, verdad y justicia” que no
son otra cosa que los circos judiciales con que se persigue a quienes
combatieron al terrorismo. Su visión de la historia no es muy diferente a
la enunciada por las madres y abuelas de terroristas y por los
emprendimientos financieros de las “orgas” de derechos humanos. Nada hay
de original en ellos, ni siquiera se animan a hacer una concesión a la
teoría de los dos demonios esbozada, años atrás, por los “progres” del
radicalismo. Para ellos no existieron ni Larrabure ni Ibarzábal ni niños
asesinados como María Cristina Viola, Paula Lambruschini o Juan Eduardo
Barrios entre otros.
Para ellos, los culpables son,
taxativamente, todos aquellos que en la guerra contra la subversión
vestían uniformes y que obedecieron el juramento empeñado de defender a
la República de la agresión marxista. Cabe acotar, en beneficio de estos
vivillos que, como se creen más allá de las ideologías, su estrechez
cerebral les impide creer que haya existido una agresión armada
marxista, no, para ellos solo fue una algarada de “chicos maravillosos”
comprometidos con algo que probablemente ni siquiera ellos, en su
ignorancia sepan de qué se trataba.
Si esto no fuera doloroso para
los que vivimos en carne propia la otra parte de la historia -ésa que
está prohibido contar- podríamos tratar a estos farabutes como lo que
son: incompetentes a los que su carencia moral les impide profundizar
cualquier pensamiento más allá de un elemental relato, pero no contentos
con eso se acercan a lo cómico cuando dicen que la justicia debe ir a
fondo, ¿que justicia?, ¿la que ya asesinó a 402 militares y policías?,
¿la que demora once meses para autorizar una operación para extirpar un
tumor canceroso?. No, estos hace ya tiempo que han elegido los albañales
políticos para medrar y, al no haber visto jamás lo que es la payasada
institucionalizada de un TOF en funcionamiento han elegido el papel de
Pilatos, pero lavándose las manos en agua podrida.
¿Alguien puede
en verdad sorprenderse porque el presidente, muy suelto de cuerpo diga,
que el siempre estuvo en contra del 2 x 1?, ¿que Rodríguez Larreta diga
sin ruborizarse que es hijo de desaparecidos porque al padre lo
retuvieron diez días el 24 de marzo?, vamos, acá los estúpidos somos
nosotros, nos asqueaba tanto el kirchnerismo que no queríamos ver lo
obvio, ¿o nos olvidamos cuando, hace años, el PRO apoyó al montonero
Kestelboim como defensor de la ciudad?
Siento una profunda pena
por parientes y amigos que se ilusionaron con la idea de que el Pro era
un partido que rescataría valores que eran caros para una gran parte de
la sociedad, pero la realidad es dolorosa, eso que veían como algo
brillante y que les hacía imaginar un futuro mejor no era un oasis al
fin de la travesía, sólo era un pozo séptico con azulejos brillantes en
lugar de ladrillos.