La democracia liberal y la aconfesionalidad del Estado han traído la
ruina moral y la decadencia a España, porque las Leyes ya no respetan
los principios del Evangelio.
La inicua legislación de los hombres permite y fomenta un sinfín de graves pecados y desórdenes, que ofenden a Dios y degradan al hombre.
A este respecto muchos creen erroneamente que ante tantos malos inevitables no queda otra alternativa que optar por el mal menor. Muchos católicos, de buena fe y por ignorancia, para evitar que gobiernen los enemigos de la Iglesia votan a partidos que, sin ser abiertamente anticlericales en las formas, lo son en el fondo, pues defienden por ejemplo el aborto así como otras falsas “libertades” de la ideología liberal, como la ideología de género, la homosexualidad, etc....
Craso error. El gran menor es una excusa barata, un gran engaño del padre de la mentira. No se puede votar bajo ningún concepto a partidos que se opongan abiertamente a las enseñanzas de Cristo.
Lo correcto es no votar o si se vota hacerlo a aquellos partidos que defienden 100 % los principios cristianos irrenunciables. No importa que estas formaciones sean minoritarías y no tengan apenas opciones de conseguir un escaño siquiera.
Nunca es lícito realizar el mal menor moral. La razón es que el pecado nunca es moralmente lícito. En ese sentido es absolutamente falso el adagio: entre dos males hay que escoger el menor.
Cuando se trata de males físicos, en la necesaria alternativa entre ellos, se escoge razonablemente el menor. Pero entre males morales la alternativa no existe. Un mal moral no se convierte en bien porque se lo escoja en sustitución de otro mayor, que se ofrecía para una elección alternativa. El adagio no tiene aquí aplicación jamás. Antes que realizar lo que es pecado, aunque sea pecado menor y venial, ha de arrostrar el hombre la misma muerte, porque así lo reclama su dependencia de la Suma Santidad divina y su respuesta a la vocación de santidad que se le pide.
Nunca hay necesidad de ejecutar actos pecaminosos que suponen la aplicación de un medio para un fin, porque siempre hay la posibilidad de inhibirse, de no consentir interiormente y de no actuar exteriormente.
En este nuevo programa de BUTACAS VACÍAS el P. Custodio Ballester nos explica de forma sencilla, clara y rotunda, con abundantes ejemplos, como el mal menor no debe tener cabida nunca entre los católicos.
La inicua legislación de los hombres permite y fomenta un sinfín de graves pecados y desórdenes, que ofenden a Dios y degradan al hombre.
A este respecto muchos creen erroneamente que ante tantos malos inevitables no queda otra alternativa que optar por el mal menor. Muchos católicos, de buena fe y por ignorancia, para evitar que gobiernen los enemigos de la Iglesia votan a partidos que, sin ser abiertamente anticlericales en las formas, lo son en el fondo, pues defienden por ejemplo el aborto así como otras falsas “libertades” de la ideología liberal, como la ideología de género, la homosexualidad, etc....
Craso error. El gran menor es una excusa barata, un gran engaño del padre de la mentira. No se puede votar bajo ningún concepto a partidos que se opongan abiertamente a las enseñanzas de Cristo.
Lo correcto es no votar o si se vota hacerlo a aquellos partidos que defienden 100 % los principios cristianos irrenunciables. No importa que estas formaciones sean minoritarías y no tengan apenas opciones de conseguir un escaño siquiera.
Nunca es lícito realizar el mal menor moral. La razón es que el pecado nunca es moralmente lícito. En ese sentido es absolutamente falso el adagio: entre dos males hay que escoger el menor.
Cuando se trata de males físicos, en la necesaria alternativa entre ellos, se escoge razonablemente el menor. Pero entre males morales la alternativa no existe. Un mal moral no se convierte en bien porque se lo escoja en sustitución de otro mayor, que se ofrecía para una elección alternativa. El adagio no tiene aquí aplicación jamás. Antes que realizar lo que es pecado, aunque sea pecado menor y venial, ha de arrostrar el hombre la misma muerte, porque así lo reclama su dependencia de la Suma Santidad divina y su respuesta a la vocación de santidad que se le pide.
Nunca hay necesidad de ejecutar actos pecaminosos que suponen la aplicación de un medio para un fin, porque siempre hay la posibilidad de inhibirse, de no consentir interiormente y de no actuar exteriormente.
En este nuevo programa de BUTACAS VACÍAS el P. Custodio Ballester nos explica de forma sencilla, clara y rotunda, con abundantes ejemplos, como el mal menor no debe tener cabida nunca entre los católicos.