11. El SIDA y sus raíces ocultas
Por Luis Fernández Cuervo
Arvo Net, 1.12.2005
Comienzos del siglo XX: Aparecen los darwinistas sociales. Su tesis central es que en la lucha por la vida, deben vencer los hombres racialmente superiores. Se apoyan en las ideas de Darwin (1809-1882), pero aplicadas a los seres humanos. También en las de Herbert Spencer (1820-1903): “supervivencia del más apto”; las de Friedrich Nietzsche (1844-1900) “el Superhombre; la voluntad de los superiores” y en las de Francis Galton (1822-1911) creador de la Eugenesia, ciencia de “los buenos nacimientos”. Galton quería dar “a las razas o tendencias de sangre más adecuadas, una mejor oportunidad de prevalecer rápidamente sobre las menos adecuadas.” Galton creía que los negros eran “genéticamente inferiores”, que los judíos eran “parásitos” y que la pobreza se transmitía en los genes. Karl Pearson, discípulo de Galton, propone la esterilización “de aquellas secciones de la comunidad de pequeño valor cívico”. En 1907 el estado de Indiana promulga, por primera vez en el mundo, una ley de esterilización obligatoria para criminales confirmados, idiotas, violadores e imbéciles”.
Arvo Net, 1.12.2005
Comienzos del siglo XX: Aparecen los darwinistas sociales. Su tesis central es que en la lucha por la vida, deben vencer los hombres racialmente superiores. Se apoyan en las ideas de Darwin (1809-1882), pero aplicadas a los seres humanos. También en las de Herbert Spencer (1820-1903): “supervivencia del más apto”; las de Friedrich Nietzsche (1844-1900) “el Superhombre; la voluntad de los superiores” y en las de Francis Galton (1822-1911) creador de la Eugenesia, ciencia de “los buenos nacimientos”. Galton quería dar “a las razas o tendencias de sangre más adecuadas, una mejor oportunidad de prevalecer rápidamente sobre las menos adecuadas.” Galton creía que los negros eran “genéticamente inferiores”, que los judíos eran “parásitos” y que la pobreza se transmitía en los genes. Karl Pearson, discípulo de Galton, propone la esterilización “de aquellas secciones de la comunidad de pequeño valor cívico”. En 1907 el estado de Indiana promulga, por primera vez en el mundo, una ley de esterilización obligatoria para criminales confirmados, idiotas, violadores e imbéciles”.
Le siguieron otros
treinta estados norteamericanos y Puerto Rico. De 1912 a 1932 se
celebran varios Congresos Internacionales de Eugenesia. El ambiente
estaba ya hecho para la mentalidad de los controladores de la población.
Margaret Sanger (1888-1966), una norteamericana, admiradora de Hitler,
funda el Planned Parenthood y su consigna principal para el control
mundial de los nacimientos es: “Más hijos de los capaces, menos de los
incapaces.”
El movimiento de los darwinistas y eugenetistas sociales sufre una cierta crisis después de la Guerra Mundial (1939-1945) cuando se conocen todas las barbaridades a las que llegó el nazismo de Hitler aplicando esas mismas ideas sobre los judíos, gitanos y todos los opuestos a su dictadura política y mental. Después de la guerra hay un cierto auge de nacimientos en los países que habían participado en ella: “el Baby- Boom” y pronto la difusión de los antibióticos contra las enfermedades microbianas, al bajar la mortalidad tanto en niños como en adultos, dará un mayor impulso al crecimiento de la población mundial. Los darwinistas sociales se asustan. Comienzan a hablar de “la bomba” de la población” y de la “explosión demográfica”. ¿Qué hacer? Pronto llegan a una conclusión: si queremos frenar el crecimiento de la población “hay que cambiar la moralidad de los jóvenes”.
En junio de 1957, la compañía farmacéutica Searle lanza al mercado la primera píldora anticonceptiva: Enovid. Desde 1954, el biólogo Gregory Pincus tenía lista la píldora pero hubo muchas dificultades para el ensayo. “No se podía legalmente hacerlo con norteamericanas”. Al final se hizo, de mala manera, con portorriqueñas. En “Sexing the Millennium” de Linda Grant (Edit. Harper Collins, 1993) se describe la vergonzosa y racista historia secreta de la píldora.
Las primeras píldoras producen muchos accidentes, mortales incluso. Algunas de las primeras fórmulas se desechan al demostrarse que producen cáncer de endometrio. Se extienden, después, toda una serie de anticonceptivos. Pero es un éxito-boomerang: ya no se trata de “mas hijos para los superiores y menos para los superiores” pues aunque primero se promueve entre “las mujeres inferiores” (negras, latinoamericanas, asiáticas, etc.) pronto se acepta entre “las superiores”. Y ocurren fallos: embarazos no deseados, también entre las superiores. El condón se desprestigia porque tiene más fallos que los anticonceptivos hormonales o los dispositivos intrauterinos. ¿Solución a los fallos? Legalizar el aborto e inculcar con costosas campañas mundiales que matar a un ser humano inocente e indefenso, si aun no ha nacido, es un legítimo derecho.
La nueva moral de “libertad sexual” y “sexo seguro” va frenando la natalidad. Para ello se arrasa con las leyes éticas que rigieron la actividad sexual durante siglos. El cristianismo no católico, cede a la fuerte presión mundial antinatalista y permite los anticonceptivos. Sólo la Iglesia Católica permanece firme en esos principios éticos de siglos. En los países donde el catolicismo es mayoritario, la Internacional antinatalista chantajea a sus gobiernos: si quieren préstamos, ayudas, etc. lo tendrán siempre que sus ministerios de Sanidad y de Educación acepten las directrices antinatalistas que la Internacional impone.
Todo parecía favorecer la nueva moral sexual, pero la naturaleza -¿o Dios?- tenía preparada una ingrata sorpresa: el SIDA. El Dr. Luc Montaigner, descubridor del virus que produce dicho síndrome, lanza una frase lapidaria: “el SIDA es hijo de la píldora anticonceptiva.”
Si el SIDA es “el hijo de la píldora anticonceptiva”, como profunda y valientemente se atrevió a decir el virólogo francés Luc Montaigner, la píldora a su vez, fue hija pionera de la campaña internacional para frenar la natalidad en los países subdesarrollados. Esta semioculta internacional anti-natalidad tiene, como el monstruo bíblico, muchas cabezas y muchos cuernos. Ya en 1950 sus agentes estaban muy bien situados en las agencias de la ONU, en el Congreso de los EE.UU. y en un montón de organismos internacionales. Una de esas cabezas es la poderosa Planned Parenthood, cuya federación internacional es lPPF (International Planned Parenthood Federation) y sus agencias en los países latinoamericanos son las asociaciones “Profamilia”. En 1970, uno de sus agentes más activos, Frederick S. Jaffe, proponía al Congreso 33 medidas para reducir la fertilidad entre las cuales estaba “incitar a los adolescentes hacia la homosexualidad” “alentar el aborto y pagar por la esterilización” “poner un substancial impuesto a los matrimonios” y “usar agentes químicos de control de fertilidad en los abastecimientos de agua” (¡!). En 1974, el informe Kissinger, presentado al Presidente de los EEUU recogía la idea de un informe anterior (Policy Planning Study) del Departamento de Estado donde se escribía esta joya del imperialismo demográfico: “Los Estados Unidos tienen alrededor del 50% de la riqueza del mundo pero sólo el 6% de la población mundial.(...) Debemos diseñar una manera que nos permita mantener esa desigualdad.” El informe Kissinger, también conocido como NSSM 200, diseña ya el plan sobre la base de que “el crecimiento demográfico de los países menos desarrollados pone en peligro la economía y seguridad nacional de los EE.UU.; solución: programas de control demográfico” (...) “Existe el riesgo de que líderes de los países menos desarrollados vean las presiones de las Naciones Unidas a favor de la planificación familiar y control demográfico como una forma de imperialismo económico y racial. El plan de acción mundial de las Naciones Unidas proporciona un vehículo excelente para asegurarnos que nuestras actividades no den la impresión de que van en contra de los países en desarrollo.”
Todo parecía ir “viento en popa” en 1980. El condón había sido postergado, por sus fallos en impedir los embarazos, pero los anticonceptivos hormonales estaban difundiéndose en los países desarrollados y los DIU (dispositivos intrauterinos) junto con las esterilizaciones masivas, se extendían en los subdesarrollados. La natalidad mundial estaba cayendo fuertemente, también en los países subdesarrollados. Por supuesto que en esta guerra, como en toda guerra, había muertos y toda clase de víctimas. Eso no les importaba demasiado. Además el movimiento gay, fuertemente financiado, crecía. Sólo el continente africano se mantenía con una tasa de natalidad muy alta. Todo marchaba felizmente en la guerra, aparentemente amistosa y benéfica, escondida bajo datos falsos, bellas palabras y elegante hipocresía, cuando en el verano de 1981, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU registra, en Los Ángeles, que 5 homosexuales varones, menores de 30 años, y anteriormente sanos, han muerto con un síndrome de inmunodeficiencia total de origen desconocido y otros 26 homosexuales varones han muerto de Sarcoma de Kaposi e inmunodeficiencia total. ¡El SIDA había aparecido!
¿Y ahora qué hacer? ¿Dónde quedaba el “orgullo gay”? ¿y de qué servían los anticonceptivos hormonales y los DIU? No quedaba más remedio que volver al condón. Ahora lo que fue inseguro, por la maravillosa acción de una campaña mundial millonaria, pasa a ser seguro. Ya lo hemos visto ahora en “las verdades del SIDA” cuando dice: “El preservativo te protege del VIH/SIDA. El virus no puede atravesarlo.” Eso es la peor de las mentiras porque es verdad, pero una verdad a medias. En una reciente estadística del aborto en Francia, un alto porcentaje de las mujeres que decidieron abortar es porque el condón de su compañero sexual había fallado. Una mujer sólo puede quedar embarazada 5 días de cada mes pero contagiarse de sida puede ser en cualquiera de esos 30 días. O como dijo un experto con humor negro: ¿usted se subiría a un avión de una línea aérea que tiene un 18 a un 20 % de posibilidades de un accidente mortal? Está comprobado que lo que sí es 100% eficaz contra el SIDA es la continencia antes del matrimonio y la fidelidad matrimonial. Pero eso no le interesa a la internacional antipoblación. Recomiendan el libertinaje y la corrupción sexual y lo quieren proteger con condones que sí, claro que protegen algo contra las infecciones, pero favorecen en cambio la decadencia e infelicidad humana.
El movimiento de los darwinistas y eugenetistas sociales sufre una cierta crisis después de la Guerra Mundial (1939-1945) cuando se conocen todas las barbaridades a las que llegó el nazismo de Hitler aplicando esas mismas ideas sobre los judíos, gitanos y todos los opuestos a su dictadura política y mental. Después de la guerra hay un cierto auge de nacimientos en los países que habían participado en ella: “el Baby- Boom” y pronto la difusión de los antibióticos contra las enfermedades microbianas, al bajar la mortalidad tanto en niños como en adultos, dará un mayor impulso al crecimiento de la población mundial. Los darwinistas sociales se asustan. Comienzan a hablar de “la bomba” de la población” y de la “explosión demográfica”. ¿Qué hacer? Pronto llegan a una conclusión: si queremos frenar el crecimiento de la población “hay que cambiar la moralidad de los jóvenes”.
En junio de 1957, la compañía farmacéutica Searle lanza al mercado la primera píldora anticonceptiva: Enovid. Desde 1954, el biólogo Gregory Pincus tenía lista la píldora pero hubo muchas dificultades para el ensayo. “No se podía legalmente hacerlo con norteamericanas”. Al final se hizo, de mala manera, con portorriqueñas. En “Sexing the Millennium” de Linda Grant (Edit. Harper Collins, 1993) se describe la vergonzosa y racista historia secreta de la píldora.
Las primeras píldoras producen muchos accidentes, mortales incluso. Algunas de las primeras fórmulas se desechan al demostrarse que producen cáncer de endometrio. Se extienden, después, toda una serie de anticonceptivos. Pero es un éxito-boomerang: ya no se trata de “mas hijos para los superiores y menos para los superiores” pues aunque primero se promueve entre “las mujeres inferiores” (negras, latinoamericanas, asiáticas, etc.) pronto se acepta entre “las superiores”. Y ocurren fallos: embarazos no deseados, también entre las superiores. El condón se desprestigia porque tiene más fallos que los anticonceptivos hormonales o los dispositivos intrauterinos. ¿Solución a los fallos? Legalizar el aborto e inculcar con costosas campañas mundiales que matar a un ser humano inocente e indefenso, si aun no ha nacido, es un legítimo derecho.
La nueva moral de “libertad sexual” y “sexo seguro” va frenando la natalidad. Para ello se arrasa con las leyes éticas que rigieron la actividad sexual durante siglos. El cristianismo no católico, cede a la fuerte presión mundial antinatalista y permite los anticonceptivos. Sólo la Iglesia Católica permanece firme en esos principios éticos de siglos. En los países donde el catolicismo es mayoritario, la Internacional antinatalista chantajea a sus gobiernos: si quieren préstamos, ayudas, etc. lo tendrán siempre que sus ministerios de Sanidad y de Educación acepten las directrices antinatalistas que la Internacional impone.
Todo parecía favorecer la nueva moral sexual, pero la naturaleza -¿o Dios?- tenía preparada una ingrata sorpresa: el SIDA. El Dr. Luc Montaigner, descubridor del virus que produce dicho síndrome, lanza una frase lapidaria: “el SIDA es hijo de la píldora anticonceptiva.”
Si el SIDA es “el hijo de la píldora anticonceptiva”, como profunda y valientemente se atrevió a decir el virólogo francés Luc Montaigner, la píldora a su vez, fue hija pionera de la campaña internacional para frenar la natalidad en los países subdesarrollados. Esta semioculta internacional anti-natalidad tiene, como el monstruo bíblico, muchas cabezas y muchos cuernos. Ya en 1950 sus agentes estaban muy bien situados en las agencias de la ONU, en el Congreso de los EE.UU. y en un montón de organismos internacionales. Una de esas cabezas es la poderosa Planned Parenthood, cuya federación internacional es lPPF (International Planned Parenthood Federation) y sus agencias en los países latinoamericanos son las asociaciones “Profamilia”. En 1970, uno de sus agentes más activos, Frederick S. Jaffe, proponía al Congreso 33 medidas para reducir la fertilidad entre las cuales estaba “incitar a los adolescentes hacia la homosexualidad” “alentar el aborto y pagar por la esterilización” “poner un substancial impuesto a los matrimonios” y “usar agentes químicos de control de fertilidad en los abastecimientos de agua” (¡!). En 1974, el informe Kissinger, presentado al Presidente de los EEUU recogía la idea de un informe anterior (Policy Planning Study) del Departamento de Estado donde se escribía esta joya del imperialismo demográfico: “Los Estados Unidos tienen alrededor del 50% de la riqueza del mundo pero sólo el 6% de la población mundial.(...) Debemos diseñar una manera que nos permita mantener esa desigualdad.” El informe Kissinger, también conocido como NSSM 200, diseña ya el plan sobre la base de que “el crecimiento demográfico de los países menos desarrollados pone en peligro la economía y seguridad nacional de los EE.UU.; solución: programas de control demográfico” (...) “Existe el riesgo de que líderes de los países menos desarrollados vean las presiones de las Naciones Unidas a favor de la planificación familiar y control demográfico como una forma de imperialismo económico y racial. El plan de acción mundial de las Naciones Unidas proporciona un vehículo excelente para asegurarnos que nuestras actividades no den la impresión de que van en contra de los países en desarrollo.”
Todo parecía ir “viento en popa” en 1980. El condón había sido postergado, por sus fallos en impedir los embarazos, pero los anticonceptivos hormonales estaban difundiéndose en los países desarrollados y los DIU (dispositivos intrauterinos) junto con las esterilizaciones masivas, se extendían en los subdesarrollados. La natalidad mundial estaba cayendo fuertemente, también en los países subdesarrollados. Por supuesto que en esta guerra, como en toda guerra, había muertos y toda clase de víctimas. Eso no les importaba demasiado. Además el movimiento gay, fuertemente financiado, crecía. Sólo el continente africano se mantenía con una tasa de natalidad muy alta. Todo marchaba felizmente en la guerra, aparentemente amistosa y benéfica, escondida bajo datos falsos, bellas palabras y elegante hipocresía, cuando en el verano de 1981, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU registra, en Los Ángeles, que 5 homosexuales varones, menores de 30 años, y anteriormente sanos, han muerto con un síndrome de inmunodeficiencia total de origen desconocido y otros 26 homosexuales varones han muerto de Sarcoma de Kaposi e inmunodeficiencia total. ¡El SIDA había aparecido!
¿Y ahora qué hacer? ¿Dónde quedaba el “orgullo gay”? ¿y de qué servían los anticonceptivos hormonales y los DIU? No quedaba más remedio que volver al condón. Ahora lo que fue inseguro, por la maravillosa acción de una campaña mundial millonaria, pasa a ser seguro. Ya lo hemos visto ahora en “las verdades del SIDA” cuando dice: “El preservativo te protege del VIH/SIDA. El virus no puede atravesarlo.” Eso es la peor de las mentiras porque es verdad, pero una verdad a medias. En una reciente estadística del aborto en Francia, un alto porcentaje de las mujeres que decidieron abortar es porque el condón de su compañero sexual había fallado. Una mujer sólo puede quedar embarazada 5 días de cada mes pero contagiarse de sida puede ser en cualquiera de esos 30 días. O como dijo un experto con humor negro: ¿usted se subiría a un avión de una línea aérea que tiene un 18 a un 20 % de posibilidades de un accidente mortal? Está comprobado que lo que sí es 100% eficaz contra el SIDA es la continencia antes del matrimonio y la fidelidad matrimonial. Pero eso no le interesa a la internacional antipoblación. Recomiendan el libertinaje y la corrupción sexual y lo quieren proteger con condones que sí, claro que protegen algo contra las infecciones, pero favorecen en cambio la decadencia e infelicidad humana.