2.2. La moral victoriana
Durante el siglo XIX se postuló que las
causas de la degeneración de las razas era la promiscuidad y la
perversión, origen de todos los problemas sociales. Se instaura así una
moral victoriana basada en la represión sexual y la infravaloración de
la mujer como responsable de todos los males sociales. Ella los gestaba y
ella era quien los educaba.
El matrimonio civil reducía el enlace sacramental a un mero contrato entre dos partes, siendo el Estado el oficiante de dicha ceremonia. Este además se guardaba de otorgar los derechos a la nueva “sociedad” así formada, como la custodia de los hijos, el pago de impuestos, etc.La moral victoriana es un fenómeno sociológico que está correlacionado con la prosperidad material de la burguesía y que provocó el que los valores éticos de este grupo social se convirtiesen en la única escala de valores aceptable socialmente: el autoritarismo patriarcal en la familia; la condena hipócrita de cualquier hecho relacionado con el sexo; la gazmoñería en las costumbres; la huida de cualquier referencia a lo desagradable de la vida y en general la defensa del orden establecido basándose en un respeto falso eran las claves de aquella vida social que se resistió duramente a aceptar cualquier tipo de cambio o innovación que alterase alguno de aquellos valores.
El matrimonio civil reducía el enlace sacramental a un mero contrato entre dos partes, siendo el Estado el oficiante de dicha ceremonia. Este además se guardaba de otorgar los derechos a la nueva “sociedad” así formada, como la custodia de los hijos, el pago de impuestos, etc.La moral victoriana es un fenómeno sociológico que está correlacionado con la prosperidad material de la burguesía y que provocó el que los valores éticos de este grupo social se convirtiesen en la única escala de valores aceptable socialmente: el autoritarismo patriarcal en la familia; la condena hipócrita de cualquier hecho relacionado con el sexo; la gazmoñería en las costumbres; la huida de cualquier referencia a lo desagradable de la vida y en general la defensa del orden establecido basándose en un respeto falso eran las claves de aquella vida social que se resistió duramente a aceptar cualquier tipo de cambio o innovación que alterase alguno de aquellos valores.
“El matrimonio victoriano tenía origen en un contrato civil. El aspirante a él debía negociar con los padres de la novia. Si estos aceptaban la petición, el joven podía comenzar a hacerle la corte (siempre en la casa de la novia y en presencia de algún familiar) hasta la fecha estipulada para la unión. Durante el noviazgo, ambas familias se ponían de acuerdo sobre la tasa de las dotes y luego, ante un notario, realizaban la firma del contrato matrimonial. El matrimonio era, entonces, una forma de establecer acuerdos económicos. Estas costumbres reflejan que el matrimonio no iba de la mano -en la mayoría de los casos- del amor: “(si las mujeres no están de acuerdo con la unión arreglada por sus padres) se les explica que el amor viene después del casamiento. Y si no viene, prescinden del amor; para ellas, el matrimonio es mucho más la adquisición de una identidad social que una fuente de felicidad afectiva.”
En la sociedad victoriana, la mujer ocupaba un lugar subordinado en su matrimonio. Debía obedecer sumisamente al marido como a un amo. “(...) La ley dice que el hombre manda y la mujer obedece.” El marido extrae su superioridad de la idea de fragilidad del sexo femenino. “En nombre de la naturaleza, el Código civil establece la superioridad absoluta del marido en la pareja y del padre en la familia, así como también la incapacidad de la mujer y de la madre. La mujer casada deja de ser un individuo” Freud, Sigmund: La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna (1908)