Indigenismo, hoy. Por María Lilia Genta
Foro de San Pablo, FARC, narcotráfico e Islam radicalizado, impulsan nueva ofensiva
Esta mañana (viernes 13 de enero) me
despertó la voz de Longobardi que contaba los hechos ocurridos en
Chubut: la, ay, “represión” contra los mapuches, ordenada por el
Gobernador Das Neves, y la supuesta equivocación del diputado
kirchnerista Santiago Igón al publicar en su cuenta de twitter
unas fotografías correspondientes a un enfrentamiento entre carabineros y
mapuches en territorio chileno, años atrás, como si se tratase de los
recientes enfrentamientos chubutenses. En algo erró, sin embargo, el
periodista ya que dijo que el problema con los mapuches era igual de
este y del otro de la Cordillera. No es exactamente así. En Chile
comenzó muchos años antes que en la Argentina y, por esta razón, está
mucho más avanzado en el país trasandino.
El tema lo conozco bastante bien porque,
en cierta medida, me atañe de modo personal. Hace más de diez años
heredé una parte de un Fundo en Chile, en Bío Bío, que en su totalidad
alcanza aproximadamente unas veinticinco mil hectáreas. El Fundo en
cuestión tiene una historia que constituye casi una novela surrealista.
Así me decían en los tribunales argentinos donde se tramita, sine die,
el largo litigio de la herencia: los empleados se pasaban el voluminoso
expediente de juzgado en juzgado por lo poco frecuente del caso. El
Fundo fue, primero, expropiado por el Gobierno de Allende y entregado a
los indios que lo reclaman como propio. Luego, el régimen militar de
Pinochet se los devolvió a sus dueños, chilenos y extranjeros. Después,
advenida la democracia, comenzaron las presiones y resoluciones de
organismos internacionales que, finalmente, obligaron y obligan al
Estado chileno a comprar esas y otras tierras, igualmente reclamadas por
los mapuches, para entregárselas. Pero en medio de estas vicisitudes se
desató una verdadera guerra, primero, entre los mapuches y parte de los
condóminos chilenos que vivían allí y hacían producir la tierra y se
resistían a vender al Estado como es lógico pues vivían, desde varias
generaciones, de esa tierra que era de ellos. Los mapuches invadieron el
Fundo, hubo varios muertos y debió intervenir el Cuerpo de Carabineros
para mantener una cierta paz entre los enfrentados. Al final, ante la
imposibilidad de seguir viviendo y trabajando, los chilenos accedieron a
vender sus tierras todo lo que implica un largo e interminable trámite
legal todavía en curso. Como si esto fuera poco, otra tribu de mapuches,
enfrentada a los primeros invasores por la posesión de un “cementerio”,
invadió a su vez el Fundo provocando una guerra entre las tribus (con
muertos incluidos) por lo que el Gobierno chileno tuvo que instalar de
modo permanente a los Carabineros para separar a las tribus enfrentadas
con el consiguiente desgaste de las tropas (que cada tanto deben ser
relevadas) y el perjuicio económico que de todo esto se deriva.
Como puede advertirse, todo esto parece
casi una ficción; pero es la realidad. Entre mis amigos, este largo
litigio hereditario, se convirtió en un divertimento, preguntándome de
tanto en tanto cuándo me convertiría en millonaria, sobre todo los
amigos editores de los “buenos libros” esperanzados en futuras
donaciones para “la causa”. Pero ahora ha surgido una cuestión que nos
afecta tanto a Argentina como a Chile que le quita al asunto todo
costado divertido.
Justamente, también esta mañana, me llegó, desde Uruguay, un interesante artículo publicado el día 12 de enero en el portal Informador Público
que lleva la firma de la periodista María Celsa Rodríguez que informa
sobre la presencia de las FARC en la Cordillera patagónica. Trascribo: “El
grupo terrorista FARC de Colombia y otros grupos peligrosos de la
región latinoamericana, luego de la reunión del Foro de Sao Paulo en
Europa, parecen haber modificado su estrategia para tomar el poder en
toda la región por medio de la violencia, y esta vez lo harán
fortalecidos con dinero del Islam radical. De acuerdo a recientes
informaciones recibidas, sabemos que las FARC colombianas estarían
operando en la cordillera patagónica, a través del puente de acuerdo
tendido con la comunidad Mapuche, buscando sembrar el terror al tiempo
que dicen “atacar al capitalismo”, con el supuesto objetivo de recuperar
su territorio en la Patagonia mediante la expulsión de los actuales
propietarios de esas tierras y de las empresas transnacionales allí
instaladas”.
Más que preocupante. Según información
que yo tenía (y confirma el artículo de marras) en Chile varios
senadores vienen advirtiendo hace tiempo acerca del peligro de estas
presencias. Nuestros funcionarios, en cambio, parecen ignorar el
problema a pesar de los incendios, probablemente provocados como actos
terroristas mapuches, y de las ocupaciones de tierras privadas por estas
mismas comunidades indígenas. Los gobernadores de Neuquén y Río Negro,
provincias afectadas desde hace años, no tomaron ninguna resolución
frente a estos problemas. Aclaro que el gobernador Das Neves no es santo
de mi devoción; pero debo reconocer que es el primero en reaccionar.
Confieso, también, que me asustan las desafortunadas declaraciones del
señor Avruj que condenó la “represión”. En cuanto a la intervención de Amnesty Internacional,
a favor de los mapuches, me pregunto si esta será la institución
benéfica que nos dictará cómo proceder en nuestro territorio vulnerando
nuestra soberanía. Respecto del señor Obispo, ya nada me sorprende. No
todo el Episcopado piensa igual, a Dios gracias; pero la llamada
Pastoral Aborigen está, de hecho, en manos de obispos contaminados de
indigenismo. Ahora que se han metido las FARC, el narcotráfico y el
Islam radical, veremos qué hacen.
Creo que es obligación advertir sobre
este peligro. Espero que algún legislador o algún funcionario se haga
cargo, en Argentina, de este tema.