Los Mapuches… y las mentiras “cebolla”
Escribe: Ezequiel Beitia Costa
Las mentiras “cebolla” son la construcción típica de cualquier relato
progresista; básicamente, consiste en una superposición de argumentos
falaces hasta formar un cuerpo cerrado y sólido, en
donde, contrariamente a la lógica, la debilidad de fundamentos sólo se
justifica por una teórica imposibilidad de refutar el resultado final. Pongamos un ejemplo: la desaparición del tatuador. A nadie le consta
su presencia en el corte de la Ruta 40 oportunamente desalojado por
Gendarmería Nacional, ni su paradero desde 15 días antes del corte -a
excepción del posicionamiento de los celulares que le adjudican-; nada
indica que estuviera vivo, nada excepto la “indiscutibilidad” del
testimonio de “un miembro de los pueblos originarios”, y eso no se
discute. Así como tampoco se discute que el testimonio lo haya dado
alguien sin acreditar identidad, sin mostrar el rostro y sin siquiera
reconocer una ciudadanía válida.
Este “mapuche”, junto a otros dos, afirmaron que “el Pariente” de la
expresidente (Cristina Fernández) fue secuestrado por Gendarmería en la
orilla del río, cargado en un Unimog, golpeado y, finalmente, traspasado
a una Amarok blanca en el cruce de rutas, pero resulta que
el Unimog jamás entró a la “reservación”, reservación que no es tal ni
existe, y es en realidad un campo usurpado. Tampoco había forma en que
los “hábiles declarantes” pudieran participar de las escaramuzas en el
valle del río y, a la vez, visualizar el cruce de las rutas.
Allí aparece un cuarto mapuche que, luego de batirse bravamente con
los “Huincas” de Gendarmería en el valle, toma un caballo que nadie vio
-ni puede explicar de dónde salió ni donde se encuentra actualmente-,
atravesó al galope las líneas de Gendarmería sin que nadie lo viera ni
quedara registrado en ninguna cámara, se subió a un cerro y, mediante
unos binoculares que nadie vio y que ya no posee, pudo observar el cruce
de rutas desde el único punto visual posible, aunque distante… ¿Los
binoculares? Los cambió por una cabra… ¿Y la cabrá? Se la comió.
Su testimonio no está apoyado por ninguna filmación ni foto, mientras
que en los videos de Gendarmería se ven no menos de 30 personas “de la
comunidad mapuche” filmando el operativo con sus celulares y cámaras.
Pero sus dichos están amparados por ser miembro de los “pueblos
originarios”. En realidad, pertenece a la RAM: Resistencia Ancestral
Mapuche, un grupo que ejerce la piratería, vandalismo, asaltos y
asesinatos en la Patagonia y en la Araucanía, cuyo líder es
el “originario” Jones Wallace, aunque prefiere ser llamado Hualas.
¿Que pretendía el corte de rutas? La liberación de Jones
Wallace, detenido en juicio de extradición a Chile por múltiples actos
de robo, piratería, vandalismo y homicidio.
¿Por qué comete estos actos Jones Wallace? Porque no reconoce la
soberanía argentina en la Patagonia, territorio que según cuenta
pertenece a la “Nación Mapuche”.
¿Qué es la Nación Mapuche? El territorio reclamado por la etnia
Mapuche… ¿Y qué es un “Mapuche”? Buena Pregunta. Mapuche es un concepto
que no existía hasta 1950 y refiere al común origen de todas las tribus
de la Patagonia. Pero la conformación de una etnia se verifica
fundamentalmente por dos vías: el lenguaje o su raíz lingüística, y las
características antropomórficas.
Así las cosas, en araucano “mapuche” quiere decir “el que camina la
tierra”, lo que implicaría que es un sinónimo de “aborigen”. Ergo:
“aborigen mapuche”, lo cual sería una redundancia.
El dato lingüístico es trascendente: la palabra es araucana. Todos
somos pueblos originales, ya sea de África -donde al parecer surgió la
humanidad, Adán y Eva, para mí, o Miguelito y Susanita-. Acorde la
confesión de cada uno, en un proceso varias veces milenario, la
humanidad cruzó por Gibraltar a Europa, algunos se establecieron allí,
otros continuaron hacia Asia, de estos algunos se establecieron en el
sudeste asiático, otros continuaron hacia el norte, llegando incluso a
América por el Mar de Bering, congelado habitualmente en invierno.
Las tribus de este lado de la cordillera, por ejemplo, los
Tehuelches, son de características antropomórficas de raíz
mongol, caracterizados fundamentalmente por una mayor estatura al
promedio. En este sentido, Tehuelches y Araucanos no tienen lenguaje
común; de hecho, el araucano no comparte raíz lingüística con ninguna
tribu al este de la cordillera. Antropométricamente, son de menor
estatura, su tipología pertenece a los habitantes del sudeste asiático y
llegaron, probablemente, varios siglos después, por mar, al oeste de
Sudamérica.
Generalmente, el argumento “cebolla” trata de distinguir entre
“habitantes originales” de la tierra de los “usurpadores”, aquellos que
vinieron por mar. En este caso los mapuches (araucanos)- pertenecerían a
los segundos.
Pero resulta, según el relato, que son los españoles quienes invadieron por mar y asesinaron masivamente a los indígenas.
Si bien el primer rastro inobjetable de los araucanos es la
aniquilación del primitivo Imperio Inca, de mucho mayor esplendor que el
que hoy conocemos, el cual data del año 300 aproximadamente, unos 50
años después de ser arrasado por los araucanos y varios centenares de
kilómetros al norte del emplazamiento original. Acorde con sus usos y
costumbres, asesinaban a los hombres, se apropiaban de mujeres, niños y
pertenencias, asumían la titularidad del clan y conservaban el
asentamiento, hasta “hacer masa crítica” y contar con un número de
hombres necesario para invadir otra tribu.
¿Y cómo llegaron a estas tierras? Lo cierto es que no cruzaron por
las altas cumbres ni por los valles elevados. Al General José de San
Martín, en 1817, le llevó un mes hacerlo, lo cual sólo era posible en
enero, contaba con caballos y mulas y con dos elementos fundamentales:
el “charquepan” (comida criolla basada en carne de res, salada y secada
al sol, mezclada con trigo) y las verduras deshidratadas al sol (estas
últimas, invento del propio San Martín). Recordemos, además, que el
ganado caballar, ovino y bovino no es natural de estas tierras; llegó
por mar desde Europa, tras la colonización.
El cruce de la cordillera, en las condiciones en que lo efectuó San
Martín, es considerado una de las más grandes proezas militares, razón
por la que se lo reconoce en el mundo entero, pero absolutamente
imposible a pie y sin contar con la alimentación adecuada para la
travesía, que se estiraría a tres meses como mínimo, mucho más allá del
“período ventana” de enero.
La cordillera era un muro infranqueable y sin la visión abstracta de
un mapa es inconcebible la “visión” de un territorio unificado a ambos
lados de la cordillera, primer argumento que invalida la existencia de
la “Nación Mapuche”.
El argumento central de la “Mentira Mapuche” es que existían con
anterioridad a la conformación de estados. Esto es cierto en el caso
chileno, pues llegaron antes de la conformación de la Capitanía General
de Chile, que por ese entonces tenía una superficie menor a la mitad de
la actual República de Chile, lo cual consta, en tiempos del Virreinato,
siendo el 90% de los habitantes de la Capitanía, indígenas, araucanos,
de altísima violencia.
No existía en el Virreinato, menos aún en la Capitanía, ni
posteriormente en las Provincias Unidas, ganado caballar en volumen como
para que, por la vía del robo, del comercio ilegal o del crecimiento
vegetativo, hubieran llegado a tener un plantel equino que les
permitiera, por cualquier vía, desplazarse en masa de oeste a este de la
cordillera antes de 1830. Este dato es, además, consistente con que las
tribus argentinas – que los araucanos fueron
diezmando – los fueron “recibiendo” en un proceso de sur a norte, lo que
hace imposible su preexistencia, ya que contaban con los dos elementos
que les dieron la superioridad frente a nuestras tribus: el caballo y
los fusiles Remington y Winchester cuando cruzaron al este bordeando el
Estrecho de Magallanes, donde la cordillera es más angosta y pierde
altura al sumergirse en el Atlántico.
Otro dato singular es que las características de sus hábitos denotan
su presencia cerca de1833; no hay relatos de cautivas, malones ni
cuatrerismo con anterioridad a la fecha, siendo que Don Juan Manuel de
Rosas, en su campaña del mismo año, logra liberar 500 cautivas y
numerosas cabezas de ganado. Esto permite indicar que los araucanos
llegaron, al menos en masa, en enero de 1833 y, por el volumen
de volumen (difícilmente podrían haber robado tantos Remington al
ejército de Chile, mientras definitivamente no existían Winchester en
cantidades importante a ambos lados de la cordillera) con la asistencia
de alguna potencia europea. Así las cosas, casual y curiosamente
suele llamar la atención que el cruce de los araucanos coincida exactamente con
la llegada de la fragata Clío a las Malvinas, dando origen a la
ocupación británica sin que haya, lamentablemente, pruebas que vinculen
ambos hechos.
A estas alturas, el relato Mapuche parece absolutamente imposible de sostenerse, pero…
El relato Mapuche, previendo la imposibilidad de probar su
preexistencia en términos lingüísticos y antropomórficos, aplica una
capa más a la cebolla: desconoce los estados de Argentina y Chile, pero
sí reconoce la autoridad del Rey de Patagonia
y Araucanía: Orélie Antoine de Tounens, un abogado francés que llegó a
Chile en 1858 y fundó su reino en medio de las Provincias Unidas del Río
de la Plata que ya estaban fundadas (cualquier analogía con Don Rodrigo
Díaz de Carreras, el mítico anti héroe de Les Luthiers, queda librada a
la imaginación del lector).
Entonces: ¿en qué punto, la locura de un solitario francés (que fue
objeto de un film, tomado por ficción en nuestro país) consolida el mito
mapuche, casi un siglo antes de que se generara el “concepto
mapuche”? En forma análoga a lo que ocurriera con Hebe Pastor (ex
de Bonafini) y el ex montonero Labraña (cuando fueron a Holanda a
solicitar fondos para llevar adelante un proceso revolucionario y al
explicarles que Europa ya no financiaba “emancipaciones
revolucionarías”, les indicaron que podrían tener apoyo financiero, sólo
si se oponían a una “dictadura genocida”), un marxista revolucionario
chileno, Reynaldo Mariqueo, acude a Inglaterra por financiación, para
retomar la revolución, a mediados de los 70, tras la caída del “Campora”
chileno, Salvador Allende. En su caso, le informaron que habría
fondos sólo si se tratase de reivindicaciones étnicas ancestrales,
dándole forma a la fundación “The Mapuche Nation” con sede en Bristol,
Inglaterra, Reino Unido, de la cual Reynaldo Mariqueo es su vocero
“werken” en araucano, siendo sus autoridades Edward James (Relaciones
Públicas), Colette Linehan (administradora), Madeline Stanley
(coordinadora de Voluntarios), Fiona Waters (a cargo del equipo de
Derechos Humanos), entre otros.
¿Pero cómo empalma el mito del aventurero francés, los araucanos
que jamás pisaron tierra argentina antes del virreinato y las tribus
argentinas que fueron diezmadas y descabezadas por éstas con otro mito o
el “padre del mito” -la piedra angular-, según la cual en 1860 definen
todos ellos constituir una monarquía constitucional, en una Asamblea
General, estableciendo a su vez que la Casa Real se establecería en el
exilio (en Francia), a causa de la “ocupación” de “sus” tierras, todo lo
cual narran en retrospectiva desde 1978, año en que nace la fundación
(y Maniqueo se hace de sus imprescindibles fondos)?
Resulta, entonces, que la “monarquía mapuche” es francesa y
hereditaria, de modo que sobre los territorios de Araucanía y Patagonia
han “reinado” sucesivamente siete soberanos: Gustave-Achille Laviarde o
Aquiles I; Antoine-Hippolyte Cros o Antonio II;
Laura-Therese Cros-Bernard o Laura Teresa I; hasta llegar al actual,
Jean-Michel Parasiliti di Para o Príncipe Antoine IV, desde el 9 de
enero de 2014. La corte de Antonio IV se completa con un “presidente del
Consejo del Reino, Su Excelencia Daniel Werba, Duque de Santa Cruz” y
con un “miembro del Consejo de Estado y encargado de los Asuntos
Exteriores, Su Excelencia Reynaldo Mariqueo, Conde de Lul-lul Mawidha y
Caballero de la Orden Real de la Corona de Acero”.
Paradojas… Surge la extraña forma en que un “joven idealista” chileno
de los 70, lector de Marx y Gransci, se transforma en Duque de una
Monarquía “precolombina” en el exilio.
Respecto de los jóvenes idealistas argentinos, sus organizaciones
terroristas, sus míticos desaparecidos y demás… ésa… ésa es otra
cebolla, que quedará para otra oportunidad.