Bajemos de la palmera
No
hay argentino carente de “fueros” -en tanto y cuanto esto remita a la
idea de que los fueros los da la izquierda, como decía el finado- que no
piense, con una dolorosa candidez, que Venezuela volverá a ser, más
temprano que tarde, un país democrático, chévere y corrupto como
tradicionalmente lo fue. Porque, y de esto nos hemos olvidado, la
Venezuela de hoy, hambreada y lastimosa, es la consecuencia rabiosa de
la Venezuela de años atrás. Nos rasgamos las vestiduras y nos tiramos
cenizas en la cabeza con las muertes de hoy pero nadie recuerda los 390 o
2.500 muertos, según quien sea el cronista, del “caracazo” de 1989
“obra maestra” de Carlos Andrés Pérez, demócrata y corrupto.
Entonces,
lamento pincharles el globo, sea éste amarillo o de otro color, el
socialismo siglo XXI o como quieran llamar a esa mezcla de muerte,
hambre, falacias y planificación estalinista de la nada, llegó para
quedarse.
Obviamente, siempre hay un margen de error cuando uno
hace estas aseveraciones, pero la historia, más allá de quien sea el que
la prostituya, nos indica que seguramente será así. ¿Por qué sucede
esto?, no es difícil entenderlo; ya que, como alguien dijo: “¡es la
economía, estúpido!” Si USA, más allá de Bahía de Cochinos, jamás hizo
nada para quitar del medio a Castro, ¿va a hacer algo ahora, teniendo
una fuente de petróleo a 3.200 kms. con flete barato?
Creen los
americanos, o quieren hacernos creer, que se arregla el problema
venezolano interviniendo las cuentas que los jerarcas chavistas tienen
en bancos americanos como si los paraísos fiscales a pocas millas de las
costas norteamericanas no existieran.
Siguiendo con lo del
petróleo -¿Qué es Venezuela sin petróleo?- es menester tener en cuenta
algunas cosas: el 60% del petróleo venezolano va a China para pagar
créditos y a su vez, como Venezuela le regala el petróleo necesario a
Cuba, es seguro que las dos brigadas del ejército cubano estacionadas
entre Barquisimeto, Barinas y El Vigía se encargarán que este chorro de
regalo no se corte.
Es decir que en Venezuela -más allá de que su
pueblo, excepto los integrantes del PSUV, de la Policía, Guardia
Nacional y Fuerzas Armadas, no tenga comida ni medicamentos- la
connivencia del “chavismo” con Rusia, China e Irán, les ha permitido a
estas naciones utilizarla como plataforma desde la cual hacen sentir su
presencia en América del Sur por lo que pensar que permitirán un cambio
de gobierno es una ilusión.
Por otra parte, el régimen chavista
tiene de su lado al aparato propagandístico de la izquierda que ha
sabido manejar, mediante una dialéctica esmerada pero simple en la que
los “compañeros de ruta” o “idiotas útiles”, generalmente periodistas u
oportunistas políticos, han ocupado un lugar más que importante en todo
lo que tiene que ver con desinformación y uso de las mentiras que la
ideología izquierdista conlleva.
Tan fuerte ha sido el manejo
cultural y propagandístico de la izquierda que somos capaces de evocar
permanentemente como un asesino serial a Hitler, y está bien que así lo
recordemos, pero hemos borrado de la memoria colectiva los 100 millones
de masacrados que el comunismo -a manos de sus jerarcas: Lenin, Stalin,
Mao, Pol Pot et alts- no ha regalado desde 1917.
A tanto ha
llegado esta penetración cultural, que una vieja loca que festeja la
caída de las Torres Gemelas con sus tres mil muertos es vista con
simpática conmiseración y que un premio Nobel de la paz, argentino, sin
siquiera sonrojarse, pueda pedir la libertad y el mismo premio para un
criminal palestino.
Hemos transitado este camino de
adoctrinamiento sin darnos cuenta o, al menos, sin rebelarnos. Hoy hay
gente que no se aburre de repetir que Macri nos salvó de ser Venezuela,
al menos en el primer round, no sabemos como saldrá el próximo. Pero
olvidamos- gracias a que la izquierda se apropió del “curro de los
derechos humanos” y metió en la cabeza de algunos estúpidos o
interesados la idea de lo “políticamente correcto”- que hubo tipos que
cuarenta años antes nos salvaron de ser Cuba y que hoy están presos por
haber cometido ese “crimen”.
Bajemos de la palmera o, al menos,
seamos realistas. Hay dos frases de Talleyrand que, aunque nos repugnen
siguen teniendo una vigencia desvergonzada; la primera: “…Con las
bayonetas, todo es posible. Menos sentarse encima”, es el principio que
la izquierda utiliza en Venezuela; la segunda: “Conozco a alguien que
tiene más espíritu que Napoleón, que Voltaire, que todos los ministros
presentes y futuros: la opinión pública”, y a ésta, no hay como la
izquierda y sus alcahuetes políticamente correctos para manejarla.