El Holodomor de los ucranianos (1-3)
A partir de la entrada acerca del film “Cosecha amarga” que publicamos en esta bitácora
hace unos días sobre el exterminio ucraniano por manos de los
comunistas soviéticos, reproducimos ahora aquí, en tres entradas, el
texto de una de nuestras lectoras que tuvo la deferencia de enviárnoslo
para,
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
El Holodomor de los ucranianos
María Jesús Echevarría
Nunca sabremos
cuántos campesinos ucranianos murieron en las hambrunas de Stalin de
principios del decenio de 1930. Como recordó Nikita Khrushchev más tarde
“nadie llevó la cuenta”. En un escrito de mediados de los años 80, el
historiador Robert Conquest nos da una tasa de mortalidad de alrededor de seis millones, un cálculo no tan incompatible con una investigación posterior (los escritores del Libro Negro del Comunismo (1999) estiman un total de cuatro millones solo en 1933).
El nombre genérico que se dio a esa clase social fue el de kulak (terrateniente)
pero, en la época zarista, los kulaks debían poseer una cantidad
estipulada de tierra, aparceros y máquinas (molinos, tractores, etc…) y
la mayor parte de los terratenientes ya habían sido borrados de la faz
de la tierra por Lenin en su lucha contra la burguesía. Algunos
terratenientes, como el padre del Premio Nobel de Literatura Ivan Bunin o
como el mismo Tolstoi, eran aristócratas.
Cuando Stalin
tomó el poder después de la muerte de Lenin (1924) los kulaks ya no
existían como clase, pero quedaban en ciertas partes de Rusia, y sobre
todo en Ucrania, muchísimos minifundios. Aquellos campesinos
propietarios de su tierra no eran los antiguos kulaks sino campesinos
libres, pero la propaganda soviética comenzó a llamarlos así por las
connotaciones negativas que el término tenía para el resto de los
campesinos-mujiks-que eran contratados y habían sido
antiguos siervos. De manera que Stalin azuzó a los antiguos siervos
contra los campesinos autónomos, muchos de ellos con explotaciones
familiares y que nunca habían tenido trabajadores contratados.
Lo que Stalin se
proponía hacer (colectivización) iba a producir millones de muertos
por lo cual tuvo que deshacerse de las autoridades ucranianas que, con
toda seguridad se hubieran opuesto al genocidio, y mandó a un
triunvirato desde Moscú, a la vez que desencadenaba una propaganda
implacable deshumanizando a los kulaks y presentándolos como los
causantes de todos los males que asolaban la URSS, ya que el
racionamiento era muy escaso y había que complementarlo comprando en la
NEP (Mercado libre) que aún quedaba en la Unión Soviética en tiempos de
Lenin y que Stalin abolió.
(En
la imagen se reproduce el estereotipo del Kulak maltratador oprimiendo a
un mujik cuando este tipo de terrateniente había desaparecido y los
campesinos ni vestían así, ni usaban látigos)
Es decir, antes
de poner en marcha la colectivización tuvieron que hacer un trabajo de
propaganda, parecido al que los nazis hicieron con los judíos, para
preparar al resto de los ucranianos a verlos morir como si no fueran
seres humanos sino parásitos. Si no se hubiera hecho esto, y el resto de
población ve a los kulaks como personas, la resistencia a la hambruna y
la ayuda humanitaria se habría desencadenado y había que “narcotizar” a
la gente para que cambiaran su percepción de ser humano a cosa
(Deskulaquización o cosificación del kulak)[1].
continuará
[1]
Ahora, cuando recuerdo la Deskulaquización, lo veo todo de otra manera;
el hechizo pasó y veo a los seres humanos. ¿Por qué me endurecí tanto?
¡Cuánto sufrió esa gente, cómo los trataron! Pero yo decía: no son seres
humanos, son kulaks. Y recuerdo, recuerdo y pienso: ¿Quién inventó esa
palabra, kulaks? ¿Fue Lenin? Cuántos tormentos padecieron. Para matarlos
era preciso declarar: Los kulaks no son seres humanos.
Sí, igual que cuando los alemanes decían que los judíos no eran seres
humanos. Lo mismo dijeron Lenin y Stalin: Los kulaks no son seres
humanos. Pero ¡es una mentira! ¡Hombres! ¡Eran hombres! Eso es lo que
empecé a entender:¡ Todos eran hombres!”. Vasili Grossman: “Todo fluye”.
Pág. 169 Galaxia Gutenberg. Original escrito en 1954 y última novela de
Grossman, que había sido comunista soviético, y hace decir esto a uno
de sus protagonistas 21 años después de los sucesos y a raíz de la
muerte de Stalin.