El Holodomor de los ucranianos (3-3)
No lo pusieron fácil para que se supiera la verdad y es
asombroso como desparecen millones de personas de un censo sin que nadie
las eche en falta.
Naturalmente tampoco había testigos porque los que tomaron parte en el asunto estaban juramentados, o participaban de una omertá que tenía mucho de mafiosa.
De ahí la confesión, que no otra cosa es, de Vasili Grossman antes de
morir. Ocupado con el asunto de la Guerra Patria y de la persecución de
los judíos por los nazis, que le costó la vida a su propia madre, él,
que era ucraniano, no se había percatado de que ocho años antes de que
los nazis pisaran Ucrania millones de personas habían muerto de la
manera más ignominiosa. Pero saberlo, lo sabía, o no habría escrito lo
que escribió antes de morir cuando se dio cuenta, de repente, de que un
kulak tenía tanto derecho a la vida como un judío y relacionó ambos
hechos.
Pero hubo tres
testigos presenciales que no eran soviéticos, tres periodistas
anglosajones que andaban por allí legal o clandestinamente:
1) Gareth Jones. (1905-1935). Fue un periodista joven, galés e independiente que enviaba sus artículos a The Guardian.
Había traspasado la frontera clandestinamente en busca de noticias y
pudo ver la hambruna en toda su autenticidad. Aldea tras aldea comprobó
lo que pasaba y mandó noticias muy alarmantes que el periódico publicó.
Hablaba de “Starvation” y “Famine”
sin paliativos, de cadáveres insepultos y devorados por las ratas y de
esqueletos vivientes por los campos. Sus artículos levantaron alguna
polvareda pero, cuando en 1935, continuó su viaje y llegó a Mongolia fue
secuestrado por bandidos junto con otro periodista alemán. Estos
bandidos negociaron la liberación de ambos por dinero y el periodista
alemán fue liberado, pero en su caso el dinero no consiguió su
liberación porque apareció muerto quince días después. Naturalmente
muchos vieron la larga mano del NKVD en el suceso.
2) Walter Duranty (1885-1957) Prestigioso periodista americano del New York Times consiguió
un privilegio único: que el mismo Stalin le invitara a Moscú y grandes
exclusivas. Estuvo en Ucrania en 1932 pero no vio hambre, sólo
malnutrición, y como estaban en plena Depresión la noticia no alarmó a
nadie. Según él la mentalidad “asiática” de aquella gente precisaba de
un líder fuerte y
este líder,
naturalmente, era Stalin. Al enfrentase a las noticias publicadas en
Inglaterra por Jones, lo negó todo. Al año siguiente le concedieron el
Premio Pulitzer de investigación por sus artículos sobre la URSS y con
Jones muerto se cerró el capítulo a su favor y así continuó por décadas.
Descubierta la superchería comisiones de ucranianos se han entrevistado
con la Junta Pulitzer para que se le revoque el premio por mendaz (la
última comisión que conozco lo intentó en 2003), pero la Junta permanece
irreductible diciendo, como Pilato, que “lo escrito, escrito está”.
3) Malcolm Muggeridge (1903-1990) Viajó a Moscú junto a su esposa en 1932 como periodista de The Manchester Guardian.
Investigó la hambruna y se encontró con Jones, pero, aunque sus
artículos fueron enviados por valija diplomática, parece ser que no
fueron publicados.
Muggeridge
fue agnóstico gran parte de su vida pero con 80 años se convirtió al
catolicismo figurando su biografía en el libro “Escritores conversos” de
Joseph Pearce.
Y con esto
cierro esta serie de capítulos dedicados al Holodomor porque, si Jones
murió y Duranty mintió, quiero poner de mi parte lo que pueda para
colaborar a que los soviéticos, ahora que se cumplen los 100 años de su Revolución, no se salgan con la suya. Una cosa es ganar la guerra y otra, muy distinta, ganar la historia.
María Jesús Echevarría