lunes, 20 de noviembre de 2017
LOS DIEZ MANDAMIENTOS DEL RELATIVISMO
Relativismo, o la anulación del hombre
En Occidente le llamamos relativismo, pero en el fondo el relativismo no esconde más que la anulación del hombre como ser racional y, con ello, la anulación de su libertad. Vivimos en el universo de la contradicción permanente.
Analicemos la situación en unos pocos aforismos, que son los
mandamientos vigentes.
El primero y más importante de todos, que los engloba a
todos, que los resume y abarca a todos, es el siguiente:
1. “Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del
color del cristal con que se mira”. Ahora bien, la frasecita de Campoamor, que
revela como ninguna otra el fin de las verdades absolutas, es la que incurre en
la primera contradicción flagrante: nada es verdad ni nada es mentira… menos
esta frase, este principio, este dogma aniquilador.
2. “Prohibido prohibir”, tradujeron los del mayo francés,
una generación que continúa sin abandonar el poder. Ahora bien, si prohibimos
prohibir, ya hay algo que sí está prohibido: prohibir.
3. “Todo es opinable”, aseguran los hombres de la sociedad
de la comunicación. Sí, todo es opinable; todo menos justamente eso: que todo
sea opinable.
4. “Los dogmas son inadmisibles”. Salvo justamente el que a
acabo de enunciar, indemostrable pero de aplicación forzosa. En cualquier caso,
el hombre siempre parte de un dogma para concluir, tanto en el pensamiento
deductivo como en el inductivo.
5. “Libertad de pensamiento”. Muy cierto, pero dos más dos
sólo son cuatro en base 1 y por definición. Nadie comienza pensar desde cero,
sino desde un eje de coordenadas que le viene dado. El pensamiento humano está
sometido a reglas estrechas, que componen lo que se conoce como la ciencia de
la lógica: no damos para más y no es para avergonzarse de ello. A fin de
cuentas, mal de muchos...
6. “Toda idea, principio o creencia es tan respetable como
otra”. ¿Todas? No, porque la que acabo de escribir vale mucho más que cualquier
otra y es acreedora del mayor de los respetos.
7. “Eduquemos en libertad”. Pero eso es imposible: si
concedemos libertad al alumno para someterse o rechazar la educación,
seguramente optará por la libertad de no educarse, sobre todo si piensa en el
sometimiento y el esfuerzo que implica el hacerlo. Lo único que importa es la
tolerancia, no las ideas que se toleran. Es más, la misma libertad de expresión
es un atentado contra la libertad ajena, en cuanto pude influir en el
interlocutor.
8. “No acepto aquello que no sea demostrable”. Pero ni tan
siquiera puedo demostrar nuestra existencia. Lo empíricamente demostrable no
alanza ni el 0,1% de lo conocimientos humanos. Tampoco puedo dar razón de mi
existencia.
9. “Lo que se ve, existe, y lo que no se ve, no existe”.
Pero nuestros sentidos nos engañan. Además, de esta forma no existirían la
lunas de Júpiter, ni el amor, ni el dolor, ni la belleza, ni el arte, ni la
literatura… Además, ¿estamos seguros de que la vida no es sueño y ensueño no es
la verdadera vida?
10. “Nadie puede decir lo que está bien o lo que está mal”.
Pero esta política de no injerencia es buena en sí misma, así como sus
numerosos desarrollos en forma de juicios morales, esos juicios que constantemente
estamos pronunciando. Es más, si en algo creemos es en nuestras críticas al
prójimo o en nuestros halagos (en ésos menos, dado que resultan menos
numerosos).
No me extraña que el hombre actual esté mareado. Sufre de
vértigo intelectual y sus síntomas son: falta de personalidad, acentuada
inseguridad en sus talentos. O sea, que el relativismo le ha llevado al
complejo de inferioridad, a la tristeza: Porque el hombre puede ser bueno o
malo, sabio o ignorante, pero lo que su propia naturaleza racional no puede
aceptar jamás sin romperse en pedazos es vivir en la contradicción. El único
velo capaz de ocultar la incoherencia es la locura. Y ésa es, precisamente, la
meta lógica de todo relativismo.
Por Eulogio López