Lunes, 30 de abril de 2018
LA “BANDA ROTHSCHILD” EN EL “VALLE DEL SECRETO”: ASÍ NACIÓ EL GRUPO TERRORISTA ETA
Es un
juego divertido: consiste en poner en la barra de «Google» el nombre de
aquellos personajes e instituciones de los que sospechemos que están
involucrados en la trama del mundialismo, y escribir al lado
palabras-clave, como Rothschild, Rockefeller, Soros, Bilderberg, NOM,
etc…
En la inmensa mayoría de las veces, se comprueba sin problema que las sospechas
iban bien encaminadas, aunque no se sea experto en tramas conspirativas.
Confieso que ésta es la estrategia que sigo para elaborar mis artículos de
investigación sobre la mafia globalista.
Este juego, que podría llamarse «El Valle del Secreto»,
también resulta bastante exitoso en el caso de que esos personajes e
instituciones parezcan no tener nada que ver con el NOM, al creer que su
naturaleza no encaja con las conjuras globalistas, o al fiarnos de las
explicaciones sobre ellos que nos dan las teorías «oficiales».
Antiguos presos etarras |
Eso es lo que sucedió cuando metí en el jueguecito a la
banda terrorista ETA, ya que, ahora que va a disolverse como banda militar
―puesto que ya ha introducido sus caballos de Troya en las instituciones de
Vascongadas y Navarra, en lo que es una escandalosa legalización jurídica de la
banda asesina―, me dio por preguntarme ―guiado por un instinto que pocas veces
me falla― si era verdad la versión oficial que sostiene que los etarras habían
sido amamantados en abadías y seminarios, con la complicidad de unos obispos
que hace unos días pidieron perdón por ella, o si esta historia era otra cumbre
escarpada del Himalaya de mentiras con que se ha burlado la verdad, una verdad
que serpentea entre conspiraciones, traiciones, secretos y redes de espionaje.
En una palabra, se trataba de averiguar si la serpiente que se enrosca en el
icono de la ETA tenía algo que ver con el maligno reptil que lleva envenenando
manzanas desde el comienzo del mundo.
¿Cuál fue el resultado?: pues pasen y vean…
José Antonio Aguirre |
Todo empezó cuando en 1941, tras asumir la representación
del Gobierno Vasco en el exilio, José Antonio Aguirre intentó negociar con
Hitler su apoyo al independentismo vasco, pero su propuesta no encontró eco.
Ante este fracaso, trasladó a Nueva York «su gobierno».
Conspirador serpentino a tope, Aguirre estableció allí
contactos con la Oficina de Estudios Estratégicos (OSS), organismo oficial de
los servicios secretos useños, que más tarde se transformaría en la CIA.
¿Quién controlaba la CIA? Pues nada más y nada menos que
Nelson Rockefeller. Así, no es de extrañar que sus reuniones fueran un
aquelarre de masones vinculados con la Jerarquía Iluminista. A cambio de su
financiación, Aguirre aceptó trabajar como agente de información, conspirando
para la creación de un movimiento panamericano bajo el control de Rockefeller,
sirviéndose para ello de los masones infiltrados que tenía en España, y de sus
propios agentes, tolerados por el régimen franquista.
Esta red de espionaje se ejecutó especialmente a través de
las «casas vascas» ―«euskal-etxeak»― de Hispanoamérica y Filipinas, del
entramado de relaciones que le proporcionaban los empresarios vascos, y de la
importante influencia que le proporcionaban algunos mandatarios
hispanoamericanos de origen vasco: el criptomasón democristiano de Perú, Manuel
Prado Ugarteche; el presidente populista de Ecuador, José María Velasco Ibarra;
el presidente masón chileno elegido por el Frente Popular, Pedro Avelino
Aguirre Cerda, y otros.
Aunque oficialmente Aguirre centró su actividad en promover
el panamericanismo en nombre de la Universidad de Columbia, su verdadera
estrategia consistía en poner al servicio de los servicios secretos
norteamericanos la red de centros vascos.
Su horizonte final era un proyecto político que hoy es de
tan rabiosa actualidad, con el que podríamos calificar a Aguirre de visionario:
construir la Europa de las etnias y los pueblos. Sin ir más lejos, el «Aberri
Eguna» de 1933 celebró bajo el lema «Euzkadi-Europa». Y es que algunos madrugan
que es una barbaridad.
Dentro de este plan, la primera premisa consistía en la
necesidad de abandonar la confesionalidad católica, esencia programática del
PNV, para que con esta apostasía el proyecto básico pudiera ser aceptado como
agente político de los intereses de los Rockefeller y los Rothschild, con la
promesa de que, caído el franquismo, se desarrollaría el autogobierno del País
Vasco, dirigido por el PNV.
"Euzko-Naya", un grupo paraguerrillero vasco. |
Otra estrategia consistía en la construcción en el exilio de
unas ciertas estructuras de Estado, lo cual implicaba la organización de
cuadros de oficiales militares. Fue así como surgió el «Euzko-Naya» ―«Voluntad
Vasca»―, un grupo paraguerrillero al estilo maqui, que controló la «Brigada
Vasca», formada por los antiguos combatientes en el exilio, integrada en el
ejército francés del masón De Gaulle.
Aunque en apariencia ya no existe, la «Brigada Vasca»
―llamada «Askapena»― ha llegado hasta la actualidad, y su actividad se centra
en la promoción de la «causa vasca» en el extranjero ―gozando de una perversa
condición de ONG, además―, para lo cual apoya todas las causas revolucionarias
que tienen lugar en Hispanoamérica.
Vascos de la “Brigada Rothschild” |
El conspirador Aguirre era consciente de que las Brigadas
Vascas no servirían para derrocar a Franco, pues, al ser comunistas la mayoría
de sus miembros, temía que conspiraran para establecer un régimen bolchevique,
que dejaría fuera de juego al PNV. Era preciso, pues, crear una milicia
dirigente profesionalizada que se pusiera al frente de los brigadistas, una vez
cayera Franco por la presión de los Aliados.
Así pues, mientras los servicios secretos controlados por el
PNV se dedicaban a espiar a los exiliados españoles, la estructura de mando
―formada por entre 1.000 y 1.500 hombres― que dirigía el ejército vasco era
entrenada por los americanos, llevando a la práctica un plan aprobado por el
mismo Roosevelt. El nombre que se dio a este embrión de ejército ―y el que se
daban incluso los mismos exiliados vascos― era sumamente revelador: «Comandos
Americanos», o «Brigada Rothschild».
La primera unidad se constituyó en mayo de 1945, y estaba
formada por 70 veteranos de la Brigada Vasca, y 40 jóvenes pertenecientes a las
«Euzko-Naya». Embarcados por tren hacia París, desde allí los condujeron en un
camión cubierto del ejército USA hasta el castillo Rothschild, en Cernay la
Ville, a unos 30 kms. de la capital.
Una de las primeras imágenes de ETA. |
Una vez allí, recibían instrucción militar por parte de
oficiales americanos, firmándose contratos que ligaban a los «gudaris» al
Gobierno useño durante seis meses.
«Fueron días de muchas esperanzas, de mucha camaradería, pero
sobre todo queda la frustración. Que estuvimos muy cerca de haber logrado
derrocar a Franco en el 45, porque el exilio para muchos ha sido una tragedia
personal y no reconozco la Euzkadi por la que nosotros peleábamos en la
actualidad». Así resumía José Antonio Beleda su experiencia en el castillo
Rothschild.
«El Valle del secreto», llamaron los «gudaris» al castillo
donde recibieron su instrucción. A la muerte de Roosevelt, Truman disolvió el
proyecto, por el temor de que la propiciación de una lucha armada en España
sirviera de trampolín a una toma del poder por los comunistas, el partido
opositor más organizado en aquel momento.
Los dirigentes vascos aceptaron la disolución sin protestar.
En el nº 2 de «Okay» ―la revista de la «Brigada Rothschild»― se afirmaba: «Aquí
vivió un centenar de muchachos de condición muy diversa y de mentalidad
variada, en paz y concordia. Nacidos en un País Viejo de tradición democrática,
de buena ley, con el temple de la honradez, desterraron del Valle Secreto las
diferencias que separan a los hombres, dieron la mano en gesto fraternal y
vivieron un pequeño ideal de convivencia que haría felices a los pueblos».
José Antonio Echebarrieta |
Los gudaris desmovilizados emprendieron destinos variados:
algunos volvieron a España; otros permanecieron en Francia, entre los cuales
estaban los «Mugalaris», un remanente de 50 miembros actuando en la frontera
como grupo paramilitar.
La mayoría de estos gudaris fueron los primeros instructores
de la rama «idealista» de ETA y los creadores de Comandos político-militares.
Aparte de este origen logístico, otra pista para determinar
quién estuvo detrás del nacimiento de ETA es rastrear sus fuentes de financiación,
las cuales apuntan al Frente de América, según testimonio de José Antonio
Echebarrieta, el primer ideólogo de ETA, quien en una carta de 1962 a un
compañero confesaba: «El problema económico parece resuelto… pero casi todo
este dinero nos lo dan casi sin condiciones y desde luego sin hipoteca política
gentes del Frente de América. Nos hemos encontrado con este dinero casi sin
saber cómo… Nos han resuelto otras muchas cuestiones y nos han ayudado en la
búsqueda de lugares de entrenamiento… Hemos encontrado asimismo un ex-miembro
de los Comandos Americanos dispuesto a ir adentro».
Simpatizantes de EH Bildu en una manifestación |
Concluyendo, todos los caminos del mundo llevan al
«Valle del Secreto», donde procesionan ―prietas las filas, firme el ademán― lo
mismo «gudaris» que «femenbolleras», indepes amarillos que bolivarianos,
sociatas puño en alto que marianitos, riveritas que homos, illuminatis que
plutócratas…
Y allí será el llanto y crujir de dientes…
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