De
los 35 firmantes del proyecto de la campaña de aborto, solamente dos
diputadas lograron renovar su banca en 2017, situación que despertó la
preocupación de más de un legislador.
Por Raúl Magnasco
¿Qué tienen en común Ana Gaillard, Carlos Heller, Gabriela Troiano, Gladys Gonzalez, Pablo Lopez, Sandra Mendoza, Jorge Barreto, Julio Raffo, Soledad Sosa, y Alicia Ciciliani? Todos fueron diputados por diferentes bloques hasta diciembre pasado, pero ninguno de ellos pudo renovar su banca, a pesar de haberse presentado en las últimas elecciones. Sin embargo, otra coincidencia tiñe el pasado de sus carreras políticas: todos ellos fueron firmantes del proyecto de aborto legal antes de volver a presentarse.
¿Qué tienen en común Ana Gaillard, Carlos Heller, Gabriela Troiano, Gladys Gonzalez, Pablo Lopez, Sandra Mendoza, Jorge Barreto, Julio Raffo, Soledad Sosa, y Alicia Ciciliani? Todos fueron diputados por diferentes bloques hasta diciembre pasado, pero ninguno de ellos pudo renovar su banca, a pesar de haberse presentado en las últimas elecciones. Sin embargo, otra coincidencia tiñe el pasado de sus carreras políticas: todos ellos fueron firmantes del proyecto de aborto legal antes de volver a presentarse.
De
hecho, de los 35 firmantes del proyecto de la campaña de aborto,
solamente dos diputadas lograron renovar su banca en 2017, situación que
despertó la preocupación de más de un legislador que, ante la
masificación pública de proyectos sensibles para los votantes, parece
sufrir una devolución de los ciudadanos a la hora de concurrir a las
urnas.
Adhesiones que no se materializan, firmas que se retiran, apoyos por lo bajo, son frecuentes en proyectos que no serían la primer opción de un diputado promedio. Por cierto, a nadie escapa que la mayoría de la población argentina rechaza la legalización o despenalización del aborto, lo que adiciona a un tema en esencia complejo, una cuota de irritabilidad esperable ante la sola insistencia, aunque no es una cuestión de simples mayorías. Algo cambió en los últimos años: de la mano de las redes sociales, en plena era de las comunicaciones, los ciudadanos se encuentran cada vez más informados. Ello implica no solamente que puedan formar una opinión sólida respecto a un sinnúmero de cuestiones de la vida cotidiana, sino también que ante eventos de público conocimiento, como el proyecto de aborto, puedan tomar partido en función de su posición personal, y pasar de ser un simple espectador, al activismo desde la comodidad del hogar (compartiendo, comentando, publicando, retwiteando, etc.). Sin embargo, a mayor intensidad y publicidad de una temática controvertida, el efecto inmediato es la generación de un mayor compromiso de parte de la población, en defensa de una u otra postura, sobre todo en asuntos sensibles que no admiten concesiones, como la vida, que en esencia es un valor absoluto.
Así se explica la concurrencia sin precedentes de dos millones de argentinos a la Marcha por la Vida, la más grande desde la vuelta de la democracia, prácticamente convocada por redes sociales.
De la misma forma se describe el ejercicio de la democracia en la era de las comunicaciones, en la que legislar sobre asuntos públicamente conocidos, genera adhesiones y rechazos según la postura adoptada, que luego son refrendados por los votantes en los comicios.
En un último intento de claridad recordamos que el coraje y heroísmo de un legislador consiste en representar a su pueblo, al mismo que lo votó, legislando en defensa de las dos vidas, y no en defender una causa, aun cuando pueda costarle la carrera política.
Adhesiones que no se materializan, firmas que se retiran, apoyos por lo bajo, son frecuentes en proyectos que no serían la primer opción de un diputado promedio. Por cierto, a nadie escapa que la mayoría de la población argentina rechaza la legalización o despenalización del aborto, lo que adiciona a un tema en esencia complejo, una cuota de irritabilidad esperable ante la sola insistencia, aunque no es una cuestión de simples mayorías. Algo cambió en los últimos años: de la mano de las redes sociales, en plena era de las comunicaciones, los ciudadanos se encuentran cada vez más informados. Ello implica no solamente que puedan formar una opinión sólida respecto a un sinnúmero de cuestiones de la vida cotidiana, sino también que ante eventos de público conocimiento, como el proyecto de aborto, puedan tomar partido en función de su posición personal, y pasar de ser un simple espectador, al activismo desde la comodidad del hogar (compartiendo, comentando, publicando, retwiteando, etc.). Sin embargo, a mayor intensidad y publicidad de una temática controvertida, el efecto inmediato es la generación de un mayor compromiso de parte de la población, en defensa de una u otra postura, sobre todo en asuntos sensibles que no admiten concesiones, como la vida, que en esencia es un valor absoluto.
Así se explica la concurrencia sin precedentes de dos millones de argentinos a la Marcha por la Vida, la más grande desde la vuelta de la democracia, prácticamente convocada por redes sociales.
De la misma forma se describe el ejercicio de la democracia en la era de las comunicaciones, en la que legislar sobre asuntos públicamente conocidos, genera adhesiones y rechazos según la postura adoptada, que luego son refrendados por los votantes en los comicios.
En un último intento de claridad recordamos que el coraje y heroísmo de un legislador consiste en representar a su pueblo, al mismo que lo votó, legislando en defensa de las dos vidas, y no en defender una causa, aun cuando pueda costarle la carrera política.