viernes, 4 de mayo de 2018
PERÓN SALVA A INGLATERRA DE LA BANCARROTA (A COSTA DE LA ECONOMÍA NACIONAL)
Por Cristián Rodrigo Iturralde
Mi corazón siempre ha estado con Inglaterra, y en mi trayectoria lo he demostrado muchas veces.
Miguel Miranda
Los ingleses siempre estarán presentes en el corazón de los argentinos (…) Somos tan amigos de Gran Bretaña como siempre.
Juan Domingo Perón
Lo que sigue es tan solo un adelanto de una de las cuestiones
que abordamos en un libro a editarse en el transcurso de los próximos
meses, titulado ¨Breviario de la traición peronista (Perón y sus
relaciones con la sinarquía internacional) ¨. Lo que allí probaremos es
que no sólo el mandamás populista resultó en los hechos un férreo
continuador de las carnales relaciones con Gran Bretaña de sus
antecesores, sino que incluso prodigó a la pérfida Albión uno de los
máximos servicios que recuerde su historia: salvarla de la extinción,
aun en grave perjuicio de la propia economía de su salvador.
Por razones de espacio, no abundaremos aquí en detalles o en
cuestiones ampliamente estudiadas como la nacionalización de los
ferrocarriles (de cuales los ingleses deseaban desprenderse desde
comienzos de los años 30´), los decretos de 1944 o los acuerdos
Miranda-Eady (1946) y el llamado Pacto de los Andes (1949). Todo esto se
encuentra analizado en la publicación que anunciamos ut supra . Para
estudiar el derrotero peronista habrá que estar atento a distinguir
forzosamente la retórica de lo fáctico: bien sabemos que la especialidad
de Perón residía en combinar ¨antiimperialismos verbales con entregas
de hecho¨, como espetara Arturo Frondizi en su momento. Aunque en este
caso, curiosamente, el líder justicialista no se verá contradicho por
sus propias palabras.
¨Los ingleses¨, según el presidente del Banco Central y ministro de economía peronista, Miguel Miranda:
Tengo la satisfacción de poder anunciar que me ha sido fácilmente posible entenderme con estos caballeros. El plan de nacionalizar los ferrocarriles, respetando y teniendo siempre presente lo que ha hecho el capital británico en nuestro país y reconociendo al capital los derechos que le pertenecen (…) Hemos llegado a unos acuerdos que ponen termino a las negociaciones entabladas con la misión que Su Majestad británica ha tenido a bien enviarnos como prueba de especial amistad y consideración, para que discutiésemos en nuestra propia casa y bajo nuestro pabellón, los puntos básicos que en lo sucesivo regularan las relaciones comerciales y financieras entre el Reino Unido y la Republica Argentina. En estos acuerdos están las bases que sostendrán íntegramente la recuperaron de nuestra economía (…) Mi corazón siempre ha estado con Inglaterra, y en mi trayectoria lo he demostrado muchas veces (…).
¨Los ingleses¨, según Juan Domingo Perón:
Somos tan amigos de Gran Bretaña como siempre (…) De esta negociación en general surgen dos grandes satisfacciones: que hemos llegado a un acuerdo y que hemos comprobado que somos tan amigos de Gran Bretaña como siempre (…) Los ingleses siempre estarán presentes en el corazón de los argentinos (…) Las características de la formación del país a partir de su independencia hicieron preciso que capitales extranjeros impulsasen su desarrollo y el progreso de nuestro pueblo y de sus actividades industriales. En este aspecto representaría ingratitud de nuestra parte no reconocer cuanto hicieron otras naciones en el sentido expuesto, y de un modo muy señalado la Gran Bretaña, cuyo espíritu emprendedor tantos beneficios ha reportado a la civilización. Vaya pues, a ella en este acto la expresión de nuestro reconocimiento, porque al arriesgar su dinero de manera extraordinario (ayudó) a que nuestra país sea lo que (es) hoy.
Inauditos elogios a Gran Bretaña prodigados por Perón y su
ministro predilecto (Miguel Miranda); encomios que ni el más leal de los
agentes ingleses locales hubiera pronunciado sin ruborizarse. Las
falsedades y desvaríos vertidos por Perón en aquel discurso no son
menores, como podrá deducir por si mismo el lector y tibiamente han
reconocido algunos intelectuales peronistas.
Afirmar sin más que históricamente los
ingleses invirtieron capital en el país por razones altruistas es de
una ingenuidad alarmante, casi de parvulario. El propio Raúl Scalabrini
Ortiz, desde su Historia de los ferrocarriles (1940) y Política
británica en el Río de la Plata (1940), señalaba que: ¨(…) el capital
inglés, cuando existió, no vino a correr riesgos, sino asegurado por
intereses garantidos; que en su mayoría no fue sino capitalización del
trabajo argentino contabilizado a nombre de empresas británicas; que
desde el primer empréstito inglés de 1824 hasta la incautación del
Ferrocarril Oeste, nunca había consistido en otra cosa que en maniobras
financieras, juegos de papeles destinados a hipotecar nuestras finanzas y
nuestra economía¨ .
(Inglaterra) necesitaba un millón de nuevos hogares, esfuerzo excesivo para un país cuyo promedio anual de preguerra no paso de 400 mil en ese renglón. Por añadidura, 500 mil edificios habían sido bombardeados, y otros 4 millones dañados. Apenas en diez años podrían los 1.200.000 obreros británicos de la construcción llenar aquellas necesidades. La producción había caído de 1935 a 1945, en calzado, de 160 millones de pares de zapatos a 90 millones; de un millón y medio de bicicletas, a 540 mil; de casi dos millones de receptores de radio, a 50 mil. Fuera del carbón y del cemento, debía importar casi toda la materia prima indispensable para sus industrias, y no tenia renta con que pagarla. De nación acreedora, con una renta anual que oscilaba entre los 800 y los mil millones de dólares, había perdido casi todos sus créditos, salvo unos 200 millones de dólares, y pasado a ser deudora de 12 mil millones de dólares, principalmente a la India (…) Para reconstruir, debería importar materia prima que no podía pagar sino con exportaciones; y no podía exportar sin antes reconstruir sus industrias desmanteladas por la guerra. De ahí el milagro económico de que hablaba el titulo. Pero el estrambote fiaba la solución a un factor azaroso: ¨Su carta mas promisoria es –decía-, su pueblo, con su inquebrantable fe en el destino de la nación¨. Sin embargo, hubo parte de milagro: la generosidad argentina.
Pero pasemos ahora de lo verbal a lo fáctico. En ninguno de
los acuerdos suscriptos con Inglaterra, ni Perón ni sus ministros de
economía mostraron firmeza para reclamar la convertibilidad de los
saldos en libras esterlinas resultantes del comercio con Gran Bretaña;
lo cual lógicamente perjudicó grandemente la expansión de la industria
nacional, que urgía de maquinarias y demás elementos esenciales para la
producción nacional; que Inglaterra no podía suministrar y que solo
podríamos adquirir en los EEUU con dólares. El propio embajador
británico Reginald Leeper, reconociendo el perjuicio que esta política
generó a la industria argentina, agradece el hecho de que ¨las
autoridades argentinas no tomaron represalias a pesar de haberlo podido
hacer¨, agregando: ¨No olvidemos que entre agosto y comienzos de
diciembre, cuando arribo la misión Bailleiu, nuestros abastecimientos de
alimentos argentinos jamás se vieron interrumpidos¨ .
Argentina seguía vendiendo a Inglaterra todo lo que ésta necesitaba a
precios viles y sin asegurarse el cobro de divisas libres. Firmeza que
sí mostraron otras naciones, a las que Inglaterra no solo pagaba por sus
carnes 1.913.70 pesos (mientras a Argentina pagaba 1.317.69) sino que
les daba libras convertibles . A pesar de la perorata peronista que
aseguraba que pondría de rodillas a los ingleses, las cosas continuaron
igual y no solo no se suspendieron los embarques sino que se
incrementaron sustancialmente. La exportación de cereales había pasado
de 111 mil toneladas en 1947, a 416 mil toneladas en 1949 . No obstante
existir otros mercados que podrían haber comprado los productos
argentinos a condiciones infinitamente superiores, el peronismo mantuvo
la política pro británica de sus antecesores, conservando a Inglaterra
el privilegio de ser nuestro ¨comprador único¨ .
Lo curioso del caso es que Inglaterra, que se encontraba al
borde de la bancarrota, era quien imponía las condiciones. Y Argentina,
en vez de aprovechar las coyunturas y la debilidad de su enemigo
histórico, cedió sin más cual servil vasallo y en vez de destruirla, la
salvó. El Departamento de Estado norteamericano, lógicamente, no podía
estar más que jubiloso, pues había encontrado en la Argentina un
colaborador inesperado en su misión por salvar a Europa de la bancarrota
(plan Marshall); se ahorraba de este modo inconmensurables sumas de
dinero, pues no necesitaba ahora asistir de modo determinante a la
Corona Británica. Servilismo que como sabemos no traerá ningún rédito a
la argentina, sino todo lo contrario: lo cual quedará demostrado
sobradamente en la negativa estadounidense a dejar participar a la
Argentina del plan Marshall. No resulta menor el hecho de que tanto
Miranda como Perón conocían perfectamente bien la complicadísima
situación económica de Gran Bretaña y la ventaja que podría haber sacado
nuestro país de aquello; realidad que remarcaba la oposición política
argentina en el Congreso, con Arturo Frondizi a la cabeza. ¿Qué responde
Miranda ante la propuesta de sacar rédito de nuestra situación
privilegiada con respecto a Inglaterra?: ¨Por instrucciones de Perón,
las negociaciones debían hacerse en base de equidad, sin olvidar la
tesis argentina de que la oportunidad no da derechos¨ .
¡Justo un incurable pragmático como Perón aducía argumentos
principistas –en perjuicio de la economía nacional- para no aprovechar
la oportunidad histórica de romper las cadenas que nos sometían al
imperialismo británico! Pudiendo incluso haber destruido al enemigo
histórico de la Argentina, le ofreció el único salvavidas disponible y
nosotros terminamos de hundirnos en el medio de la nada misma al grito
de ¡viva la patria! Y en este sentido debería resultar llamativo que
los principales voceros de los intereses de la oligarquía –a la que
tanto defenestraba Perón- como los diarios La Prensa (de la familia
Gainza Paz) o La Nación (familia Mitre), apoyarán abiertamente la
política peronista ante Inglaterra.
Ahora, ¿cuál era la situación de Inglaterra al finalizar la Segunda
Guerra Mundial? Lo explica Julio Irazusta recurriendo a uno de los
voceros de los intereses británicos en la Argentina, el Buenos Aires
Herald, que había escrito un artículo en 1945 titulado ¨Inglaterra
necesita un milagro económico¨:
(Inglaterra) necesitaba un millón de nuevos hogares, esfuerzo excesivo para un país cuyo promedio anual de preguerra no paso de 400 mil en ese renglón. Por añadidura, 500 mil edificios habían sido bombardeados, y otros 4 millones dañados. Apenas en diez años podrían los 1.200.000 obreros británicos de la construcción llenar aquellas necesidades. La producción había caído de 1935 a 1945, en calzado, de 160 millones de pares de zapatos a 90 millones; de un millón y medio de bicicletas, a 540 mil; de casi dos millones de receptores de radio, a 50 mil. Fuera del carbón y del cemento, debía importar casi toda la materia prima indispensable para sus industrias, y no tenia renta con que pagarla. De nación acreedora, con una renta anual que oscilaba entre los 800 y los mil millones de dólares, había perdido casi todos sus créditos, salvo unos 200 millones de dólares, y pasado a ser deudora de 12 mil millones de dólares, principalmente a la India (…) Para reconstruir, debería importar materia prima que no podía pagar sino con exportaciones; y no podía exportar sin antes reconstruir sus industrias desmanteladas por la guerra. De ahí el milagro económico de que hablaba el titulo. Pero el estrambote fiaba la solución a un factor azaroso: ¨Su carta mas promisoria es –decía-, su pueblo, con su inquebrantable fe en el destino de la nación¨. Sin embargo, hubo parte de milagro: la generosidad argentina.
De modo que no debería sorprender el hecho que la Corona
Británica apoyara la candidatura de Perón en 1945, como ha reconocido el
propio David Kelly, entonces embajador inglés en Argentina (el líder
justicialista había aprobado los infames tratados de 1944).
A raíz de la ascendente prosperidad económica de la Argentina
–que había llegado a ser la quinta potencia mundial-, el prestigioso
economista y analista internacional Colin Clark predecía en 1942 que la
Argentina tendría para 1960 el cuarto producto bruto per cápita más alto
del mundo . Formulación que a nadie sorprendió en aquel entonces y cuya
veracidad parecía cada vez más clara conforme pasaban los años, ya que
la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial le había permitido abastecer
al mundo de sus productos, convirtiéndose en acreedora de las grandes
potencias –como EEUU e Inglaterra-. Al finalizar la guerra el país
contaba con reservas internacionales de algo más de 40.000 millones de
dólares a valores actuales. Sumado a ello, la industrialización nacional
venía en franca expansión desde comienzos de los años 30 –cuestión que
luego abordaremos- y la situación del obrero argentino era mejor
incluso que la de sus pares en Inglaterra o Francia –infinitamente
superior a los de Iberoamérica-, solo superado por el norteamericano.
Es decir, la Argentina lo tenía todo para convertirse en una
superpotencia mundial, y sin embargo, llegado el año 1955, el país se
encontraba quebrado económicamente, adeudando dinero y con sus
industrias paralizadas. ¿Qué sucedió? Sucedió el peronismo y la
sinarquía. Más precisamente, las relaciones entre Perón y la Corona
Británica.
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FUENTES
Recordemos no obstante que conforme a
lo acordado en el convenio de 1946, la Argentina comprometía las
exportaciones de 1948 y 1949 para la compra de las mentadas maquinarias,
obsoletas y devastadas -cuando podría o debería haberlo hecho con las
libras bloqueadas en Inglaterra-.
Declaraciones de Perón el 16 de noviembre de 1946. Citado en Milciades Peña, Ob. Cit., p. 23.
La cita la recoge Julio Irazusta en Perón y la crisis…, p. 57.
Discurso del embajador británico en la Argentina, julio 27, 1948.
La Prensa, 2 de mayo de 1949.
La Prensa, 2 de mayo de 1949.
Al respecto se pronunció en aquel
mismo momento Arturo Frondizi, criticando el tratado anglo-argentino en
la cámara de diputados. Discurso completo en Diario de Sesiones de la
Cámara de Diputados de la Rep. Argentina, 24ª. Sesión ordinaria, 24, 25 y
26 de agosto de 1949.La Nación, 13 de febrero de 1948.
En Perón y la…, pp. 179-180. El
artículo del Herald del que Irazusta extrae la información citada, es
del 13 de septiembre de 1945.
Citado de Carlos Escudé, Gran Bretaña…, p. 13.